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El premio a los obedientes, dejad que los muertos entierren a sus muertos

FOTO: Presidencia / Cuartoscuro.com*

Por Marco Vinicio Dávila Juárez

En el marco del centenario del inicio de la actividad organizada de los comunistas en México, se realizaron diversas festividades y actos conmemorativos en el país. Y fueron, dependiendo de la posición política que reivindicaba estas fechas, dos tipos de celebraciones: una, llena de actos testimoniales, únicamente recordando la efeméride, pero sin mayor aspiración de trascendencia por parte de sus organizadores, actos que fueron de reivindicación del viejo Partido Comunista Mexicano, disuelto en 1981, resaltando su papel de promotor de la democracia en la historia del México contemporáneo, con lo que también reducían su objetivo histórico al arribo de la nueva socialdemocracia al gobierno; de ello hay suficiente constancia documentada en las notas de prensa de los últimos meses, continuaron reivindicando la historia más conocida y aceptada, de que el 24 de noviembre de 1919 quedó fundada la sección mexicana de la Internacional Comunista, bien por costumbre, bien por tener una historia a modo para seguir justificando una estrategia que acaso dio frutos podridos.

En el caso del Partido Comunista de México, que desde hace 25 años comenzó a labrar en el terreno a veces árido, a veces pantanoso, de la lucha de clases, hoy afirmamos que el nuestro es un proceso de reorganización del Partido Comunista y así asumimos los cien años de tradición de lucha, de aciertos y de errores que significa la historia del comunismo en nuestro país.

En ese contexto celebramos Un siglo de lucha de los comunistas de México, esto es importante pues de lo que se trata es de aprender de la experiencia histórica, aprender para seguir luchando, luchar por la revolución socialista, el socialismo-comunismo, como la verdadera salida anticapitalista.

De tal manera que las celebraciones estuvieron en función de estas dos concepciones. Una, pasiva, inerte, muerta; la otra, viva, de lucha, revolucionaria.

Una, convirtiendo al viejo PCM en pieza de museo; la otra, forjando al Partido Comunista como el instrumento de la clase obrera para la toma del poder; una, rezagada ya con la historia; la otra, acudiendo puntual a su cita con la historia. Una, por cierto, pagada por el gobierno de la 4T, apegada al Estado mexicano; la otra, como un esfuerzo independiente, recibiendo delegaciones internacionales de partidos hermanos del norte, centro y Sudamérica, de Europa y Asia, y con decenas de delegados de diferentes estados del país.

Podemos sintetizar la significación de estas dos celebraciones en dos hechos disímbolos, pero simbólicos.

En un decreto publicado el día 22 de noviembre pasado en el Diario Oficial de la Federación, se declaran como personas ilustres a Valentín Campa Salazar y Arnoldo Martínez Verdugo, se ordena su exhumación e inhumación y se instruye llevar a cabo los homenajes póstumos correspondientes.

De la lectura de dicho decreto en ningún párrafo se menciona la palabra comunista o comunismo, no se dice que fueron dirigentes comunistas, miembros destacados del Partido Comunista Mexicano, que con ese carácter actuaron públicamente, que por ese hecho fue perseguido y preso político Valentín Campa, que con ese carácter Martínez Verdugo impulsó la reforma electoral del 78. Lo más que se les llega a reconocer oficialmente es que fueron “políticos y activistas sociales, son un ejemplo de integridad y lucha para las y los mexicanos, ya que siempre se condujeron con congruencia y firmes ideales sociales en favor de los sectores de la sociedad más vulnerables, lo que contribuyó a mejorar la vida democrática e institucional del país, así como garantizar los derechos laborales y sindicales de los trabajadores”. Así fue como de manera oficial Campa y Verdugo son convertidos en unos liberales adocenados tal como hiciera Kautsky con Marx; para rematar esta domesticación oficial, en el artículo tercero del decreto se establece: “Difúndase la vida y obra de Valentín Campa Salazar y Arnoldo Martínez Verdugo, destacando el referente cívico que ofrecen a las mexicanas y los mexicanos de hoy y del mañana, a través de acciones que deberán desplegar las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, en el ámbito de sus respectivas competencias y bajo la coordinación de la Secretaría de Gobernación.”

Valentín y Arnoldo están muertos, no sabremos si hubieran estado de acuerdo en ese trato que les dio el Estado al que combatieron y que los persiguió, cargados en hombros por miembros del ejército mexicano, el mismo que reprimió y sigue reprimiendo al pueblo trabajador y a los comunistas a lo largo de estos cien años; pero lo cierto es que muchos de los que liquidaron el viejo PCM en 1981 fueron los promotores de esta acción como una forma de conmemorar el centenario del PCM. Con la inhumación de los cuerpos en la rotonda de los mexicanos ilustres podemos afirmar aquella sentencia bíblica: “dejad que los muertos entierren a sus muertos”.

En otra celebración por un siglo de lucha de los comunistas en México, entre muchos otros actos que el Partido Comunista de México realizó, el Centro de Estudios Marxistas y la Editorial Revolución editaron un libro que es la autobiografía de Miguel Ángel Velasco, quien en diferentes momentos de la historia del PCM y del sindicalismo mexicano participó en hechos de mayor relevancia que Campa y que Martínez Verdugo. En el prólogo del libro se afirma que “El objetivo principal de esta publicación es dar a conocer a los militantes revolucionarios, comunistas, sindicalistas y, en general, a toda la clase obrera interesada en la tradición y lucha de los comunistas en México, para abrevar en sus experiencias, exitosas o fallidas y continuar impulsando la causa del Socialismo-Comunismo.” Pudiendo estar o no de acuerdo con todas las afirmaciones y acciones narradas por El Ratón Velasco, lo que se destaca con este libro es que la historia de los comunistas está más viva que nunca: viva para la lucha.

Así sintetizamos las dos visiones que permearon la celebración del centenario. Mientras los comunistas seguimos fortaleciendo al partido, enriqueciendo el programa de la clase obrera para la toma del poder, desenmascarando al enemigo de clase: a la burguesía, a los monopolios, al Estado, construyendo o reforzando las correas de transmisión del partido con las masas; otros recibieron el premio a los obedientes, como lo escribió el Che Guevara, “el premio a los obedientes consiste en el arribo, después de la muerte, a otros mundos maravillosos donde los buenos son los premiados…”.

*Las imágenes presentadas en este artículo han sido retomadas de Internet, sin fines de lucro.

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