A propósito de la política de alianzas del Partido Comunista de México
Pável Blanco Cabrera
Una crítica que con frecuencia se dirige a nuestro trabajo es la de que somos sectarios. Es necesario refutar tal imagen distorsionada, que por otra parte es la coartada de quienes, abrazando el oportunismo, en nada contribuyen para el proceso revolucionario. Y hemos de refutar tal argumento, tanto desde las bases de la teoría del marxismo-leninismo y de la experiencia del movimiento comunista, como también desde lo que ha sido la práctica política de nuestro Partido, de los elementos que dan cuerpo a nuestra estrategia y táctica para la toma del poder y la revolución socialista en México, es decir, la línea del frente antimonopolista, anticapitalista, antiimperialista, por el derrocamiento, el poder obrero y el socialismo-comunismo.
Del Manifiesto del 20 de Noviembre de 1994 se desprendieron dos tareas concretas: A) la construcción de un frente contra las medidas de choque del capital contra los trabajadores y la soberanía, B) trabajar para la unidad de la izquierda socialista. Así, se participó de la Conferencia nacional de la Izquierda Socialista en 1995; en 1997, una serie de iniciativas para con-memorar los 150 años del Manifiesto del Partido Comunista; se promovió el Movimiento Democrático Popular en 2000 con el PRP, UNIOS, el Movimiento de los Comunistas Mexicanos (con el PRP, PRS, PCR, CNPP), el Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica y la Promotora de Unidad Nacional contra el Neoliberalismo. En 2003 avanzamos a la unidad orgánica con el PRS, y en 2005 impulsamos La Otra Campaña, lo que significaba, para ser consecuentes, desligarse de la PUNCN y del llamado Diálogo Nacional; nuestra experiencia unitaria se extiende a los prolegómenos del IV Congreso cuando hicimos esfuerzos con un colectivo de activistas de la UNAM. Todas estas experiencias han estado ligadas a momentos de lucha del pueblo mexicano: la protesta para frenar la agresión militar contra el zapatismo en Chiapas y la Marcha del Color de la Tierra; la solidaridad con el SME frente a la ofensiva del capital para privatizar la industria eléctrica y los energéticos; el respaldo a la huelga del CGH contra las directrices de privatizar la UNAM y la educación superior; los procesos de unidad de las multicolores resistencias; la iniciativa del EZLN surgida de La VI Declaración de la Selva Lacandona; la APPO; las siempre dinámicas luchas del magisterio.
De nuestra experiencia pueden extraerse conclusiones y directrices para las tareas que el Partido Comunista de México tiene.
- a) El IV Congreso del PCM a través de las Tesis aprobadas concluye que para los comunistas ya no es prioridad la unidad de la izquierda socialista, que los esfuerzos en su busca fueron estériles y que han retrasado la construcción del Partido, la forja de los cuadros y el trabajo entre la clase.
- b) Que en la tarea frentista los comunistas fuimos arrastrados por la lógica de la resistencia, diluyendo nuestro programa, nuestros objetivos, arrastrados de nuestro centro de gravedad que es el movimiento obrero y sindical, por las coyunturas cortoplacistas.
¿Significa que desdeñamos la unidad y el frente, que no tenemos política de alianzas? No significa eso. Adelantemos: estamos por la unidad de clase, es decir, por la constitución del proletariado en clase, como primer deber del Partido Comunista; y por la alianza de la clase obrera con todas las capas oprimidas de la población y por la formación de un frente con fuerzas vivas, fuerzas sociales, reales, que trabajen para el derrocamiento del capitalismo y para la construcción del poder obrero.
Sobre la unidad de la izquierda socialista
Nos esforzamos casi 16 años en ello. Parte importante del trabajo de cuadros fue para las relaciones con las organizaciones de izquierda socialista. Por un lado, como problemas, están las concepciones ideológicas, la caracterización que se hace del capitalismo, el programa; por el otro los métodos de lucha y organización, y los funcionamientos reales, así como el asunto de las culturas forjadas, que son cercanas a lo que el marxismo define como sectas.
No haremos el recuento, organización por organización, pero resumiremos las diferencias, porque lo son en general con ellas.
Es frecuente que un grupo muy reducido de activistas, sin mayor presencia que la de una ciudad, entidad o región, adopten con rimbombancia el nombre de Partido, en ocasiones apoyados en algún movimiento de masas, sobre todo precarios, solicitantes de vivienda, comerciantes, etc. Encontramos que no tienen funcionamiento partidario en su vida interna y se guían por el pragmatismo, con lo que a lo largo de los años quedan integrados o absorbidos por la socialdemocracia. Hoy, con la facilidad de la comunicación electrónica para crear blogs, sitios web o redes sociales, aparecen grupos, grupúsculos o individuos, que proclamándose socialistas o comunistas, aún sin tener existencia orgánica real, contribuyen a crear confusión, jugando inclusive un rol policial.
Existe sí, como realidad, en primer lugar por las expulsiones ocurridas en el PCM como resultado del viraje de las políticas de los años 40 y de la influencia browderista; luego, a raíz de la divergencia entre el PCUS y el PCCh, y de la influencia de la línea de la guerra de guerrillas; pero sobre todo, a partir del impacto de la contrarrevolución de los 90, una diáspora deriva-da tanto del primer PCM como del PPS. No hablamos de los destacamentos del trotskismo, sino sólo de los que de una u otra manera tenían como referente al movimiento comunista internacional.
En ellos encontramos en primer lugar una concepción distorsionada de la realidad nacional. Todos consideran que México es un país dependiente y semi-colonial, por lo que es una tarea primordial la independencia nacional con relación a los EEUU, y las alianzas con lo que llaman la burguesía nacional. Ninguno considera un asunto de importancia la evaluación y el estudio científico de la construcción socialista en el siglo XX. La verdad es que no hay conocimiento profundo del marxismo-leninismo, pero tampoco se considera de importancia el rol de la teoría, y por el contrario se percibe un desprecio de la misma.
En términos organizativos no hay funcionamiento leninista. Fundan su acción en el caudillismo, en el grupismo, en la informalidad; en algunos casos funcionan como colectivos, con un asambleísmo interminable, y en otros con total dependencia de sus dirigentes.
Nosotros, que intentamos un proceso unitario con el PRS, encontramos que en varios años no tuvieron interés por crear ninguna célula; aunque algunas fueron creadas en el papel, la verdad es que no tenían ni funcionamiento, sino que su acción se basaba en la actividad de individuos y no de organizaciones, con una fuerte tendencia a la simulación.
Nuestra conclusión es que ideológicamente somos incompatibles con lo que se llama izquierda socialista en México, que además no tiene funcionamiento orgánico leninista, y está plaga-da de los vicios de la politiquería. En las actuales condiciones, los procesos unitarios termina-rían por reproducir los errores, las deficiencias se convertirían en un elemento cualitativo que terminaría por hacer fracasar, estallar, cualquier intento en esa dirección.
¿Negamos que esta situación pueda cambiar? Es verdad que nuevas condiciones pueden pre-sentarse, sin embargo con base en nuestra experiencia, ya no bastan las buenas voluntades, son necesarias las siguientes premisas.
1) En lo ideológico, la plena unidad en torno al marxismo-leninismo y las tradiciones de la Internacional Comunista. Una cuestión indispensable y en la que no haremos concesión alguna tiene que ver con la posición alrededor de la construcción del socialismo en el siglo XX.
2) En lo programático, con base en el método del marxismo-leninismo, la caracterización correcta del desarrollo del capitalismo en México, lo relativo a la interdependencia (elemento que nos diferencia cualitativamente de todos) y la superación del etapismo, rechazando las alianzas y pactos interclasistas con la burguesía; colocar con claridad el objetivo estratégico del derrocamiento y del socialismo-comunismo.
3) Pleno funcionamiento de los métodos leninistas de organización, del centralismo democrático. Combate a los métodos caudillistas, caciquiles, fraccionales, a la cultura de secta.
4) Reconocimiento de la Historia del movimiento comunista del país, y no concepciones pequeñoburguesas según las cuales se tiene que reivindicar únicamente el trabajo propio.
El frente no es la suma de las debilidades existentes, sino la alianza de las capas oprimidas.
Sin política de alianzas no hay planteamiento serio para la toma del poder. Pero lo primero es la constitución del proletariado en clase, tarea que nos fue asignada por Marx y Engels, ya desde 1847-48, a través de la lucha económica, ideológica y política, es decir de la acción sindical, de la confrontación con el capital en los centros de trabajo, contra la desvalorización de la fuerza de trabajo; a través de la organización política, en el partido de clase, el partido comunista, de la consciencia de clase, de asumir las banderas del socialismo. Por eso los comunistas buscamos centrar todos nuestros esfuerzos ahí en el núcleo de la clase obrera industrial, abarcando a todos los trabajadores de la ciudad y el campo. Para romper la dominación y hacer añicos la dictadura de clase de los capitalistas, derrocándolos, es necesidad que la clase obrera busque la alianza con todos los oprimidos, pueblos indios, campesinos, capas medias empobrecidas, aislando el poder de los monopolios: unidad de todos los de abajo contra los pocos de arriba.
En la experiencia del movimiento comunista internacional existe el frente único, el frente único desde abajo, el frente popular, y después, del llamado frente democrático o frente antiimperialista. Estudiamos las experiencias de nuestra clase en el país y el mundo. Para nosotros no existe interrogante sobre la necesidad del frente, pero sí de precisar sus características para la Revolución.
Durante más de 50 años en México imperó la política del frente democrático, para una revolución democrática y de liberación nacional, como etapa necesaria para el socialismo. La experiencia nos demuestra que, más que alianza con la burguesía, fue supeditación a ésta. Esa estrategia oportunista fue cuestionada cuando se alteró la correlación de fuerzas internacional.
Un problema más sobre el frente es que se instaló en la cultura política a éste como alianza de organizaciones políticas, y no de fuerzas sociales, produciéndose una simple mesa de coordinación, en muchos casos de membretes, sin presencia ninguna en el movimiento real, que pueden inclusive impactar en la coyuntura, pero que terminan diluyéndose. El vicio de crear membretes llega a tal demencia que encontramos en una mesa a un mismo individuo representando dos o tres membretes, sin capacidad movilizadora ninguna, es decir, la más impune simulación.
Los comunistas entendemos que no basta con que las ideas de nuestra clase sean justas, sino que hay que tener la fuerza y la organización para que triunfen. Entonces está claro que tenemos que construir una correlación de fuerzas favorable.
Sobre el Frente que queremos construir éstas son nuestras definiciones:
1) Su carácter programático antimonopolista, anticapitalista, antiimperialista, por el derrocamiento del poder de los monopolios, por el poder obrero y la construcción del socialismo-comunismo.
2) Basado en la alianza de las clases y capas oprimidas, construido por fuerzas sociales (movimiento obrero y sindical clasista, campesinos pobres, pueblos indios, migrantes, mujeres, estudiantes, jóvenes, capas medias empobrecidas). Dirigido por la clase obrera.
3) El papel del Partido Comunista de México como vanguardia política de la clase obrera, será transversal al Frente, luchando por su autonomía e independencia con relación a la actual clase dominante, firme en su programa revolucionario y con capacidad de orientar en los virajes bruscos de la lucha de clases, en un periodo de crisis y situación revolucionaria y de confrontaciones agudas con lo viejo, con la burguesía y su Estado.
Nos oponemos a cualquier simulación del frente, a alianzas de membretes, o a un frente que no se base en fuerzas reales.
Pasos lentos, pero seguros, se dan en esa dirección. Aún tenemos un largo camino que recorrer, pero tenemos un rumbo para alcanzar las metas que lleven a resolver la contradicción capital/trabajo y poner fin a la explotación del hombre por el hombre.
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