Sobre la teoría oportunista del “Socialismo del siglo XXI”
Sobre la teoría oportunista del “Socialismo del siglo XXI” [1]
Dimitris Karagiannis
(Miembro del Consejo Editorial del periódico Rizospastis, órgano del CC del KKE)
Los procesos positivos que se han logrado durante los últimos años en los países de América Latina (en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay, Paraguay, Chile, Argentina, Brasil, últimamente la resistencia popular en El Salvador y Honduras) en diferente medida y profundidad en cada país, han creado expectativas importantes en todo el mundo. Sin embargo, no son pocas las confusiones y las ilusiones que derivan de estas.
Las principales características de la nueva situación son la oposición al imperialismo norteamericano que llega a la identificación del concepto del imperialismo con los EE.UU. y a su caracterización como “imperio”. Además, de manera errónea y unilateral se acerca al asunto de vínculos de dependencia de cada país en el marco de las interdependencias que existen dentro del marco del sistema imperialista global. Resulta evidente la carencia de aproximación clasista y de la necesidad de la lucha de clases y del conflicto con los intereses del capital. Al mismo tiempo, debido al análisis equívoco del imperialismo contemporáneo así como al predominio de las influencias oportunistas, la burguesía se divide incorrectamente en nacional y servil a potencias extranjeras.
A menudo, sectores de la burguesía -es decir propietarios de medios de producción que controlan la economía- participan en frentes que consiguen ganar en las elecciones no con el objetivo de derrocar el capitalismo sino para fortalecer su papel y reclamar mayor trozo del pastel del conflicto sobre todo contra el capital norteamericano. Esto en realidad ocurre en todos los países, desde Brasil, Argentina y Chile que reivindican desempeñar un papel protagonista en la región hasta El Salvador, Bolivia y Venezuela donde el proceso está más avanzado. Esta intención de la burguesía en cada país, en relación con el nivel de desarrollo capitalista, va mano a mano con un antiimperialismo-antiamericanismo existente entre los sectores populares como reacción a las políticas antipopulares duras que se implementaron en el continente durante la década pasada por fuerzas políticas que tenían buenas relaciones con los monopolios norteamericanos. Mientras se está promoviendo la plataforma del llamado “socialismo del siglo XXI”, sobre todo en Venezuela y Bolivia, se crea una imagen borrosa en cuanto a la perspectiva socialista.
La nueva teoría…es vieja.
A ver que significa esta “nueva teoría” lanzada como “socialismo del siglo XXI” adoptada, no por azar, por varias fuerzas políticas que han pactado con el sistema, reformistas y oportunistas como el Partido de la Izquierda Europea. La llamada teoría del “Socialismo del siglo XXI” se promueve desde 1996 por el sociólogo alemán Hans Dietrich Stefan (que vive y enseña en México desde 1977) que ha desempeñado el papel de asesor del presidente de Venezuela Hugo Chávez. Esta teoría que se desarrolló después del derrocamiento en los países socialistas parte de la suposición arbitraria que “el capitalismo y el socialismo real reprodujeron un déficit enorme de democracia y no consiguieron resolver problemas urgentes de la Humanidad, tal como la pobreza, el hambre, la explotación, la opresión económica, el sexismo, el racismo, la destrucción de los recursos naturales y la falta de una democracia verdaderamente participativa”.
Dietrich y su teoría, invalida la contribución del socialismo en el siglo XX, agrupando junto el sistema explotador y la construcción socialista que consiguió importantes logros para la Humanidad abriendo el camino por una sociedad sin explotación del hombre por el hombre. Considera que el “programa social de la burguesía y del proletariado histórico” ha fracasado y subraya que “ha llegado la hora de superar la civilización de la clase dominante hacia una sociedad global poscapitalista, la democracia liberal generalizada”. Esta creación se presenta como “nuevo socialismo del siglo XXI”. Sostiene que se va a basarse “en la economía mixta, en la variedad de las formas de propiedad (social, cooperativa y privada)” en que supuestamente la propiedad social va a tener prioridad y “va a basarse en la teoría laboral marxiana del valor mientras que los valores que se producirán serán distribuidos democráticamente a los que los producen en contradicción con los principios de la economía del mercado”.
El elemento utópico y arbitrario es evidente ya que en una sociedad donde coexiste la propiedad privada en los medios de producción con fines de lucro, es decir las empresas capitalistas, no se pueden imponer prioridades sociales. Sin embargo, Dietrich para que su noción sea más convincente sostiene que el capital privado estará obligado por la producción estatal social dominante a ponerse al servicio del desarrollo a favor del pueblo, que “el sector público prevalecerá sobre el sector privado”. Además, va más allá de la cuestión de la planificación central como elemento esencial para la construcción socialista sosteniendo que esto se resolverá por la nueva tecnología con la potencialidad que tiene en la actualidad. Se trata de una “mezcla” de oportunismo y de ideas utópicas que no se puede aplicar simplemente porque no puede existir socialismo mixto o socialismo del mercado. Se trata de una teoría tan antigua como los primeros revisionistas del marxismo, que en realidad pretende dar coartada izquierdista a un tipo de gestión socialdemócrata del capitalismo.
Sin embargo, esta teoría afecta más ampliamente a sectores populares en países de América Latina y otros lugares, con poca experiencia política. Además se promociona la percepción que se pueden desarrollar alianzas políticas amplias que no necesiten homogeneidad ideológica como si la política y la ideología pudieran separarse por grandes murallas. Cuestión clave para que se entienda que esta teoría en realidad constituye un variante de gestión socialdemócrata del capitalismo, es el criterio de la propiedad de los medios de producción, el análisis desde el punto de vista de clase de a quién sirve esta “nueva teoría”. El enfoque oportunista presentado como socialismo del siglo XXI, pasa por alto el asunto fundamental que los derechos de los trabajadores y de los sectores populares son contradictorios a los de la burguesía y de los capitalistas; no pueden identificarse en el nombre de una “democracia participativa y pluralista” ya que no se toma en cuenta el hecho que la lucha de clases es irreconciliable.
El proceso bolivariano
En este espíritu debe ser visto el llamado proceso bolivariano en Venezuela que en 1998 abrió el camino de cambios a favor de los sectores populares pobres mediante la utilización de importantes ingresos estatales provenientes sobre todo del petróleo. En estos se basaron los programas sociales que contribuyeron a erradicar el analfabetismo, proporcionar servicios de salud a sectores populares, fortalecer las cooperativas, distribuir parcelas de tierra a los campesinos sin tierra, mejorar la alimentación a través de tiendas estatales con precios bajos afrontando la especulación del sector privado de alimentos, dar préstamos y subvencionar otros sectores como la cultura y los deportes. La cooperación mutua que se desarrolló desde el primer momento con la Cuba socialista desempeñaba un papel importante en estos programas.
Sin embargo, en este proceso caracterizado como “antiimperialista de liberación nacional” no se ha impulsado el conflicto con la burguesía que todavía tiene el poder económico. El socialismo al que se refiere el presidente de Venezuela y se adopta por el Partido Socialista Unido, organizado en todo el país como un partido multiclasista y de varias tendencias, está bastante lejos del socialismo científico. Hugo Chávez restablece con sus declaraciones posiciones del eurocomunismo en quiebra, en contra de la dictadura del proletariado y a favor de un supuesto “socialismo democrático”.
La esencia del carácter de estas posiciones deriva de la influencia de aproximaciones burguesas, socialdemócratas sobre el socialismo del siglo XX. Incluso la URSS y los demás países socialistas se caracterizan como regímenes autoritarios y burocráticos cuya contribución internacionalista contra el imperialismo, como por ejemplo a Cuba, o el apoyo de movimientos populares no se pueden ignorar.
Pequeño burguesía y preservación del capitalismo
En esta dirección está la propuesta para la creación de la llamada “Quinta Internacional Socialista” promovida por el presidente Chávez y su partido, como un paso necesario para la perspectiva del “socialismo del siglo XXI”. Se trata de una propuesta dominada por grandes confusiones. Incluye una generalización sobre el antiimperialismo abarcando las alianzas políticas estatales necesarias para mantener la corriente de cambio existente en el continente americano promocionando percepciones que no exceden el marco de gestión del capitalismo o de la cooperación mutua de estados, contra lo que se define como “imperio de los EE.UU”, siguiendo en el marco del sistema dominante.
Tal cooperación es la forma de cooperación avanzada que se basa en la solidaridad, la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) en que participan Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, los pequeños países de las islas de Caribe Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas y Honduras con el anterior (hoy en día destituido) presidente Manuel Zelaya que había firmado un tratado de entrada. Sin embargo, la participación de la Cuba socialista no cambia el carácter de esta alianza interestatal entre estados capitalistas. Es exactamente por eso, es decir que no se trata de cooperación entre países socialistas, que no puede ser considerada como un verdadero contrapeso al imperialismo. Tampoco caben ilusiones en cuanto a otras uniones como la Unión de Naciones Suramericanas (en que participan Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Venezuela, Ecuador, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay, Guyana) donde los intereses estatales burgueses y los antagonismos entran en conflicto. Al mismo tiempo grandes potencias en América Latina como Brasil, participan a nivel internacional en cooperaciones como la BRIC (Brasil, Rusia, India, China) o incluso se desarrollan relaciones con Rusia, Irán y China.
Por lo tanto, queda claro que las relaciones diplomáticas y las cooperaciones interestatales no deben ser confundidas con plataformas por la perspectiva socialista. Esta percepción predomina en el llamado “Compromiso de Caracas” que propuso el Partido Socialista Unido de Venezuela en la reciente reunión de partidos en Caracas e impregna el espíritu de la propuesta de Chávez para la “Quinta Internacional”.
El socialismo como comunismo inmaduro es la sociedad en que el pueblo y sus aliados están en el poder (en términos científicos ésta es la dictadura del proletariado) que es condición previa para la abolición de la propiedad capitalista en los medios de producción y su socialización. Además, la lucha por el socialismo no se puede llevar a cabo sin la existencia y el accionar, como organización independiente, del partido revolucionario, del partido de la clase obrera, del Partido Comunista que juega el papel dirigente en esta lucha construyendo al mismo tiempo alianzas sociopolíticas para la confrontación con el imperialismo y los monopolios.
Es una lucha que la historia ha demostrado que va a ser dura ya que el imperialismo lucha con “uñas y dientes” cualquier intento de derrocamiento contrarrevolucionario del injusto sistema explotador. De este punto de vista, formulaciones en el texto de “Compromiso de Caracas” que condenan la violencia en general, incluso la que emplean y tendrán que emplear las fuerzas militantes revolucionarias, reafirman el contenido socialdemócrata de todo el intento que no permite a los pueblos que elijan cualquier forma de lucha.
El debate que se desarrolla sobre el nuevo socialismo señala la necesidad de intensificar el debate ideológico-político, de fortalecer los Partidos Comunistas y de construir el llamado polo de partidos marxistas-leninistas que defiendan determinadamente los principios de la lucha de clases, la necesidad de la revolución socialista, del derrocamiento del capitalismo y de la construcción del socialismo que tiene como contenido el poder político de la clase obrera, la socialización de los medios de producción, la planificación central y el control obrero.
En esta dirección es de gran importancia hacer frente a las ilusiones y confusiones y aún más a las percepciones pequeñoburguesas presentadas como “socialismo del siglo XXI” que se basa en la preservación de la propiedad privada en los medios de producción, la negación de la contribución positiva de la URSS y en general del socialismo que conocimos en el siglo XX, así como el rechazo de las leyes que rigen la revolución y la construcción socialista, la socialización de los medios básicos de producción, la planificación central de la economía y el control obrero-popular.
[1] * Artículo publicado en el periódico Rizospastis, el 13 diciembre de 2009.