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La salud de la clase trabajadora

Mayra Reyes
Miembro del Consejo Central de la FJC

Artículo publicado en El Machete no. 6. Octubre 2015. pp. 71-82.

La concepción de la salud y la práctica médica en el desarrollo histórico-social.

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La salud de los trabajadores está determinada por rasgos socioeconómicos del momento histórico en el que se estudia el concepto. Lo que la sociedad produce y cómo lo produce es la base de la economía. El papel que una persona tenga en la producción definirá sus condiciones de vida, por lo que, si estas son precarias, caracterizadas por el hacinamiento, la falta de agua, la desnutrición, así como por malas  condiciones de higiene,  estas condiciones se vuelven factores de riesgo para una mayor prevalencia de enfermedades y accidentes entre la población que las vive.

El concepto de salud está históricamente determinado por el modo de producción en el que se encuentra. La medicina es una ciencia y sus progresos y su desarrollo científico se relacionan mucho con las necesidades económicas y las condiciones materiales de la sociedad en que se desenvuelve.  En nuestro caso, el capitalismo ha sido determinante en el avance que ha tenido la ciencia y la medicina.  Las transformaciones en el modo de producción han determinado también la transformación de técnicas e instrumentos y en el mayor desarrollo en el  campo médico.

Desde el desarrollo primitivo del hombre (que conllevó su evolución y el desarrollo de la división del trabajo), comenzó a desarrollarse la preocupación por procurar el mejor estado adaptativo al medio de los seres humanos, esto con la intención de  prevenir  condiciones  que fueran dañinas al hombre,  de soportar mejor el ambiente hostil y con eso mantener a su especie en óptimas condiciones. En esta división del trabajo las mujeres desarrollaron mayoritariamente el conocimiento en plantas que podrían usarse como remedios  o contravenenos.  Ellas asistían el nacimiento de los nuevos hijos y  acumulaban saberes acerca del trabajo de parto y el uso de remedios caseros que se encargaban de transmitir a las nuevas generaciones. Los humanos vivían con padecimientos de acuerdo al tipo de actividad que practicaban.[1]  El curandero, la partera,  el hechicero y el religioso son figuras que eran consideradas como capaces de  influir en el curso de la enfermedad y que, dependiendo las características de la sociedad en donde se encuentren, van a ser factores determinantes para la concepción de la salud y su curso.

La práctica médica surge de las exigencias de la vida diaria ante los problemas hostiles del medio y la necesidad de mantenerse apto para ser productivo, es decir, poder cumplir un papel determinado en la división del trabajo. Surge también de la conciencia colectiva de la necesidad de procurar la vida y mejorar las condiciones en que se encuentra la comunidad, así como del constante esfuerzo por disminuir los efectos de los accidentes y la enfermedad, expresión todo esto del instinto de supervivencia y  preservación. La acumulación de la experiencia y la comprensión empírica, al ser objeto de la conciencia colectiva, y el ejercer su influencia sobre los procesos naturales  permite el nacimiento de la medicina como un producto social colectivo.

La necesidad de manifestar que las personas estaban mal o sentían dolores (y, asimismo, reflejar que estaban bien),  permitió que surgiera dentro de la cultura el concepto de salud y enfermedad mucho antes de que los técnicos lo definieran.  Dos nociones completamente diferentes y antagónicas, pero que están presentes ineludiblemente en la vida del hombre.

La división del trabajo (y los modos de producción en general) permitió el mejoramiento de ciertos procedimientos en las técnicas médicas y en el modelo médico con el que contamos hoy en día.

Desde Hipócrates ya se concebía a la enfermedad como una manifestación de las condiciones y el estilo de vida de un organismo y no como expresión de la voluntad divina. Se intentaba explicar a la causa de la enfermedad en los factores que la promovían o la condicionaban y en cómo estos podían alterarse. Este análisis que se hacía de la causa de la enfermedad permitía demostrar la relación directa que existe entre el medio ambiente y las condiciones de vida de las personas y  la influencia que pueden tener en la aparición de la enfermedad, su curso y su término.

Múltiples teorías han intentado encontrar el origen de la enfermedad, sin embargo ninguna es cien por ciento aceptada, desde el principio de carácter religioso,  el enfoque biologicista o el socio-ambiental. Lo que es común en estas teorías es cómo se deja de lado la cuestión multifactorial y la base económica como causa de la promoción de los factores que promueven la salud o la enfermedad y el carácter diverso que esta puede tener en las diferentes clases sociales.

Para entender mejor la causa de la enfermedad es conveniente hacer uso de las leyes del materialismo dialéctico aplicado al análisis del proceso de la salud:

1.- Ley de la unidad y lucha de contrarios

La salud y la enfermedad pueden entenderse como un proceso de  contrarios que también se encuentran en unidad dentro del mismo organismo. Todo lo que salga del equilibrio del cuerpo humano deja de ser un estado de salud y el equilibrio entre los contrarios se resuelve con el movimiento de la vida misma.

Podemos poner el ejemplo en el cuerpo de un obrero que está en constante estrés y además trabaja en horario nocturno, pues el cuerpo también se regula por la cantidad de luz solar que recibe, por lo que el estado de alerta de una persona disminuye en la noche y, en su caso, es en este periodo en el que tiene que trabajar. Su sistema nervioso está encargado de mantenerlo capaz de responder a situaciones de riesgo o de estrés, por lo que libera cortisol, entre otras hormonas, y altera el equilibrio en la relación insulina-glucagón, que entre sus efectos está el aumento del apetito y el aumento de peso, que son alteraciones metabólicas que, se ha demostrado, pueden llevar a una resistencia a la insulina, lo que se considera factor importante para que aparezca la Diabetes Mellitus 2.

2.- Ley del cambio de pasos cuantitativos a cambios cualitativos

Existen cambios cuantitativos que por sí mismos no alteran la calidad del proceso pero cuya acumulación lleva a la transformación radical de este. La acumulación de estos  cambios cuantitativos puede terminar en la expresión de la enfermedad o en el paso del aumento del riesgo al accidente.

Por ejemplo, el minero expuesto a polvos puede no presentar manifestaciones agudas de ningún malestar, pero al paso de quizá 10 años el cumulo de polvo en los pulmones habrá generado un cambio en su funcionalidad y un deterioro que entonces se manifestara como una enfermedad grave.  Este es un ejemplo de cómo las leyes de la dialéctica (en este caso la acumulación de cambios cuantitativos que llevan a un salto cualitativo) se ejercen inexorablemente en el proceso de la salud y la enfermedad.

3.- Ley de la negación de la negación

El mayor deterioro de la salud en un cuerpo enfermo se produce cuando la enfermedad, que niega la salud, permite que sobrevenga la muerte, la cual niega el padecimiento pero también niega a la vida.

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Las condiciones materiales concretas a las que está sujeto el hombre son las que determinan el curso de su salud, que responde a las determinantes objetivas y subjetivas a las que sea sometida: su inicio, sus características (gravedad)  y tratamiento están caracterizados en el individuo por el papel que ocupe en el modo de producción y el modo de vida que de este emana. Las formas de concebir la enfermedad y el tratamiento o resolución que se le den van a estar determinados por la clase social a la que pertenezcan y por las condiciones materiales concretas que rodean a cada persona

La seguridad social como lucha de los trabajadores

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La concepción del hombre como mercancía y la necesidad de la venta de su fuerza de trabajo (en las mejores condiciones posibles que aseguraran su rentabilidad) establecieron relaciones de producción que definitivamente influyeron en el desarrollo de nuevos conceptos y prácticas médicas.

La orientación de la práctica médica se desarrolla a la par de las necesidades y el surgimiento de nuevas patologías que se presentan con mayor frecuencia en la población. Su principal objetivo es curar al enfermo,  pero esta práctica comienza a adquirir rápidamente una posición clasista al atender preferentemente al paciente burgués, pues está dominada por el capitalismo, que también promueve la visualización del enfermo como un individuo y el que desde esa perspectiva se manejara su enfermedad.

Desde el surgimiento de la atención médica se dejó de lado a los trabajadores y a los campesinos, pues eran excluidos de ella y de las medidas necesarias para evitar la aparición de la enfermedad. Esta necesidad de atención médica era otorgada por la caridad (más que nada de orden religioso) lo que también permitía a la Iglesia incidir en la concepción de la enfermedad y hacerla parecer de origen divino como una especie de castigo. Sin embargo, esto no respondía a la necesidad social de atención médica.

La salud y la atención médica en el capitalismo existen solamente para quien pueda pagarla y, claro, los obreros son quienes resienten la falta de atención y quienes cargan en sus hombros el precio de la pobreza con la vida, mantienen los mayores números de mortalidad infantil, muerte materna y una esperanza de vida notablemente menor que quienes poseen la riqueza.

            Los avances científicos impulsados por el desarrollo industrial permitieron aportes importantes en la medicina (como el método científico y la microbiología) pero que también permitieron que la concepción de la enfermedad se reafirmara en el campo biologicista[2] y se hiciera de lado el estudio de la relación de los factores externos  en el ambiente y de las condiciones de vida y trabajo relacionadas con el enfermo.

Esto permitió también que surgiera una contraposición tras el intento por demostrar cómo es que la enfermedad comenzaba a hacer presencia en los lugares de mayor concentración obrera donde, por la migración de los campesinos que se daba hacía los centros de las ciudades, se suscitaba el hacinamiento, la pobreza y las malas condiciones generales en  las que vivían, por lo que se produjo un rápido ascenso en el número de enfermedades infecto-contagiosas, también llamadas “enfermedades de la pobreza”, como la tuberculosis o el cólera.

Los diversos estudios acerca de la mortalidad dentro de las diferentes clases sociales evidencian la relación existente entre la pobreza, la ocupación, el salario, las condiciones de vida y la enfermedad. Respecto a esto, la proletarización del campesinado expuso dos grandes factores que influían en el desarrollo de las enfermedades:

1.-La concentración de la población en centros industrializados, donde se ubicaba la mayor demanda de obreros que estuvieran en condiciones físicas e intelectuales óptimas para el rendimiento en la producción.

2.-El hacinamiento y las malas condiciones higiénicas y de pobreza con grandes carestías de tipo nutricional en que vivían esos trabajadores eran las condicionantes que propiciaron la mayor incidencia de las enfermedades infecto-contagiosas en estas poblaciones.

3.-La agudización de la explotación en hombres, mujeres y niños, que se transmitía en el modo de reproducirse de la clase obrera,  evidenció la causa de la mayor mortalidad infantil, del mayor número de muertes en mujeres embarazadas y del incremento de los accidentes de trabajo y el de las enfermedades de tipo ocupacional, así como la reducción de la esperanza de vida entre los trabajadores.

Ante la presión de los periodos de lucha y protesta de la clase obrera, comienza a prestársele atención a la salud de los trabajadores. El capitalismo entonces concede ciertas demandas como acto de las “buenas voluntades”, pero que en el fondo responde a sus intereses económicos bajo la misma necesidad de mano de obra barata pero productiva, apta para responder a las exigencias del capitalismo y mantener la máxima ganancia a partir de la máxima producción, además de ser muro de contención ante la protesta social que se gestaba fuertemente junto con la creciente proletarización y el inicio del desarrollo de organizaciones de trabajadores y su agrupación en sindicatos.[3]

La necesidad de reconocimiento por parte de los trabajadores ante esta situación y  la lucha obrera (como forma de resistencia  paralela a la agudización de explotación y el auge capitalista), incluye dentro de sus consignas la exigencia de mejoras a las condiciones laborales y de prevención de riesgo y accidentes así como a la asistencia médica para el manejo de la enfermedad, aumento del salario y reducción de las jornadas de trabajo.

Todas van de la mano y luchan por mejorar las condiciones de vida de la clase obrera. El proletario comienza, entonces, a ser consciente de que cuenta únicamente con su fuerza de trabajo y la utiliza como mercancía que puede ofertar a  la burguesía, quien es la única que cuenta con los medios de producción que le permitirán generar más mercancías y además generar plusvalía para, así, garantizar la acumulación de capital. Mientras el trabajador se encuentre en mejores condiciones fisiológicas o de salud podrá ofertar mejor su mano de obra o, por lo menos, podrá entrar en la competencia de oferta de mano de obra y obtener un salario para subsistir.

Los trabajadores saben que en la medida en que el desgaste y el envejecimiento, así como los accidentes y las enfermedades, los desvitalizan y se ven diezmados por el mismo proceso del trabajo, el burgués deja de considerarlos productivos. Pero no basta solo con otorgar  protección al trabajador, porque detrás de él esta una familia obrera: una mujer que será la encargada de tener y vigilar el crecimiento y desarrollo de los hijos de su clase, quienes finalmente ocuparan el papel del padre. Ellos comienzan a ser víctimas de la explotación del capital aunque sea de manera indirecta a través del bajo salario del padre y la falta de satisfacción de las necesidades básicas que esto conlleva. Esos hijos crecerán subdesarrollados y desnutridos, por lo tanto es necesario que la seguridad social y la atención médica no se garantice solo al trabajador sino también a toda su familia: a la esposa, a los hijos y a los abuelos jubilados, quienes finalmente en algún momento de su vida ayudaron a crear la riqueza del capital a través de la extracción de su plusvalía.

El reconocimiento de los peligros y riesgos a los que se enfrentan los obreros  en una zona laboral, además de saber que después de sufrir un accidente tiene casi asegurado que, al ver disminuida su productividad, lo correrán y podrán integrar nueva mano de obra para reemplazarlo (ya que hay un gran ejercito de reserva que espera ser contratado para poder obtener un salario), lo llevó a prevenir y buscar una política de protección que asegure su mantenimiento en el  trabajo,  su indemnización por incapacidad para seguir laborando o el aseguramiento de  rehabilitación para recuperar la capacidad perdida hasta ese momento. La pensión ha sido otro logro de los trabajadores ya que es justo que, mientras ellos han dejado sus mejores años y dedicado a la producción su mayor desgaste físico, no puedan ser desechados como si solo fueran una máquina a la que consideran obsoleta una vez que dejan de ser competentes a los ojos del capital. Las pensiones por cesantía y vejez aseguran que la población que ya no puede laborar siga recibiendo apoyo para satisfacer sus necesidades básicas y asegurar una vida digna.

¿Qué significado tiene la salud para las clases sociales?  ¿Qué significado tiene para la clase trabajadora la conservación de su salud? ¿Cuál es el papel del Estado?

Proteger la salud de los obreros es un deber del Estado porque esta es un bien colectivo que permite el desarrollo social.

Sin embargo, el Estado otorga este derecho bajo la particular premisa de obtener entre obreros y soldados hombres sanos de alto rendimiento físico y emocional aptos para las insalubres industrias nacientes (y sus precarias condiciones de trabajo) así como para la rudeza de la explotación y, al mismo tiempo, contar en un futuro con un ejército capaz de enfrentar las guerras imperialistas.

El Estado capitalista es el órgano de dominación de clase que mantiene el orden de dominación burguesa y media entre los conflictos de interés de clase cuando la clase oprimida intenta la insumisión. En el inicio del capitalismo la atención prestada a los trabajadores era mínima. Conforme se fue desarrollando se presentó un  debilitamiento crónico de los obreros y una mayor presencia de enfermedades que empíricamente reconocían ellos como causadas por las condiciones laborales en  las que trabajaban. A la par del desarrollo del capitalismo la expansión industrial cada vez mayor aumenta la pauperización de la clase trabajadora y  surge la lucha económica de los trabajadores, entre cuyas reivindicaciones se encuentra el aumento al salario, las mejoras de condiciones laborales y el acceso a los servicios de salud.

Para que el Estado accediera  a reconocer estas reivindicaciones como derecho de los trabajadores primero tuvieron que gestarse duras luchas por parte de los trabajadores y los sindicatos para que el capital y el Estado decidieran destinar gastos a la seguridad de los trabajadores, ya que esto significa disminuir la obtención de la máxima plusvalía y de la máxima ganancia.

En cuanto el Estado se comienza a encargar de la seguridad social lo hace solo de los trabajadores y no de la familia proletaria en conjunto, pues solo le preocupa procurar la salud de la mano de obra. Los capitalistas saben que procurando la salud el trabajador (entendida como la capacidad de ser productivos) podrán asegurar mano de obra en condiciones adecuadas para seguirla explotando y obteniendo plusvalía. En la medida en que el trabajador esté en buenas condiciones para producir se le podrá exigir un máximo de producción.

A pesar de que el Estado comenzó a implementar políticas de seguridad social, estas son financiadas, aparentemente, de manera tripartita por los obreros, los patrones y el Estado, pero la realidad es que finalmente es el obrero quien termina pagando el financiamiento de las instituciones de salud, porque es el obrero quien genera a partir de la plusvalía la ganancia del patrón y con esto su riqueza, también es él quien con sus impuestos aporta al Estado las ganancias, finalmente se retira de manera directa un porcentaje de su salario para que tenga acceso a estos servicios.

Al capital le interesa poco la calidad de vida del trabajador y la duración de años de esta a menos que la sociedad se lo exija. Es indiscutible que la necesidad de salud no se satisface solo con el acceso a los servicios médicos sino también con las mejoras en las condiciones de vida del obrero y su familia. El Estado solo ha garantizado que se explote de una manera más adecuada a los trabajadores sin que se afecten los intereses de la clase burguesa y así contener la lucha de clases.

La práctica médica actual.

La atención médica otorgada en el capitalismo es parte del sistema de opresión y explotación del obrero, ya que busca principalmente su reintegración al trabajo mientras se le considere productivo. Se convierte en el medio para poner al obrero en condiciones adecuadas para que lo exploten. Es así que la atención médica pierde su sentido social y trabaja en favor de los intereses del capital.[4]

La gran demanda por recibir atención de la población y el hecho de que al capital solo le interesa afianzar cierto número de obreros y “ejército de reserva” (desempleados) excluye a muchas personas del otorgamiento de los servicios de salud y, por ende, la medicina privada comienza a ser un negocio  altamente lucrativo y que, a diferencia de los servicios de salud pública, esta se enfoca solamente en los individuos y sus tratamientos y, de estos, solo en quienes pueden pagarla.

Por otro lado, la diferente posición de clase de los médicos ha permitido que la práctica médica se deshumanice: el médico familiar, que en un principio debería ser la clave del sistema de atención médica, es desplazado por la constante división del trabajo y reemplazado por los médicos especialistas que se encargan de desarticular al ser humano y verlo como piezas integrantes de un todo, como un gran aparato en el que se puede arreglar el lugar del defecto y con eso solucionar el problema como el mecánico arregla a la máquina.

Las necesidades de salud de la burguesía (y el hecho de que sea la única clase que puede solventar estos gastos) permiten la mayor especialización de los médicos y reduce el campo de trabajo de un médico general. La reducción del gasto público en salud deteriora la calidad del sistema de seguridad social y afecta al personal que labora en estas instituciones con despidos masivos y reformas que aumentan las jornadas de trabajo y reducen los salarios.

El sistema de salud capitalista responde a los interese de la burguesía y no puede ser de otra forma mientras no se cambie el sistema de dominación de clases. Solamente la clase obrera puede responder a sus necesidades mismas porque las conoce de fondo. El auge de la lucha obrera es la fuerza que causa la participación de los obreros y que permite se les reconozca este derecho.

La enfermedad entre la clase obrera en México

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Ahora analizaremos el estado de salud de los trabajadores como reflejo del auge del proceso imperialista que se desarrolla actualmente en México y sus consecuencias, como el desempleo y el empeoramiento de las condiciones laborales ante el aumento en la exigencia de la máxima producción con menos trabajadores.

Según datos obtenidos por la Secretaria de Trabajo y  Previsión Social  (STPS. 2003-2012), entre el 2003-2012 se ha registrado un incremento en el número de accidentes de trabajo a nivel nacional: de 278,525 a 434,600. Esto significa un aumento del más del 50%. Igualmente, creció el número de defunciones (muerte obrera) el cual ha sido del 2.3%.  También se registró un aumento en el número de incapacidades ocasionadas por el trabajo de 10.06%.  Pero pasa lo contrario con el registro de enfermedades laborales de las cuales se plantea un descenso de 7,811 casos a nivel nacional en el año 2003 a solo 4,853 en el 2012.

El mayor número de accidentes de trabajo se presentó en el estado de México con 57,253 obreros accidentados, seguidos de Jalisco con 47,762, el Distrito Federal con 40,373, Nuevo León  30,670 y Baja California con 22,486.

Sobre las enfermedades laborales registradas por estado tan solo durante el año 2012, en el Estado de México se registraron 551 enfermedades y  139 muertes, en Coahuila se registraron 837 enfermedades, en Jalisco más de 300 enfermedades y 106  defunciones, Hidalgo y Chihuahua registraron poco más de 300 enfermedades. El periodo con mayor registro o de defunciones de obreros fue entre 2008-2012.

Solo se menciona los estados que encabezan la lista de prevalencia de enfermedades, accidentes incapacidades y defunciones porque estos estados se han caracterizado por presentar un mayor desarrollo del capital industrial.

Realmente son números que subestiman la enfermedad laboral y que ocultan la verdadera realidad de los trabajadores, incluso demuestran que las enfermedades de los trabajadores no son reconocidas como enfermedades de causa laboral. Por otro lado, los datos registrados solo son de los derechohabientes del IMSS, donde se registran datos de poco más de 15 millones de trabajadores a nivel nacional. Es decir, los asalariados que no cuentan con prestaciones como atención médica, aquellos que son trabajadores eventuales o que trabajan en la informalidad y que, sin embargo, están expuestos a situaciones de peligro no ingresan en estos datos y es difícil conseguir registros confiables.

Siguiendo con los mismos datos otorgados por el informe de la STPS, la construcción de edificaciones y de obra de ingeniería civil es de las ocupaciones que representan  el mayor riesgo laboral para los trabajadores y ocupan el primer lugar en defunciones de obreros. Los accidentes de trabajo afectan principalmente en la mano y la muñeca, van desde traumatismos superficiales a fracturas hasta a amputaciones violentas, las cuales son la principal causa de incapacidad permanente entre los trabajadores. Las defunciones son causadas principalmente por traumatismos en la cabeza y golpes de manera violenta, quemaduras e intoxicaciones.

Si un obrero pierde la integridad física (como si perdiera sus manos, por ejemplo), inmediatamente será desplazado del proceso de producción y difícilmente encontrará un empleo o actividad donde pueda incorporarse nuevamente al trabajo.  Las políticas impulsadas por el gobierno mexicano y las reformas en salud laboral solo buscan proteger al patrón, pues argumentan que el aumento en el número de accidentes y muertes obreras es causado por el “descuido” y la “irresponsabilidad” de los trabajadores. El patrón asegura que maneja medidas preventivas y equipo de protección, pero la mayoría de las veces estas son insuficientes para el grado de riesgo que representan las diferentes jornadas laborales.  No solamente se trata de ocupar equipo necesario para evitar riesgos y accidentes, pues la mayoría de estos suceden en los turnos nocturnos o después de jornadas de trabajo extenuantes, o bien cuando hay una situación de estrés mayor en la vida del trabajador (como la posibilidad de que lo despidan). Hay que asegurar que los trabajadores tengan jornadas de trabajo que no comprometan su salud, que procuren mejor su bienestar y la satisfacción de las necesidades básicas de un ser humano.

De los ocupados por grupo de edad, el 64 % de la población de México tiene entre 30-60años  (el 48% se concentra entre trabajadores de entre 30-49 años) y solo 28 % de la población entre 14-29 tiene un empleo. En la edad en la que se encuentra el mayor porcentaje de población trabajadores se registra un mayor  número de enfermedades y  muertes entre la población.

Los salarios que, por una parte, le permiten al trabajador satisfacer sus necesidades básicas hoy en día no alcanzan ni para subsistir, pues el ingreso promedio que se recibe a nivel nacional es de 5,126 pesos,[5] (donde  los hombres reciben  5,592 pesos  mientras que las mujeres reciben 4,351 pesos) con lo cual podemos deducir que no alcanzaría para pagar servicios de atención médica especializada o tratamientos crónicos que no pueden descontinuarse.

Hay que aclarar que ya no podemos decir que existe patología de la pobreza y de la riqueza porque hoy no se limitan las enfermedades solamente a esta causa dado que aparecen por igual entre la clase obrera enfermedades infecciosa como crónico-degenerativas. Se dio un proceso de transición entre las neumoconiosis de los mineros y la enfermedad hipertensiva del estrés actual al que es sometido el trabajador.  Sin dejar de lado que ambas pueden presentarse incluso al mismo tiempo,  actualmente vemos cómo acrecientan las neoplasias y tumores tras la exposición de agentes cancerígenos utilizados en la industria. Los infartos al miocardio, la hipertensión y la diabetes, que se consideraban enfermedades de los ricos, ya no son exclusivas de esta clase, pues los estilos de vida en las ciudades más industrializadas expone a situaciones que propician estas enfermedades. Hoy en día dentro de los principales dictámenes de invalidez se incluye a la diabetes mellitus, que se relaciona entre muchas otras cosas con la obesidad, dada por malos hábitos alimenticios que pueden deberse a la falta de tiempo, el no tener acceso a una buena nutrición, el bombardeo mercadotécnico constante por parte de los grandes monopolios de comida rápida, la falta de orientación médica preventiva o incluso los horarios rotatorios y, por consiguiente, el desenvolverse en un constante estado de estrés. Hoy lo único exclusivo respecto a la enfermedad es su acceso al tratamiento, el cual, como ya vimos, solo es para quien puede pagarlo. Cada vez los monopolios hacen más intentos por insertar el capital privado en los servicios de salud con golpes constantes al IMSS, la principal institución de seguridad social.

La seguridad social en el socialismo.

Surgió con el triunfo del poder obrero y popular en 1917 en Rusia. En el socialismo se buscaba la satisfacción máxima de las necesidades básicas del hombre y esto incluía su completo estado de bienestar. Se le confió a los obreros la reestructuración de los servicios de salud, pues solo ellos sabían cuáles eran sus necesidades.  La seguridad social cumplía varias características, entre las que resaltan:

1.-la medicina debe estar al servicio de los obreros,  los campesinos y los soldados.

2.- Se debe dar preferencia a la medicina preventiva.

3.- Integrar el conocimiento de la medicina tradicional y el científico.

4.- La labor sanitaria debe llevarse a cabo con la participación de las masas.

Mucho antes de triunfar la Revolución Socialista, Lenin había prestado  atención al problema. Por iniciativa suya, en el proyecto del primer programa del Partido se introdujo la tesis de la responsabilidad de los empresarios por la pérdida de la capacidad laboral de los obreros no sólo a causa de accidentes, sino también a causa de enfermedades profesionales. Lenin planteó, asimismo, la exigencia de asegurar pensiones estatales a los obreros por vejez, argumentando que “los obreros sostienen con su trabajo a todas las clases ricas y al Estado, razón por la cual tienen el mismo derecho a una jubilación que los funcionarios, quienes ya la perciben”.

Si alguien era víctima de los desastres en sus centros laborales, era necesario esforzarse por reincorporar a la persona a la vida laboral en centros de rehabilitación altamente capacitados. Al igual que los demás obreros y empleados, estos inválidos que trabajaban en casa contaban con sus vacaciones anuales pagadas, subsidios del seguro social estatal, así como prestaciones, incluida la cura en sanatorios y balnearios.

En la URSS la asistencia social o el seguro social beneficiaban a todas las capas de la población sin excepción. Además, esta asistencia era universal porque se concedía en todos los casos necesarios (enfermedad, vejez, invalidez, pérdida del sostén de la familia, etc.), era gratuita porque se nutría por completo de los fondos estatales o sociales sin que se practicaran descuentos algunos del salario de los trabajadores para cubrir las necesidades del seguro y de la asistencia social. Finalmente, era democrática, puesto que estaba sometida siempre al control de la sociedad y, en primer lugar, de los sindicatos, que eran los que mayormente administraban esos fondos.

Más de 500 mil personas, mayormente obreros, veteranos de guerra, inválidos de la guerra y el trabajo, empezaron a percibir, por primera vez en su vida, pensiones estables. Junto con el pago de pensiones y subsidios se extendió ampliamente la ayuda en forma de distribución garantizada de alimentos y artículos de consumo de primera necesidad a los inválidos de la guerra y la producción, así como a las familias que habían perdido el sostén económico.

En ese período fue liquidado completamente el desempleo, la falta de vivienda, el vagabundeo; en todas las empresas y organismos estatales se implantaron todos los tipos de asistencia social.

El papel del Estado y la responsabilidad que tiene se demuestra con las facilidades que se daban a las mujeres antes y después de dar a luz, la manutención de los niños en jardines de la infancia y casas cuna (donde los padres no pagaban más del 30 por ciento del costo), la asistencia médica gratuita, empezando por el reconocimiento profiláctico y concluyendo por las operaciones quirúrgicas más complicadas con largos períodos de rehabilitación. Se trataba, igualmente, de posibilidades prácticamente ilimitadas de instrucción, desde la primaria hasta la superior, que también era gratuita en la URSS; del aseguramiento del cien por ciento de ocupación, de la protección pertinente del trabajo, de la asistencia social en caso de pérdida temporal o definitiva de la capacidad laboral, sin que el obrero abonara nada al fondo de previsión social.

[1] Es este periodo observamos que las principales causas de defunción de las que se tiene registro eran los traumatismos y accidentes ocurridos durante la cacería o la recolección, así como los problemas digestivos traídos por los diversos cambios en la dieta así como envenenamiento, frecuente ante el consumo de alimentos vegetales que desconocían.

[2] Los aportes de René Descartes con el método científico (que más tarde será el aplicado y modificado a la práctica médica como el método clínico) da elementos mecanicistas que permiten entender al enfermo como afectado solo  parcialmente y como capaz de recuperar su salud si se sustituye el órgano o la parte afectada. A su vez los hallazgos en microbiología permitieron un mayor auge de la concepción biologicista de la enfermedad, es decir, que esta solo se presentaba cuando un agente (bacteria, virus, parasito etc.) se alojaba en el organismo, pero esta teoría  desecha la concepción del desarrollo de la enfermedad como un proceso que es multifactorial y en el que tiene gran influencia la forma de vida de la persona, la cual está determinada por su papel en el modo de producción.

[3] Este ejemplo lo dan quienes reconocen hoy a Bismarck como el padre de la seguridad social cuando es claro que sus motivaciones por procurar el bienestar de los trabajadores de Alemania estaban en sentido de que la economía alemana siguiera produciendo con la máxima eficiencia y, al mismo tiempo, apagar la demanda de los más radicales dentro del movimiento obrero que ya empezaba a manifestar ese descontento. Bismarck aseguraba que la importancia de la seguridad social era tan grande como para prevenir una guerra.

[4] Un ejemplo de esto es la Organización Mundial  de la Salud (OMS) , la cual surge después de la II Guerra Mundial ante la necesidad de cubrir cuatro tareas primordiales. Entre ellas esta ser el cerco epidemiológico contra las grandes enfermedades infecto-contagiosas que acarrean cualquier guerra moderna, así como la educación y diseminación de información y asesoría a los gobiernos sobre la gestión y uso de los recursos para el financiamiento médico.

[5] SUBSECRETARIA DE EMPLEO Y  PRODUCTIVIDAD LABORAL. ABRIL 2015 ESTADO DE MÉXICO. STPS

Un comentario en “La salud de la clase trabajadora”

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