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Clase y masas. A propósito del objetivo de los comunistas en el trabajo de masas

Pável Blanco Cabrera

Primer Secretario del PCM12476264_10153846913822173_604599060_n

Los comunistas discrepamos de la concepción idealista en la que las transformaciones sociales son protagonizadas por individuos, por personalidades, y por el contrario, desde la concepción materialista de la historia, de la que partimos para nuestro análisis y nuestros enfoques sobre el desarrollo social, reivindicamos que en todo proceso revolucionario el protagonismo lo han tenido las masas, en tanto que clases oprimidas interesadas en romper con el viejo orden.

Sin embargo el concepto masas está muy tergiversado hoy día, por varias razones, de naturaleza ideológica y de práctica política del oportunismo.

Es necesario que precisemos eso, por varias razones, entre ellas la naturaleza del Partido, y la intervención de éste en los proceso de lucha que cotidianamente se desenvuelven más allá de su centro gravitacional, es decir los centros de trabajo a donde acude la clase obrera a vender su fuerza de trabajo.

El partido comunista no es un partido de todo el pueblo, es el partido de la clase obrera, su vanguardia; sin embargo en nuestra época, la clase obrera para emanciparse necesita emancipar a todas las clases y sectores subalternos, y ello la hace portadora de todas las banderas de los hoy explotados y oprimidos, y los intereses de la clase proletaria son a su vez los intereses populares en el sentido programático. Ahora bien, ello no significa que el instrumento de lucha de la clase obrera, su estado mayor, el partido político revolucionario, tenga que convertirse en un partido popular, sino que debe luchar en toda circunstancia para asegurar su carácter de clase, su naturaleza clasista, su carácter selectivo, combativo, disciplinado.

Y hay que subrayarlo, el partido de cuadros es cualitativamente superior al partido de masas, y no solo por la diferencia que hay entre un militante y un afiliado, sino por la diferencia que existe entre revolución y reforma. Ello por supuesto no implica que el partido de cuadros tenga que limitarse a un reducido círculo, por el contrario, tiene que ser un partido grande, numeroso, presente en la mayor cantidad de centros de trabajo que sea posible, pero sin perder sus características cualitativas. Ni la secta debe confundirse con el partido de cuadros, ni identificarse al partido de masas con el partido fuerte.

El partido de cuadros busca cualificar a sus militantes, educarlos y prepararlos para intervenir con mayor eficacia en las luchas de la clase obrera, en primer lugar para forjar la consciencia de clase, en segundo lugar para organizarla políticamente, y en tercer lugar para dirigir su lucha, acorde a una estrategia y táctica hasta alcanzar el objetivo del poder. Consciente de esos objetivos el partido comunista no puede ser una secta de iluminados, sabiondos de la teoría y que procuren a toda costa eludir la intervención en las luchas porque puede contaminar su pureza; y no estamos haciendo una caricatura del sectarismo, porque ese drama lo vivimos en la historia de nuestro Partido, cuando entre 1996 y el año 2003, se impuso una concepción que rechazaba todo trabajo organizativo entre la clase y el pueblo, empezando por rechazar el trabajo entre los sindicatos. Es cierto que detrás estaba la experiencia muy negativa de las organizaciones de masas economicistas que derivaron en el oportunismo.

Es conveniente resaltar que el concepto partido de masas también puede encerrar un profundo sectarismo. La experiencia nos enseña que el partido de masas va reblandeciendo sus concepciones teórico-políticas hasta diluirlas en el silogismo de mayor fuerza-menor identidad, mayor fuerza- deriva ideológica.

En el caso del PCM, se asume como un partido de cuadros y el centro de su intervención es la clase obrera y su núcleo: el proletariado industrial. Ahora bien, éste trabajo es directo, es decir la intervención propiamente política, y lo es también a través de las formas asociativas de masas de la clase obrera, como son los sindicatos, o los movimientos reivindicativos que la clase obrera va desarrollando. Estos trabajos tienen múltiples expresiones y requieren de especialización, constancia, mucha disciplina y total seriedad. No se trata de que el partido comunista esté solo a puerta de factoría con agitación y propaganda, sino de estar dentro de los mismos centros laborales, sorteando la represión, listas negras, despidos, estableciendo ante la clase obrera el vínculo entre la lucha reivindicativa y la lucha por el socialismo-comunismo, entre la defensa cotidiana de los derechos sindicales y laborales y la consciencia de clase, entre la lucha espontánea y la necesidad y dificultades de construir al partido.

Está probado que ese rol del partido comunista en el trabajo y organización de base entre la clase obrera no es asumido por nadie más. Y que otras corrientes de izquierda, desviaciones del marxismo, aunque han buscado competir con los comunistas terminan por deturpar la concepción de masas, y de la lucha de masas. Tanto los trotskistas, la nueva izquierda, el maoísmo, y los partidarios de la liberación nacional.

Regularmente ocurre que otras corrientes políticas acuden a lo que es novedoso. Así la mudanza de la forma política a las ONG fue masiva en los 90, y lo mismo ocurrió con los llamados movimientos sociales en la primera década del siglo XXI. Ellos que en los años 60, 70 y 80, conocidos como nueva izquierda (nuevos bernstenianos sería mejor) rivalizaban con los partidos comunistas en centros de trabajo y sindicatos, pero enfatizando que la clase obrera perdía su carácter revolucionario frente a los estudiantes terminaron erigiendo un nuevo culto al espontaneísmo y las ideas de Bernstein del movimiento por el movimiento mismo, sin importar el fin, los objetivos.

Pero si el trabajo del trotskismo y la nueva izquierda tuvieron su centralidad en los estudiantes y algunos trazos de burdo obrerismo que devino en sindicalismo azul –financiado por las fundaciones de la socialdemocracia alemana- el impacto mayor lo tuvo en nuestro país por varias décadas el maoísmo.

Expresado como línea de masas a partir de 1968 implantó el maoísmo cuadros y activistas en el norte del país, en cinturones de miseria, y desarrolló un trabajo entre masas no proletarizadas, como comerciantes ambulantes, colonos, solicitantes de agua, luz y otros servicios básicos, así como campesinos. Tal trabajo organizativo regional fue en términos de crecimiento tan impactante que se convirtió en un modelo del movimiento de masas que a imagen y semejanza se expandió nacionalmente, con las coordinadoras. Es bajo la hegemonía de esas concepciones oportunistas que suele afirmarse que el trabajo de masas es el de la gestión social, es decir la presión para arrancar al Estado algunas concesiones destinadas a paliativos, soluciones temporales.

En tal trabajo de masas el economicismo es el elemento aglutinador y lo ideológico no solo es secundario o subordinado, sino paulatinamente abandonado, desdibujado. En la evaluación histórica ese movimiento de masas pasó de colaborador del Estado a correa de transmisión del Estado. Y sin rubor se ajusta a los tecnicismos que para la gestión impone el Estado, a los cánones que van resultando de la modernización burocrática, como ajustarse a los calendarios de los proyectos productivos, a las normas y protocolos, al llenado interminable de formatos y a toda la parafernalia que la industria del lucro de la pobreza constituye. Los antiguos organizadores de la lucha por arrancar concesiones a las dependencias estatales que atienden la vivienda, el desarrollo social, el campo, se reconvirtieron en funcionarios de tales dependencias y hasta en titulares de secretarías del gobierno federal. En todo caso, tal movimiento de masas proporcionó al Estado contingentes de cuadros que hoy realizan la escasa labor social que el reducido presupuesto asigna a esos rubros, con varios propósitos: a) lucrar con la pobreza[1]para utilizarla electoralmente a favor de una u otra de las opciones políticas burguesas[2], y no es una cuestión menor, sino uno de los factores de triunfo, con los que la farsa de democracia se alimenta; b) Contener a las masas empobrecidas en la lógica de que el sistema puede aún darles algunas soluciones, aunque pasajeras, para mantenerlas como reservas de la contrarrevolución, como pilar del Estado; d) La utilización de tales organizaciones de masas como una fuerza represiva, al emplearlas como instrumentos paramilitares contra organizaciones y movimientos autónomos e independientes.

Es tal el carácter complementario entre esa noción del movimiento de masas y el Estado, que por ejemplo por las escuelas de la SEDESOL, SAGARPA, CDI, etc, pasan los cuadros y activistas de los distintos agrupamientos, y que éstos ajustan su calendario de movilización-negociación a la apertura de ventanilla de liberación de proyectos productivos.

A pesar de la fraseología prosocialista esta concepción dominante en el movimiento de masas -cada vez más debilitada, en relación directa a la reducción del presupuesto público en materia social del Estado- debe ser criticada y derrotada por los comunistas.

Por varias razones, que tienen su explicación, se produjo una discontinuidad del trabajo de los comunistas en el movimiento de masas de nuestro país. El trabajo de los comunistas entre las masas proletarias fue exitoso, con frutos como la CSUM y la unidad sindical expresada en los primeros años de la CTM, y sobre todo la organización de la clase obrera en sindicatos de rama, sobre todo industriales, como ferrocarrileros, mineros, petroleros, textiles. También con los campesinos, en tiempos en que las guardias blancas actuaban con terror en contra de aquellos que buscaban organizar la lucha agraria. Pero hay otros ejemplos de importancia, como el trabajo con el sector inquilinario, destacadamente en la Ciudad de México y el Puerto de Veracruz, con los desempleados, con las mujeres, entre los estudiantes y la juventud en su sentido más amplio; inclusive directamente con un trabajo entre las masas abiertamente político, como en la lucha contra el fascismo, la guerra, la solidaridad.

Y en un periodo de reflujo con la lucha de masas contra el charrismo y otros mecanismos estatales de control sindical, como las huelgas magisteriales, ferrocarrileras y mineras.

Si apreciamos el periodo de reorganización partidaria de los comunistas, a partir de 1994 está muy marcado por la experiencia negativa, de los 70, 80 y 90, que generó una posición sectaria, comprensible en el momento en que lo fundamental era asegurar la construcción del Partido, empezando en de cero y en condiciones ideológicas de colosal adversidad. Así por ejemplo el rechazo sectario a realizar trabajo en los sindicatos controlados por el Estado, es decir prácticamente excluirnos de cualquier trabajo sindical. A pesar de ello, y con tropiezo, camaradas provenientes de experiencias anteriores en el movimiento de masas levantaron luchas importantes. Inicialmente con Bandera Roja como organización de lucha en Baja California, Chihuahua, la AOS en el centro de Veracruz, así como un trabajo en el SME y el magisterio. Esa experiencia y ese trabajo, mínimos pero reales, buscamos integrarlos a la CUT, cuando el fallido intento de unidad orgánica con el PRS, pero con el mismo resultado que en lo partidario: un fracaso puesto que la CUT concebía el trabajo de masas como estricta gestión frente al Estado.

La pregunta de fondo planteada en la política del nuevo paso que marcó el IV Congreso del Partido es si la política de masas de los comunistas debería circunscribirse a la lógica imperante, es decir a la que criticamos del maoísmo. Y la conclusión es que no. Sin embargo, una y otra vez aparece la cuestión.

Insistimos, esa lógica se eslabona directamente con la dominación estatal, control de un importante sector del movimiento de masas, cooptación y degeneración de cuadros, y una acción sin salida (movilización-negociación) que no hace avanzar la política revolucionaria, ni el grado de consciencia y organización clasista.

No es el problema luchar por las reivindicaciones inmediatas, sino la cuestión de eslabonar con el objetivo estratégico de la época, que es la Revolución socialista, por lo que es inaceptable encadenarse al reformismo, lo que incluye no solamente tener clara la dirección principal de nuestro trabajo entre las masas, sino en absoluto reeditar la política reformista del trabajo de masas.

¿Por qué algunos camaradas insisten en tener como modelo la política reformista en el movimiento de masas, de simples gestores? En primer lugar seguramente porque el giro obrero no da resultados inmediatos y vistosos, ni eslabona en el corto plazo la política de los comunistas con las masas proletarias, es árido el camino y aún falta mucho para las primeras buenas cosechas, en ello habrá de tenerse una paciente impaciencia.

Recapitulemos.

El centro de la política de masas del Partido Comunista son las masas proletarias, es decir, específicamente la clase obrera. Eso en primer lugar. Si mantenemos la concentración de fuerzas en esa dirección los resultados abonaran una política revolucionaria, no solo en un Partido Comunista fuerte por su cantidad, sino por su composición. Una política de los comunistas para organizar y concientizar a las masas proletarias debe apoyarse en la experiencia histórica de la Internacional Comunista, en la orientación táctica de mayor elaboración, que es, en mi opinión, la del frente único desde abajo[3]. En ello nuestra I y II Conferencia Obrera Sindical dieron pasos importantes.

Como parte de la política de agrupamiento antimonopolista, anticapitalista y antiimperialista, el PCM está en la obligación de agrupar a las capas medias y sectores populares sobre la base de sus aspiraciones y demandas reivindicativas a condición de revolucionarizarlas, es decir politizarlas, conectándolas con una política anticapitalista consecuente, por la alternativa del socialismo-comunismo, en cuanto condición esencial para que las masas en general y las masas proletarias en específico encuentren verdaderas soluciones a sus demandas.

Algunos camaradas critican que hay elementos de sectarismo en nuestra política, en tanto que importantes sectores populares se encuentran bajo la influencia de la socialdemocracia, y no hay en nuestra política y consignas una conexión que tienda puentes donde ellas puedan abandonar ese campo y colocarse en el campo revolucionario. Sin embargo el argumento coloca una cuestión grave, que es el abandonar el frente ideológico con la socialdemocracia y a la larga con la propia burguesía. Se dice que nuestra política es abstracta y que nuestras consignas no están en correspondencia con el nivel de consciencia contemporáneo de las masas que es atrasado. Pero no se trata de rebajar, como insistía Lenin, el contenido de nuestras consignas para agradar a las masas, sino de elevar su consciencia para que asuman la política revolucionaria de la clase obrera. También se nos crítica por no plegarnos a los movimientos espontáneos, pero es erróneo querer conquistar a las masas asumiendo acríticamente sus demandas erróneas.

Los choques presentes y futuros, que acentúan el conflicto de clase, no serán sino anécdotas, si nuestra política de masas no se aferra a las posiciones desarrolladas por el IV y V Congreso del PCM. Sobre las consignas, métodos, combate a las desviaciones, sobre todo las sectario-oportunistas, hay que abundar, hoy sin embargo queremos precisar a que nos referimos cuando hablamos de masas, puntualizamos: masas proletarias, clase obrera. Ahí el mundo de intervención del PCM, que no es mínimo, ni reducido como algunos pensarían, sino una complejidad, por los grados de organización, niveles de consciencia y que requieren de una gran tensión en la investigación, estudio, elaboración teórica, y práctica de los comunistas para una política correcta que tenga consignas, justas y oportunas. Lo demás, es lo de menos.

[1] Gran negocio en nuestro país, donde 60 millones de habitantes se encuentran en la situación de extrema pobreza.

[2] Todos los partidos burgueses tienen su expresión de masas, y todos han usado la gestión estatal para fortalecer las suyas.

[3] Aporte fundamental del XII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista

Un comentario en “Clase y masas. A propósito del objetivo de los comunistas en el trabajo de masas”

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