Sobre Antonio Gramsci
Marco Rizzo,
Secretario General del Partido Comunista, Italia
Artículo publicado en El Machete no.8 pp. 119-125.
Antonio Gramsci nació en Ales, Cerdeña, el 22 de enero de 1891, y murió en Roma el 27 de abril de 1937. En 1926 fue encarcelado por el régimen fascista en la prisión de Turi, y sólo en 1934, después del grave deterioro de sus condiciones de salud, obtiene la libertad condicional y es ingresado en una clínica, donde transcurren los últimos años de su vida.
Después de sus primeros años de estudio y de trabajo, contribuyendo a la economía doméstica al trabajar 10 horas en la Oficina de Registro de Propiedad de Ghilarza, por 9 liras al mes, logra obtener el certificado de la escuela secundaria e inscribirse en el Liceo Dettori de Cagliari. En el otoño de 1911, gracias a una beca de estudio, se inscribe en la Facultad de Letras, pero las 70 liras al mes no le bastan ni siquiera para los gastos de primera necesidad.
A principios de noviembre de 1913 se afilia al Partido Socialista, y, después de la entrada de Italia en la guerra, se integra en la redacción turinesa del Avanti! [“¡Adelante!”], órgano de aquel Partido. La primera parte de la actividad política de Gramsci está profundamente marcada por la toma del poder por parte de los bolcheviques en Rusia, el 7 de noviembre de 1917. El 24 de noviembre, la edición nacional del Avanti! salió con una editorial titulada “La revolución contra el capital”, firmada por Gramsci, en la cual exalta la revolución bolchevique y demuestra de forma inmediata un espíritu crítico, aunque inmaduro, que lo contrapone al mecanicismo entonces imperante en la ideología de muchos partidos socialistas europeos, a través de los cuales había asimilado una forma distorsionada del marxismo, Se revela así, en realidad, como un marxista más auténtico que sus primeros “maestros”.
A raíz de la revolución bolchevique, fue fundada en Turín el 1 de mayo de 1919 –por
Antonio Gramsci y otros intelectuales socialistas turineses (Palmiro Togliatti, Angelo Tasca y Uberto Terracini)—, la revista L’Ordine Nuovo [“El Nuevo Orden”], que pronto se transformó en un órgano de impulso y centro revolucionario de los nuevos organismos por crear en Italia, sobre el modelo de los soviets, los consejos de fábrica, órganos del autogobierno obrero, un nivel político que se distingue y completa el nivel sindical de las comisiones internas.
Hoy, las comisiones internas limitan el poder del capitalismo en la fábrica y desempeñan funciones de arbitraje y de disciplina. Desarrollados y enriquecidos deberán ser mañana los órganos del poder proletario, que sustituye al capitalista en todas sus funciones útiles de dirección y de administración. Ya, a partir de hoy, los obreros deberán proceder a la elección de vastas asambleas de delegados, elegidos entre los mejores y más conscientes, bajo la consigna: Todo el poder de los centros de trabajo a los comités de fábrica, coordinada con otra: Todo el poder del Estado a los consejos obreros y campesinos.
En 1920 las grandes huelgas obreras reaccionaron ante el cierre de los centros de trabajo por parte de la patronal, ocupando las fábricas en el triángulo industrial Turín-Milán-Génova. Desafortunadamente el movimiento de ocupación fracasó, no sólo por la resistencia de los industriales, sino también debido al aislamiento en el cual la Cámara del Trabajo –controlada por los socialistas reformistas, contrarios a la constitución de los Consejos obreros— y el mismo Partido Socialista, dejaron a los trabajadores turineses. Esta situación es denunciada por Gramsci en L’Ordine Nuovo:
las fuerzas obreras y campesinas carecen de coordinación y de concentración revolucionaria porque los organismos directivos del Partido Socialista han demostrado no comprender absolutamente nada sobre la fase de desarrollo que la historia nacional e internacional atraviesa en el periodo actual […] El Partido Socialista asiste como espectador al desarrollo de los acontecimientos, no tiene nunca una opinión que expresar […] no lanza consignas que puedan ser recogidas por las masas, dar un direccionamiento general, unificar y concentrar la acción revolucionaria […] El Partido Socialista ha permanecido, incluso después del Congreso de Bolonia, como un mero partido parlamentario, que se mantiene inmóvil dentro de los límites estrechos de la democracia burguesa.
En octubre de 1920, en Milán, un grupo formado por Amadeo Bordiga, Luigi Respossi, Bruno Fortichiari, Gramsci, Nicola Bombacci, Francesco Misiano y Umberto Terracini, constituyó el Comité provisional de la fracción comunista del Partido Socialista, que condujo a la escisión del 21 de enero de 1921, en el Teatro San Marco de Livorno, con el nacimiento del “Partido Comunista de Italia, sección italiana de la Internacional”.
Después del arresto de Bordiga en febrero de 1923, Gramsci queda como el máximo dirigente del Partido, y en noviembre de 1923 se transfiere a Viena. El 12 de febrero de 1924 sale en Milán el primer número del nuevo diario comunista l’Unitá [“La Unidad”].
La gran contribución de Gramsci consiste ahora en la redacción de las Tesis del III Congreso del Partido Comunista, celebrado clandestinamente en Lyon, del 20 al 26 de enero de 1926. El Congreso aprobó las Tesis con una gran mayoría (90%) y eligió el Comité central con Gramsci como secretario del Partido, excluyendo, de hecho, a la “izquierda” de Bordiga de la dirección política e ideológica del Partido, y situándose completamente como un partido de carácter leninista en la forma y en la política. Inmediatamente después Gramsci es encarcelado, y a partir de allí comienza la realización de su gran monumento, representado por los Cuadernos de la Cárcel.
Los 33 Cuadernos de la Cárcel, no destinados por Gramsci a su publicación, contienen reflexiones y apuntes elaborados durante su reclusión. Iniciados el 8 de febrero de 1929, ya que durante los primeros tres años fue privado incluso de papel para escribir, fueron interrumpidos definitivamente en agosto de 1935 debido a la gravedad de sus condiciones de salud. Fueron numerados sin tener en cuenta su cronología por su cuñada Tatiana Schucht, quien los confió a la Embajada Soviética en Roma desde donde fueron enviados a Moscú y sucesivamente entregados a Palmiro Togliatti.
Después del fin de la guerra, bajo el cuidado del dirigente comunista Felice Platone, los Cuadernos fueron publicados por la editorial Enaudi –conjuntamente con sus Cartas desde la cárcel dirigidas a sus familiares— en seis volúmenes, de manera temática. En el año de 1975 los Cuadernos fueron publicados bajo el cuidado de Valentino Gerratana, según él acorde al orden cronológico de su elaboración.
La contribución ideológica de Antonio Gramsci
Antonio Gramsci siempre atribuyó una importancia relevante a la preparación ideológica, no sólo de los militantes comunistas, sino también de las mismas masas populares, con el fin de conducir una eficaz lucha contra el capitalismo y por el socialismo. En un escrito de mayo de 1925, publicado en El Estado Obrero de marzo-abril de 1931, afirma de hecho que:
Nosotros sabemos que la lucha del proletariado contra el capitalismo se lleva a cabo en tres frentes: el económico, el político y el ideológico, pero la lucha económica no puede ser desligada de la lucha política, y ni una ni otra pueden desligarse de la lucha ideológica. Para que la lucha sindical se convierta en un factor revolucionario es necesario que el proletariado la acompañe con la lucha política, es decir, que el proletariado tenga conciencia de ser el protagonista de una lucha general que afecta todas las cuestiones más vitales de la organización social: esto es, que tenga conciencia de luchar por el socialismo. Los tres frentes de la lucha proletaria se reducen a uno solo para el Partido de la clase obrera, que es tal precisamente porque resume y representa todas las exigencias de la lucha general. Es por esto que el Partido debe asimilar el marxismo y debe asimilarlo en su forma actual, como leninismo.
Áspera y mordaz es, de hecho, sobre este punto, la crítica de Gramsci a las tradiciones del movimiento obrero italiano, y en particular a las actitudes y la práctica política del Partido socialista, contraponiendo a esto, en cambio, la necesidad de la organización de un Partido que tuviera una forma completamente nueva:
Nuestro Partido no es un partido democrático, al menos en el sentido vulgar que comúnmente se da a esta palabra. Es un Partido centralizado nacional e internacionalmente. Para que el Partido viva y esté en contacto con las masas es necesario que cada miembro del Partido sea un elemento político activo, que sea un dirigente. Justamente para que el Partido esté fuertemente centralizado, se requiere una vasta labor de propaganda y agitación en sus filas, es necesario que el Partido, organizadamente, eduque a sus miembros y los eleve a un nivel ideológico para dirigir, en cualquier condición, la lucha de la clase obrera y de las masas populares. La preparación ideológica en masa es por lo tanto una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables de la victoria.
La contribución de Gramsci es fundamental en la identificación de los consejos de fábrica como célula del futuro Estado obrero. Así, en la editorial de L’Ordine Nuovo del 11 de octubre de 1919, leemos:
La organización proletaria que se resume, como expresión total de la masa obrera y campesina, en las oficinas centrales de la Confederación del Trabajo, atraviesa una crisis constitucional. Los obreros sienten que el conjunto de “su” organización se ha convertido en un aparato tan grande, que ha terminado por obedecer las propias leyes, íntimas de su estructura y de su complicado funcionamiento, pero extrañas a la masa que ha adquirido conciencia de su misión histórica como clase revolucionaria. La dictadura proletaria puede encarnarse en un tipo de organización que sea específica de una actividad propia de productores y no de asalariados, esclavos del capital. El consejo de fábrica es la célula primaria de esta organización. Puesto que en el Consejo todas las ramas del trabajo se encuentran representadas proporcionalmente a la contribución que cada oficio y cada rama de trabajo da a la elaboración del objeto que la fábrica produce para la colectividad, la institución es de clase y es social. Por tal motivo el Consejo realiza la unidad de la clase trabajadora, otorga a las masas una cohesión y una forma de la misma naturaleza que las empleadas por ella en la organización general de la sociedad. El Consejo de Fábrica es el modelo del Estado proletario. La existencia del Consejo otorga a los obreros la responsabilidad directa de la producción, los conduce a mejorar su trabajo, instaura una disciplina consciente y voluntaria, crea la psicología del productor, del creador de la historia.
Particularmente agudo e inequívoco es el juicio negativo de Antonio Gramsci sobre el Convenio entre el Estado italiano y el Vaticano incluido en los Pactos de Letrán, firmados el 11 de febrero de 1929, entre el régimen fascista y la Iglesia Católica.
De fundamental importancia es su análisis de la “Cuestión meridional”, ejemplo insuperable de la aplicación del método materialista-histórico a la realidad italiana surgida después de la Unificación.
Las manipulaciones más recientes
La manipulación continúa también de manera reciente después de la destrucción del PCI, con una serie de “historias de espías” construidas con la finalidad de alejar cada vez más a los comunistas italianos –y de todo el mundo— de la lectura y de la compresión del pensamiento de Antonio Gramsci.
“¿Cómo es que Gramsci escribe febrilmente en sus primeros años de cárcel y después se dedica casi exclusivamente a revisar sus propios escritos, sin producir sustancialmente nada nuevo? ¿Cómo es que Gramsci, en sus dos años de vida después de su salida de prisión, no retoma la escritura, aunque puesto en libertad vigilada, pero seguro en condiciones mucho más libres que las de la cárcel? Gramsci, durante su encarcelamiento comenzó a disentir de la política oficial de la Internacional Comunista, pero no podía revelarlo porque se encontraba chantajeado en Italia debido a su condición, y en la URSS debido a la presencia de su mujer en aquel país.”
Sobre la carta a la dirigencia soviética hemos ya hablado. Pero cualquiera que haya alguna vez leído las páginas de los Cuadernos, podrá encontrar siempre y sólo críticas fuertes al pensamiento de Trotski (llamado en su lenguaje criptográfico con el nombre de Leone Davidovi), y apreciaciones sin reservas sobre la obra política e ideológica de Giusseppe Bessarione (José Stalin), definido como el más genuino intérprete actual de la “filosofía de la praxis” (término que para Gramsci, por lo tanto, es sinónimo encriptado del materialismo dialéctico). En cuanto a los esfuerzos incesantes de la dirigencia soviética para liberar o al menos para aliviar las condiciones de Gramsci en prisión, y para sostener a su familia en la URSS, invitamos a la lectura del excepcional testimonio de su sobrino y homónimo Antonio Gramsci Jr., contenida en su reciente libro Historia de una familia revolucionaria. Antonio Gramsci y los Schucht entre Rusia e Italia (Editori Riuniti University Press).
Incluso la polémica que se ha planteado en relación con la desaparición del último de sus cuadernos deja muchas intrigas: asumiendo que sus cuadernos sean 34 y no 33, ¿qué se habría encontrado en este cuaderno faltante (o sustraído)? ¿Algo que contradecía hasta tal punto los principios que resultaba tan incómodo para los dirigentes comunistas soviéticos e italianos? En resumen, especulaciones que no tienen ninguna base documental.
En cuanto a las condiciones de salud de Gramsci en los últimos años de su detención y durante el período de su libertad vigilada en la clínica, éstas resultaban tan precarias como para justificar ampliamente su imposibilidad para dedicarse a nuevas perspectivas o incluso a poder leer o escribir, al menos con la profundidad demostrada en sus primeros años. Esto está documentado por la simple lectura de la historia cronológica de sus cuadernos y también por la distribución temporal de sus nuevos escritos y de sus reflexiones. Esto debería poner fin a las especulaciones sobre sus disidencias, los chantajes y otros absurdos que pueden tener carta de ciudadanía en las novelas de ciencia ficción política, pero no en los estudios serios de crítica política.
Ha estado de moda, y está todavía, clasificar a Gramsci como pensador, como filósofo. Y en particular asociarlo con la tendencia idealista italiana, que tiene en Benedetto Croce a su máximo exponente. Es verdad que Gramsci no podía dejar de partir de la lectura del máximo y más influyente filósofo italiano viviente en aquella época, pero ¿cuál es su relación con él? Esta relación ha sido comparada con aquella que Marx tuvo con Hegel, o sea – se dice – el más fiel discípulo que ha continuado su obra. Ahora, esto que se afirma desafía a todos los escritos que han producido Marx y Engels, por un lado, y Gramsci, por otro. Pero tal vez no hay peor sordo que el que no quiere escuchar.
Como todos los lectores de Marx y Engels saben, el materialismo dialéctico es la inversión de la dialéctica idealista, es el retorno del método dialéctico desde el mundo de las ideas al de la materia, pero sobre todo es una inversión que trae el pensamiento –la filosofía—
desde las estériles especulaciones a la praxis, a la acción: es gasolina para la acción política del proletariado. Marx y Engels no son “filósofos”, son dirigentes políticos de la clase obrera, no lo son por su expresa declaración, pero sobre todo por su historia política. Lo mismo aplica con fuerza sobre Gramsci, citando sus propias palabras: “Se podría escribir un nuevo Anti-Dühring, que podría ser un ‘Anti-Croce’ desde este punto de vista, resumiendo no sólo la polémica contra la filosofía especulativa, sino también aquella contra el positivismo y el mecanicismo, y las formas inferiores de la filosofía de la praxis.” (Cuaderno 8).
¿No son suficientes las repetidas afirmaciones del Gramsci de la cárcel, en las cuales dice explícitamente que su filosofía de la praxis es el materialismo dialéctico, aquel fundado por Marx, y que veía entonces en Stalin a su más fiel intérprete? ¿No son suficientes las páginas de verdaderas lecciones de materialismo histórico que Gramsci nos imparte en torno al Resurgimiento italiano y su incomparable análisis de clase sobre las relaciones entre los intelectuales y las clases, sobre el fordismo y los orígenes y las consecuencias que esto tiene sobre la base material americana y sobre su superestructura? Desafortunadamente, una vez se ha ido afirmando esta falsedad. Muchos filósofos y políticos italianos, en vez de partir de la lectura crítica de Gramsci, se han enclavado en esta lectura hecha por otros. Han terminado por regalar a Gramsci al idealismo, en lugar de defenderlo como un gran dirigente del movimiento comunista internacional, que tiene en el materialismo histórico y dialéctico su instrumento de lucha más afilado.
La lectura de Gramsci, del verdadero Gramsci, del gran dirigente del proletariado italiano e internacional, del gran teórico del marxismo-leninismo, es lo que hoy nosotros proponemos a la atención del proletariado internacional, de los pueblos antimperialistas y anticapitalistas, que ven en el socialismo la perspectiva revolucionaria que puede y debe cambiar al mundo.
Traducción del Italiano al español de Jorge Méndez.
El presente texto es una avance de la traducción final que está por publicarse.
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