Contra la falsa unidad: democracia sindical o retroceso corporativo
Diego Amaborda
En estos días, mientras el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Cultura (SNDTSC) atraviesa su proceso electoral rumbo a la Coordinación Nacional Colegiada (máximo órgano de representación de los trabajadores), una palabra se repite hasta el cansancio: “unidad”. Se pronuncia en discursos y se emiten carteles que recuerdan la propaganda del PRI, se imprime en comunicados y se lanza al aire en asambleas seccionales de trabajadores. Pero lo esencial sigue ausente: nadie explica qué tipo de unidad se busca, con quiénes, bajo qué condiciones y para qué fines.
La Planilla Roja encabezada por Silvia Hernández Melchor pretende dar continuidad a la actual Coordinación Nacional Colegiada bajo la tendencia que deja Enrique Roura, se ha apropiado de esa palabra como si fuera su bandera. Pero lo que muestra en los hechos es lo contrario: una política de exclusión, de guerra sucia y de imposición. Su discurso de “unidad” es un contrasentido, una distopía, hueco, vacío de contenido real, y sirve únicamente para cubrir con un velo demagógico las viejas prácticas del corporativismo.
La trampa de la “unidad” abstracta
La “unidad” erigida como palabra mágica carece de sustancia si no se sostiene en la realidad del trabajo. No existe unidad en abstracto: siempre es resultado de fuerzas en tensión, de contradicciones que deben ser conocidas y resueltas. La historia enseña que la unidad auténtica no se decreta desde arriba ni se afirma con proclamas vacías; se construye en el terreno concreto donde los intereses comunes de los trabajadores se encuentran y se enfrentan a los agravios. Nombrar la unidad sin resolver los antagonismos que atraviesan al movimiento de trabajadores equivale a ocultarlos tras un velo ideológico. La verdadera unidad no es el silencio frente al conflicto, sino la síntesis superior que surge de enfrentarlo.
Eso es lo que hoy intenta imponer la Planilla Roja: una unidad abstracta que no reconoce los agravios ni busca resolverlos, sino que los silencia y los maquilla. Con ese falso discurso, pretenden perpetuar a un grupo minoritario en la dirección del sindicato, subordinado contra la voluntad de las bases a los intereses de una familia y de sus aliados políticos.
Hechos que desnudan la falsa unidad
Los hechos recientes revelan con toda claridad la verdadera naturaleza de la Planilla Roja; su desesperación es tan evidente que resulta casi caricaturesca. Desde su cargo como secretaria seccional de la CDMX, Gloria Calvo, una burócrata charril, impulsa maniobras de presión y manipulación completamente alineadas con la familia Hernández Melchor. Saben que, frente a un debate abierto, la Planilla Azul los derrotaría sin dificultad, por lo que nunca presentan argumentos propios ni intentan sustentar sus posiciones.
Su estrategia consiste en aprobar acuerdos en plenos de delegados sin quórum, confiando en que el espectáculo de presión presencial y los abucheos con personas acarreadas generen intimidación. En realidad, estas acciones solo evidencian su debilidad y la falta de legitimidad de sus propuestas. Se aferran al pretexto de que un debate debe ser presencial en la Sección Ciudad de México, a pesar de que ninguna sección a nivel nacional tiene la facultad de organizarlo, ya que ésta corresponde únicamente al Colegio Nacional Electoral, lo que demuestra su incapacidad para actuar dentro de las normas y respetar la equidad de la contienda. Ellos tienen dinero, no son asalariados comunes sino empresarios que buscan apoderarse del sindicato.
La Planilla Roja también sabe que los integrantes de la Planilla Azul, provenientes de distintos estados, carecen de los recursos necesarios, los cuales, de acuerdo con la convocatoria para la elección de la Coordinación Nacional Colegiada, no se autorizaron y no pueden suplirse con fondos propios ni de terceros. Mientras tanto, la Planilla Roja recorre el país con financiamiento inexplicado, un asunto que permanece sin aclarar. Mantas, comilonas, regalo de camisetas bordadas con el logo de la planilla en Oaxaca para todos los asistentes.
Consciente de su incapacidad para debatir, la Planilla Roja intenta ocultar su vulnerabilidad detrás de lo que perciben como su fortaleza: el abucheo, la presión y el acarreo de personas. Cada acción, lejos de reforzar su posición, expone la verdadera esencia de su estrategia: manipulación, autoritarismo y desprecio por la participación genuina de los trabajadores.
Más allá de la estrategia política, resulta evidente que, como se evidenció en el acuerdo de un pleno de delegados sin quórum presidido por Gloria Calvo, se dirige una atención desproporcionada hacia los profesores HSM y los investigadores, intentando presentarlos sistemáticamente como arrogantes, cuando la realidad es muy distinta. La hostilidad de esta persona hacia ellos parece surgir de un conflicto personal profundo, una inclinación psicológica que se refleja en su actitud y decisiones. El desapego que muestra respecto al gremio académico y su fijación hacia quienes sí forman parte de él evidencian un malestar interno que condiciona su manera de actuar.
Atacar a los más débiles evidencia la naturaleza anti-clase y anti-proletaria de la Planilla Roja: buscan excluir a los más vulnerables y a quienes pueden cuestionar sus prácticas corporativas. Conscientes de que estos miembros representan un obstáculo para su estrategia, intentan ignorar sus derechos y someterlos a la figura del desprecio, mientras defienden de manera férrea los intereses de los más poderosos, alineados con la familia Hernández Melchor.
Todo esto se ejecuta desde plenos ilegítimos, con acuerdos sin quórum de un pleno de delegados de una sección, lo que evidencia el espíritu antidemocrático de la Planilla Roja. Creen que la presión, el teatro del abucheo y la intimidación pueden sustituir al debate real, pero su incapacidad para presentar argumentos propios los delata. Incluso intentos como el ocurrido en el Castillo de Chapultepec fracasaron estrepitosamente, mostrando que su estrategia de manipulación y hostigamiento no convence a nadie y solo los deja en evidencia.
Cada maniobra confirma que lo que mueve a la Planilla Roja no es la defensa del sindicato, sino un impulso de control y exclusión dirigido especialmente hacia quienes cuestionan o no se alinean con su visión. Su atención obsesiva hacia los profesores HSM y los investigadores, sumada a la imposición de acuerdos sin quorum y al acarreo de personas para generar ruido, revela con claridad su verdadero espíritu: autoritarismo, antidemocracia, exclusión y una fijación preocupante hacia quienes representan al sector más vulnerable.
En suma, la Planilla Roja se muestra tal como es: desesperada, débil en el debate, anti-clase y marcada por un resentimiento obsesivo. Cada acto de presión, cada acuerdo sin quorum y cada intento de intimidación no hacen sino evidenciar su naturaleza real, dejando claro que su prioridad no es la defensa colectiva, sino la imposición personal y familiar. Su falsa unidad es contradecida por sus actos.
Estos hechos, tomados en conjunto, evidencian que la “unidad” de la Planilla Roja no existe. Lo que hay es manipulación, exclusión y la voluntad de perpetuar un cacicazgo que tiene más en común con el viejo corporativismo del SNTE que con la democracia sindical que los trabajadores necesitamos.
El verdadero rostro de la Planilla Roja: “Por mí tienen sindicato”
La Planilla Roja está conformada por Silvia Hernández Melchor, Uriel Sánchez Amado, Consuelo Argüello Zamudio y Eduardo Pérez Rendón. Detrás de ellos se encuentra la familia Hernández Melchor, que históricamente ha buscado utilizar al sindicato como plataforma de ascenso político. No es casualidad: uno de sus miembros ha aspirado a ser diputado primero por el PRD y luego por MORENA, y ahora han colocado a su hermana como cabeza visible del grupo. Juan Hernández ha declarado abiertamente en órganos de gobierno que el sindicato “le pertenece”.
Este grupo cuenta además con el respaldo de Enrique Roura y de la FEDESSP, quienes buscan perpetuar su control sobre el sindicato mediante la imposición de sucesores afines. Su estrategia es clara: bloquear sistemáticamente la convocatoria al Congreso Nacional, único órgano legítimo de decisión, con el fin de mantener cuotas de poder y recursos que corresponden legítimamente a los trabajadores.
¿Y qué implica esta política en la práctica? Significa subordinación a los intereses de una familia propietaria de empresas que no ha demostrado actuar en favor de la lucha de los trabajadores. Significa transformar al sindicato en un trampolín político familiar y consolidar prácticas cupulares y antidemocráticas.
Continuidad o cambio
La Planilla Roja encarna la continuidad de lo que puede denominarse rourismo-melchorismo. Enrique Roura Pech, actual Colegiado General Ejecutivo, se ha caracterizado por dividir, fragmentar y maniobrar en contra de candidatos que le resultan adversos, como lo ha hecho tanto en el INBAL como en Sector Central.
Detrás de Silvia Hernández Melchor está su hermano Juan Manuel, primer Colegiado Nacional Ejecutivo, sucedido luego por Roura Pech. Ambos urdieron maniobras en el I Congreso Nacional Extraordinario del SNDTSC para prolongar su mandato seis años, mediante un conocido “albazo” que ni siquiera estaba en la orden del día del Congreso. También participan Rafael Hernández, Secretario General de Coahuila, y la propia Silvia, quien fue representante de Profesionistas de Gestión del Patrimonio Cultural. La alianza es evidente: Silvia encarna la continuidad del grupo Roura en el Colegiado. Por eso, para ellos, la Planilla Azul representa una amenaza, ya que podría alterar la orientación de la dirección nacional.
Se han tejido alianzas clientelares con ciertos secretarios generales de las secciones, por encima de las propias bases trabajadoras. La campaña de la Planilla Roja se ha centrado en el acarreo de secciones hacia la Ciudad de México y en manifestaciones partidistas promovidas por algunos de estos secretarios.
El miedo no anda en burro: ellos no emprenderían estas acciones si no percibieran un respaldo creciente hacia la Planilla Azul. Sus maniobras evidencian con claridad quiénes son los antidemocráticos y permiten a los trabajadores anticipar el tipo de acciones que pueden esperar de quienes actúan con autoritarismo.
En las urnas se decidirá
Frente a esta encrucijada, los trabajadores de la cultura debemos decidir con claridad. O permitimos que se imponga la falsa unidad de la Planilla Roja (que no es otra cosa que sometimiento, exclusión y autoritarismo) o apostamos por la unidad auténtica, democrática y combativa que representa la Planilla Azul.
La elección no es solo interna. Está en juego el rumbo de nuestro sindicato y su capacidad para conquistar la titularidad que por derecho nos pertenece. Está en juego la posibilidad de construir un sindicato mayoritario que defienda de verdad a todos los trabajadores de la cultura.
La llamada “unidad” de la Planilla Roja es una máscara: no es unidad, es centralismo; no es cohesión, es sometimiento; no es un proyecto colectivo, es la perpetuación de una minoría. La verdadera unidad, la que necesitamos para enfrentar a la burguesía y a sus aliados dentro del sindicato, solo puede construirse con democracia, con participación de las bases y con un programa claro de defensa de nuestros derechos.
A los trabajadores nadie debe imponerles por quién votar. Sin embargo, la experiencia nos revela las consecuencias de permitir que prevalezca la falsa unidad. Elegir la Planilla Azul no es solo un acto de cambio, sino un gesto de conciencia colectiva: significa reivindicar que el sindicato pertenece a sus miembros y no a intereses ajenos, que la justicia y la igualdad no son concesiones, sino derechos. Representa la fuerza de una clase que comprende que solo organizada y consciente puede transformar la realidad y conquistar lo que por derecho le corresponde.
La disyuntiva es profunda: retroceder hacia el corporativismo, donde la minoría dicta las reglas y el poder se concentra; o avanzar hacia la democracia sindical, donde la participación, la deliberación y el compromiso con el bien común definen el camino. La elección es nuestra, y no se trata solo de votos: se trata de sostener la idea de un sindicato verdadero, justo y libre. La opción es Azul.