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Disertación sobre los vagabundos

 

Ángel Chávez

El tema que me trae ente ustedes tocará la sensibilidad humanitaria de muchos, causará la incomodidad a otros y hará evidente la indiferencia de algunos. Son los vagabundos el tema del cual quiero hablarles. Intentaré dar un panorama general de este peculiar espécimen humano. Les presentaré ejemplos históricos de renombre en la profesión del vagabundaje, con el objetivo de lograr colocar a estos seres en su justa dimensión y poder reflexionar sobre su existencia hoy día.

Dicen que el oficio de vagabundo ha caído en desgracia, tanto así que dicha actividad ha dejado de ser considerada una profesión digna de respeto. Por eso me he decidido a defenderla, destacar sus virtudes y tradición, y de esta manera volver a ubicar al vagabundo en el papel social que le corresponde.

Sé que no es ésta la primera vez que alguien emprende la defensa de los vagabundos, la tradición de escritos sobre el vagabundaje puede ser rastreada muy atrás en la historia, por ejemplo Charles Lamb en el siglo XVIII se lamentó por la decadencia de los mendigos y Juan Luis Vives intentó hacer del vagabundaje una profesión digna, aunque los estudios de la obra del autor no han sabido interpretar correctamente su Tratado del socorro de los pobres que no tiene otro fin que el respaldar a los vagabundos.

Otros más como Charls Dickens y Máximo Gorki trabajaron el tema de manera más convincente, pues han mostrado la vida íntima del vagabundo, lo que padece, los riesgos que corre, la astucia que requiere y hasta las reglas del vagabundaje. Hay más riqueza en esta literatura que en los análisis estadísticos que los modernos gobiernos emiten bajo el nombre de población en “situación de calle”. Las apreciaciones cuantitativas poco nos dicen de las bondades, tradición y actualidad del vagabundaje.

Con orgullo puedo decir que en México también se ha contribuido previamente a enaltecer el vagabundaje, ejemplos en el siglo XX  son El apóstol del ocio, texto del poco conocido César Garizurieta quien plasmó las bondades del ocio y la desgracia en que caen aquellos que habiendo probado estas mieles se dedican al trabajo, y el El canillitas de Artemio del Valle Arizpe. Aunque nuestra tradición bien se puede remontar al XIX con El periquillo sarniento.

Pero dejemos de lado la obligada referencia academicista, pues el vagabundaje es un fenómeno que se da fuera de la academia, aunque algunos científicos sociales de la academia tengan facha de vagabundos y huelan similar.

Los vagabundos son esos seres errantes que no desean volver a casa, puede ser porque sus penélopes no destejían de noche su manto y cayeron en los brazos de quienes las cortejaban y por tanto ya no tienen Ítaca a la cual volver. Sea por una desgracia como ésta, o que busquen fundamentar su oficio en la filosofía de Diógenes de Sínope, no importa, el resultado es el mismo. La existencia de los vagabundos es similar a la de un cometa errante que recorre el cielo al que vemos pasar pensando que no nos afecta.

Es un error común es considerar que las características esenciales del vagabundo son su soledad, las ropas raídas, la poca higiene personal, el recorrer el mundo o la renuncia radical a la sociedad; pero esto es parcialmente cierto, pues una de estas características no basta para describir la esencia del vagabundo; por ejemplo, cuentan que el filósofo Plotino tenía un desprecio por el mundo terrenal y no se bañaba, pero esto no le hacía un vagabundo. Tampoco los caballeros andantes, por recorrer el mundo, podían ser considerados vagabundos, pues su andar era protegiendo lo establecido, el orden y la moral.

Hay dos ejemplos de ilustres vagabundos en que se apoya la actual tradición del vagabundaje. El primer ejemplo de ilustre vagabundo es Don Quijote, quien siendo un caballero andante pudo ser vagabundo solo en cuanto que su defensa del orden establecido y la moral estaba desfasada pues cuando se decide a ser caballero andante esta  institución ya había caído en desgracia. Si Don Quijote hubiera ejercido su profesión cuando abundaban los caballeros andantes y las doncellas por salvar, hubiera sido un caballeo más y habría caído en el olvido, pero ser caballero andante a destiempo es lo que le permite andar por el mundo y hacer de ese andar una crítica a lo establecido. Es decir, el vagabundo es un ser que sin saber o querer es crítico al dominio de lo establecido.

Como dijimos antes, la soledad tampoco es característica esencial del vagabundo, pues hay otros personajes que están en soledad, tienen ropas raídas y descuidado aspecto pero no por esto se les puede considerar  vagabundos; tal es el caso de Robinson Crusoe, que pese a tener todos estos elementos, llegó a ellos sin buscarlo, pero, más importante aún, es que su modo de vida en la isla estaba apartado de quien pudiera verle, no era una subversión radical del orden social establecido, y hasta antes de la llegada de viernes, no había otro ser humano y menos una sociedad ante la cual contraponerse, por lo que no era un vagabundo.

Podemos resumir esto en la siguiente sentencia: los vagabundos solo pueden ser tales dentro de la sociedad, el vagabundaje tiene por esencia una oposición a las prescripciones de la moral en turno. Así como el individuo requiere de la sociedad ser, el vagabundo requiere de la sociedad para ser tal.

Los vagabundos profesionales saben bien que la soledad no es requisito indispensable, ya que pueden ser parte de un grupo o tener algún acompañante, como Don Quijote tiene a Sancho Panza. Piensen un momento en el caso de San Francisco quién habiéndose desvestido y renunciado a la riqueza de su familia iniciando así sus primeros pasos en le vagabundaje, una de las acciones siguientes fue elegir 12 compañeros, a imitación del otro conocido vagabundo Jesús de Nazaret, del cual se ha escrito en exceso y por eso omito. Parte de su prédica era la pobreza, sus 12 compañeros fueron momentáneos, estaban juntos para ser aleccionados en el vagabundaje profesional para a su vez convertir a otros a este respetable oficio que hasta el Vaticano reconoció bajo el nombre de “orden mendicante”.

Por esto no debe confundirse la escuela del vagabundaje fundada por San Francisco de Asís, con formas religiosas que renuncian a la sociedad alejándose, y no como los vagabundos que se alejan de la sociedad dentro de la sociedad, tal es el caso de los padres del desierto. ¿Qué sentido tendría?

Es San Francisco el otro ilustre personaje del vagabundaje, su astucia fue tal que pensando en la posible ausencia de hombres ante los cuales el vagabundo adquiriera sentido, decidió dar a sus doce elegidos la instrucción de tratar como hermanos al sol, al lobo y al fuego. Hay quienes dicen que tenía algún interés detrás, y es posible, pues hacerse amigo de estos es de utilidad para poder solicitar un sol que sea menos ardiente cuando se caminara largas distancias; al fuego que más ardiente cuando hace frío; pero mayor astucia mostró con el lobo, pues no hay mejor favor de parte de un lobo que el no ser devorados

Esta es una enseñanza que ha quedado para la posteridad, dentro del oficio de vagabundo se establece como necesario, a falta de algún compañero humano el adoptar a algún canis, fidelium, así se explica porque aún hoy día los vagabundos suelen estar acompañados de algún perro. Contra aquellos dogmáticos que sustentan es una desviación no andar por las calles con un lobo, fácilmente podemos argumentar que en los bosques de Europa había lobos, y su equivalente urbano es el perro, esto en nada rompe con la tradición más ortodoxa, pues con los perros, familia de los cánidos junto con el lobo, se respeta el acuerdo entre San Francisco y el lobo de Agubio: -Hermano lobo, puesto que te gusta hacer y tener paz, yo te prometo darte la comida mientras vivieres-.

¿Cuántas veces han visto a vagabundos hablar a solas? No en toda ocasión es así, lo que se evidencia es nuestra incapacidad para concebir el poder hablar con otros seres, lo que nos impide de apreciar con quienes hablan.

Tampoco es extraño, piénsese que San Francisco de Asís instituyo el habla con animales, no sólo fue el lobo, son bien conocidos los pasajes en que habla con pájaros, y también se conoce la historia de un fraile seguidor de Francisco de nombre Antonio que decidió hablar con los peces.

El problema es que ante la incapacidad de hablar con otras especies, los que no somos vagabundos no podemos escuchar las conversaciones que los vagabundos tienen con diminutos animales. Además, los vagabundos de hoy, debido a la poca fauna que existe en las ciudades han tenido que reducir sus interlocutores a los perros y múltiples animales imaginarios.

Regresando a la tradición de vagabundaje formada por El Quijote vale destacar que están equivocados quienes creen que la lucha contra los molinos de viento es una metáfora llena de simbolismo, pues la realidad es que el ataque a los molinos se debió a la aberración que los vagabundos tienen por el desarrollo tecnológico, por eso don quijote envistió esas máquinas.

Pero aunque el vagabundaje de hoy sigue la tradición de Jesús, San Francisco y Don Quijote, tiene un fundamento un tanto distinto, tiene sus antecedentes hace algunos siglos cuando el capitalismo gran benefactor de los vagabundos,  expulsó a los campesinos de las tierras para obligárseles a trabajar en fábricas donde nada más que su fuerza les pertenecía, el capitalismo contribuyó a crear cientos de almas errantes pues no puede dar trabajo a todos, aún más, le conviene la existencia de una multitud de desempleados. Muchas de estas almas desempleadas degustaron la libertad y decidieron no someterse a arraigarse a un lugar fijo.

Habiendo llegado al punto actual les puedo decir que todo lo que pueda hacer mi discurso ante ustedes es poco o nada en comparación con los esfuerzos que a nivel mundial fomenta un sector de la sociedad que sin ser parte del vagabundaje apoya tal oficio a gran escala y sin importarle la situación de desprestigio en que ha caído. Estos filantrópicos sujetos, que son los empresarios, a partir del 2008 han intensificado sus trabajos por crear comunidades de vagabundos más nutridas, sin interés alguno han reducido salarios, subido impuestos y mutilado las pensiones. Gracias a esto, son miles los sujetos que están a punto de precipitarse al vagabundaje, siendo mayor de 50 años, con enfermedades crónico degenerativas, sin trabajo o pensión no se tiene dinero para la renta y entones opción del vagabundaje se presenta atractiva.

Queridos compañeros que han logrado mantenerse atentos hasta este punto, déjenme afirmarles que el vagabundaje, –me han dicho que debo decirlo y me han pagado por decirlo– debe ser revalorado, debe perderse el prejuicio sobre los vagabundos, más en medida que el número de estos va aumentando y que el día de mañana cualquiera de nosotros podríamos pasar a vivir en condiciones de vagabundaje. Ante el creciente encarecimiento de la vida, dejar de despreciar a los vagabundos hoy, es empezar a valorar nuestro futuro.

 

El presente texto forma parte de la antología Disertaciones y otras narraciones cuya publicación está en preparación.

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