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El poder corruptor de los monopolios

 

Por: Marco Vinicio Dávila Juárez

 

La ideología dominante trata de hacer pasar los intereses de la clase dominante como intereses de individuos que actúan por su propia voluntad, como si fueran sus intereses personales los que motivaran sus actos, evitando que se pueda identificar que estos individuos son en realidad representantes de los intereses de su clase social y no de un supuesto interés general. En la actualidad ese interés de clase es el de la oligarquía financiera, es decir la oligarquía monopolista.

De eso trata el libro El Traidor, de Mario Maldonado (Ed. Planeta, 2021), es el caso de Emilio Lozoya y la corrupción que significó su gestión al frente de la dirección de PEMEX, presume de ser un material bien documentado, con abundante información sobre la excéntrica vida de quien fuera durante un tiempo hombre de toda la confianza del ex presidente Enrique Peña Nieto, con narraciones construidas a partir de documentos y entrevistas a muchos de los involucrados, como “víctimas” o como victimarios en la ambición desmedida de quien hoy se cobija con la figura de “testigo protegido” del poder judicial mexicano.

No pretendo hacer una reseña del libro; se trata de sacar a la luz lo que el autor encubre, de manera ingenua o con toda la mala intención, a través de las páginas de su libro, el poder corruptor de los monopolios.

Y es que durante los diez capítulos del libro lo que se describe es un entramado de vidas palaciegas, amistades, enemistades, extorciones, escándalos y traiciones,   donde, aparentemente, los individuos son motivados a actuar de manera perversa por impulsos personales.

Y sin embargo, es posible determinar que hay algo más que individuos buenos o malos al frente del gobierno y de la sociedad. Al ir narrando cómo Lozoya Austin se vincula a los círculos del poder y qué es lo que esperan de él, comienza a describirse como en un escenario de fondo o como una imagen en segundo plano no los intereses de los políticos ambiciosos, sino los intereses económicos que alientan a esos personajes, los promueven y los consolidan en espacios de poder político para que representen y resguarden sus intereses.

No es sólo el caso de Odebrecht, esa es sólo la punta del iceberg. Eran también, en caso de Emilio, las relaciones con monopolios rusos como la petrolera Lukoil, con presencia en México desde 2014. Pero por otra parte eran los intereses del grupo financiero norteamericano Evercore, que representaba Luis Videgaray.

Lo interesante es que a través de sus páginas se narra de manera detallada, a veces descarnada, cómo se desarrolla la guerra comercial de los monopolios. Vemos al capital financiero cancelando créditos, privando posibilidades de venta, ahorcando a los competidores que no se someten al poder de los monopolios en pugna. Estamos viendo en acción a la oligarquía financiera, interviniendo para imponer a sus representantes en puestos claves del gobierno. La incidencia, es decir la presión que hacen todos estos representantes de los monopolios en el Congreso para que se aprueben leyes que favorezcan los intereses de sus patrocinadores. En eso están metidos los políticos de todos los partidos.

Son los grandes bancos haciendo todas las trampas legales e ilegales para acomodar sus piezas; las “triangulaciones” de dinero mencionadas por Maldonado, quien habla de países, para no mencionar los nombres de las corporaciones bancarias involucradas.

Lo que vemos a través de la narración es en realidad el comportamiento de los monopolios en una guerra por ganar los mercados y asegurar las materias primas.

La verdad es que si Mario Maldonado se propusiera hacer una saga sobre la corrupción y las implicaciones en los tiempos de la 4T, serían varios volúmenes los que tendría que escribir pues siguiendo la pista “laboral” de los miembros del actual gabinete, o de los ex funcionarios de sexenios anteriores, vamos a encontrar muchas historias semejantes a la de El traidor, Emilio Lozoya Austin.

No olvidemos que la corrupción del capital financiero es el soborno, la compra de funcionarios. Es la corrupción que no se podrá acabar si no se acaba antes con los monopolios.

No se trata solamente de juzgar a funcionarios y ex funcionarios nada más, se trata de sentar en el banquillo de los acusados a los monopolios y a la burguesía monopolista, se trata de juzgar al imperialismo.

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