¡STALINGRADO EN PIE!
¡STALINGRADO EN PIE!
Por Efraín Huerta..
El Volga, atrás, en ruinas,
desatada ceniza y turbia plenitud.
El padre río cansado, aniquilado,
el padre río con sangre,
el dulce padre río con los hombros heridos,
con los hombros, aún, sosteniendo ese fiero
ir y venir de muerte,
sosteniendo la estrella,
sosteniendo en sus manos el frío llanto
y la brutal congoja.
El Volga, atrás, en ruinas.
Pero enfrente, y en mármoles perfectos creciendo como estatuas,
los soldados soviéticos disparan;
disparan resistiendo, grises árboles,
disparan resistiendo, por los siglos,
por los siglos y las luces del Hombre
y el fresco y puro laurel del 17.
El Volga, atrás, en ruinas.
El Volga eterno, desde Stalin,
que es decir desde siempre:
desde ventanas rotas, desde el puño de un obrero del torno,
desde la pupila de un niño, desde el seno febril,
desde todos los sitios, desde el mundo,
¡Stalingrado en pie! ¡Stalingrado en pie!
¡El ametralladorista! ¡El muchacho del tanque!
¡Artilleros soviéticos! ¡Comandantes soviéticos!
¡Pilotos de la estrella del triunfo, aviadores, hermanos!
¡Stalingrado en pie!
Y este río Volga, sí, a todo trance
enseña la tarea, el cumplir una orden, seguir una consigna,
¡una consigna de oro, Mariscal Timoshenko!
A todo trance, allí, la gran tarea está en pie:
con el humo y el fuego, con las vísceras rotas
y los adolescentes destrozados.
Y el ancho,
el noble, el amargo río Volga se estremece,
gigantesco y en ruinas repitiendo la orden:
–Pues todo aquí es sagrado, sabedlo: ardientes hombres de
las filas, decididos francotiradores, certeros ametralladoristas,
puntuales artilleros, audaces tanquistas, bravos pilotos, heroicos
encargados de morteros, sabios comandantes del Ejército Rojo,
hombres y mujeres de las guerrillas. Convirtamos el año 1942
en un año de la derrota final de los ejércitos fascistas alemanes.
Y la orden repetida de otros labios hunde sus tibias garras
en las regiones ribereñas del río terrible,
del río recuerdo,
del río padre de Stalingrado.
¡Y Stalingrado en pie!
Oh tus manos metálicas, ciudad maravillosa: hacia Moscú,
hacia Sebastopol, Odesa y Kiev
y hacia las heladas y crispantes
márgenes del Lago Ladoga;
de un punto a otro del mancillado territorio soviético, tus
manos,
tus manos donde la sangre vertida ha puesto recias flores,
tus manos donde la victoria es una sinfonía desesperada,
tus manos, acerada ciudad, donde nos has tenido
y donde cada hombre con luz, cada mujer con lágrimas
y niño con sonrisas se están mirando.
Y así estamos mirándote, brillantemente erguida,
ciudad montaña, ciudad hija del río,
hija de nuestra angustia y nuestra fe.
¡Stalingrado siempre!
¡Stalingrado en pie!
Que un solo grito atruene la inmensidad del mundo:
¡STALINGRADO EN PIE!