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Mujeres comunistas: Benita Galeana: la voz que nació del pueblo

Benita Galeana: la voz que nació del pueblo

 

Por Cristina Espitia

En este artículo hablaremos de una mujer que nació y creció en un contexto marcado por la precariedad extrema, la marginación, el machismo y la violencia estructural. Su historia es la de muchas mujeres guerrerenses que han enfrentado en carne propia el abuso y la opresión, en un estado donde las desigualdades se sienten en cada rincón.

Su infancia fue marcada con el peso del trabajo duro y con el silencio impuesto a las mujeres, un silencio que dolía tanto como la pobreza misma. Aquellas experiencias forjaron su carácter y encendieron en ella una determinación inquebrantable: romper las cadenas de la explotación y abrirse paso hacia la militancia, convirtiendo su vida en un ejemplo de resistencia y dignidad. Esta es la historia de Benita Galeana Lacunza, una mujer que transformó su dolor en fuerza y su voz en un estandarte de combate.

 

Indomable voz del pueblo, luchadora social y escritora, Benita Galeana nació en San Jerónimo, Guerrero, el 7 de septiembre de 1907. Hija de Genaro Lacunza, hombre acaudalado que terminó por dilapidar su fortuna.

Su infancia transcurrió en San Jerónimo, Guerrero y a la edad de 14 años, aún siendo una adolescente, tuvo que mudarse a Acapulco para vivir con su hermana, aquí enfrentó la humillación, los abusos, la hostilidad y la carencias, propias del estado, dolorosas experiencias que marcaron y forjaron profundamente su carácter.

Cuando llegó a la Ciudad de México, Benita aceptó cualquier trabajo que le permitiera sobrevivir. Entre ellos, trabajó en el cabaret “El Viejo Jalisco”, un lugar de mala muerte, que la confrontó personalmente a las desigualdades y a las condiciones, qué incluso viven actualmente miles de mujeres en la capital y en todo el territorio nacional. Su espíritu inconforme y su naciente rebeldía la llevaron a afiliarse al Partido Comunista Mexicano durante la caótica década de los años treinta, donde nació su compromiso con la clase obrera y su dolor se transformó en fuerza colectiva. Allí conoció a intelectuales y compañeros de embate como José Revueltas, Juan de la Cabada, y Rubén Salazar Mallén, con quienes compartió ideas, militancia y sed de justicia.

Su activismo fue tan decidido y radical que pisó la cárcel en múltiples ocasiones (58 veces), siempre por organizar a trabajadores, repartir propaganda o encabezar protestas. Luchó ferozmente por los derechos de los obreros como la jornada laboral de ocho horas.

Durante su militancia compartió ideales con grandes mujeres como Consuelo Uranga, Concha Michel, Margarita Gutiérrez y Julia Hernández, Benita impulsó causas que cambiaron para siempre la vida de las trabajadoras: como  la creación de guarderías, sanatorios femeninos, la igualdad salarial-convirtiéndola en una pionera de la lucha por los derechos laborales de la mujer en nuestro país- y el derecho al voto, una batalla que se ganaría finalmente hasta 1952.

Con determinación, Benita realizó su activismo político con el Partido Comunista Mexicano. Se situaba a las puertas de fábricas, talleres y en cada mitin y manifestación para difundir y entregar ejemplares del periódico ‘El Machete’ a los obreros.

Sin embargo, frecuentemente recibía comentarios hirientes, machistas y despectivos por parte de aquellos trabajadores que no simpatizaban con el comunismo, pero nada logró quebrar su indómito espíritu de  justicia.

Benita Galeana Lacunza plasmó su vida en dos obras autobiográficas: Benita y El peso mocho. Con sincera honestidad, relata los momentos más difíciles de su infancia y su tránsito hacia la actividad política, al mismo tiempo que revive con detalle las costumbres y tradiciones de su querido y doloroso San Jerónimo, la tierra que la vio nacer y que marcó profundamente su identidad.

Aprender a leer y a escribir ya en la adultez fue, para Benita, un acto de emancipación personal: sabía que la verdadera libertad de la mujer radica en la superación y en la capacidad de contar su propia historia, no solo siendo testigo sino también sujeto histórico, convirtiendo su vida y sus textos en un legado de fuerza, resistencia y ejemplo para futuras generaciones.

Su compromiso social no fue solo por derechos legales y laborales,  sino por dignidad, justicia y el socialismo para quienes habían sido ignoradas e invisibilizadas durante generaciones. Su vida concluyó el 17 de abril de 1995 en la Ciudad de México, aunque su ejemplo y legado permanecen vigentes hasta la actualidad. ¡Benita vive, la lucha sigue!

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