Buscar por

Una mirada marxista a la huelga de la CNTE

Ángel Chávez Mancilla, Director de El Machete

 

Pasado inmediato

En las movilizaciones de 2016, la legitimidad de la lucha del magisterio era la misma que la de hoy; la disposición a la lucha estaba a flor de piel, como ahora, pero el resto de la clase obrera tenía en claro que el gobierno federal y el conjunto del aparato del Estado eran sus enemigos, pues no menos de un año antes se habían dado las grandes movilizaciones por todo el país exigiendo justicia para los 43 normalistas de Ayotzinapa (2014). La consigna “Fue el Estado” resonaba aún, y cuando los maestros y maestras salieron a luchar contra la reforma educativa, había una disposición de lucha y apoyo en sectores más amplios de la clase trabajadora.

Hace diez años, las consignas eran “Fuera Peña”, “Derrocar la reforma educativa”, y el descontento del magisterio se vertía contra la figura de Peña Nieto, jefe del Ejecutivo bajo cuyo periodo, cuyo partido, había impulsado y aprobado la reforma educativa-laboral. Aunque no faltaban los señalamientos sobre algunos de los empresarios que, como Claudio X. González, impulsaron Mexicanos Primero y películas como De panzazo, en la mente de los trabajadores de la educación el enemigo era el gobierno del PRI. Si bien esto era real, no implicaba una plena claridad sobre los causantes y culpables, pues aunque el gobierno federal y su partido, el PRI, habían sido quienes aprobaron la reforma, lo hicieron más que en beneficio propio, en beneficio de sus verdaderos jefes: los grandes empresarios; lo hicieron a favor del poder de los monopolios.

En aquella oleada de lucha consideramos que era necesario que se fuera aclarando para los trabajadores de la educación que el enemigo sí tenía un rostro y nombres, pero que usaba como careta al gobierno del PRI. El enemigo eran los monopolios, los grandes empresarios que, como clase social, son quienes dominan la política del país; son a quienes sirve el Estado. Era importante aclarar que la lucha magisterial, como expresión de la lucha de clases vigente y candente, enfrentaba a dos clases: los trabajadores y los monopolios, capital/trabajo, obreros y patrones. En medio de esta lucha, el Estado no era un ente neutral, sino un aparato de represión utilizado por la clase dominante contra los trabajadores. Ejemplo de ello fueron el violento desalojo del magisterio que se encontraba acampando en el Zócalo (2013) y la cruenta represión en Nochixtlán (2016).

Entonces, la cuestión del carácter de clase del Estado era un tema a develar para que la lucha de los trabajadores de la educación se potenciara, pues con la claridad de que el enemigo de clase eran los monopolios, la conclusión a la que debían llegar los trabajadores era que cualquier gobierno que esté al servicio de los monopolios no podrá estar al servicio de los trabajadores, y así se evitaría que el canto de sirena de los demagogos distrajera o desviara al movimiento magisterial.

Por aquel entonces, en el campamento, que se había replegado a Balderas, se sentía la tensión de que el nivel de confrontación entre los trabajadores de la educación y los aún hoy existentes granaderos subiera de tono, y que en medio de la CDMX se enfrentara un episodio similar al de Nochixtlán. Sin duda hubo responsabilidad entre los dirigentes y esto no ocurrió, pero en las bases del magisterio también había enojo y hartazgo, y deseos de luchar a brazo partido hasta donde fuera necesario con tal de no estar sometidos al despido o a una pensión miserable que pauperizaría aún más las vidas de los docentes.

Por aquel entonces, en medio del campamento y luego dentro del mismo, comenzaron a aparecer los hoy intelectuales, activistas y operadores de la 4T, quienes, arrogándose la voz de pitonisa, predecían que la forma efectiva de derrocar la reforma educativa implicaba el voto masivo por López Obrador y MORENA, para que estos se encargaran de echar abajo la reforma a la Ley del ISSSTE de 2007 y la reforma educativa.

Para entonces, la CNTE ya había demostrado su gran resistencia, pero el desgaste de la lucha era evidente. Así fue como el canto de sirena de la política socialdemócrata de MORENA atrapó a muchos; se bajaron las banderas de la lucha abierta y, en buena medida, también se abandonaron las tomas de calles y carreteras, la toma de casetas y edificios públicos. La socialdemocracia logró su cometido. Con el triunfo de López Obrador, si bien la CNTE no dejó de luchar, es indudable que sí disminuyó su actividad política, esto pese a que, desde el inicio, el gobierno de MORENA al comienzo del sexenio de López Obrador tenía la mayoría en el Parlamento para poder revertir las reformas lesivas a los trabajadores de la educación. No obstante, esto no se hizo, y luego se alegó, a los tres años, que no se tenía la mayoría. Ahora, bajo el gobierno de Sheinbaum, con la mayoría suficiente para abrogar la Ley del ISSSTE y la reforma educativa, no hay visos de que esto ocurra.

Dado que la CNTE dio un voto de confianza a MORENA y esperó que este partido cumpliera su promesa de abrogar la reforma a la Ley del ISSSTE de 2007 y la reforma educativa, el magisterio se cuidó de confrontarse directamente con el gobierno federal o con quien preside el Ejecutivo nacional, y el enfoque fue explicar que las reformas que afectan a los trabajadores de la educación benefician a grandes bancos y otros monopolios.

La lección sobre el Estado es ahora más fácil de aprender: con la mayoría en el Congreso, MORENA no abroga la Ley del ISSSTE de 2007. ¿Por qué? Porque sus verdaderos amos y a quienes sirve el gobierno de MORENA son los monopolios, los banqueros, el gran capital. No nos dejemos engañar: el Estado mexicano, su policía y el ejército siguen teniendo un carácter de clase burgués, son aparatos de represión al servicio del capital y contra los trabajadores. Esto no cambia con la política socialdemócrata de MORENA. El ejército, bajo López Obrador, Peña Nieto, Calderón o Sheinbaum, es el mismo. Si por ahora se ha mantenido una política de represión velada o disminución de la represión visible, esto no quiere decir que el gobierno haya cambiado el carácter de clase de las fuerzas represivas.

 

El Presente de la lucha

El gobierno mexicano dice que no hay dinero suficiente. Esto es mentira. Más bien, el dinero se utiliza para multimillonarios subsidios a los grandes capitales que intervendrán en el nearshoring. Y más aún, los trabajadores de México generan una inmensa riqueza que coloca a nuestro país en el lugar número 14 según la lista de países con mayor PIB. La clase obrera de México genera riqueza suficiente para que todos los trabajadores trabajen jornadas laborales de menos de 40 horas a la semana, se jubilen antes de los 60 años y tengan acceso a salud, vivienda y educación de gran calidad. El problema es que esa riqueza producida socialmente es apropiada de forma privada por los monopolios, y el Estado defiende que esto siga ocurriendo. Las leyes defienden que sea la propiedad privada y no la social la que prevalezca en nuestra sociedad.

La lección es ahora más fácil de aprender: el gobierno está al servicio de los monopolios y en contra de los trabajadores, y, por tanto, para defender los intereses de los empresarios, tarde o temprano este gobierno u otro utilizará el aparato de represión del Estado contra los trabajadores. Aunque por ahora la “cara amable del capitalismo”, que es la socialdemocracia, sigue sosteniendo la demagogia que busca engañar a los trabajadores y dar dádivas insuficientes y temporales, que son los “programas de bienestar”, en lugar de resolver el problema de las pensiones dignas abrogando la Ley del ISSSTE de 2007 y desapareciendo las UMAS y el sistema de AFORES que beneficia a banqueros.

Los trabajadores de México, y entre ellos los maestros y maestras, no debemos caer nuevamente en elegir el “mal menor”, es decir, un partido burgués, pues este tampoco resolverá los profundos problemas nacionales. El carácter de clase de los partidos políticos —el carácter burgués proempresarial— es algo que hermana en esencia al PRI, PAN, el extinto PRD y MORENA. Son lo mismo: partidos al servicio de los empresarios.

La conclusión a la que se debe arribar es que no se puede tener confianza en ningún gobierno burgués, en ningún partido que esté al servicio de los monopolios y los banqueros. Ninguna confianza en MORENA.

Los trabajadores de México ya han probado gobiernos burgueses de distintos matices: el PRI, el PAN y hoy MORENA. El resultado, en los tres casos, ha sido el mismo: políticas antipopulares, la reducción de recursos a la educación, salud, cultura y ciencia, y la creciente inversión en infraestructura y megaproyectos beneficiosos para los monopolios, el subsidio y apoyo a los empresarios.

La pasividad o lucha de la clase obrera y los trabajadores es lo que define que una ley burguesa se aplique o no. Si la lucha abnegada de la CNTE se fortalece con una huelga de todo el sector magisterial, sin duda los trabajadores estará en condiciones de revertir la ley del ISSSTE del 2007 y ganar substanciales mejoras en las condiciones de trabajo. Pero si además los demás trabajadores de México, se suman para confirmar una huelga general, lo que es posible alcanzar no es solo reformas, sino una transformación profunda y el desplazamiento del poder de las manos de los monopolios a las manos de los trabajadores para formar una nueva constituyente que atienda y resuelva los grandes problemas nacionales

 

 

La movilización de la CNTE para evitar la aplicación del examen punitivo asociado a la reforma educativa demostró esto. Actualmente, tenemos un nuevo ejemplo: cuando llegó López Obrador y, al generar consenso entre los trabajadores, fortaleció al Estado y sus aparatos represivos diciendo que este era un gobierno distinto y, por tanto, no había motivos para protestar. Hoy se ve que sí hay motivos para protestar, y nuevamente se toman carreteras, acción que fue altamente reprimida al inicio del gobierno de López Obrador para evitar que el capital, que ha privatizado las vías de transporte con carreteras privadas y de peaje, no pierda dinero.

La fuerza de los trabajadores de la educación, que deriva de su nivel de organización, ha permitido que nuevamente esta expresión de protesta se pueda ejercer, aun cuando se aprobaron altas penas contra quienes hagan esto.

El nivel de organización de la clase obrera, aun por sus demandas económicas, está relacionado con su nivel de vida y las condiciones de trabajo que genera. Si el movimiento de la CNTE es respaldado masivamente por demás sectores de trabajadores, la clase obrera, como clase en su conjunto, se beneficiaría; tendría la capacidad de imponer a los monopolios cosas como mejores condiciones de trabajo, jornadas de 40 horas a la semana o menos, y recuperar sistemas de pensiones y jubilaciones que permitan vivir una vejez plena.

Pero si la clase obrera, además de la organización por demandas económicas, decide dar pasos hacia su organización política como clase en torno a un partido revolucionario, el resultado puede ser el derrocamiento del capitalismo, el dejar de pelear por mejoras parciales y tener toda la riqueza en sus manos.

Hace casi diez años advertimos el error de transitar por el camino de confiar en MORENA como medio para abrogar las leyes antipopulares, pero ahora que ese camino demuestra no ser la solución, la conclusión debe ser que ninguna de las anteriores opciones que han gobernado en México está al servicio de los trabajadores y lo que se requiere es un cambio radical, el derrocamiento del sistema capitalista, es decir, una nueva economía y una nueva política que ponga toda la riqueza al servicio de los trabajadores.

Todos los partidos que hoy están en las elecciones son partidos burgueses al servicio de los monopolios. Afortunadamente, ahora que buena parte de los trabajadores de la educación se dan cuenta de esto, se está fortaleciendo la alternativa revolucionaria de los trabajadores, que es el Partido Comunista de México.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *