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El Machete y el caso particular del ejército profesional de la burguesía en México, 1924-1927

Imagen. Tina Modotti,
Campesinos leyendo “El Machete”,
1929.*

 

 

 

El Machete y el caso particular del ejército profesional de la burguesía en México, 1924-1927*

 

 

 

Por Alfredo Valles,
miembro del BP del PCM

 

El gobierno de unidad nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador ha intensificado la mistificación del ejército profesional de la burguesía. Reiteradamente ha utilizado definiciones que tergiversan su carácter y desempeño real. Se ha referido a éste como “ejército revolucionario”, “pueblo uniformado”, etc. Esto no sólo para continuar y profundizar la militarización del país, sino para otorgar mayor cobertura a su despliegue y al de la guardia nacional.

Algunos socialistas de palabra y otras expresiones políticas que no se atribuyen a sí mismos tal denominación afirman que la guardia nacional, traje a la medida bajo la dirección del ejército nacional, es necesaria dadas las circunstancias de seguridad pública en el país. Guardan silencio sobre la historia de crímenes de las Fuerzas Armadas en beneficio de la burguesía nacional y los monopolios. Se amparan en el silencio organizado en torno a lamentables hechos del pasado remoto y reciente.

Los comunistas han denunciado las acciones del ejército profesional como garante armado de los propietarios industriales y agrícolas desde su constitución partidaria alrededor de 1919, con el devenir dialéctico que observó el partido en sus primeros veinte años de vida éste subrayó rasgos y características que esbozaron el perfil político del ejército nacional. La Sección Mexicana de la Internacional Comunista dio amplias muestras de ello en su Órgano Central, El Machete.

¿Qué ocurría con el ejército nacional en la primera década de la Revolución Mexicana? ¿Cómo intervenía de conjunto frente a la clase obrera y el agrarismo popular organizado? ¿Qué acciones y qué comportamiento observaban, según testigos de la época? ¿Cómo dilucidaban los comunistas en México la ecuación propiedad privada-fuerzas armadas-Estado? Para abordar estos temas haré un repaso por las páginas de El Machete en el período comprendido entre 1924 y 1927.

 

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En esos años el Estado fue encabezado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. En ese marco circuló el primer número de El Machete durante el mes de abril de 1924, lo cual coincidió con la rebelión reaccionaria encabezada por Adolfo de la Huerta. A modo editorial se consignaba la responsabilidad del Gobierno en la misma y se subrayaba que oficiales con trayectoria reaccionaria como Guadalupe Sánchez o Enrique Estrada tuvieran mando, siendo responsables del desarme de los campesinos.

Felipe Carrillo Puerto, Gobernador de Yucatán, había sido juzgado y asesinado expeditamente por un tribunal militar. Diego Rivera escribió una nota titulada “La inercia del gobierno da pie a un Nuevo Golpe Reaccionario. Cuestión de vida o muerte.” Ahí sostuvo que en diversos estados y puntos del país los campesinos agraristas habían combatido a los militares rebeldes y tras ello el Estado burgués pretendía desarmarles frente a los propietarios y a los asesinos a sueldo de éstos.

En el tercer número se publicó un informe sobre la situación que se observaba en el estado de Veracruz. Se denunciaba que los militares del cuartelazo eran amnistiados –al estilo de la disimulada política de punto final del gobierno socialdemócrata actual–, pero conservaban sus armas y amplias ventajas otorgadas por la misma burguesía, al grado de “encomendarles” la persecución de sus “antiguos jefes” derrotados. Aquellos militares realizaban desmanes, atropellos y asesinatos impunes contra agraristas.

Estos militares amnistiados creaban regimientos ilegales de voluntarios, grupos armados de defensa al servicio de los grandes propietarios de la tierra. En artículo publicado en el número 6 de El Machete, consultado en su versión digital, se planteó: “continuo, sistemático, sigue el desarme de los campesinos que ayudaron al Gobierno a vencer la última asonada reaccionaria.” Esto ocurría simultáneamente en Veracruz, Michoacán, Zacatecas y Estado de México.

El autor del texto, de quien la publicación  no especifica generales, preguntaba si era posible que sin dar la espalda a la Revolución el Gobierno entregara inermes a los campesinos y obreros a manos de quienes ayer aparecían como enemigos públicos y sin mayor molestia se encargaban antes y en ese momento de ensañarse con los hombres de trabajo. En el primer semestre del año las denuncias se concentraban contra los militares vinculados a la rebelión golpista reaccionaria.

El primer Partido Comunista de México concluía, en este número del periódico, frente a la política burguesa que ya anunciaba la conciliación de clases como bandera de Estado y en oposición a la lucha de clases proletaria, que quienes vociferaban no destruir al capital sino cooperar con éste, no obstante la demagogia, estaban al servicio de los grandes ricos y que el ejército “nacido del pueblo” por sus propios hechos se convertía rápidamente en verdugo de los trabajadores.

Entre junio y agosto de 1924 la postura partidaria en el tema se multiplica al sucederse las denuncias una tras otra: General es jefe de una Defensa en Michoacán; asesinan dirigentes agrarios y restituyen a un gran propietario las tierras ejidales otorgadas a campesinos; oficiales delahuertistas detienen ilegalmente al comunista Úrsulo Galván en Veracruz;  en Maltrata, Veracruz, un destacamento del ejército asesina a Ángel B. Luyando y Francisco López mientras desarman a decenas de campesinos.

Destacamentos del ejército intervienen directamente a favor de los hacendados en el Estado de México. Y en una nota que parece referirse a una situación en la capital del país, una guardia de soldados agrede protesta de pequeños locatarios de comercio y abre fuego frente a niños y mujeres. En medio de su labor política el Partido realiza propaganda y agitación entre los soldados de filas, con el fin de conminar una alianza con obreros y campesinos, de promover la negativa a la represión.

A distancia, resulta claro que las agresiones militares no eran una exclusiva de los golpistas.

En este marco el Partido realiza una serie de planteamientos en las páginas de El Machete, y que es importante traer a colación:

De un lado la revolución social más ideológicamente organizada que nunca y del otro lado la burguesía armada: soldados del pueblo, campesinos y obreros armados, que defienden sus derechos humanos, contra soldados del pueblo arrastrados con engaños o forzados por jefes militares y políticos vendidos a la burguesía. En “Manifiesto del Sindicato de Obreros Técnicos Pintores y Escultores”, El Machete, no. 7.

Aconsejamos a los soldados rasos del pueblo que por desconocimiento de los acontecimientos y engañados por sus jefes traidores están a punto de derramar la sangre de sus hermanos de raza y de clase mediten en que con sus propias armas quieren los mistificadores arrebatar la tierra y el bienestar de sus hermanos que la revolución ya había garantizado con las mismas. En “Manifiesto del Sindicato de Obreros Técnicos Pintores y Escultores”, El Machete, no. 7.

El Ejército de la Revolución, en manos de los generales (…) está convirtiéndose rápidamente en un ejército pretoriano que los ricos pueden comprar por un puñado de oro. (…) El desarme y la matanza de agraristas anuncia una era de reacción contra la cual tienen que oponerse los trabajadores de toda la República. En “Los militares pretorianos que desarman y asesinan a los campesinos, traicionan a la Revolución” y en “Cómo fueron asesinados los soldados agraristas en Maltrata”, El Machete, no. 8. Editorial.

(…) los sucesos de Maltrata, (…) marcan una era inconcebible de métodos porfirianos en el seno de la Revolución, ejercidos por soldados de la Revolución. En “Cómo fueron asesinados los soldados agraristas en Maltrata”, El Machete, no. 8.

[El Ejército] A pesar de que su procedencia es popular y que dentro de él hay hombres que no están muy alejados de la verdadera conciencia revolucionaria, es burgués porque funciona de acuerdo con una ordenanza burguesa y la ética que lo gobierna es medioeval. En “El ejército actual, como entidad, es tan burgués como el peor del mundo”, El Machete, no. 14.

A este respecto es importante que las valoraciones partidarias enfatizaban que el ejército profesional y los militares observaban tal comportamiento por “engaño”; por incidencia de Gobernadores, Generales o políticos en lo individual; por las supervivencias de los métodos porfirianos; sin precisar nítidamente el carácter de clase de todo ejército que actúa bajo una dominación de clase, y en este caso bajo gobiernos nacionales de la burguesía a los que no se les atribuía su responsabilidad con suficiente claridad.

El Partido no obstante esboza en algunas de estas líneas una cierta línea táctico-estratégica cuando sostiene que los trabajadores de toda la República deben oponerse a tal era de reacción durante el gobierno de Álvaro Obregón. El Partido a través de El Machete parece afirmar que frente a sus aliados en el campo, el proletariado y los trabajadores deben ponerse con su ejemplo a la cabeza del enfrentamiento contra la política reaccionaria del gobierno de la revolución democrático-burguesa.

Un posicionamiento que parece existir en las líneas fundamentales de la siguiente cita: “Desarme de agraristas (…) el Proletariado no debe confiarse demasiado en tan dulce música. Debe organizar sus reservas y proteger sus flancos.” En el artículo titulado “Regalo del Presidente Obregón al Sindicato de Agricultores”, en El Machete no. 10.

Cerca de fin de año, y bajo el título de “Mientras la burguesía domine, asesinará a los obreros”, El Machete continúa con su labor de unificar acciones y criterios en la militancia a propósito de citar una declaración del Presidente electo, Plutarco Elías Calles, quien afirmaba que si el capital extranjero deseaba protección de tropas contra obreros en huelga, tal protección no sería otorgada. El Partido, que ya había alertado sobre el oportunismo de la política de Calles de conciliación de clases, de nuevo advertía: mientras a la cabeza de la sociedad esté la burguesía, no importan las palabras demagógicas de gobernantes, se asesinará a los trabajadores. Se irá aún más lejos de la represión. Y complementaba: “Un gobierno edificado sobre la base del capitalismo –el respeto a la propiedad privada– no  puede faltar a su razón de ser esencial, sin derrumbarse. Solamente un gobierno obrero y campesino, defensor de los intereses del proletariado y no de los intereses creados de la burguesía, no hará uso de las tropas para asesinar a los trabajadores que luchen por su derecho”. En El Machete 18.

En el segundo semestre de 1924 El Machete amplía el panorama de la intervención reaccionaria del ejército profesional de la burguesía frente a los actores obreros y populares. En Oaxaca los candidatos agraristas son agredidos a tiros por las fuerzas electorales de José Vasconcelos, quien interviene para gestionar que sus colegas salgan de prisión militar. Un regimiento del ejército detiene al candidato agrarista; varios regimientos militares de Orizaba y Veracruz hostigan al movimiento popular inquilinario, realiza desalojos y apura pagos a iniciativa de los propietarios de vivienda a renta; obreros huelguistas de la empresa Mexican Gulf son acribillados por el ejército, el obrero Anastasio Castillo fallece y diez más resultan al menos gravemente lesionados.

En estos documentos se destaca el militarismo del régimen, al tiempo que señala la impunidad de los asesinos de campesinos agraristas en Maltrata, Michoacán. Un oficial naval, en calidad de patrón, trata arbitrariamente a un obrero marino que, según se escribe, le hace pagar dichos gestos con la vida. Los análisis en las páginas de El Machete muestran que la ofensiva de militares golpistas, convertidos en Defensa, y tropas regulares parece de acción conjunta, armónica y bajo una misma conducción de clase.

En octubre de 1924 el Partido Comunista de México a través de su órgano central recordaba que las autoridades y militares involucrados en el asesinato de campesinos, de obreros en huelga y de locatarios populares en la Ciudad de México, a quienes hoy probablemente denominaríamos como sectores populares, no habían sido ni procesados ni encarcelados, proseguían en la impunidad. En Editorial del número 19 se afirmaba que la Constitución de 1917, remiendo de la de 1857, era apenas un parapeto para encerrar al pueblo en una legalidad plenamente a favor de la burguesía.

Las páginas de El Machete cerraban año con una declaración del recién estrenado gobierno de Calles: México no podría ser un gran país debido a 12 millones de personas ubicadas en la esclavitud perpetua durante siglos. Por ello su propósito era elevar el nivel moral y económico de estos –¿Le recuerda a algún otro Presidente, amable lector?– Un acto benéfico para México, pues el despertar de industria y comercio aumentaría en grande el volumen de los negocios.

Tales propósitos eran la brújula para las fuerzas armadas y no la palabrería “revolucionaria”.

 

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¿Qué ocurre de fines de 1924 a fines de 1925? El Machete prosigue su circulación entre la clase obrera y el pueblo en general. Los números publicados presentaban nuevas situaciones del tipo: continuidad con Plutarco E. Calles a la política de desarmar a los campesinos; agraristas asesinados por militares en Naranja, Michoacán, y persecución del Presidente de la Liga de Comunidades Agrarias en el estado, el militante comunista Primo Tapia; así como nuevos asesinatos de campesinos en Oaxaca.

A esto sumemos el desarme en zonas donde existe importante presencia de militares golpistas, al igual que en los estados de Durango, Veracruz y Zacatecas; persecución al Partido Comunista por su política entre los agraristas; aplicación de la Ley Fuga contra los agraristas de San Salvador, Puebla; el crimen de agraristas en Tlaxcala; los campesinos agraristas de Veracruz y Oaxaca se niegan al desarme y llaman a la solidaridad; agraristas organizados en Veracruz y Oaxaca son asesinados.

Frente a la política de desarme el Partido Comunista hizo un amplio pronunciamiento a través de distintos artículos publicados en el número 38 de El Machete, bajo los títulos de “El discurso de Monzón en la comisión permanente. Debate entre Monzón y Rodarte”, “A los campesinos de la República” y la “Traición del desarme”. En el primero de estos se documentaba las agresiones como acciones concertadas entre tropas federales, gobernadores reformistas y defensas o guardias blancas.

Si bien se atribuía la política de desarme forzado de los campesinos al Presidente de la República, no se profundizaba en dicha política como una que servía al conjunto de la burguesía y no sólo era a favor de unos cuantos terratenientes, gobernadores laboristas, grupos de defensa o guardias blancas. No parecía apreciarse el militarismo y el desarme como una muestra innegable de los límites y carácter reaccionario del Estado “revolucionario” y de la burguesía nacional a su cabeza.

En el segundo documento publicado a propósito del desarme y la situación de los campesinos organizados, el Partido Comunista llamaba a quienes formaban la base del Partido Agrarista a ingresar a las Ligas de Comunidades Agrarias, a crear una Federación Nacional y a emplear a La Liga contra propietarios agrarios (latifundistas), Gobierno y Generales serviles, para hacer cumplir las leyes benéficas, ir más allá de sus límites y tomar la tierra, abolir el latifundio e impulsar la labranza a gran escala y en común. El Partido no precisaba un análisis de clase sobre la composición de los campesinos organizados y a organizar, pero invitaba a los “más conscientes”, que aceptaran tal programa de acción y organización, a ingresar a las filas del Partido Comunista de México.

En el tercer documento, titulado “La traición del desarme”, se agrupan un conjunto de planteamientos que citamos textualmente a continuación:

El glorioso ejército, que ha masacrado tantos obreros y tantos campesinos, es la “garantía de la orden y la paz” burguesa. Los asesinos (de) Arnulfo Gómez –que no olvidarán nunca los trabajadores de Tampico y Madero–; Alejandro Mange, Félix López, Lucas González, etc., van a ser los guardadores celosos de la paz y de las vidas de los campesinos.

(…) se considera muy peligroso dejar los fusiles a los campesinos, cuando despiertan como clase y aumentan su conciencia. Se les arrebatan los fusiles, porque el gobierno tiene miedo de que lo obliguen a cumplir sus promesas. Lo que no hizo Obregón, lo hace Calles el “socialista”, y es porque el servilismo del último a los Estados Unidos, que ven con enojo la política agraria gubernamental, le ha hecho claudicar una tras otra de todas las promesas de su programa electoral.

El cónclave de generales está dando sus frutos. Después de la finta aleatoria de Calles, al dictar una circular que impedía a los soldados federales inmiscuirse en asuntos agrarios, da la orden del desarme, es decir, les da facilidad y la base para violar su circular anterior. Calles se rinde al machete pretoriano.

(…) Esta dura lección les hacía falta a los campesinos. Necesitaban este último hecho más elocuente que todas nuestras palabras; necesitaban ser fusilados, sableados y ultrajados como lo son por los soldadones, para entender nuestras palabras de suspicacia y de alerta. Se necesitaba esta ofensiva combinada contra los sindicatos independientes y la clase campesina, para troquelar, de una vez por todas, la traición asquerosa del laborismo en el poder.

(…) Los campesinos no deben entregar sus armas. Sus armas y su parque, son la única garantía de poseer la tierra. Deben buscar los medios para guardar sus armas, su parque y su estructura de combate.

Con el desarme, el gobierno mina su base. Los generales no le serán jamás fieles. Pertenecen a la clase poseedora ¿Qué General no es latifundista? “¿Entonces pa qué peliamos?

¡Camarada campesino! Guarda tus armas o consigue otras, tu tierra está en tu carabina. Ella hace valer la elástica ley agraria para poseer la tierra, más que los papeles mojados de Comisiones Agrarias, es necesario tener una carabina…

Pero la carabina sola no es nada. Se necesita una organización. Desorganizados, estamos a merced de nuestros enemigos. La pasada revuelta evidenció nuestra desorganización. Los campesinos tuvieron que servir bajo los oficiales federales. Esto no debe seguir. Debemos sostener nuestra organización. Ella es la única capaz de salvar nuestra tierra y a nosotros mismos. Que ninguno de nosotros deserte de la comunidad por la represión gubernamental. Todos dentro de la organización. Toda organización dentro de una Federación Nacional de Ligas de Comunidades Agrarias.

(…) Armas, tierras y organización es lo que necesitamos para nuestra efectiva emancipación y todo eso, sólo nosotros podemos dárnoslo.

El Partido en su prensa manifiesta firmeza contra el desarme. En términos de análisis es dónde se perciben unas constantes: especifica que las principales fuerzas que imponen el desarme como episodio de una política general son Estados Unidos, el cónclave de los generales o el “machete pretoriano”. Parece que el Partido no tenía claro a la burguesía nacional como la orquestadora fundamental, sino a reaccionarios específicos y al imperialismo que dobló a “los socialistas” y a un Presidente “titubeante”. Al tiempo que planteaba la existencia de una artificial división entre la clase poseedora, el Estado y los Generales del Ejército.

 

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En su número 47 del 3 de junio de 1926, El Machete, periódico obrero y campesino, hace público el asesinato del camarada comunista Primo Tapia, organizador de la Liga de Comunidades Agrarias en Michoacán. El crimen ocurrió el 27 de abril de dicho año. Primo Tapia estaba acusado de rebelión por los hacendados y ello justificó su detención sorpresiva por un destacamento militar, en compañía de dos agraristas. Fue fusilado sin formación de causa.

El Partido denunció que los hacendados de Michoacán habían decidido con antelación el asesinato. Completaba: como todos los hacendados de la República, tienen a su servicio a los militares que se venden. En la nota complementaba que al crimen se sumaba un mes después la aprehensión de dos agraristas más por una tropa de fuerzas federales encabezada por un ex oficial vinculado al delahuertismo. Los agraristas fueron asesinados a cuchilladas.

A propósito de lo ocurrido se hacía un llamamiento a los campesinos y a los obreros para hacer cada vez más recio al Frente Único de los explotados del campo y del taller, para coronar el sacrificio campesino con la roja cosecha de la Revolución Proletaria. Como conclusión transcribía un telegrama oficial dirigido a Presidencia y en el cual el Jefe de Operaciones del Ejército en la zona de Michoacán avisaba de la persecución al bandolero Primo Tapia en respuesta a órdenes verbales de Plutarco E. Calles.

Hoy agregaríamos: aprehensión y crimen del camarada Primo Tapia por orden de la burguesía.

Durante 1926 el Partido Comunista dio cuenta de otros crímenes del tipo. Atropellos a los campesinos y sindicalistas agrícolas de la Ranchería San Patricio por fuerzas federales. Lucha de los Yaquis contra las expropiaciones de tierras y guerra de exterminio en su contra por parte del Gobierno Callista. El Jefe de Operaciones Militares en el Estado de Nayarit encabeza la ejecución de quince agraristas. Así transcurría una pequeña parte de la “gloriosa” historia del Ejército Nacional.

 

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En el Partido, como en otras secciones nacionales de la Internacional Comunista, se enfrentaban las posiciones bolcheviques contra las posiciones conciliadoras, aliancistas de derecha y reformistas. Los documentos partidarios insinúan eso. Los planteamientos leninistas convivían con malabares políticos e ideológicos realizados al respecto de la socialdemocracia, la burguesía nacional o tal o cual país imperialista. A las posiciones del PCM en su prensa, había que agregar las manifiestas en la Komintern.

El Delegado Wolfe, de la Sección Mexicana de la Internacional Comunista (PCM), en el V Congreso de la Komintern de 1924 realizó una intervención en los siguientes términos: “En los países agrarios los comunistas se encuentran frente a tareas especialmente difíciles. En México tenemos un gobierno pequeñoburgués semisocialista que actualmente distribuye la tierra entre los campesinos. Los campesinos se han reconciliado en parte con este gobierno y han cerrado sus oídos a nuestra propaganda. Este hecho habrá de repetirse en diferentes países de Europa cuando partidos campesinos tomen allí el poder.

“Antes de la conquista española, los indios vivían bajo un sistema de comunismo primitivo. Los españoles introdujeron la esclavitud, y durante los tres siglos siguientes la tierra se concentró tanto, que en 1910 más del 95 por ciento de la población rural no tenía absolutamente nada de tierra. Todos los bienes pertenecían a dos o tres individuos.

“El revolucionario agrario Zapata y los campesinos que lo seguían se sublevaron en 1910 pidiendo una redistribución de la tierra. Zapata adhirió a todas las fracciones revolucionarias, una tras otra, porque todas le prometieron la distribución de la tierra. Pero una y otra vez lo decepcionaron. Cuando se produjo la revolución rusa, Zapata reconoció inmediatamente la importancia del acontecimiento y favoreció, entonces, la unión de los campesinos con los obreros revolucionarios. Lo asesinaron en 1919, pero la revolución agraria continúa.

“El gobierno campesino distribuye la tierra, pero sólo en la medida en que esa distribución impide la sublevación campesina.

“Los comunistas combaten ante todo la cesión individual de pequeñas parcelas de tierra a los campesinos, porque a éstos les resulta imposible trabajar en las condiciones propias de México en tan pequeña escala; luego combaten toda cesión que sólo sea provisional  y dependa de decisiones de corta duración. En tercer lugar combaten la distribución de la tierra nacional no cultivada, pero reivindican la transformación de esas tierras en granjas comunales explotadas en común. En cuarto lugar combaten la consigna del gobierno “a cada cual su lote”, oponiéndole la consigna comunista “a cada cual la tierra que pueda trabajar”. En quinto lugar defienden al gobierno pequeñoburgués socialdemócrata actualmente en el poder. En sexto lugar combaten los métodos legales de distribución del suelo, preconizando la toma y defensa de la tierra por los campesinos mismos y reclamando para éstos el derecho de portar armas. En séptimo lugar estudian las necesidades especiales de los campesinos  a propósito de la irrigación, los créditos, etcétera. Y en octavo lugar constituyen exitosamente fracciones comunistas en el partido agrario, causando así una división en éste respecto del problema de saber si el campesino debe aliarse con el Labour Party amarillo o con los comunistas.

“El campesino de México es capaz de luchar por la consigna de gobierno obrero y campesino. Ha respondido a la propaganda comunista en el problema de la portación de armas y en el del parcelamiento de la tierra y el sistema de propiedad privada.”*

* V Congreso de la Internacional Comunista, 17 de junio – 8 de julio de 1924. Informes, primera parte, Ediciones Pasado y Presente-Siglo XXI Editores Argentina, 1975, pp. 327-328.

 

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Así concluye esta larga cita sobre la alocución del camarada Wolfe frente al Pleno del V Congreso de la Internacional Comunista en la URSS. A propósito de esto vale un primer conjunto de conclusiones.

En el tema de la valoración del ejército profesional de la burguesía, las agresiones recurrentes por su conducto a obreros, peones y campesinos organizados y del gobierno, se pudiera adelantar que los comunistas en México no tenían un punto de vista bolchevique con respecto a la socialdemocracia. Se anunció la defensa del gobierno pequeñoburgués socialdemócrata, con lo cual parecían referirse al Gobierno del Gral. Álvaro Obregón y es posible que a su sucesor, el representado por el “Jefe Máximo”. Parecían estar inmersos en la distorsión / confusión respecto a la socialdemocracia que compartían un grupo de Partidos y militantes de la Internacional.

Por ende, tal consideración puede haber guiado decisiones como enfrentar militarmente a los golpistas de las diversas facciones reaccionarias del Ejército, con colaboración de los comunistas en el sector campesino. La corriente representante de la burguesía nacional, a quienes se denominaba como “pequeñosburgueses”, “socialistas” y socialdemócratas, impulsaba la más decidida violencia como la socialdemocracia traidora lo hacía en otros puntos del globo terráqueo.

Estas acciones consistían en la ocupación militar del país; el solapamiento e impunidad para la existencia y acciones de guardias blancas o grupos de defensa de los grandes propietarios privados; la agresión armada y el asesinato de campesinos organizados y obreros en lucha por parte de estos cuerpos ilegales y sobre todo del Ejército; la política de desarme; una demagogia contra el país imperialista y que alentaba el desarrollismo nacional; el asesinato constante de militantes comunistas.

A esto se suma lo que parece implícito. Posición benevolente o posibilidad de alianza con la burguesía nacional “revolucionaria”, que en ese entonces se apoya como partido propio en el laborismo. Bajo la noción de que más allá de la clase, la personalidad al frente del Estado, “revolucionario” o “reaccionario”, disminuía o intensificaba las medidas reaccionarias del Gobierno. La burguesía desaparecía en sus crímenes. Y esto ocurría en paralelo a justos análisis comunistas.

Además, ponderaban una definición particular de especificidad nacional que oponían como fundamental a la caracterización general del mundo como capitalista. Y en esto se empataban con la ideología de la “Revolución Mexicana”, al justificar con el “atraso económico” una actitud benevolente frente a un gobierno burgués –pequeñoburgués le llamaban– que por el hecho de aparentar revertir las condiciones desfavorables del pueblo justificaba sus acciones como preludio al socialismo-comunismo.

La lucha de clases internacional en el movimiento revolucionario parecía tener un capítulo en la Sección Mexicana de la Internacional Comunista. Las ahora cada vez más caricaturizadas nociones sobre socialdemocracia y burguesía tienen su origen en la confianza en el gobierno revolucionario de la burguesía, en sopesar más la ficha de sus personeros que el carácter de clase del mismo, así como la confusión y el debilitamiento de una postura leninista sobre la socialdemocracia, etc.

En cuanto al Ejército, la Marina, las Fuerzas Armadas al servicio de la burguesía, la posición de los comunistas es tema a considerar para actuales desarrollos en el tema y en el marco de la militarización galopante que los monopolios y sus aliados internacionales urgen para replicar, de manera nueva e intensa, lo hecho antes: colocar a las fuerzas armadas sobre nuevas bases y dimensiones para el servicio de los grandes propietarios privados.

Y que estos cuerpos, históricos, reformados o recientes, destruyan huelgas; resguarden propiedad y sitios de riqueza natural; restituyan la preponderancia del lucro en los territorios de los pueblos indios; criminalicen y garanticen la concentración de la riqueza producida; ejecuten labores de capataz y patrón “terciario”; refuercen el dominio de los monopolios en el campo y la ciudad; realicen ejecuciones o contribuyan a su realización; permitan la intervención armada fuera del país, etc.

Por lo observado en las páginas de El Machete, entre otras fuentes y circunstancias, el ejército profesional de la burguesía ha completado en un muy corto tiempo su identidad y utilidad al servicio exclusivo de los capitalistas y de la supervivencia del capitalismo, hoy en desarrollo imperialista, y no de una vía soberana a secas. No en defensa de la supervivencia de restos “esclavistas” o “feudales”, sino herramienta a favor del desarrollo de los monopolios en México y de su propio Poder.

No en favor de Generalatos, sino de grandes capitanes mancomunados de industria y finanzas.

Hoy en día el ejército profesional de la burguesía en México, la Marina, las Fuerzas Armadas en su conjunto, no sólo no tienen un carácter popular, sino que están en la antesala de un mayor peso en la vida política del país, una pesadilla que ronda el co-gobierno, una mayor impunidad y una garantía a prueba de duda por si el dominio de los explotadores entra en problemas, y más si se presenta una crisis de tal dominio. La dictadura de la burguesía redobla extensión y poder de todas sus fuerzas armadas.

Este ejército no sólo no es popular o revolucionario, sino completamente reaccionario y en la antesala de, como integrante de la OTAN, disponer mediante la fuerza de nuevos mercados para ser partícipe a la burguesía en futuras carnicerías de millones de jóvenes y mujeres proletarias para bienestar de los monopolistas. Este ejército no puede ser embellecido ni reformado, sino suprimido. Este es el objetivo del Partido Comunista.

AMLO hace lo contrario a la política de los comunistas: enmascara que en el ejército hay dos clases de rancho, los soldados de filas, hoy en día embrutecidos de nacionalismo burgués y grandiosidad chovinista, y los altos mandos apartados en todos los sentidos de los soldados de filas, plenamente integrados a la clase de los dominadores. Nuestra tarea es no perder de vista esa división real, hoy entumecida y/o velada. Nuestra tarea es no perder de vista el desarrollo del punto de vista clasista.

 

 

* Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.
**El presente texto fue publicado en El Machete, edición impresa correspondiente al número doble 13 y 14, con fecha de septiembre de 2019.

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