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Tizimín: Donde el capitalismo obliga a obreras textiles a arrancar hierbas (y derechos)

Por: Roberto Grajales

En una maquiladora textil ubicada en Tizimín, Yucatán, trabajadoras fueron obligadas a abandonar sus máquinas para realizar labores de deshierbe en el patio de la fábrica, bajo el sol y en condiciones ajenas a su contrato laboral. Quienes se negaron a hacerlo fueron amenazadas con el despido. Aquellas que intentaron documentar la situación con fotografías fueron llevadas ante el departamento de recursos humanos y presionadas para borrar las imágenes, bajo advertencias de ser despedidas sin derecho a liquidación.

No fue el único caso. En otro momento las y los trabajadores fueron forzados a lavar camisas manchadas o a pintar las instalaciones, pese a que sus contratos establecen funciones completamente distintas. Otras han sido presionadas para renunciar, sin posibilidad de indemnización, en un contexto en el que la empresa ha recortado sueldos y ha eliminado incentivos, alegando una supuesta baja en la producción.

Esta situación no es una anomalía, sino una expresión concreta del funcionamiento del sistema capitalista. Cuando el capital enfrenta dificultades o busca aumentar sus márgenes de ganancia, no se pone en pausa la acumulación de los empresarios; se aprieta el cinturón de quienes viven de su trabajo. El patrón resguarda sus beneficios trasladando la crisis a los hombros de la clase trabajadora.

Esta lógica no se basa en la eficiencia ni en la cooperación, sino en la apropiación de la riqueza producida por otras manos. Y mientras los dueños se ausentan o deciden desde oficinas alejadas de la línea de producción, son las y los trabajadores quienes sostienen el funcionamiento cotidiano de la fábrica. Son ellas y ellos quienes ensamblan, reparan, organizan y producen. La fábrica puede seguir sin patrón, pero jamás sin las manos que trabajan.

Lo ocurrido en Tizimín no es un caso aislado, es el reflejo de un modo de producción que se beneficia de la necesidad, que normaliza el abuso y que oculta su violencia detrás de uniformes y hojas de asistencia. Sin embargo, también es muestra de que quienes producen pueden organizarse, defender su dignidad y poner en cuestión un modelo que, mientras más gana, más explota.

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