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No llegaron todas, faltan las trabajadoras.

Por Lorena Vargas

Después de varios meses de campañas y precampañas, el pasado 2 de junio concluyó el proceso electoral que lanzó triunfante a Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición de los partidos Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde. Con un porcentaje arrasador que sepultó la poco efectiva campaña de la alianza entre el PRI, PAN y lo poco que queda del PRD con la candidata Xóchitl Gálvez, Sheinbaum se convirtió en la persona más votada de la historia de México.

 

Con un templete en el Zócalo de la Ciudad de México, colocado horas antes de conocer los resultados del conteo rápido del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del Instituto Nacional Electoral, la sucesora presidencial transmitió agradecimientos a los votantes e hizo especial énfasis en el apoyo activo de las mujeres: “no llegué sola, llegamos todas” fueron las palabras con las que Sheinbaum sella su triunfo electoral. Porque, hay que reconocerlo, la elección por Claudia no hubiera sido posible sin las empresarias, sin las legisladoras, sin las mujeres feministas que ven en el segundo piso de la “Cuarta Transformación” un medio para seguir alzando sus ganancias, su poder, la impunidad y el beneficio individual, aún si ello cuesta la vida digna de otras mujeres.

Estas otras mujeres, las de abajo, las que nadie cuenta y con las que nadie se reúne, las trabajadoras, las campesinas, las indígenas, las madres y las hijas de la clase trabajadora, son quienes en verdad estarían pagando el precio por tener a la “primera presidenta de México”, pero las consecuencias no devienen del sexo del mandatario del poder ejecutivo, sino de los intereses que representa y a quiénes buscará beneficiar. Mientras en el país se sigue reproduciendo la violencia contra las mujeres, mientras se sigue cultivando la cultura machista, mientras las asesinadas y las desaparecidas siguen sin justicia, mientras las madres trabajadoras siguen autoexplotándose para alimentar a sus hijos, el aparato de Estado y sus financiadores celebran y conceden entrevistas, pues por seis años más se ha garantizado el poder a hombres y mujeres de la burguesía y a los capitalistas.

La victoria de Sheinbaum no es fortuita, y ciertamente no representa la total voluntad del pueblo mexicano; entre el 38% y el 40% del padrón electoral en el país se abstuvo de ejercer el voto en estas elecciones, más de un millón de votos nulos y miles más a candidaturas no registradas son la expresión de varios millones de personas que desaprueban las constantes vejaciones y traiciones de los partidos de siempre, que rechazan las políticas injerencistas y abusivas hacia los derechos de los trabajadores, campesinos, pueblos originarios e indígenas y de los sectores populares. Sin embargo, es a los empresarios y a los monopolios a quienes habría que atribuir el desenlace de esta coyuntura electoral; a su cierre de campaña en el Zócalo acudieron al menos 40 empresarios nacionales, entre los que destacan los directivos de Mota-Engil en México y Latinoamérica, una constructora portuguesa con varias licitaciones de comunicaciones en el país; los directivos de Grupo Vidanta, de desarrollo de bienes raíces y servicios turísticos, y cuyo fundador, Daniel Chávez, es asesor económico de AMLO; los directivos de Grupo Alstom, responsable de la construcción del Tren Maya, y los directivos de CEMEX, y a quienes aseguró, junto a los miles que se aglutinaron en el zócalo, que “el neoliberalismo jamás regresará”.

Para muchas personas en México, resulta un gran hito sin precedentes y de tremenda importancia que una mujer haya sido elegida como la primera presidenta, pero para muchos otros más no representa sino una nueva cara del poder de los de siempre. Basta con recordar que en su campaña fueron prioridad las reuniones con ejecutivos de cámaras industriales, comerciales y patronales; muchos de ellos, aún cuando en el sexenio de Andrés Manuel mantuvieron su distancia, cerraron filas con Sheinbaum. Del mismo modo, el Consejo Coordinador Empresarial dio su visto bueno sobre la próxima gestión del Estado mexicano, que sin duda garantizará el sostenimiento efectivo de los mayores inversores del país. Por su lado, el Consejo Mexicano de Negocios aplaude la iniciativa económica de la relocalización de la producción o nearshoring, que implica mayores ganancias para los inversores extranjeros, pero más precarización para las y los trabajadores. Gracias al T-MEC, esto estará próximo a ser una realidad que beneficiará sobre todo al capital estadounidense y canadiense.

El “capitalismo consciente” que Sheinbaum ha venido promoviendo desde el inicio de su campaña presidencial es en realidad el capitalismo de siempre, maquillado con tintes de género y feminismo, que seguirá explotando a los hombres y mujeres de la clase trabajadora. Su gobierno en la Ciudad de México muestra la efectividad de su administración para la imposición de megaproyectos, de desalojo y desabasto, así como las políticas de represión, obstrucción a la justicia, y garantes del orden social burgués. Las numerosas movilizaciones de pueblos originarios, migrantes, mujeres y estudiantes que se dieron lugar mientras fue Jefa de Gobierno fueron fuertemente reprimidas por el “desaparecido” cuerpo de granaderos, al cual ella misma adjudicó como un logro de su gestión que recuperaba uno de los puntos principales del pliego petitorio del movimiento estudiantil del 68, al mismo tiempo que promovió en Morena la candidatura a senaduría de la Ciudad de México a Omar García Harfuch, cómplice en la construcción de la llamada “verdad histórica” sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Las limitaciones de la justicia burguesa, la corrupción y la impunidad, propias de este sistema, no permitieron llegar a la verdad de la cuenta pendiente con los padres de los 43 normalistas, y para Sheinbaum eso no parece ser cuestión alguna que merite relevancia, pues hasta este momento no existe siquiera un interés en dar seguimiento al caso, promesa hoy incumplida por López Obrador. Aún más, no hay siquiera un interés en acercarse a la clase trabajadora; el día de su cierre de campaña una cuarta parte del Zócalo se encontraba ocupada por el magisterio que mantiene un paro indefinido hasta sostener una mesa de diálogo efectiva con el actual presidente, pero para la bancada morenista y su entonces candidata pasó desapercibido.

Una mujer en la presidencia de México no implica en sí ningún cambio de fondo para las condiciones de la clase trabajadora mexicana, mucho menos para las trabajadoras. Si el gobierno de Sheinbaum es una extensión de la “Cuarta Transformación”, como ha señalado, no podemos esperar modificaciones radicales de una administración que hereda políticas como el recorte de presupuesto para guarderías e instancias infantiles y llevándolas a su desaparición, menor presupuesto para la educación y para la salud, poco financiamiento para la ciencia, la tecnología y la cultura, así como incremento presupuestal y responsabilidades para la Guardia Nacional, próxima a asumirse bajo mando militar.

Hay algo de razón en decir que Claudia Sheinbaum enfrentará grandes retos en su gobierno, como lo es la inminente expansión de la guerra imperialista y sus consecuencias, que hoy en día mantiene a miles de trabajadores en todo el mundo en el yugo de la especulación financiera, que implica la paulatina precarización de la clase y mayores beneficios a los capitalistas. No obstante, al interior también habrá de enfrentarse a los choques de clase que vienen con más y más crudeza; con ambas cámaras con mayoría, Morena se consolida como el partido del poder y con capacidad para imponer reformas antiobreras y antipopulares, es decir, mayor perjuicio para la clase trabajadora, pauperización a la ya deteriorada calidad de vida y reveses a los derechos conquistados con la lucha de las y los trabajadores.

Con el triunfo de Claudia no triunfamos las mujeres trabajadoras, perdemos más de lo que ganamos mientras continúe este sistema de explotación y barbarie; no somos pocas quienes soñamos y luchamos por un México y un mundo donde las y los trabajadores sean realmente libres y obtengan todo por lo que han trabajado. Nuestras aspiraciones traspasan las boletas electorales y la democracia burguesa que no permite que las trabajadoras participemos sino votando por el mal menor. Ni en Sheinbaum, ni en ninguna otra mujer de la clase política burguesa podemos encontrar representatividad.

Aunque parece apreciarse un futuro desolador, lo cierto es que las puertas siguen abiertas para unirse a la lucha obrera, a la lucha campesina, de las mujeres, de los estudiantes, de los pueblos originarios y de los sectores populares. Ni antes con los gobiernos del PRI y del PAN los proletarios estuvieron mejor, ni lo están ahora bajo la gestión de Morena, heredero directo del PRI; son las y los trabajadores los que tienen en sus manos la capacidad de dar vuelta a la lógica del capital, una lucha que no se ejerce elección con elección, sino en el quehacer diario, por la defensa de sus conquistas y también del futuro, que es nuestro.

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