Buscar por

Nuestro objetivo estratégico, táctica y formas de lucha

Pável Blanco Cabrera

Primer Secretario del Comité Central del PCM

“El Partido Comunista constituye la parte más consciente del proletariado, su vanguardia. La tarea principal de los partidos comunistas en los países capitalistas consiste ahora en la conquista de la mayoría de la clase obrera y en su preparación para la lucha revolucionaria por la dictadura del proletariado. Esta tarea puede ser realizada mediante una defensa resuelta, abnegada y consecuente de los cotidianos intereses de la clase del proletariado”

XII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista

El Partido Comunista de México acumula ya 18 años de lucha y de experiencia. Estudia y asume el acervo del movimiento obrero y comunista de nuestro país desde que en 1919 fue formada la Sección Mexicana de la Internacional Comunista, y por supuesto las lecciones que se derivan de la práctica revolucionaria del proletariado desde que en 1848 fue difundido el Manifiesto del Partido Comunista, continuadas en la I Internacional, la II Internacional -hasta su descomposición-, y sobre todo las de la III Internacional o Internacional Comunista y del movimiento comunista internacional hoy. Resaltamos en éste aprendizaje el estudio de los avances que significaron tanto la Comuna de París en 1871,  como la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, y toda la experiencia de la construcción socialista en el siglo XX.

Cuando surgió, con el Llamamiento del 20 de Noviembre de 1994, el Partido de los Comunistas Mexicanos (hasta que en nuestro IV Congreso en 2010 recuperamos el nombre de Partido Comunista de México) quedaba clara la cuestión de luchar por el poder. Es verdad que en 1994, y todavía por muchos años, nuestra experiencia partidaria estuvo marcada por los errores y confusiones que resultaban del impacto de la contrarrevolución que llevó a la derrota temporal del socialismo en la URSS y otros países. Pero quedaba claro desde entonces que el PCM lucha por que la clase obrera conquiste el poder. Varios debates de importancia colocaban tal perspectiva en cuestión, por lo que su resolución en los planos de la teoría y el programa se hicieron imprescindibles. Fue con las Tesis del IV Congreso, El nuevo paso, que nuestra identidad comunista fue confirmada, y la perspectiva del poder adquirió nitidez.

En primer lugar, ratificamos como objetivo programático histórico de la clase obrera la dictadura del proletariado; no es una cuestión formal, pues la renuncia a tal objetivo equivale a la desnaturalización del marxismo-leninismo, a su renuncia definitiva. El ataque ideológico del oportunismo le tiene como objetivo permanente, así por ejemplo Bernstein y después Kautsky, y años después sus continuadores, los eurocomunistas. Es una vulgarización de la teoría equiparar la noción científica de la dictadura de clase con los gobiernos militares o abiertamente represivos, equiparar dictaduras sin atenerse a criterios de clase. La dictadura burguesa, independientemente de su fachada, más o menos democrática o abiertamente fascista, es el poder de la clase dominante para asegurar la explotación sobre las clases y capas oprimidas. La dictadura del proletariado es el poder de la clase obrera para combatir la contrarrevolución y el reagrupamiento de la clase explotadora derrocada. Mientras la dictadura de clase de la burguesía, es la de una clase explotadora, el proletariado en el poder para emanciparse debe liquidar la explotación, las relaciones mercantiles y emancipar al conjunto de la humanidad. Absolutizar la democracia conduce a errores políticos y desenvuelve la tendencia a quedar integrados en el aparato de dominación estatal del capitalismo; absolutizar la democracia en abstracto como valor universal es una tendencia reformista, seamos claros; además conduce al equívoco de renunciar a la vía revolucionaria para la conquista del poder. Quien renuncia a la dictadura del proletariado, renuncia al camino de la revolución.

Otra cuestión de importancia es la caracterización de México. Durante muchos años se sostuvo -incluidos nosotros, pero hoy la mayoría de las organizaciones que asumen la lucha por el socialismo persisten en ello-, que nuestros país es uno semicolonial, dependiente, de escaso desarrollo capitalista. Bajo esta posición, una de las tareas planteadas es la independencia, como precondición del socialismo; al fijarse tal meta intermedia, se abre un abanico de alianzas que incluye a los llamados sectores nacionales o patrióticos de la burguesía.

Anteriormente teníamos un enfoque no dialéctico de la relación dependencia-independencia, que superamos por el de la interdependencia. El desarrollo desigual no frena las relaciones capitalistas, que van anidándose y desenvolviéndose, en tanto las asimetrías nacionales van diluyéndose para asegurar la explotación y la expansión de los mercados.

Al estudiar el capitalismo en nuestro país, en las Tesis de nuestro IV Congreso esbozamos que México es un país de pleno desarrollo capitalista, que ocupa un lugar intermedio en la pirámide imperialista, donde socialmente el conflicto de clase es entre capital y trabajo, entre burguesía y clase obrera, donde las capas medias están en proceso de proletarización en sus condiciones de vida, aunque en su consciencia siga imperando la concepción del mundo de la pequeñaburguesía o inclusive de la burguesía. La consolidación de los monopolios les permite la exportación de capitales, la extracción de plusvalía en otros confines, los inserta en el imperialismo. La existencia en nuestro país de monopolios como América Móvil de Carlos Slim, CEMEX, Grupo México, FEMSA, Grupo Modelo, Televisa, TV Azteka-Elektra, etc., nos muestra que el capitalismo mexicano no es dependiente, sino interdependiente y que en algunos casos compite con sus pares de otras nacionalidades o los subordina, domina o absorbe, inclusive de países que se encuentran en la cúspide de la pirámide imperialista. Los comunistas tenemos muy clara la lucha contra los monopolios, sin importar su nacionalidad, si son mexicanos o trasnacionales. Veamos América Móvil: no sólo es Telmex, Inbursa, Telcel, Sears, Sanborns, Prodigy, es decir, el dominio casi absoluto del mercado de telefonía fija, sino también celular, y en esa rama controla ya buena parte del mercado latinoamericano, incluyendo países como Brasil; el Grupo México que no sólo domina la extracción y comercialización en la rama de la minería del cobre, moly, plata, zinc, oro, plomo en el territorio nacional sino que a través de Asarco es el tercer productor de cobre en los EEUU, con fuerte presencia en Arizona y Texas y con la Southern Cooper Corporation, America’s Minning Corporation, domina en Perú la rama minera y se extiende a Chile, pero además domina la red ferroviaria de México. Podríamos continuar, pero basten estos dos ejemplos para ilustrar la tesis que sostenemos: la burguesía mexicana no está postrada, compite, se inserta en el imperialismo y explota a trabajadores mexicanos, peruanos, chilenos, brasileños, salvadoreños, colombianos y…norteamericanos. Para el Partido Comunista de México el adversario es la clase de los burgueses y sus monopolios, sin importar qué origen nacional tengan. De ahí que consideremos erróneo pensar que el enemigo de los trabajadores es sólo la explotación transnacional, lo que en el lenguaje común de la “izquierda” se nombra el imperialismo yanqui. Habría que agregar, para complementar, que los monopolios de la Unión Europea amplían su presencia en América Latina y en México.

De nuestra caracterización sobre México surge la meta estratégica del derrocamiento del capitalismo y el poder de los monopolios y la Revolución socialista. El Partido Comunista de México considera que para ese objetivo no hay etapas intermedias, que aún considerando que la correlación de fuerzas hoy nos es desfavorable, debemos tener claro que la lucha es por el socialismo-comunismo, por trabajar para la lucha clase contra clase, quedando claro los polos del conflicto socioclasista. Otro camino distinto nos llevaría a la cola de la simple disputa por gestiones alternativas del mismo capitalismo.

Los límites históricos del capitalismo, presentes desde la Primera Guerra Mundial y de la Revolución de Octubre de 1917, nos confirman que vivimos la época del imperialismo y las revoluciones proletarias, la transición del capitalismo al socialismo. Y no hablamos de los datos evidentes: pobreza, desempleo, destrucción ambiental, guerras, decadencia de la civilización; hablamos sobre todo de la crisis, de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, que hoy se expresa en la ofensiva generalizada para desvalorizar la fuerza de trabajo, en la intensificación de la explotación. Es un momento donde la alternativa es necesaria, impostergable, vital.

Los comunistas luchamos por el socialismo, ello es obvio; pero ha dejado de serlo cuando como en los tiempos de Marx y Engels se hizo necesario deslindar al socialismo científico de otras variedades del socialismo, por el surgimiento de posiciones que crean confusión, tales como el “socialismo del siglo XXI”, “socialismo de mercado”, etc. Con la contrarrevolución de los años 90 se perdió la certeza del mundo nuevo que los trabajadores percibían en la construcción del socialismo en la URSS. Es precisa una evaluación acertada de las causas que llevaron a la clase obrera a esa derrota temporal. También en su IV Congreso, el Partido Comunista de México se adhirió a la Resolución del XVIII Congreso del Partido Comunista de Grecia, “Análisis y conclusiones sobre la construcción socialista durante el siglo XX, fundamentalmente en la URSS”, que de manera común llamamos “las Tesis sobre el socialismo”.

Es un arma muy importante para nuestro trabajo político-ideológico en el movimiento obrero y popular. Durante décadas el ataque a la construcción socialista provenía del enemigo de clase,  y como bien se decía en los años 70 se hizo del anticomunismo una industria, pero con la contrarrevolución en la URSS las posiciones del adversario fueron asumidas en las filas progresistas e inclusive por varios partidos comunistas; en nuestra construcción también nos enfrentamos con ese problema, sobre todo en los primeros años, con intelectuales -que terminaron abandonando el Partido para integrarse a posturas políticas socialdemócratas- que insistían en un “socialismo democrático y humanista” que se deslindara del “socialismo real” y de toda la construcción socialista a la que aludían burocrática, antidemocrática. El choque de posiciones se encontraba en el terreno de la discusión sobre la superestructura y no en la base, en las causas que engendraron la contrarrevolución, dejando de lado la posición leninista de la relación indisoluble entre política y economía.

Hoy tenemos claro que las relaciones mercantiles que se empezaron a expresar abiertamente después del XX Congreso del PCUS (1956), y que no fueron combatidas, crearon la base de la perestroika y de todo el proceso contrarrevolucionario que derrocó temporalmente la construcción socialista. También, que por sus índices de desarrollo económico y social la construcción socialista demostró su superioridad sobre cualquier régimen social hasta hoy conocido, en mejores condiciones de vida para la clase obrera y el conjunto del pueblo, condiciones de trabajo, alimentación, vivienda, salud, cultura, educación, atención a los niños, emancipación de la mujer. También, que el poder obrero funcionó mientras tuvo su base en los centros de trabajo, llevando al protagonismo a las masas trabajadoras.

Una de las mayores críticas es a la planificación central, identificándola con un estatismo que atrofia la producción en sus cimientos. Sin embargo, el abandono de la planificación condujo al caos, a las leyes de la selva, al predominio del mercado y la explotación del trabajo asalariado. Otra crítica es al rol del Partido Comunista, como vanguardia de la clase obrera.

Con las Tesis del socialismo el Partido Comunista de México tiene un norte. Concluimos en que tras el derrocamiento del capitalismo y el poder de los monopolios viene la socialización de los medios de producción concentrados, el poder obrero y popular, la planificación de la economía. El socialismo-comunismo debe combatir siempre, sin bajar la guardia un solo día, a las relaciones mercantiles. Socialismo y mercado son incompatibles.

Así, el Partido Comunista de México fija como su objetivo estratégico, reiteramos, la toma del poder por la clase obrera para la construcción del socialismo-comunismo.

¿Cómo alcanzaremos esta meta? El PCM se plantea como tarea principal el trabajo en el movimiento obrero y sindical y la formación de un frente antimonopolista, anticapitalista, antimperialista, por el poder obrero y popular.

La clase obrera, el conjunto de los trabajadores, y destacadamente los obreros industriales se encuentran desorganizados, en el terreno sindical para sus reivindicaciones inmediatas y en el terreno político para sus objetivos históricos. Ello tiene explicación. En primer lugar la liquidación del primer partido comunista al predominar en él una tendencia oportunistareformista que lo llevó a mutar en una organización socialdemócrata. En segundo lugar el error previo, del que los comunistas fueron partícipes, de hipotecar la independencia de clase del proletariado al subordinar la ideología propia a la ideología de la revolución mexicana, de la burguesía, colocándose también en el terreno político bajo su dirección, lo que propició el fenómeno del control corporativo del Estado y los partidos burgueses sobre el movimiento obrero con métodos gansteriles, fenómeno conocido como charrismo sindical.

Las principales centrales sindicales (CTM, UNT, CROC, COR, CROM) hoy expresan los intereses de un sindicalismo pactista, amarillo, al servicio del poder de los monopolios. Y hasta hoy no hay una alternativa. La reforma laboral que es aprobada en estos días busca impedir cualquier forma de organización sindical, desvalorizar el trabajo a tono con las medidas de austeridad que internacionalmente adopta el capital para estabilizarse frente a la crisis económica  de sobreacumulación y sobreproducción que estalló a nivel mundial. Tales medidas llegan simultáneamente a México, Grecia, España, Portugal, Italia.

Es una tarea del PCM la organización de un movimiento obrero y sindical con las siguientes características: clasista, independiente, autónomo, rojo y desde la base. En ello aprendemos de la experiencia de la Internacional Comunista en los años 30, que planteaba el frente único desde abajo y de la experiencia en ese frente del Partido Comunista de Grecia-KKE. El trabajo de los comunistas a través de la Coordinadora Sindical Unitaria de México no se detendrá en la filiación sindical actual de los trabajadores; ya Lenin en la enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo prevenía contra el sectarismo en la cuestión de los sindicatos reaccionarios. Nuestra intervención debe ser audaz y ágil, directa al centro de trabajo, sin perdernos en debatir si son de la CTM, UNT, etc. La tarea es colosal, hay que hablar con millones, organizar a millones, pero no podemos rehuirla, y ya la estamos afrontando, pero en escalas muy mínimas. La organización del movimiento obrero y sindical clasista es la precondición básica de la toma del poder. El PCM no limitará su intervención a crear sindicatos, corrientes sindicales y la meta de una central sindical única, más la cuestión clave es los centros de trabajo, escenario del conflicto de clase, por dos razones: la citada de que al actuar así rompemos la barrera del control corporativo del sindicalismo charro; pero la principal es que los centros de trabajo son la base del nuevo poder obrero, de la dictadura del proletariado.

El campo es proletarizado con rapidez, en buena medida por el TLCAN. Con los trabajadores agrícolas hay una línea organizativa, e ideológicamente la confrontación con el movimientismo, además del corporativismo.

El PCM busca organizar a las capas medias y sectores. Tiene una política para los jóvenes a través de la Liga de la Juventud Comunista y deberá contar pronto de una propuesta organizativa específica para los estudiantes secundarios y universitarios. Tenemos deficiencias en el trabajo en el frente de la mujer y con el sector de la cultura y la intelectualidad. Nuestra política para los pueblos indios consiste en apoyar las iniciativas del EZLN y buscar el acercamiento y la alianza.

Para el PCM, el Frente que proponemos no será la simple unidad de organizaciones diversas en un espacio, pues ello sumaría debilidades. Es un vicio confundir el frente con eso. Por lo que nosotros luchamos es por un Frente que exprese a la clase obrera, sus destacamentos de combate, a las capas medias, a las fuerzas sociales vivas. En ello, la relación dialéctica Partido Comunista-clase obrera es lo fundamental. Al desarrollarse la clase obrera se desarrolla el PCM; con el crecimiento del Partido Comunista crece en todo sentido la clase obrera; clase y partido se alimentan mutuamente, la  relación es simbiótica.

Por ello el PCM refuerza el trabajo de educación política y formación de cuadros, el tener sus células y organizaciones en pleno funcionamiento. Es muy importante lo que señalan nuestros Estatutos, que nos definen como un partido de revolucionarios profesionales.

Con nuestro objetivo estratégico y nuestra táctica coinciden las formas de lucha. Para el PCM queda claro el tema de reforma y revolución. Los debates en el seno de la socialdemocracia alemana y el bolchevismo ruso son aleccionadores. En la lucha por la revolución no estamos impedidos de alcanzar reformas, al contrario, las pequeñas victorias fortalecen la subjetividad por la ruptura. La desviación reformista viene cuando todo se subordina a alcanzarlas, cuando no se consideran batallas necesarias, sino el fin mismo. Todas las reivindicaciones parciales que parten de las mismas masas son para nosotros justas y aceptables, Todas las reivindicaciones parciales que parten de las mismas masas son para nosotros justas y aceptables, bien expresa el comunista checoslovaco Gottwald al presentar informe al XX Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista “los comunistas deben trabajar con las masas, tal como son, con todos sus méritos y faltas. Los comunistas deben saber trabajar en cualquier situación entre esas masas, con el propósito de desarrollar esos méritos y vencer esas debilidades, y conquistar por ese medio las masas”.

El PCM no descarta ninguna forma de lucha, con Lenin estamos por la combinación de todas las formas de lucha, teniendo una principal en cada circunstancia concreta. Las formas parlamentaria, insurreccional, movilización de masas, pacíficas o armadas se deciden en situaciones concretas, no pueden ser establecidas mecánicamente, lo que importa es que el PCM tenga la disposición a asumir sin titubeos la que corresponda en cada momento. Tomamos en cuenta que históricamente ninguna clase opresora cedió voluntariamente el poder ante el empuje de las clases nuevas, que la violencia tuvo siempre un rol revolucionario, como partera de la historia.

Es sobre bases científicas que el optimismo histórico le permite al Partido Comunista de México acometer incansablemente sus tareas de llevar a la clase obrera al poder, emancipar a las clases oprimidas y construir la sociedad del futuro, sin explotados, ni explotadores.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *