Buscar por

Los clandestinos. El Partido Comunista

Capítulo 2 del libro “De la rebelión popular a la sublevación imaginada. Antecedentes en la historia política y militar del Partido Comunista de Chile y el FPMR 1973-1990”. pp.18-30.

Autor: Luis Rojas Nuñez

En ese julio de 1986, aún no se cumplían seis años desde que el secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, anunciara la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM) en un conocido discurso de septiembre de 1980 en Moscú. Para muchos comunistas que hacía años trabajaban el tema militar, este enunciado no fue un cambio radical a la tradicional política “no armada” del PC, pero sí todo un acontecimiento el escuchar que por primera vez se alentaba a emplear “todas las formas de lucha” incluso la “violencia aguda”, y se reconocía el “derecho del pueblo a la rebelión”11 después de casi sesenta y ocho años de vida como organización política y siete de la derrota del gobierno popular de Salvador Allende y del golpe militar ocurrido el 11 de septiembre de 1973. Esta significativa inflexión en la línea política del PC dejaba una puerta abierta por donde se introducirían concepciones, estructuras y tareas militares nunca antes vistas en su historia. Sebastián, miembro de la máxima dirección del PC, fue el jefe de su Comisión Militar y de todos los militares comunistas en tiempos de dictadura. Entrevistado para esta investigación, reconoce sin ambigüedad que “fue un largo proceso con muchas contradicciones en la Comisión Política -máxima autoridad política del PC entre congresos-, donde se entendía de diversas formas el contenido de esta rebelión […] En realidad, nunca se llegó a una posición única y eso le restó mucha fuerza a esta política”.12 11 De lo vivido y lo peleado. Memorias de Luis Corvalán en el capítulo “El derecho a la rebelión contra la tiranía”. Santiago: LOM ediciones, 1999. 12 Detalles de estas contradicciones los narra Francisco Herreros en el capitulo “Anatomía de un debate”, donde se explaya en contradicciones entre las direcciones interior y exterior. Estos desacuerdos que escapan a una”connotación geográfica” reflejan profundas diferencias de concepciones políticas que “explotarían” en toda su magnitud en el XV Congreso del PC realizado en 1989. Detalles en Iván Ljubetic “La crisis que comenzó en los años ochenta.

pcch
Esas contradicciones internas previas al nuevo rumbo se prolongarían en el tiempo. Haber definido una línea general que señalaba el “derecho del pueblo a la rebelión” no solucionaba ni entregaba un contenido concreto al cómo y al qué debían hacer los comunistas para cumplir con el “supremo recurso de rebelión contra la tiranía”. Es muy difícil precisar fechas en la reconstrucción de estos acontecimientos cuando no quedan -por razones obvias- actas ni documentos que los precisen. “Tiene que haber sido a fines de 1981 o comienzos de 1982, intenta recordar Sebastián, el trascendental momento en que la Comisión Política formalizó la creación en el interior del país de una Comisión Militar como órgano de dirección, conducción y realización de su política militar”.[13 Esa decisión y las estructuras militares diseñadas tendrían un enorme significado en los años venideros, no solo para los comunistas; revisten especial importancia al intentar comprender esta particular historia. Como se verá en capítulos posteriores, durante años en distintos países, incluido el propio Chile, colectivos de comunistas investigaban y proponían fórmulas y concepciones en el terreno político y militar antes de que se arribara a estas definiciones. Para la mejor comprensión de lo que ocurría entre 1985 y 1986, es preciso conocer el grado de organización y desarrollo alcanzado por el Trabajo Militar en esos años.] El aparato militar del PC al comenzar el año 1985 contaba con dos estructuras adheridas al PC y una organización no reconocida públicamente por este partido, todas de carácter nacional pero absolutamente independientes una de otra, “cortadas entre sí”, se decía en la jerga del conspirador, y estaba prohibido el “cruce”, intercambio de hombres y estructuras a cualquier nivel. 1. El Trabajo Militar de Masas (TMM) 2. El Trabajo Hacia el Ejército (THE) 3. La Fuerza Militar Propia (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) Las tres se subordinaban a la Comisión Militar y solo allí se encontraban sus respectivos jefes. Todos bajo el mando de un encargado o jefe                    [13 Desde 1977 existía una Comisión Militar en La Habana. Desde 1978 existió otra Comisión Militar en la ex RDA. La dirección del PC desde el Gobierno Popular tuvo un “encargado” del tema militar.  14 Luis Corvalán hace referencia a estas estructuras en sus Memorias, pág. 328.]
máximo de esta comisión, quien respondía por todo este andamiaje inédito en la historia del PC. Sebastián fue el jefe de esta Comisión Militar en todo el período de 1982 a 1987, años de trascendente y significativa incidencia en la política del PC y en la lucha contra la dictadura15. La determinación de la dirección del PC de dejar en manos de una “comisión de especialistas” una tarea tan relevante y no asumirla como propia por todo el centro y alma de su estructura piramidal, traería no pocas consecuencias en distintas direcciones y en el futuro inmediato. Las rigurosas normas de funcionamiento que contenía este diseño, muy pronto serían sobrepasadas y violentadas ante las exigencias y urgencias del combate cotidiano, por la absoluta inexperiencia de los comunistas en desconocidos derroteros de “sublevaciones o insurrecciones” y, sobre todo, por razones nacidas de la subjetividad humana imposibles de prever desde un escritorio. El Trabajo Militar de Masas (TMM) es, injustamente, el “pariente olvidado” y desconocido de esta historia reciente. Por definición y perspectivas, era la estructura principal de la tríada. No fue una línea de acción o una nueva orientación de cómo debían combatir los militantes y el pueblo, sino una estructura jerarquizada, un instrumento orgánico del PC. No tuvo fecha de fundación ni acto de trascendencia en su origen. Nació para ser parte, adicionarse a esa estructura territorial clásica y conocida del PC que no cambió nunca, ni siquiera en los primeros años del golpe militar (1973-1976), cuando desaparecieron direcciones enteras del Partido Comunista y de sus Juventudes Comunistas (JJCC) o la Jota, como son conocidas. El TMM no era independiente. Su singularidad estuvo dada porque se creaba junto a cada una de las estructuras de base “civiles” que siempre ha tenido el PC. Cada secretario regional o local debía tener subordinado un “encargado militar”, quien era el responsable de todo lo concerniente al “tema militar” en el territorio. No era un “asesor o especialista de apoyo”. Estos encargados del TMM a niveles regionales y locales recibían, al mismo tiempo, la atención e indicaciones del especialista militar o encargado del nivel superior. La cúspide de la pirámide de esta novísima estructura de mandos militares en el PC terminaba en un encargado o jefe del TMM a nivel nacional, que pertenecía a la mencionada Comisión Militar, cuya [15 Sebastián, de familia comunista por convicción y tradición, fue dirigente a nivel de Regional del PC bajo el Gobierno Popular. Profesor primario, estuvo detenido desde 1974 a 1977. A los pocos meses de su liberación formó parte del Equipo de Dirección Interior del PC que pondría fin a las caídas en cascadas de dirigentes comunistas a manos de los aparatos represivos.]
denominación en clave era “Mensaje”. Con este nombre, “Mensaje”, se identificaba a los jefes y las estructuras militares del TMM. Las “fuerzas combativas” del TMM debían formarse, inicialmente, con los militantes comunistas y su misión consistía en realizar acciones, tal como estaba implícito en el nombre de la estructura, “trabajo militar de masas”. Eran las acciones de sabotaje menores, con iniciativa e ingenio pero sin complejidades. Actuaban en cualquier lugar donde fuera necesario “paralizar”, “detener” a las fuerzas represivas en el combate callejero, podían llegar al enfrentamiento violento y hasta armado con éstas, pero su “rasgo distintivo” era la “autodefensa de masas” y sus armas, las piedras, hondas, cadenas, molotov y armas de construcción casera, aunque la frontera hacia el empleo de las armas de fuego fue constantemente sobrepasada. Esta estructura debía tratar de incorporar e influir en las mayorías populares no militantes, a luchar contra la dictadura empleando formas paramilitares de enfrentamiento. Eran parte del propósito general del PC de organizar al pueblo para la lucha contra la dictadura. “El TMM -asegura Sebastián- de todo el nuevo diseño, era lo más relevante que se debía construir. Se formaba junto a todo el partido y su jefe era el segundo hombre de la Comisión Militar”. Salvador, el líder indiscutido de la misión internacionalista del PC en Centroamérica, ocuparía esta responsabilidad. Grande era el reto y no pocas dificultades tendrían para ganarse a toda la estructura partidaria para la “tarea militar”. No fue fácil encontrar, preparar y contar con especialistas para cada cargo, construir una gigantesca infraestructura y una logística en cada nivel, preparar y organizar pequeñas “unidades de combate” o “unidades operativas” a partir de militantes de base y luego masificar nuevas “formas de lucha” en las mayorías opositoras al régimen militar. En múltiples ocasiones, estas estructuras cumplieron el papel inverso, generalizando ingeniosas formas de lucha y armas caseras nacidas de la experiencia popular en el enfrentamiento con las fuerzas represivas. Indagando sobre los orígenes del TMM, localicé a uno de sus iniciadores y del trabajo militar del partido. “Manuel” era su “chapa” más usada en esos tiempos. Lo encontré perdido en las últimas oficinas de una municipalidad periférica de Santiago. Según recuerda, todo se empezó a organizar a fines de 1983 y comienzos de 1984, más o menos, con los propios “viejos” del antiguo “equipo” del partido. “En verdad, estos equipos venían organizándose y realizando acciones menores desde 1981, pero sin una estructura, eran subordinados del secretario local o regional. En todo ese tiempo no había una definición clara de tareas, y en las primeras protestas y manifestaciones, los militantes de la Jota y el partido simplemente trabajaban en todo lo que fuera posible, desde una marcha pública hasta un cadenazo.

Manuel poco a poco recuerda nombres y “chapas” de esos pioneros y el de un primer jefe en Santiago al cual nunca pude encontrar. Entre relatos siempre surgió el legendario Viejo Pablo, de quien Pellegrin hablaba como ejemplo del “nuevo comunista”. Manuel guarda el recuerdo de esos orígenes como un peregrinar por los regionales de la capital junto a Salvador, el especialista militar recién nombrado jefe del TMM a nivel nacional. Había que explicar, convencer, para formar grupos de combate de autodefensa, formar logística, construir depósitos, fabricar armas caseras, en fin, se trababa de argumentar y descubrir el cómo traducir de manera organizada las “nuevas formas de lucha”, la “violencia en toda la línea” que los regionales venían impulsando desde 1981 de acuerdo con sus propias capacidades e interpretación de las orientaciones generales bajadas desde la dirección. El Trabajo Hacia elEjército (THE) fue la menos desarrollada de estas estructuras. En la misma medida que se construye y realiza tareas semipúblicas hacia las Fuerzas Armadas, fue siendo separada de la Comisión Militar y atendida directamente por un miembro de la Comisión Política del PC. No hemos podido establecer fechas precisas de este proceso. En su creación se percibía la nítida definición política del PC con respecto a las Fuerzas Armadas: cualquier solución a la dictadura debía ser con el Ejército o con parte de él, pero nunca en contra de él.16 En el Informe de la Comisión Política al Pleno del Comité Central del Partido Comunista 17 caratulado como realizado en enero de 1985, se dedica todo un capítulo a la definición de esta línea, que contiene claras definiciones y tareas cuando señala: Las Fuerzas Armadas “son cautivas de una ‘Doctrina de Seguridad Nacional’ que les es ajena y las ha conducido a cometer los más horrendos crímenes que se recuerden en nuestra Patria. La caída del régimen no pasa por la derrota de las Fuerzas Armadas, sino que depende de cómo las fuerzas sociales y políticas produzcan un “quiebre” al interior de las instituciones militares”. Un cambio de actitud de las Fuerzas Armadas será, ante todo, resultado de un mayor ascenso en la lucha del pueblo, de una mayor presión de masas, de la creación de una situación insostenible para la dictadura. Pero no puede caber duda que ayudará también, en tal sentido, el trabajo específico y la actividad que el Partido y todo el movimiento popular realicen en dirección a ellas. […] Es urgente establecer una nueva doctrina para las Fuerzas Armadas, una doctrina que sea garantía para la convivencia democrática de 16 A lo largo de este trabajo, tal como ocurría en esos años, se emplea indistintamente “Ejército” o “Fuerzas Armadas”, a pesar de conocer la estructura y funciones de cada una de las ramas de las Fuerzas Armadas. 17 Informe al Pleno del Comité Central del PC. Enero de 1985. Realizado en diciembre de 1984.
los chilenos. Ello presupone, primero que todo, el término de la dictadura de Pinochet y la erradicación de la doctrina de seguridad nacional y de todas sus consecuencias […] nuestras ideas de democratización están dirigidas a la integración de las Fuerzas Armadas a la vida democrática, a posibilitar su ligazón con el pueblo, a sacarlas de su papel reaccionario y opresor, a convertirlas de enemigas en amigas de sus connacionales […] Debemos luchar para que cambien de conducta las Fuerzas Armadas. Hay que promover en ellas la conciencia de que persistir en la defensa y apoyo al actual sistema dictatorial represivo, que ha ejercido la violencia indiscriminada contra todos los chilenos, significa perseverar en el camino de la ignominia, de su descomposición moral y de su propia desintegración. Como muchas indicaciones y partes de la Política de Rebelión, estas orientaciones fueron elaborándose al mismo tiempo que se luchaba contra la dictadura. De aquí surgen dos grandes grupos de misiones hacia las FFAA; una es de carácter político-ideológica y la otra de tipo combativo militar. En esta última se estimuló y orientó el uso de la fuerza y el combate paramilitar, desplegado en acciones masivas en paros y protestas, así como acciones armadas dirigidas principalmente contra las fuerzas represivas. Estas “misiones combativas” eran propias de las otras dos direcciones del aparato militar del partido, el TMM y el FPMR. La otra misión contiene la línea de trabajo para esta estructura del THE; es una labor de carácter político-ideológica, de propaganda, de convencimiento que tiene estrecha relación con la definición hecha de las FFAA. La Rebelión no sería contra todas las FFAA, se contaba en teoría con parte de ellas, con su quiebre, o, en el peor de los casos, con su neutralización política. A nivel nacional existía una dirección del THE, una comisión de trabajo hacia las Fuerzas Armadas que debía dirigir esta actividad en todo el partido a través de un encargado en cada Comité Regional y un activista en cada Comité Local. Las labores de tipo político hacia los militares eran supuestamente para todos los militantes con vínculos y espacios de contacto con las Fuerzas Armadas. En consecuencia, con su misión político-propagandística, el THE poseía estructuras de difusión y un equipo creativo de guerra sicológica a nivel central. También contaba con un equipo de atención a uniformados en retiro y en activo. Queda la percepción, y así lo sentían algunos cuadros de dirección de las otras estructuras militares del PC, que el THE era el “hermano menor” de la tríada. No parecía ser dirección principal de la Comisión Militar, reflejándose aquí otro de los “acentos” que se ponían al implementar los contenidos de la Política de Rebelión. Como era de esperar, otros cuadros de dirección apostaban a este trabajo como fundamental en la política militar del PC.
A mediados de 1986, el THE estaba lejos aún de consolidarse como una estructura nacional, padecía de una carencia crónica de cuadros intermedios de dirección. Su denominación conspirativa: “Clarín”. La Fuerza Militar Propia es una organización del PC de carácter nacional. Nació con el propósito de transformarse en el “brazo armado del pueblo” y tuvo un largo proceso de gestación que comenzó en 1980. En diciembre de 1983 adoptó el nombre de Frente Patriótico Manuel Rodríguez pero siguió siendo una organización plena y totalmente del PC,[18 aunque desde el inicio quedó establecido que no reconocería públicamente su pertenencia a éste. “Autonomía” era su carácter político y organizativo principal. Sebastián señala algunas razones de esta decisión: “Después de muchas discusiones, la dirección lo decidió así por el peligro que representaba para el partido; era una medida de protección tomada por un partido demasiado conocido, demasiado público; se buscaba dar fuerzas a la política del partido pero desde afuera”. Raúl Pellegrin fue su jefe máximo e histórico, quien a su vez era el tercer integrante de la mencionada Comisión Militar. Se trataba de crear una organización con capacidad técnico-militar para enfrentarse a los aparatos represivos en su mismo terreno, que pusiera coto a la absoluta impunidad y alevosía con que éstos operaban ante poblaciones inermes. La lucha armada sería su forma principal de enfrentamiento, pero jamás se concibió construir un tipo de fuerzas armadas paralelas, enfrentadas de igual a igual con el ejército. Constantemente se reiteró que el FPMR era un apoyo a la lucha de masas, no la sustituía. En la lucha de masas era donde realmente gravitaba la posibilidad de derrotar al dictador. El surgimiento y el accionar inmediato del FPMR generó todo tipo de reacciones en la dirección comunista. Una cosa fue lo que en un principio se pensó y otra lo que se produjo en la realidad. Por primera vez en su historia, el PC contaba, aunque de forma encubierta, con una organización que emplearía abiertamente las formas armadas de lucha. Tanto los temores y reticencias como los buenos augurios, en muy poco tiempo quedaron sobrepasados con creces. El FPMR no solo sorprendió a la dictadura y a sus aparatos represivos, también fue toda una revelación para la dirección del PC. La vertiginosa y compleja dinámica de los acontecimientos en esos “años urgentes”, como alguien los llamó, demostró muy pronto que era [18 Muchos años después de todos estos acontecimientos, tanto Luis Corvalán en sus memorias (pág. 298) como Gladys Marín en su último libro Testimonios, La vidaeshoy (pág. 170) seguían sosteniendo una suerte de vínculo relativo con el FPMR, distorsionando su origen y composición militante. En adelante precisaremos detalles de esta pertenencia.]
imposible manejar con diligencia la complejidad, simultaneidad y urgencia de las tareas del momento, que además experimentaron un increíble crecimiento. Desde la “lejana” Comisión Militar era imposible manejarlo todo y responder con prontitud a cada problema surgido desde los territorios. Por añadidura, este jefe nacional, para solucionar conflictos de cierta importancia, debía reunirse antes con la Comisión Política, donde radicaba la máxima autoridad del PC. Todo en medio de una labor clandestina y constantemente perseguida por los aparatos represivos. Por ese motivo, a fines de 1985, con el propósito de agilizar, optimizar y unificar la dirección, se decidió unir los mandos políticos y militares en un “Mando Zonal”, en cada una de las tres principales ciudades del país, Santiago, Concepción y Valparaíso. Su misión principal era planificar, organizar y conducir la política de Rebelión Popular del partido en cada una de estas ciudades. De esta manera se intentaba solucionar las contradicciones crecientes ante las distintas interpretaciones del contenido militar de la Rebelión Popular. En este “Mando Zonal” (MZ), por primera vez se unificaban en un eslabón intermedio los tres componentes del aparato militar con la estructura tradicional del partido. El Jefe del Mando Zonal era un cargo eminentemente político designado por la máxima dirección del PC, y a él se le subordinaban los representantes de las estructuras militares y políticas. El Jefe del Mando Zonal respondía directamente a la Comisión Política del PC. * * * Semanas previas al paro del 2 y 3 de julio de 1986, el Mando Zonal de Santiago se reunió en una casa de la Comuna de La Reina. Por primera vez, la Región Metropolitana -donde la ciudad capital jugaba el papel principal- planificaba, organizaba y dirigía de manera centralizada todo el quehacer para antes, durante y después de esas jornadas. Su mirada debía abarcar todo lo que los comunistas pudieran hacer o influir en Santiago y sus alrededores a fin de cumplir la “misión” o “tarea”, que, en julio de 1986, era “paralizar la capital”. Al comenzar la reunión, Víctor19 abrió un mapa de la ciudad lleno de símbolos y flechas con sentido de movimiento. Al jefe del MZ, un conocido dirigente que no era especialista en asuntos militares, le costó a primera vista entender todo ese simbolismo. Víctor, que era jefe del Trabajo Militar de Masas del PC para Santiago, explicaba con diligencia su contenido. En el mapa y en documento anexo estaban detalladas las propuestas de tareas para cada uno de los doce comités regionales en que se dividía la Región Metropolitana. Cada comité aparecía sobre su territorio con un [19 Víctor, oficial especialista en artillería, René en Nicaragua, fue el jefe del TMM del PC en Santiago desde su fundación hasta julio de 1987. Participó activamente en la reconstrucción de estos hechos.]  nombre en clave escrito en ordenados y grandes rótulos: Jaspe, Rubí, Martillo y otros más, recuerda Víctor, y se sorprende por la frescura con que afloran los nombres de ficción. La elaboración del plan general del Mando Zonal no era antojadiza ni fruto de inútil voluntarismo, era el resultado de una experiencia acumulada desde la primera protesta popular en mayo de 1983 y de las particulares comprobaciones que hacía en el terreno Ignacio, jefe del Trabajo Militar de Masas de la Juventud Comunista para Santiago. En las Juventudes Comunistas, se reproducían exactamente las mismas estructuras que en el Partido. Existía una singularidad, la juventud tenía formado un Comité Regional con militantes de todo el estudiantado secundario y universitario que no correspondía a una concepción territorial como el resto. Los comités regionales de la capital y del país poseían varios focos poblacionales principales y otros cuantos de carácter secundario. -Era una concepción territorial de la lucha -enfatiza Víctor-. En el Regional radicaba toda la fuerza y capacidad de organización que poseía el partido. Se instaba al sentido de propiedad y responsabilidad territorial de cada secretario. La gran mayoría de ellos conocía profundamente sus territorios y esto se debía reproducir hacia abajo con cada uno de los secretarios locales, que respondían por territorios más pequeños. “Cada uno de los secretarios regionales tenía un encargado del Trabajo Militar de Masas, que en muchos casos fueron su principal apoyo para cumplir con tantas tareas que tenían en esos años, y empujaban las misiones militares sin ninguna contradicción. Claro que no en todos los regionales sucedía igual”. Esta aparente complejidad orgánica nunca fue un conflicto para los comunistas, el problema venía de la mano con su propio diseño. Las orientaciones, tareas, misiones, indicaciones y los inevitables énfasis en cada una de ellas “bajaban” por dos direcciones paralelas. “Vía Uno” le llamaban a la principal y tradicional fórmula de dirección política en la estructura partidista, y “vía militar” a la que procedía de los jefes o encargados militares de cada una de las estructuras del partido. La tradicional pirámide de organización terminaba en su base en innumerables “células” de militantes distribuidos por todo el territorio, aunque en muchos lugares, como industrias, reparticiones de diferente índole o en los mismos focos poblacionales podía apenas existir un solo militante comunista. “Con esto bastaba para llegar con la orientación recuerda Víctor-, aunque en muchas ocasiones se organizaban pequeñas unidades operativas a las que les asignaban una tarea especial en ocasión de las protestas.
Víctor asegura que Pablo fue uno de los cuatro primeros especialistas militares que ocupó la responsabilidad de encargado del TMM en un Comité Regional de Santiago; los demás eran cuadros de los antiguos grupos de autodefensa del PC, algunos de ellos preparados en cursos de seis meses en Cuba. Los primeros meses mantuvieron a Pablo al margen de la dirección política del regional, pero tiempo después llegó a ser imprescindible y junto a su secretario regional formó una dupla insustituible que influyó decisivamente en los acontecimientos políticos y paramilitares de su territorio, al menos así lo recuerda el jefe del TMM de la capital. Pablo se fue a vivir al mismo Pudahuel, que era centro de su Regional. Al mirar el mapa de Santiago lleno de trazos multicolores, cualquiera se percataba de que la mayoría de los barrios emblemáticos en la lucha contra la dictadura estaban concentrados en la zona sur y en el poniente de la capital. Arterias principales como Américo Vespucio, Vicuña Mackenna, Gran Avenida y San Pablo tenían innumerables símbolos que indicaban cortes y barricadas, responsabilidad de focos poblacionales que tenían por misión lograr ser en esos días “territorios liberados”. El MZ sabía de la especial importancia que tenía este paro nacional y protesta nacional de julio de 1986. Después de tres años de experiencias en enfrentamiento y lucha popular, desde la primera Jornada de Protesta Nacional en mayo de 1983, todos eran testigos del desarrollo ascendente de los enfrentamientos. En esta oportunidad los combatientes y pobladores debían salir y terminar con esa especie de “enclaustramiento” que ocurría al tomarse la población por dos o tres días, situación que la policía y el régimen podían resistir. En los focos poblacionales más decididos y organizados, se pretendía, como misión principal, “mantener liberados sus territorios y salir a cortar una o más arterias principales y avenidas con barricadas capaces de resistir el embate de las fuerzas represivas el mayor tiempo posible. San Pablo, Maipú y Cerrillos en el poniente; Dorsal y Recoleta en el norte; Grecia y Macul en el oriente”, señala Víctor algunos nombres de manera rápida recordando con gran facilidad. No eran de poca importancia las tareas de paralización de la locomoción colectiva, instituciones diversas o industrias, donde los encargados del trabajo sindical cumplían el papel principal. En ese entonces, Andrés [20 ocupaba la responsabilidad como segundo jefe nacional del TMM, y 20 Andrés, oficial del PC, pionero en el origen de la Tarea Militar del PC, destacado en la elaboración teórica del tema militar entre estos especialistas.] asegura que donde mayor resistencia encontró para incorporar las nuevas formas de combate proclamadas por el PC, fue en los dirigentes sindicales. “El TMM -precisa- tenía poca o ninguna influencia en los obreros a través de sus organizaciones sindicales”. En sectores industriales, servicios, instituciones administrativas, educación, salud, construcción, etcétera, existían células de militantes comunistas, pero hacia 1986 -con excepciones-, el PC aún estaba lejos de lograr la organización de grupos operativos en cada uno de ellos, para buscar con nuevos métodos la paralización empleando sabotajes incruentos de carácter miliciano como insistían los dirigentes del TMM a nivel nacional. En esos sectores, asegura Andrés, era donde mayor arraigo tenía la idea de que las acciones de masas no podían ser armadas ni de un carácter violento ajenas a las luchas tradicionales de la clase obrera; por consecuencia, insistían algunos dirigentes sindicales, cualquier acción de este tipo era en sí misma contraria a la lucha de masas. Sobre estos sabotajes novedosos e incruentos, Víctor aclara: -Aunque se hicieron, estuvimos muy lejos de generalizarlos. El trabajador, el obrero, prefería manifestarse peleando en su área poblacional. Nunca pudimos superar el temor a la pérdida del trabajo ni entendimos en ese momento los profundos cambios que se habían producido en el campo laboral. En verdad, creo que no tuvimos tiempo. Ignacio, jefe del Trabajo Militar de Masas de las Juventudes Comunistas en Santiago, sin ser un especialista en cuestiones militares, conocía cada detalle del plan para el dos y tres de julio. Sus temerarios recorridos por los principales focos de resistencia en un viejo vehículo de los arriesgados “ayudistas y colaboradores”, sorteando calles y avenidas cortadas “de verdad”, permitieron precisar en el mapa los informes de las estructuras regionales. “Yo verificaba personalmente en el terreno las tareas planteadas y su cumplimiento”. Ignacio sabía que algunos secretarios “inflaban” resultados de tareas cumplidas21. Todos los militantes del PC debían participar en los preparativos de las protestas según las tareas asignadas -en sindicatos industriales, instituciones públicas, con los choferes de locomoción colectiva, comercio, entre otros-, pero quienes peleaban al pie de la barricada eran principalmente los miembros de la Jota, los “jotosos”. “Como jefe del TMM de la Jota -asegura Ignacio-, nunca tuve contradicciones a la hora de impulsar las tareas de carácter paramilitar. Los secretarios regionales de la Jota junto a su “mensaje” impulsaban sin problemas todas las tareas por igual”. [21 “Inflar o inflar globos”, se le llamaba a entregar informes irreales, abultados con datos ficticios.]

A esas alturas de la lucha contra la dictadura, ya existían las Milicias Rodriguistas, la más nueva organización paramilitar de masas, una creación del PC a partir de la experiencia en las primeras protestas y del prestigio del FPMR. Existían solo en barrios populares y algunas en centros estudiantiles; las dirigían indistintamente y con no pocas contradicciones dirigentes poblacionales comunistas o jefes menores del Frente. Agrupaban casi exclusivamente a jóvenes, la gran mayoría sin militancia política, aunque se podía ser miliciano y militar en cualquiera de las múltiples organizaciones opositoras a la dictadura. La única condición para pertenecer a ellas era tener voluntad de combatir contra los órganos represivos. Por su carácter miliciano, eran los que asumían todas las tareas que planteaba el TMM; eran de barricadas, piedras, hondas y bombas molotov. Cavaban zanjas, juntaban recursos donados por vecinos, preparaban los neumáticos viejos, mantenían la hoguera encendida, hacían guardia y combatían con tesón queriendo emular al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, del que habían adoptado el nombre. Aunque en 1986 estas milicias ya eran significativas, estaban lejos de agrupar a todos los jóvenes que combatían en los barrios populares. Seguía existiendo una masa protagonista de otras organizaciones tradicionales de la izquierda chilena, como los innumerables grupos socialistas, los pertenecientes al legendario Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y no era extraño encontrar algunos del Partido Demócrata Cristiano. Pero un número considerable de jóvenes que se sumaron al combate nunca perteneció a orgánica alguna. Los pocos periodistas extranjeros que por esos años se aventuraban a personarse en algún acto político en las poblaciones o incluso en los clásicos actos centrales convocados para el Primero de Mayo, raras veces pudieron distinguir tal diversidad de organizaciones y, mucho menos, descifrar tantos nombres y siglas en centenares de carteles. En la reunión del Mando Zonal en La Reina también participaba el jefe del FPMR para la capital. En los pocos años de existencia de esta estructura de mando, el miembro del Frente fue el cargo de mayor inestabilidad por detención, persecución o muerte de la persona designada. Esta misma realidad del Mando Zonal de Santiago se repitió con evidentes particularidades en Valparaíso y Concepción. Entre sus numerosas diferencias, destacaban las características de las ciudades, el nivel organizativo alcanzado, la experiencia y las cantidades de cuadros destinados profesionalmente a esas estructuras. La prensa de la época muestra un alto nivel de enfrentamientos poblacionales y lucha antidictatorial en estas dos grandes ciudades, pero las magnitudes y peso sustancial radicaban en la capital. Para la dirección del PC y su Comisión Militar, la dirección principal de su trabajo seguía siendo eminentemente urbana y centralista. Al resto de las ciudades con determinada relevancia las dirigía con la clásica estructura de comités regionales con sus correspondientes comités locales.

2 comentario en “Los clandestinos. El Partido Comunista”

  1. Pingback: Red News | Protestation
  2. Trackback: Red News | Protestation

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *