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Sobre el escenario político en Chile

Foto tomada de internet

 

Por: Ángel Chávez

 

Hay quienes dicen que el escenario de lucha popular que desde finales del 2019 se dio en Chile (revuelta en las calles, paros en fábricas y minas, protestas de campesinos, jornaleros y jóvenes; cientos de ojos cegados, cientos de detenidos y condenados, abuso policiaco, sangre derramada y decesos; estudiantes, trabajadores y trabajadoras que iban de los combates contra la policía en la primera línea, a las reuniones en torno a la olla común donde se les alimentaba) permitió que en mayo del presente año se diera el proceso rumbo a la redacción de una nueva constitución y que las elecciones tuvieran resultados “favorables para el pueblo” (31%  de los escaños los ganaron fuerzas independiente, 18% la fuerza en la que participa el Partido Comunista de Chile, 16% la fuerza “centro izquierda”) y contrarios, la derecha (menos del 24% de los escaños). Yo creo más bien que la propuesta de la nueva constitución fue para impedir que la revuelta continuara y el pueblo trabajador se pusiera como objetivo, derrocar el conjunto del Estado burgués de Chile, aparato servil a los monopolios que se benefician tanto del “neoliberalismo” como de otro tipo de gestión capitalista igualmente lesiva para los trabajadores.

Antes de alegrarnos de que se acallara el estruendo de la protesta y nos embelesemos con las campanas lanzadas al vuelo, hay que preguntarnos si a partir de las elecciones y el proceso de redacción de una nueva constituyente, se podrá dar un cambio verdaderamente favorable al pueblo trabajador chileno. ¿La nueva constitución logrará revertir los múltiples tratados de libre comercio que son ofensivos a la soberanía del pueblo chileno? ¿El acceso a la salud y educación pasará a ser plenamente gratuito? ¿Se pondrá fin al desempleo? ¿Se respetará la autodeterminación de las comunidades indígenas? ¿Habrá algún cambio que impida a los monopolios seguir enriqueciéndose del trabajo de sus empleados?

La respuesta es que en los marcos del capitalismo no hay posibilidad de un verdadero cambio favorable para los trabajadores, para que esto pase se requiere un cambio estructural. Por esto, habrá quienes se alegren de la salida que tuvo la revuelta popular en Chile, pero un comunista, un revolucionario, tendrá otra opinión, pues entre la disyuntiva reforma o revolución, siempre sostendrá que al pueblo se le debe impulsar a tomar sólo lo que le pertenece, es decir, a tomar lo todo: el poder político y el control de la riqueza que produce. Si no se hace esto, la burguesía no tardará en volver a apretar contra los trabajadores y cuando esto suceda otra vez inaguantable y nuevamente vendrá la revuelta con una salida que conserve la explotación capitalista. Ir de revuelta en revuelta aceptando y promoviendo como benéficas las migajas obtenidas a costa de libertad y vidas, es ser cómplice de extender el dominio de los monopolios sobre los trabajadores.

Habrá quien piense que esta posición es izquierdista. Por esto debemos aclarar, izquierdismo sería divorciarse del movimiento popular porque no tiene posiciones revolucionarias, y no es esto lo que propugno, sino el que, sabiendo que no todo estallido social termina en revolución, la acción del revolucionario debe guiarse respondiendo ¿hacia dónde abonar o en que camino buscar orientar el torrente de insumisión? Independientemente de las posibilidades de que la voz revolucionaria sea la que gane más oídos, está se debe levantar sin dejar de acompañar la lucha, hacer lo contrario sería caer en el movimientismo. Si los comunistas nos plegáramos a otras posiciones políticas que parecen tener más oportunidad de realizarse, dejaríamos de lado el que cada brote de insumisión se encamine a concebir la necesidad de una salida revolucionaria.

En definitiva, el pueblo de Chile ha sacado múltiples experiencias en esta oleada de protestas, pero aún hay lecciones que vendrán como resultado de la nueva constitución, pues ni el mote de “izquierda” o “independientes” garantiza la defensa de los intereses del pueblo trabajador. La única garantía de que una fuerza política será benéfica a los trabajadores es que ésta impulse la consigna de la creación del poder obrero y popular. Esta fuerza es la determinante en todo proceso revolucionario, y a ella se refería Bertolt Brecht cuando dijo que “los hombres que luchan toda la vida son los imprescindibles, pues no sólo destacaba la virtud de la constancia, sino también la convicción revolucionaria de los comunistas.

Por cierto, un guerrillero chileno de la década de los 80’s narró en sus memorias que antes de regresar de Cuba a Chile para incorporarse a la lucha armada, tuvo la oportunidad ir a la República Popular de Bulgaria a reunirse con guerrilleros veteranos que combatieron contra el ejército nazi lo que permitió que uno de estos héroes de guerra le preguntara si su organización y él luchaban por la toma del poder o sólo para sacar a Pinochet. Tal vez hoy la pregunta sea si el objetivo es cambiar la constitución de Pinochet o la toma del poder para los trabajadores.

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