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El Anti-Dühring. En el bicentenario del natalicio de Engels

 

 

 

 

El Anti-Dühring. En el bicentenario del natalicio de Engels

 

 

 

Por Víctor Manuel Martínez,
integrante de la Sección
de Ideología del CC del PCM

 

El Anti-Dühring es tal vez la obra más conocida de Engels, y no es inmerecida esa fama. Esta obra sintetiza el arma más poderosa que nos heredó Marx: el materialismo dialéctico. Aunque Marx se sirvió de esta arma en sus análisis, y en varias ocasiones mencionó su método o rasgos de él de manera general, la realidad es que no sintetizó de manera concreta su método. Ese vacío lo solventó el mismo Engels, y casualmente no fue esa su idea inicial, ni pretendió hacerlo por gusto o por un “impulso interior”; como él mismo lo afirmó en su prólogo, más bien fue por una necesidad que se estaba dando a finales de los años ochenta del siglo XIX. Una amenaza estaba mermando al movimiento socialista en Europa, en específico en Alemania. El académico Dühring, haciendo gala de su fanfarronería, había asegurado encontrar una nueva filosofía revolucionaria, un nuevo socialismo que transformaría las relaciones políticas y económicas existentes. Fue por insistencia de Karl Liebknecht que Engels se decidió a “morder la manzana” de la filosofía de Dühring. Por cierto, resultó ser una “manzana amarga y voluminosa”, ya que esta filosofía no era una simple concepción de ideas sobre las relaciones de producción, Dühring en verdad se había adentrado al terreno de las ciencias naturales. Para demostrar la falsedad de esa filosofía, Engels tuvo que recurrir a la ciencia, a los nuevos descubrimientos que se habían dado. No fue tarea fácil esta obra.

 

I
FILOSOFÍA

Esta sección vale oro. En ningún otro escrito anterior, la radiografía del materialismo dialéctico aparece tan nítida como aquí. En esta sección, Engels nos muestra los fundamentos de la filosofía marxista, analiza las partes sobre las cuales descansa. Vemos ahora que son tres las leyes que engloban el comportamiento de la naturaleza[1] y, por tanto, de la realidad: la lucha y unidad de los contrarios, la transición de los cambios cuantitativos en cualitativos y la negación de la negación.

De la unidad y lucha de contrarios, ya nos decía Marx en la miseria de la filosofía, que sin contradicción no hay movimiento. Este libro nos muestra cómo la realidad es contradictoria, pero, además, que sus contradicciones están en una fuerte y estrecha relación. Decir que la realidad es contradictoria porque existe el blanco y el negro, arriba y abajo, la nada y el todo, el electrón y el protón, todos ellos con propiedades contradictorias, es caricaturizar la dialéctica, pues sólo se pone en evidencia sus existencias, pero no su interrelación, y muchos menos se estudian como partes de un todo, como partes de los fenómenos que le dan dirección a la realidad. Si decimos que la causa es contraria al efecto, es sólo un reconocimiento aún estéril para las ciencias; sin embargo, conocer que en la naturaleza hay fenómenos que son causa y efecto a la vez y que, además, sin uno de estos dos aspectos simplemente no puede darse tal fenómeno, es ya un logro del materialismo dialéctico. Tomemos por ejemplo el infinito para ilustrar las contradicciones. El infinito se manifiesta en lo finito. Tan sólo un intervalo finito, digamos, entre el cero y el uno, lleva una infinidad de números, incluso, una infinidad de números como lo tiene el intervalo de menos infinito a infinito (ver los estudios matemáticos del infinito de Cantor). La existencia del universo, si lo definimos como todo lo que está en la realidad objetiva, es infinita –la materia y la energía no se han creado ni destruido, sólo se han transformado– y, sin embargo, esa infinitud se manifiesta en modalidades de tiempos definidos y finitos, como lo son las existencias de las vidas de las galaxias, de las estrellas, de las especies vivas, de la historia del hombre, etc.

De la transición de los cambios cuantitativos en cualitativos, Engels nos demuestra que el aumento o la disminución de la cantidad en la naturaleza conllevan a ciertos cambios de la materia en las cuales su calidad se ve afectada. Tenemos sus famosos ejemplos de que el aumento de la temperatura en el agua líquida lleva a la evaporización de ésta, es decir a su cambio de líquido a gas, en las que sus propiedades físicas y químicas cambian. También tenemos el agregado de radicales alquilo en las cadenas de hidrocarburos: los hidrocarburos de uno a cuatro carbonos son gases; los de cinco a dieciséis son líquidos; y los de diecisiete en adelante son sólidos. Aún hoy la ciencia nos sigue asombrando con ese tipo de ejemplos. Por ejemplo, si modificamos la longitud de onda del espectro electromagnético, sus propiedades cambian, no son las mismas propiedades para la luz visible, que las de las ondas de radio o los rayos X.

De la negación de la negación podemos aprender que nada es eterno, que un estado niega a otro en algún momento. La infancia niega el estado embrionario, la adolescencia a la infancia, la adultez a la adolescencia, la vejez a la adultez, y, finalmente, la muerte niega a la vida misma (aunque la muerte pueda darse en cualquier etapa de la vida). Aquí lo nuevo niega a lo viejo, para después de un tiempo ser viejo y vencido por otra negación nueva. Negar, como dice Engels, no es decir llanamente no, sino comprender que la negación dialéctica es una necesidad en la etapa de algo, es una construcción de la realidad. Para que la realidad siga su curso se tiene que negar a sí misma, darle entrada a lo nuevo y destruir lo viejo.

Engels pudo echar al traste las concepciones metafísicas y anticientíficas de Dühring. El supuesto primer impulso no era más que una puerta abierta a las concepciones religiosas en la cosmología. Aplicando correcta y científicamente la ley de la conservación de la energía, Engels pudo demostrar que el universo (tomado como la realidad fuera de nuestras cabezas) es infinito, ni fue creado ni será destruido. El movimiento es inherente a la materia, una materia estática es una concepción tan falsa como un inicio estático del universo. El materialismo dialéctico se muestra aquí en todo su esplendor. Las contradicciones de la materia, las negaciones de ella, son las que dan movimiento al desarrollo.

Cosa muy valiosa son, además, las categorías de la dialéctica en las cuales estas tres leyes se manifiestan. Pero de momento, dejaré hasta aquí la revisión de la filosofía en el Anti-Dühring.

[1] Aunque el materialismo dialéctico también usa estas tres leyes para estudiar la sociedad, de momento no es el objeto de estudio en este capítulo, como sí lo son las ciencias naturales.

 

II
ECONOMÍA POLÍTICA

A simple vista el materialismo dialéctico parecería ajeno a la economía política. Se creería que el primero se aplica a la filosofía y el segundo está alejado a ella. Sin embargo, ello no es así. El materialismo dialéctico es tan aplicable a la economía política como a la filosofía e incluso a la ciencia.

La teoría de la violencia fue un pilar en la concepción social de Dühring. Ésta establecía que la aparición de las clases se debía al ejercicio de la violencia de un sector de una comunidad sobre otro sector (violencia interna); y la desigualdad entre naciones, a la violencia de una nación sobre otra (violencia exterior). Esta es una explicación bastante superficial, obvia para los ojos, pero no convincente para la razón. Con esto queda demostrada la miopía en el análisis de Dühring al quedarse sólo en la superficialidad de la realidad y no ir a las causas de esa superficialidad. Par explicar el fenómeno hay que entender la esencia, y para llegar a la esencia hay que pasar y estudiar antes el fenómeno. Sin embargo, Dühring jamás pasó del fenómeno y llegó a la esencia.

Engels demostró que el ejercicio de la violencia de un sector social sobre otro, y el de una nación o comunidad sobre otra, tiene bases económicas. Para que un sector social domine sobre otro de su propia comunidad debe mantenerla en sometida por la fuerza (hasta aquí toda la explicación dühringuiana), pero para someterla necesita armas, y para tener armas necesita producir, a su vez para producir necesita la fuerza de trabajo y los medios de producción, y dependiendo del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas es como ese sector puede acumular y concentrar la producción, incluyendo armas y poder. Lo mismo sucede cuando una comunidad quiere imponerse sobre otra, lo hace de manera violenta, es cierto, pero esa violencia tiene un sustento material, económico y social. El poder no es más que una relación social que descansa sobre bases económicas.

La riqueza no es el poder económico sobre las personas y las cosas, sino que más bien el dominio de las cosas ha permitido dominar al hombre. Esta genialidad de Engels nos permite entender históricamente que dominar la naturaleza ha permitido dominar al hombre, y para ello se requiere de cierto grado de las fuerzas productivas. Con la explicación dühringuiana se pretende concluir que el capitalismo tiene su lado bueno y su lado malo; el primero es el dominio sobre las cosas y el segundo el dominio sobre los hombres: el lado productivo del capitalismo es bueno, pero su distribución es maldad pura.

Llegamos al punto del valor. Dühring nos dice: “El valor es la cotización que tienen las cosas y prestaciones económicas en el comercio.” Esa cotización corresponde “al precio o a cualquier otro nombre equivalente, como, por ejemplo, el salario.

Con lo cual no damos un paso nuevo hacia la definición correcta del valor. Según esta definición el valor es el precio, pero no nos dice nada de qué es más allá de un simple número en el mercado. En lo sucesivo, Dühring al querer explicar el contenido del valor lo hace por medio del trabajo contenido para superar las “resistencias” de la naturaleza a transformarse en mercancía, así como la tributación ejercida por la violencia (proveniente de su ejemplo del hombre con puñal en mano, que ocupa los recursos naturales por la fuerza).

El metafísico de Dühring no pone al valor en el contexto del desarrollo de las fuerzas productivas, no nos da una explicación de por qué el trabajo puesto en una mercancía por un artesano es menos productivo que el de un hombre con máquinas que produce con la misma cantidad de trabajo veinte de esas mercancías, tampoco nos ofrece una explicación de la modificación del valor en esa circunstancia. No nos dice cómo la fuerza de trabajo plasma el trabajo en la mercancía (cuya explicación la daría Marx con sus conceptos de trabajo concreto y abstracto), tampoco nos dice bajo qué situaciones el valor difiere o se iguala a precio, etc. Sólo el marxismo da respuestas correctas a esas interrogantes sin el uso de tautologías ni falacias, pero eso es un tema muy amplio y para otra ocasión.

 

III
SOCIALISMO

Llegamos a la sección de socialismo. De ella sacamos muchas enseñanzas a partir de Engels. La idea errónea de que las crisis de sobreproducción son meras interrupciones del poder adquisitivo de las masas, no nos deja ir más allá en el entendimiento de las crisis en el capitalismo pues el subconsumo, como dice Engels, es ya un fenómeno inherente a las etapas económicas con contradicciones de clases. Para poder acumular riquezas, las clases dominantes lo hacen a costa de las clases oprimidas, es una relación dialéctica que se manifiesta en la desigualdad y la lucha de clases. Marx nos demuestra que las crisis de sobreproducción son parte de la naturaleza social de la producción capitalista. El capitalismo ha alcanzado ya un grado de desarrollo en sus fuerzas productivas que es capaz de producir más allá de la capacidad adquisitiva de las masas proletarias y campesinas, incluso puede que hasta más allá de sus necesidades, lo que provoca una sobreacumulación de valores de uso guarecidos en los almacenes de los capitalistas. Así, pues, el subconsumo de las masas, aunque es importante para el análisis de las crisis capitalistas, aún está lejos de poder explicar por sí mismo la causa de ellas.

Salgamos del tema de la producción capitalista. La sociedad socialista dühringuiana es tan interesante como utópica. En ella, los intereses del individuo están acordes con los del Estado, son uno mismo:

“el individuo está obligado para con el Estado de un modo absoluto”, pero esa obligación no puede justificarse sino en la medida en que “sirve realmente a la justicia natural”. Con este objeto habrá “legislación y judicatura”, las cuales, empero, tienen que “mantenerse en la colectividad”; también habrá una liga defensiva, la cual se manifestará en el servicio de la “comunidad en el ejército o en una correspondiente sección ejecutiva para los servicios de seguridad internos”

Como se ve en este refrito del Contrato social de Rousseau, en una sociedad los intereses del individuo (¿Qué individuo? No nos los dice Dühring), están, o deberían de estar, en sintonía con los intereses del Estado; cuando es posible apreciar que la realidad es otra. Para empezar, el Estado no es ese organismo capaz de mantener la armonía y conciliación de las clases antagónicas; aunque intenta hacerlo, ya sea a manera de adoctrinamiento o de manera violenta, no logra erradicar los intereses antagónicos en una sociedad dividida en clases. El Estado burgués tiene planes que no armonizan con los intereses del proletario, y si éste se opone el Estado lo mantendrá a raya “por las buenas o por las malas”. Es por eso que el Estado no podrá ser nunca un conciliador de clases, porque hasta en el socialismo el Estado es aún represor de aquellos que quieren restablecer el régimen de explotación capitalista. La diferencia con el Estado burgués es que el Estado socialista favorece a la mayoría sobre la minoría, y cuando la minoría sea derrotada entonces el Estado socialista no tendrá razón de ser ni de existir y se extinguirá. El Estado proletario, es decir, el socialista, no es un fin, sino un medio para llegar a la meta: la sociedad comunista. Esto es algo que no pudo distinguir la miopía de Dühring.

Después de arrojarnos una verborrea sobre los intereses estatales y los individuales, Dühring pretende que su sociedad socialista acabe con la religión de un plumazo. Y manda al sexo femenino a educar a los niños, quitándoles esta responsabilidad a los hombres pues, según él, la educación de los niños hasta los catorce años corresponde a la mujer; y sólo si el puberto a tal edad no acata la autoridad de la madre, entonces corresponde al padre intervenir. Lo escribe de tal forma como si la ausencia de atención paterna durante catorce años fuera más imponente que la autoridad materna. Así llegamos a una sociedad fríamente calculada y estructurada por Dühring. Este doctor de las ciencias cree tener la visión futurista del plan de estudios de las escuelas, donde la zoología y la botánica serán simples distracciones para los estudiantes por su alto contenido descriptivo. Al parecer, Dühring pretendía ahorrarles trabajo y largas discusiones a los hombres que construirían su sociedad mediante recetas y manuales de organización social.

 

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Con este artículo, al igual que con los anteriores y que han formado parte de la serie titulada “Rumbo al bicentenario del natalicio de Engels”, no pretendo abarcar todo el contenido ni tampoco hacer un resumen de las discusiones. Simplemente he tomado algunas de éstas, así como subrayado fundamentos importantes del marxismo. El Anti-Dühring, para mí, tiene tanta importancia para la filosofía como El Capital para la economía política. En él se desarrollan afortunadamente el materialismo dialéctico, la economía política y el socialismo; y de una mejor forma que en muchos otros escritos anteriores. Es una obra madura que todo marxista debe leer al menos un par de veces para su propia formación y, sin duda, nos da enseñanzas para guiar al movimiento obrero antes y después de la revolución.

Un comentario en “El Anti-Dühring. En el bicentenario del natalicio de Engels”

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