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VLADIMIR MAYAKOVSKI EN MÉXICO

frida-y-maya

María de las Nieves Rodríguez y Méndez
Artículo publicado en El Machete No. 6, Octubre 2015. pp. 119-123.

 

Nacido en la villa georgiana de Bagdadi el 7 de julio de 1892, Vladimir Mayakovski tuvo desde muy temprana edad la inquietud por la lucha social. En 1905 se adhirió al bando del grupo social demócrata local para luego unirse al movimiento bolchevique una vez que su familia se mudó a Moscú donde fue encarcelado tres años después por realizar una intensa labor propagandística en contra del gobierno autocrático zarista como parte del Partido Comunista. Después de casi un año en la cárcel Mayakovski, que había dedicado este tiempo a leer sobre arte y política, se convirtió en uno de los mayores exponentes del movimiento futurista en el país publicando, para 1912, lo que sería su Manifiesto: «Una bofetada al gusto del público» junto a algunos de sus amigos de la Escuela de Arte de Moscú: David Burliuk, Velimir Jlébnikov y Alexandr Kruchenyj.

En 1925 el poeta fue comisionado para realizar un viaje representativo que le llevaría de Moscú a los Estados Unidos. Siete meses duró la aventura y a su paso conoció otros países[1] que fue retratando en su diario de viaje.[2] La demorada travesía en barco lo llevaría a conocer París y España donde tocaría tierra después del intenso viaje a bordo del Espagne para contrarrestar sus impresiones americanas durante su breve estancia en La Habana, México y finalmente Nueva York, Chicago y Detroit. Mayakovski, como el primer poeta de la Unión Soviética en visitar un país capitalista se vio profundamente impactado por el modo de vida de las urbes americanas, tan distintas entre sí y ejerció un análisis fundamental sobre la nueva modernidad en las ciudades del capital tan diferenciadas de la vieja y no tan moderna Unión Soviética.

Arribó a la capital mexicana la mañana del 9 de julio de 1925 donde una comisión liderada por Petkovskii y otros funcionarios de la Embajada, Diego Rivera en representación del Partido Comunista Mexicano a los que sumaron intelectuales invitados por éste lo esperaban. Diego Rivera[3] se encargó de fungir como guía durante la estancia del poeta en la ciudad. Mayakovski, impresionado por el volumen y la capacidad artística de Diego, se dejó imbuir de sus orientaciones e impresiones de la vida nacional. A Mayakovski el pintor le resultaba  “una persona robusta, con una buena barriga, un rostro ancho y siempre sonriente”,[4] características que hicieron que simpatizasen desde el primer momento. Sus historias, mitomanías en ocasiones, divertían al ruso y le daban herramientas para terminar de entender la complejidad social y cultural del mexicano. Por supuesto, Rivera le mostró su casa, las costumbres y los murales que se encontraba pintando en la Secretaría de Educación Pública. Para Mayakovski parecía claro que aquella obra pertenecía a una campaña para ejercer una activa propaganda comunista en el país y por eso no era de extrañar que hubiese sido presa de tantos ataques de vandalismo. Aquella representación de la Historia mexicana, de aquel “paraíso virgen con trabajo libre, antiguas costumbres, fiestas de maíz, danzas del espíritu de la muerte y de la vida, ofrendas frutales y florales”[5] parecían teñir la visión objetiva de la misma de un cierto enfoque populista y proteccionista que corría un velo sobre la verdadera causa política revolucionaria de la cual el país era ejemplo en su exotismo particular. Para Mayakovski, el sentido de la palabra “revolución” en México estaba fuertemente disociada de lo que significaba en la Unión Soviética. En su juicio “el revolucionario mexicano es cualquiera que derroque el poder con armas con la mano, no importa de qué poder se trata. Y, como en México cualquiera ha derrocado, está derrocando o quiere derrocar a algún poder, todos son revolucionarios”.[6]  Con todo, impactado por las decenas de muros pintados y de su discurso prolijamente seleccionado, llevaría consigo diversas reproducciones fotográficas realizadas por Tina Modotti de la obra de Diego Rivera en la Secretaría de Educación Pública con las cuales materializaría sus impresiones mexicanas en las conferencias que dio a su regreso a la U.R.S.S., vía fundamental de conocimiento de la obra del mexicano en aquel país.

Con Diego Rivera como guía Mayakovski visitó Museos, Cines, Conferencias, Reuniones en la sede del Partido Comunista, Teatros y hasta el Bosque de Chapultepec durante las tres semanas que duró su estancia en México. Su estancia en la casa diplomática otorgó una gran animación a la misma que llegó a celebrar reuniones y conferencias donde el poeta pudo declamar abiertamente sus versos. Su asistencia en la embajada era casi del diario así como también la de aquellos correligionarios del movimiento que acudían a visitar al poeta. La cierta fluidez de la lengua francesa y la presencia sempiterna del intérprete le hizo mantener contacto con Diego Rivera que se había ganado su abierta simpatía. Fue a través de estas reuniones que Mayakovski fue rápidamente adoptado en el círculo intelectual mexicano siendo especialmente arropado por Rafael Carrillo, secretario del comité central del Partido Comunista Mexicano, el diputado veracruzano Francisco Moreno, el senador Luis Monzón, el pintor Xavier Guerrero y Úrsulo Galván, jefe de la Liga de Comunidades Agrarias. Visitas a las que acudía también una casi recién llegada Tina Modotti que; para este momento, inserta en el mundo intelectual-artístico a través de Diego, comenzaba a incursionar en el mundo de la fotografía como artista independiente de su maestro (Edward Weston).

El diario de viaje reflejó las profundas impresiones de Mayakovski sobre los países que visitó y que ejercieron, sobre todo en el caso de México y los Estados Unidos, un fuerte impacto sobre su obra posterior. Esta opinión había sido formada a partir de la mera observación debido a que el poeta no hablaba ni entendía la lengua española o la inglesa y, por tanto, no alcanzaba a comprender su pensamiento ni su forma de vida, de concebir a la sociedad, la política o el mundo. Para él, acostumbrado a usar la palabra para ejercer una influencia sobre su entorno, encontrarse “mudo” fue una experiencia  que le hizo enfatizar otros sentidos para llegar a formar parte y mezclarse en las sociedades que visitó. El viaje, un proceso emocional del propio autor, le hizo revelar su nostalgia y su revalorización por la patria en un poema final llamado “A casa” escrito en el vapor que lo conducía de vuelta a la Unión Soviética. En él dice:

“Pero no,

intelectual,

revolviendo torbellinos

le endilgarás una máquina

que coserá

puntada por puntada

la seda de los versos.

Los proletarios

llegan al comunismo

desde abajo

desde el fondo de las minas

o de los campos en donde trabajan con hoces y horcas.

Yo, en cambio,

me arrojo al comunismo

desde los cielos de la poesía

porque sin él

no hay para mí

amor.

Me exilé yo mismo

o me mandaron al diablo

¡qué importa!

al acero de las palabras se oxida

y al cobre del bajo se ennegrece.

¿Para qué

empaparme

pudrirme

enmohecerme

en lluvias extranjeras?

Estoy acostado

en algún sitio del otro lado de los mares.

La pereza impide funcionar

las partes de mi máquina.

Siento que soy

una fábrica soviética

dedicada a producir felicidad.

Pero no quiero ser

como una flor en el prado

a la que cortan

en sus ratos de ocio

Quiero que la Comisión Estatal

sude en sus debates

marcándome tareas

para todo un año.

Quiero

que el comisariado del tiempo

presente una orden

a mis pensamientos.

Quiero que

como si fuera una ración especial para el experto

se distribuya

su parte de amor

al corazón.

Quiero

que al terminar el trabajo

el director de la planta

me ponga un candado en los labios.

Quiero que la pluma

se equipare a la bayoneta.

Quiero que Stalin

pronuncie

en representación del Politburó

un informe

sobre la poesía

como los que pronuncia

sobre el hierro y el acero.

“Tal

y tal

y…

desde los tugurios obreros

hemos llegado

a los más altos éxitos.

En la Unión de Repúblicas Socialistas

la comprensión de la poesía

ha excedido

los niveles anteriores a la guerra”.

Quiero que mi patria

me comprenda,

pero si no me comprende

también lo soportaré:

Pasaré de lado

sobre mi país.

como lluvia diagonal”.[7]

mayakovsky

 

[1]    El itinerario del viaje fue el siguiente: Moscú, Königsberg (en avión), Berlín, París, Saint-Nazaire, Gijón, Santander, La Coruña (España), La Habana (Cuba), Veracruz, Ciudad de México, Laredo, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Detroit, Pittsburgh, Cleveland, Le Havre (Francia), Paris, Berlín, Riga y Moscú.

[2]    El Diario que lleva a cabo Mayakovski sigue el formato de un Lubok, un impreso muy popular en la década de los veinte en la Unión Soviética que hacía acompañar al texto una suerte de viñetas de pequeño formato que daban pie a la narración de ciertas historias. Así irá hilvanando anécdotas y personajes de los que toma referida cuenta durante en su viaje.

[3]    Rivera, para 1925, era uno de los artistas más famosos de la nueva nación mexicana, líder indiscutible del movimiento muralista había apoyado la creación del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores Revolucionarios (SOTPE). Había pintado ya el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria y se encontraba pintando los patios de la SEP.

[4]    Vladimir Mayakovski. Mi descubrimiento de América (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2013), 43.

[5]    Vladimir Mayakovski. Mi descubrimiento, 44.

[6]    Vladimir Mayakovski. Mi descubrimiento, 59.

[7]    Wiktor  Woroszylski. Vida de Mayakovsky (México: Era, 1980), 391-393.

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