Compromiso y educación: El legado de Elena Torres de Cuéllar
Por: Cristina Espitia
Hoy hablaremos de Elena Torres de Cuéllar, una educadora y escritora que dedicó su vida a enseñar y a luchar por los derechos de las mujeres. Fue una voz valiente que participó activamente en las transformaciones sociales de su tiempo, dejando un legado que sigue inspirando.

Nacida en 1893 en Mineral de Mellado, Guanajuato, ella fue una mujer adelantada a su tiempo. Maestra, escritora y luchadora social, dedicó su vida a enseñar y a defender la igualdad. Desde las aulas de la Casa del Obrero Mundial hasta las páginas de El Maestro Rural y La Voz de Ferrer, compartió ideas que buscaban abrir caminos. Participó en el Primer Congreso Feminista de Yucatan en 1916, levantando la voz por los derechos de las mujeres cuando pocos se atrevían a hacerlo.
Su ejemplo demuestra que a través de la noble labor de la enseñanza también es una vía para la revolución.

Diario Oficial. Primer Congreso Feminista en Yucatan 1916.
Fue hija de Macedonia Torres y Francisco Cuéllar. Para fortalecer su preparación como educadora y activista, Elena Torres de Cuéllar complementó su formación con clases particulares de contabilidad y mecanografía, tras haber cursado la primaria en la Escuela Pública de Guanajuato.
Elena Torres de Cuéllar siempre creyó que la educación es la base para transformar vidas. Desde sus primeros años, combinó el trabajo y el estudio en Guanajuato, tomando clases nocturnas mientras trabajaba como cajera. Sin un título formal, se formó en pedagogía y rápidamente comenzó a dirigir escuelas y enseñar en distintos lugares.
Su pasión por la justicia la llevó a involucrarse en la política y en los movimientos sociales. En Yucatán, participó en el primer Congreso Feminista y ayudó a crear un partido que defendía los derechos de las mujeres y los trabajadores. Más tarde, en la Ciudad de México, fue una de las fundadoras del Consejo Nacional de Mujeres y participó en la creación del Partido Comunista Mexicano, aunque luego tomó distancia para seguir su propio camino.
Elena también tuvo una voz valiente en la prensa, escribiendo contra la dictadura de Porfirio Díaz desde joven con varios seudónimos y, después, con su propio nombre en periódicos locales. Su compromiso la llevó a representar a México en el Congreso Internacional de Mujeres Votantes en Estados Unidos y a presidir la sección norteamericana de la Liga Panamericana de Mujeres.
Pero quizás su mayor legado fue como jefa del programa “Misiones Culturales”, donde trabajó para llevar la educación básica a las zonas rurales y formar a los maestros que harían posible ese cambio. Para Elena, educar era abrir puertas para un futuro más justo y lleno de oportunidades.
Elena Torres dedicó su vida a llevar la educación a quienes más la necesitaban. Desde 1942 hasta 1955 fue inspectora de educación primaria y colaboró con la UNESCO, trabajando para mejorar la enseñanza en México. Antes, en 1937, como directora de educación primaria rural y urbana, lideró una encuesta en más de 300 comunidades para entender mejor sus condiciones y diseñar políticas educativas más efectivas.
En la década de los 30, innovó al impartir clases de economía doméstica por radio, llegando a las zonas rurales más alejadas. También viajó por América Latina para compartir y aprender sobre educación rural.
Su compromiso con la educación la llevó a estudiar en el Teachers College de la Universidad de Columbia en Nueva York, gracias a una beca internacional en 1924. Allí participó en la Conferencia Panamericana de Mujeres. Al regresar a México, fue profesora en la Escuela Normal Superior, aunque perdió su cargo por sus críticas al gobierno y regresó a Estados Unidos, donde continuó enseñando.
Elena Torres falleció en 1970, pero su ejemplo nos muestra que acercar la educación a las comunidades más olvidadas es la clave para transformar vidas y construir un futuro más justo.
Elena Torres de Cuéllar nos muestra que la educación cobra sentido cuando llega a quienes más la necesitan, cuando se convierte en un puente para que cada persona pueda soñar y crear un futuro con más posibilidades y dignidad. Su ejemplo nos invita a valorar el acto de enseñar como un acto de esperanza y de apertura hacia un mañana mejor.
