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Programa del PCM: La Revolución Socialista Tarea inmediata de la clase obrera de México

La Revolución Socialista

Tarea inmediata de la clase obrera de México

Programa del PCM

 

 

Vivimos la época del imperialismo y las revoluciones proletarias

 

Tal como fue analizado y previsto por el marxismo-leninismo, el desarrollo del capitalismo anidó en todo el mundo, imponiéndose sobre modos de producción previos, independientemente de que algunas manifestaciones del pasado sobrevivieran aún por largo tiempo.

 

Las relaciones capitalistas imperantes han llevado el conflicto de clase a la contradicción anunciada, entre burgueses y proletarios, con las capas medias en acelerado proceso de proletarización, aunque los ritmos de consciencia de éstas se mantengan en la pequeña burguesía. Nuestra época está marcada por el antagonismo entre el capital y el trabajo, y esa contradicción es la que marca la lucha de clases.

 

Debido al inexorable proceso de concentración y centralización que llevó a la monopolización de la economía, el capitalismo entró en su fase superior y última, el imperialismo, de agonía, parasitismo y descomposición, acentuando la explotación de la clase obrera para rentabilizar y maximizar sus ganancias, saqueando a los pueblos, tanto con la exportación de capitales, como con las agresiones para entregar los recursos naturales, las materias primas al expolio monopolista. Como lo demuestra toda su historia de crímenes desde que es el modo de producción dominante, la agresión contra los trabajadores del mundo es la constante del capitalismo, sustentado en la apropiación privada de lo socialmente producido, en la depredación, el despojo, la guerra; a sangre y fuego nació y así se reproduce, con violencia y barbarie contra el proletariado, los campesinos y las propias capas medias, desde su periodo de acumulación originaria hasta nuestro siglo donde chorrea con más contundencia la sangre y lodo por todos sus poros.

 

Al establecerse la interdependencia universal entre las naciones los países se eslabonaron en el sistema imperialista en una pirámide, integrada por la cúspide con los países de pleno desarrollo,  en un siguiente escalón por los países de desarrollo intermedio, y por otros de menor desarrollo en la base. En la cúspide hasta mediados del siglo XX se mantuvo Inglaterra, en seria disputa con otros países, hasta que finalmente fue desplazado de ese lugar por los EEUU, y actualmente ese centro imperialista disputa ese lugar con las llamadas economías emergentes. El sistema imperialista mantiene una serie de contradicciones intrínsecas, que se agudizan por la necesidad de conservar mercados, rutas, materias primas y mano de obra barata, que pueden llevarlo a una nueva guerra de carácter interimperialista.  Los monopolios buscan asegurar una posición predominante absorbiendo a otros, fusionándose o en abierta guerra comercial con sus competidores, en modernas acciones de piratería donde despliegan artillería mediática y arsenal legal, adelantando confrontaciones violentas para un reacomodo de la pirámide imperialista, con letales consecuencias para el conjunto de la humanidad si la clase obrera no opone su alternativa. Así, al mismo tiempo que todas las economías capitalistas son interdependientes para su subsistencia por el flujo de capitales, créditos, materias primas y recursos, nodos de las rutas de transporte, mercados donde realizar su mercancía, etc., el continuo desarrollo de otros capitales, que se oponen entre sí cada vez con más fuerza, conforme de la ley descrita por Lenin, del desarrollo desigual, exacerba el reacomodo brusco de monopolios. En primera instancia la configuración actual de la pirámide imperialista busca a través de sus tratados, acuerdos, organizaciones interestatales o mundiales, regular sus conflictos para asegurar la explotación e intensificarla. El conflicto clase contra clase atraviesa también al sistema imperialista, y por ello es imposible para el PCM encontrar bondades en el conflicto entre tiburones, como llamaba Lenin a la disputa interimperialista. Los trabajadores no tienen nada que ganar colocándose a favor del “mal menor”.

 

Se van formando una serie de uniones interestatales cuya naturaleza de clase está bien definida como interimperialista, tales como el TLCAN, la Unión Europea, los BRICS, el MERCOSUR, e inclusive el ALBA, donde predominan países en los que las relaciones capitalistas son imperantes. La ONU ya no expresa la correlación de fuerzas entre el campo socialista y el imperialista como en la posguerra, y es hoy un instrumento que convalida las agresiones imperialistas contra los pueblos. La multipolaridad es un mito que busca enmascarar los objetivos de determinados centros imperialistas y colocar a los trabajadores y pueblos detrás de una ilusión. El derecho internacional hoy es en beneficio de los capitales, garantizándoles el lucro.

 

El capitalismo en su fase imperialista manifiesta rasgos de barbarie nunca conocidos en la historia, llevando a la muerte a millones de seres humanos en conflagraciones como la Primera y Segunda Guerra Mundial, en la utilización irracional de las armas de destrucción masiva, en la devastación de la naturaleza y el hábitat de la especie humana en aras de la maximización de ganancias. Las sanguinarias aventuras militaristas de los principales centros imperialistas se han dado desde su surgimiento y hasta nuestros días, a pesar de que se prometió que una vez triunfante la contrarrevolución contra la Unión Soviética y el campo socialista, el mercado mundial traería una época sin guerras y sin intervenciones; en vez de la paz perpetua existe una carrera por generar medios de destrucción cada vez más sofisticados, y que cada vez absorben una proporción mayor de la riqueza social.

 

El capitalismo en su fase imperialista enfrenta además periodos cíclicos de crisis de sobreacumulación y sobreproducción que intensifican la explotación, desvalorizando el trabajo, arrojando a millones al desempleo y destruyendo las conquistas sociales y los derechos de los trabajadores.

 

El capitalismo en su fase imperialista es la miseria, el hambre, la enfermedad, la opresión, la represión, la muerte, e inclusive la posibilidad de la extinción del género humano.

 

A pesar de los intentos de nuevos alquimistas, el capitalismo en su fase imperialista no logró encontrar la fuente de la eterna juventud, y ninguna forma de gestión (keynesiana, fascista, socialdemócrata, neoliberal o neokeyensiana) logró revitalizarlo, ni el maquillaje impidió visualizar sus límites históricos, que son resentidos por las mujeres y hombres que viven de su fuerza de trabajo. Ni en Europa la socialdemocracia, ni en América los gobiernos “progresistas” de Brasil, Argentina o Chile, ni la neoizquierda de México lograron humanizar al capital, pero si confirmaron que se tratan de fuerzas del mismo sistema.

 

El imperialismo a la par que se prepara permanentemente para aplastar a los que se le oponen, mantiene un colosal aparato de propaganda y de manipulación, para enmascarar sus límites históricos, para diseminar falsas ilusiones y esperanzas en la posibilidad de humanizar su sistema, para deformar y desmontar la memoria histórica, para desarmar ideológicamente a la clase obrera, para adormecer la conciencia de clase, para hundir a la mayor cantidad de mentes en la ignorancia y la enajenación más oscuras, para calumniar la experiencia de construcción socialista, para ensalzar a los criminales a su servicio y criminalizar a toda fuerza revolucionaria, etc.

 

La clase obrera y las otras capas oprimidas de la sociedad están en abierta contradicción con la existencia del capitalismo en su fase imperialista, y derrocarlo se coloca como una tarea de actualidad. Para los pueblos del mundo es vigente luchar por poner fin a la explotación del hombre por el hombre y para evitar la destrucción de la naturaleza.

 

La explotación, el militarismo, la guerra, el terrorismo estatal, las políticas antiobreras y antipopulares convocan a los proletarios del mundo a mantener en alto las banderas del socialismo-comunismo, de la paz y de la solidaridad antiimperialista. El Partido Comunista de México trabaja para fortalecer los espacios de lucha contra el imperialismo y los monopolios, expresando solidaridad con todos los pueblos y naciones que resisten. Considera su deber fortalecer la Federación Sindical Mundial, la Federación Mundial de la Juventud Democrática, el Consejo Mundial de la Paz y la Federación Democrática Internacional de Mujeres.

 

El Partido Comunista de México lucha contra todas las uniones interimperialistas, por la ruptura con estas y contra sus políticas antiobreras, antipopulares, que sojuzgan y oprimen a los pueblos, pauperizando sus condiciones de vida, en beneficio exclusivo de los monopolios.

 

El Partido Comunista de México lucha por la unidad de los proletarios de todos los países, enarbolando los derechos conquistados a través de la cruenta lucha de clases, pero enfatizando el punto de vista de la necesidad del mundo socialista-comunista.

 

El Partido Comunista de México considera su deber luchar por la coordinación de los partidos comunistas y obreros, partiendo de la premisa de que el movimiento comunista internacional  es la fuerza insustituible de conducción de los trabajadores del mundo contra el capitalismo en su fase imperialista; por ello ponemos el acento en la lucha contra el oportunismo, el revisionismo y el reformismo, agentes del capitalismo para desarmar la lucha de clases.

 

El Partido Comunista de México lucha por la conformación del estado mayor de la revolución proletaria, que con firmeza en el marxismo-leninismo elabore la estrategia y la táctica para guiar a los proletarios a nuevos estallidos revolucionarios y emancipatorios. Luchamos por una nueva Internacional Comunista, que dé continuidad a las experiencias de la I Internacional, la II Internacional (antes de su descomposición) y  de la III Internacional, y del sucesivo movimiento comunista internacional.

 

 

Es necesario cambiar el mundo. La alternativa es el socialismo-comunismo

 

La necesidad de la revolución socialista que ponga fin al capitalismo se sustenta en los límites históricos de éste.

 

En primer lugar, surge de la contradicción que existe entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que se han convertido ya en una traba para su más incesante desarrollo que satisfaga las necesidades sociales.

 

En segundo lugar por la naturaleza misma de un sistema que se basa en la apropiación privada de lo producido socialmente.

 

En tercer lugar por el carácter parasitario de la fusión del capital bancario e industrial, es decir del capital financiero y su acelerada descomposición que desatan la barbarie imperialista lesiva para los pueblos.

 

La inevitabilidad de la Revolución socialista es un imperativo surgido de los mismos antagonismos del capitalismo y de la madurez de las condiciones para el socialismo-comunismo.

 

La Gran Revolución Socialista de Octubre fue la ruptura en el eslabón más débil de la cadena imperialista; después de la experiencia de la Comuna de París, por primera vez irrumpieron en la historia las masas obreras y campesinas, conducidas por el Partido Comunista (bolchevique) como una fuerza decida para derrocar el viejo orden y para construir la nueva sociedad.

 

El Partido Comunista de México reivindica y defiende la experiencia de la construcción socialista en la URSS y otros países de Europa, Asía, África y América, considerando que constituyen un ejemplo tangible del mundo nuevo que aspiramos construir. Al mismo tiempo asume que las lecciones de las causas objetivas que posibilitaron la contrarrevolución y el derrocamiento temporal del socialismo son fundamentales en la lucha proletaria contemporánea. Ambos elementos, la defensa de las experiencias de construcción socialista y la crítica científica de los errores en su construcción que permitieron el triunfo de la contrarrevolución son esenciales para el accionar cotidiano de los comunistas.

 

La construcción socialista demostró en primer lugar que la burguesía no es necesaria, que la clase obrera sin la patronal puede hacerse cargo de la producción, y del poder estatal. La construcción socialista demostró superioridad sobre el capitalismo al elevar el nivel de vida de la clase obrera y campesina, tanto en la satisfacción de las necesidades básicas, el pleno empleo, como en lograr que el conjunto de la población trabajadora tuviera garantizada la salud, la educación, la cultura. El analfabetismo fue erradicado y por vez primera el arte dejo de ser un privilegio de la élite para ser un derecho del pueblo; por primera vez la mujer empezó a liberarse de la esclavitud del hogar y a emanciparse; por primera vez se formó la unión de los pueblos con base de igualdad, de respeto a las nacionalidades. Por primera vez  se contribuyó desinteresadamente a la lucha de los trabajadores y los pueblos del mundo de manera concreta.

 

El poder obrero, manifestado como poder soviético abolió las relaciones capitalistas de producción en los sectores concentrados y centralizados de la producción y el cambio, y estableció la economía socialista y la planificación central impulsando equilibradamente la producción de medios de producción y la producción de bienes de consumo. El desarrollo industrial de la URSS, sus logros económicos mostraron a los ojos del proletariado internacional la superioridad de la sociedad socialista.

 

Además la URSS decidió el curso de la Segunda Guerra Mundial a favor del progreso y contra la reacción oscurantista que quería someter a la humanidad; 27 millones de soviéticos abonaron con su sangre el camino de la victoria sobre el nazi-fascismo.

 

La dictadura del proletariado se mostró muy superior a la democracia burguesa (dictadura de clase de los opresores) en tanto que democracia de los trabajadores y poder obrero y popular; por primera vez en la historia cientos de miles de obreros y campesinos, de mujeres y de jóvenes participaron en las decisiones estatales, en función de sus propios intereses y de los de los trabajadores del mundo, convirtiéndose en los arquitectos de su destino.

 

La actividad deformante de los centros ideológicos del imperialismo apunta a ocultar las grandes victorias del poder obrero. Es deber de los marxistas-leninistas, y el Partido Comunista de México asume esa tarea, mostrar a cada obrero, a cada obrera, los logros y conquistas del socialismo, en tanto que triunfos históricos del proletariado y de su partido de vanguardia.

 

Además de buscar desacreditar la construcción socialista, el capitalismo en su fase imperialista desenvuelve el anticomunismo, no sólo como una manifestación reaccionaria, sino como un instrumento que busca desactivar los estallidos revolucionarios.

 

Para los comunistas del mundo es necesario responder a la criminal operación de equiparar el comunismo con el fascismo. El fascismo contó con la complicidad de los monopolios que hoy dominantes en la Unión Europea y en los EEUU emplean por enésima ocasión cosméticos para presentarse como los guardianes de la democracia y la libertad, cuando en su esencia se expresa la dictadura de clase, la represión y las leyes para proteger las ganancias.

 

La contrarrevolución que llevó al derrocamiento temporal la construcción socialista tuvo su base en el anidamiento, tolerancia y desarrollo de las relaciones mercantiles, que por un largo periodo socavaron la economía socialista y la dictadura del proletariado, que iniciaron en los años 50’s en la agricultura y se extendieron al propio terreno de la industria con el consiguiente reflejo en la política, la ideología, la cultura y el arte, y que afectaron gravemente la estrategia del movimiento comunista internacional y la propia naturaleza del partido (transformándolo conceptualmente en partido de todo el pueblo, en lugar de partido de la clase obrera), proceso que tuvo su acelerado remate con la Perestroika.

 

El socialismo-comunismo es un solo proceso, con el socialismo como fase inmadura. De acuerdo a la experiencia histórica, el socialismo-comunismo es: derrocamiento del capitalismo por vía revolucionaria, el poder obrero con base en los centros de trabajo (como base de la dictadura del proletariado), la socialización de los monopolios y medios de producción concentrados de la ciudad y del campo, así como la planificación central de la economía. El poder obrero, el Estado proletario debe derribar y reconstruir radicalmente todas las relaciones sociales heredadas del capitalismo, y darse a la tarea de construir el nuevo modo de producción afrontando las contradicciones sociales (campo-ciudad, trabajo manual-intelectual) teniendo como norte la abolición de la explotación de clase y toda forma de desigualdad social. Establecer y desarrollar la nueva sociedad es tarea de la clase obrera revolucionaria cuyo núcleo central y vanguardia es el Partido Comunista.

 

El Partido Comunista de México considera incompatibles las relaciones socialistas de producción con las relaciones mercantiles y considera inexactas las tesis del “socialismo de mercado”, “socialismo con mercado” y “socialismo del siglo XXI”. Para el Partido Comunista de México la lucha por el socialismo se rige por leyes generales, y sin desconocer las especificidades y peculiaridades, no coloca a éstas por encima; consideramos inexacto hablar de “modelos” del socialismo. Luchamos por la Revolución socialista y la construcción socialista, entendiendo que hacen parte de un torrente general en la historia, que tiene leyes y regularidades.

 

Distinguimos el tema de los restos de pequeña burguesía que sobreviven en la fase inferior del socialismo-comunismo en ramas, sectores y secciones de la economía donde los medios no hayan sido concentrados y centralizados previamente por el capitalismo en su fase superior, distinguimos el tema de que se tenga que lidiar de manera diferenciada con los intereses de monopolios representados por los estados que amenazan al Estado socialista, con el tema de teorizar sobre la posibilidad de construir el socialismo sin destruir a cada paso las relaciones capitalistas de producción. Ya inmediatamente, desde el principio de su fase más temprana, la producción en los sectores concentrados y centralizados (que hoy abarcan la totalidad de los sectores estratégicos y una proporción elevadísima de los medios con los cuales se produce toda la riqueza social en cualquier país del globo) es directamente social, produciendo no valores sino valores de uso, distribuyendo no valores sino valores de uso, es decir distribuyendo no de acuerdo a un salario tasado con la ley del valor para adquirir sólo el coste de reproducción de la fuerza de trabajo sino distribuyendo valores de uso, tanto de manera directa, proporcional al trabajo entregado a la sociedad y cabiendo la posibilidad de estímulos materiales y morales, como de manera social; merced al fondo social que busca garantizar a todos los miembros del pueblo que se cubran ampliamente sus necesidades y el desarrollo de sus capacidades. Durante su fase inmadura el socialismo privilegia la producción de medios de producción, la aplicación intensiva de la tecnología, las máquinas y medios más avanzados, tanto para poder mejorar el nivel de vida de todo el pueblo, como para reducir la jornada de trabajo y volver sobre esa base una realidad material el que la clase obrera gestione y controle su propio Estado. Desde su fase más temprana, la economía socialista impide y socava la posibilidad de ampliar la compra de la fuerza de trabajo ajena, buscando desalojarla y desaparecerla del todo rama tras rama, desgastando y adelgazando las filas de la pequeña burguesía, superando mediante formas cooperativas la producción artesanal y campesina aislada, preparando mediante la educación socialista el que todos los hijos de las futuras generaciones pertenezcan a una sociedad de productores libremente asociados.

 

El Partido Comunista de México considera que la dictadura del proletariado es fundamental para erigir una sociedad nueva, sin opresores, ni clases dominantes, garantía de la extinción del Estado y de la nueva sociedad comunista. La dictadura del proletariado, en tanto que democracia obrera, ha dado por primera vez a la humanidad un contenido profundo a la decisión de las mayorías que viven de su fuerza de trabajo, a los productores directos, al conjunto del proletariado; al mismo tiempo es la garantía para evitar que la derrocada burguesía reinstale su dominación y la contrarrevolución sea sofocada. Consideramos que la base de tal poder son los órganos estatales con base en los centros de trabajo, además de la permanencia de las organizaciones de masas.

 

 

Los cambios de gestión son continuidad del capitalismo, la vía de la reforma. Nuestro camino la Revolución.

 

Al movimiento obrero y popular en el mundo y en nuestro país se les presenta un panorama de fallas de alguna gestión del capitalismo, pero de la absoluta vitalidad del mismo. Se trata de ilusiones y espejismos que buscan retrasar la incontenible transformación de la sociedad. Que erosionan al movimiento revolucionario e inclusive a partidos comunistas, sumándolos, como ocurrió con la socialdemocracia al engranaje de la dominación capitalista.

 

Frente a la inestabilidad intrínseca del modo de producción capitalista, resultado de la crisis cíclica de sobreproducción y sobreacumulación, de la anarquía en la producción, y de las posibilidades de estallidos revolucionarios, la clase dominante adopta de manera temporal y con el objetivo de contener las luchas, diversas gestiones. Así por ejemplo el fascismo como fuerza de choque para confrontar la construcción socialista, o el new deal en los EEUU en los 30’s y 40’s del Siglo XX para superar los efectos devastadores de la crisis del 29, el keynesianismo o welfare state después de la Segunda Guerra Mundial que buscaba sobre todo, a través del reconocimiento de algunas conquistas de los trabajadores desmovilizarlos de la oleada revolucionaria por el socialismo que abarcó a buena parte de Europa y Asia. Al ritmo de la restructuración capitalista iniciada a finales de los 70’s, y acelerada por la contrarrevolución se impuso la gestión neoliberal, es decir políticas privatizadoras, desreguladoras, de choque contra los derechos laborales y sociales, de reducción de las políticas públicas, de despido, que ha generado un gran malestar social y rebeliones populares, estallidos por doquier que aún sin tener un rumbo y orientación precisa, por ser resultado del espontaneísmo, si sirven como indicadores de la necesidad de transformaciones profundas y revolucionarias, de ruptura radical anticapitalista.

 

Actualmente en el periodo de crisis del capitalismo se busca asignar exclusivamente a la gestión neoliberal las fallas del sistema y se enarbola la propuesta del neokeynesianismo. Algunas fuerzas se entrampan en ello, pues luchando únicamente contra el neoliberalismo terminan abogando por alguna otra gestión del capitalismo, precisamente cuando se da el ataque más salvaje contra los trabajadores del mundo, reduciendo a cenizas todo derecho conquistado en los dos siglos anteriores; cuando casi la totalidad de los fondos públicos son orientados a rescatar a los monopolios y sus industrias en quiebra. Con falsas promesas buscan nuevamente impedir que se visualice la necesidad revolucionaria de derrocar al modo de producción capitalista. Buscan lo imposible: la humanización del capitalismo.

 

En más de un siglo el camino de la reforma demostró su nociva inutilidad, prolongando la agonía de los trabajadores, a los cuales encasilla en la lógica del mal menor, de la simple resistencia, que no impide el asalto de los monopolios y su brutalidad que pauperiza aceleradamente la vida obrera y popular, que condena a la incertidumbre a millones de seres humanos, que ensancha el ejército de reserva industrial con el paro forzoso, con la masividad del desempleo. Ese camino sin embargo no conquista ya nuevas reformas sino que reblandece la línea de resistencia facilitando virajes y la llegada de nuevas gestiones del capitalismo; es parte integral de la dominación. Las opciones políticas que desarman a la clase obrera para el asalto del poder, que le constriñen a los límites exclusivos de la legalidad burguesa, que insisten en la colaboración de clases, a la larga desbrozan el camino para que la burguesía deseche sus compromisos temporales junto con su careta democrática, para que pase a las formas más brutales de dominación y de asalto sobre la clase obrera. Si acaso, estas fuerzas lo único que prometen es que una vez lograda la estabilización del sistema y tras indecibles sacrificios de la clase obrera se vuelva a una etapa de expansión del capital y se recuperen a regañadientes algunas de esas mismas conquistas y de nuevo con carácter temporal, teniendo la crisis siempre de retorno tras unos ciclos más.

 

El Partido Comunista de México considera que no hay lugar para las reformas y cirugías embellecedoras; que la única opción es la Revolución y la irrupción de la clase obrera para asumir la dirección de la sociedad, cumpliendo el papel de sepultureros del sistema de la explotación.

 

El Partido Comunista de México al considerar la Revolución Socialista como la tarea que se registra a la orden del día, busca la politización del conjunto de los trabajadores y capas medias empobrecidas de la sociedad, vinculando sus demandas inmediatas y la defensa de sus derechos y reivindicaciones con la necesidad del derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo-comunismo. Al tiempo que realiza una labor en contra de esos vendedores de la mercancía ilusión que tanto reditúa a la continuidad del caduco sistema.

 

El Partido Comunista de México considera un error estratégico, una dirección política que se oriente tan sólo contra alguna de las gestiones, y no apunte a la raíz del problema, a la esencia misma de los graves problemas que aquejan a la clase obrera. Actualmente en boga, el “anti-neoliberalismo” opone a las privatizaciones, las nacionalizaciones o estatizaciones sin alterar el capitalismo; clama por una mayor intervención del Estado en la economía, pero se trata del mismo Estado burgués, al que no quiere destruir sino administrar. Los llamados gobiernos progresistas son un ejemplo de ello, continúan las políticas que efectuaría cualquier opción procapitalista, cambiando todo, para no cambiar nada, desmovilizando a su paso las organizaciones populares.

 

Los comunistas no buscamos extender la vida del capital ni oxigenarlo. Hace ya casi 170 años que El Manifiesto del Partido Comunista sitúo nuestros objetivos programáticos. Los reformadores contemporáneos no podrán cumplir su triste papel de ocultar la putrefacción y senilidad del capitalismo en su fase imperialista.

 

A la cuestión de reforma o revolución, El Partido Comunista de México responde de la única manera posible: Revolución socialista.

 

La Revolución Socialista en México: nuestra tarea inmediata

La lucha de clases en la historia de México

 

En México, al igual que en todos los pueblos, el motor de los cambios profundos y radicales ha sido la lucha de clases. A lo largo de la historia las clases oprimidas han sostenido la lucha y participado en los procesos revolucionarios.

 

Antes de 1524, los pueblos que habitaban el territorio de lo que hoy es México se encontraban en el estadio medio de la barbarie y la conquista española cortó todo desarrollo independiente ulterior, con la destrucción violenta de todo lo que se le oponía. La cultura floreciente de los pueblos indios fue aniquilada y la población indígena bárbaramente reducida de 25 millones a 6’400,000 en 1540, un exterminio masivo, y despojados de sus bienes y tierras, de las que fueron expulsados, sometidos a la esclavitud. También fue traída población negra de África que igualmente fue diezmada por las condiciones  acentuadas de explotación.

 

Con la encomienda y el peonaje se implantaron formas disfrazadas de esclavitud que además  del peón y sus familias, afectaba a las generaciones siguientes.

 

Destacamos que el descubrimiento, conquista y coloniaje de América aceleró la manufactura y el movimiento de la producción debido a la expansión del comercio, y la creación del mercado mundial, inaugurando una nueva fase de desarrollo histórico, creando un nuevo campo de actividad para la burguesía en ascenso. La era de la producción capitalista tiene sus albores en la acumulación originaria que surge de la colonización, esclavitud, extracción mineral y expolio de América, las Indias Orientales y el África.

 

El oro y la plata despojados a sangre y fuego de América tuvieron un efecto disolvente en la sociedad feudal, contribuyendo a acelerar el desplazamiento de la producción artesanal por la manufactura, derribando las barreras que impedían la producción capitalista.

 

Al entrar el mundo a la transición del feudalismo al capitalismo, independientemente de las formas feudales o semifeudales que se establecieron por los conquistadores en América,  el colonialismo inauguró el desarrollo del capitalismo, por supuesto en México también.

 

Los conquistadores trajeron consigo relaciones en las cuales el capitalismo ya anidaba y se desarrollaba. La extracción de minerales, los cultivos en las haciendas, los obrajes y talleres auxiliares a estas actividades, todo ello, aunque repleto de formas feudales, semifeudales e inclusive esclavistas, era levantado no para dar vida a nuevos feudos sino en función de satisfacer el mercado europeo. La conquista de América puede trazar su causa en la búsqueda de nuevas rutas y nuevos mercados y a su vez sirvió para acicate a esto mismo, acompañado por supuesto de las justificaciones ideológicas de la época. El flujo de oro y plata extraído se cambiaba en la metrópoli por mercancías que impulsaban la industria de toda Europa. La propia colonia servía como receptáculo de mercancías producidas en el viejo continente, producidas a su vez con materias provenientes ya de todos los continentes. El colonialismo inaugura el desarrollo del capitalismo y del obraje surgirá la manufactura, y se gestará el proletariado.

 

En ese periodo, europeos, indios, negros se fueron mezclando produciendo el mestizaje. El colonialismo se caracterizaba por ser un régimen de castas, profundamente racista. La iglesia católica fue un instrumento de sometimiento y de control social. En la sociedad virreinal el control de los medios de producción estaba exclusivamente en manos de una clase dominante en su mayoría española, pero no solo, que controlaba la agricultura, la minería, el comercio, la industria y el transporte transoceánico.

 

Los tres siglos de dominación colonial, con atroces condiciones de vida, explotación, absolutismo, esclavismo causaron que regularmente se produjeran estallidos de rebelión, por largo tiempo aislados y sofocados.

 

Es importante destacar que refutamos la visión del desarrollo histórico  de la llamada ideología de la revolución mexicana y del nacionalismo revolucionario que predominó aun entre los comunistas por un largo periodo y que secciona la historia en tres movimientos de un mismo proceso (Independencia, Reforma y Revolución Mexicana) que forjarían la unidad nacional. Nuestro enfoque es el de la lucha de clases que nos indica que las condiciones materiales en que se gestaron los grandes estallidos sociales de nuestro país, a pesar de intervención decidida de las masas oprimidas, fueron fortaleciendo a la clase interesada en el desenvolvimiento del capitalismo.

 

Los pueblos indios, campesinos explotados, artesanos, trabajadores de las minas conjuntamente con los intelectuales emanados del clero e influenciados por las ideas progresistas de la Revolución Francesa protagonizaron el levantamiento armado del 15 de Septiembre de 1810, para lograr la independencia de México y conformar una nación, así como alcanzar mejores condiciones de vida. El Ejército Insurgente estaba formado por la plebe revolucionaria y tanto Miguel Hidalgo, José María Morelos y Vicente Guerrero representaban genuinamente sus aspiraciones y sus demandas para abolir la esclavitud e instituir la soberanía popular, alcanzar los anhelos de justicia y libertad y emanciparse del yugo colonialista. En Guanajuato, principal zona de desarrollo de la colonia, donde se asentaba el grueso de la extracción minera, se conformó este ejército del pueblo que sin piedad y con espíritu justiciero fue cobrando cuentas a la clase dominante. La vindicación popular estaba justificada después de siglos de opresión. Las ideas de la Ilustración fueron determinantes para la formación de ese grupo dirigente que se inspiró en las ideas radicales de la Revolución Francesa.

 

También estaba interesada en la independencia nacional una parte de la clase dominante que no quería seguir tributando a España, pero si dar continuidad a la explotación , y que fue la que finalmente se impuso en la conducción de los procesos independentistas.

 

La independencia de México es simultánea a la de los pueblos de América, que inició tempranamente en Haití, precedida por la de los EEUU, y que se extendió por todo el Continente. Son las ideas de la revolución democrático-burguesa triunfantes en Europa las que espolean el decimonónico despertar anticolonial, donde los explotados luchan con entusiasmo y abnegación, derrotando política y militarmente a los colonialistas, para que finalmente se restaure la dominación burguesa en el marco de las naciones que surgen.

 

La imposición de la contrarrevolución en México se da abanderada por Iturbide. Surge formalmente México como la nación que hoy conocemos. La clase dominante formada por los hacendados, la burguesía y el clero se va consolidando. En 1847-1848 se produce la intervención norteamericana, despojando primero el territorio de Texas, y después en una guerra, demostrada históricamente como injusta y resultado de una provocación montada se produce la invasión militar que impone el Tratado de Guadalupe-Hidalgo que arrebata a México la mitad del territorio nacional. Tanto el oro de California, como las zonas petroleras de Texas, favorecerán el desarrollo capitalista norteamericano y su temprana entrada en la fase imperialista. El pueblo mexicano resistió heroicamente a la intervención y si no pudo hacer más fue por causa de la actitud del gobierno de Santana y el mando militar que saboteaban el abastecimiento de armas y municiones y ordenaban repliegues injustificados. Actitud que tiene su explicación en que la clase dominante prefería perder extensiones sobre las que no se hallaban consolidados los vínculos del mercado interno, que arriesgarse a armar a los sectores subalternos y con ello poner en peligro totalmente su posición de clase.

 

Posteriormente, en 1862 se produjo la Intervención francesa, con el apoyo de las fuerzas conservadoras de México, opuestas al liberalismo y partidarias de la monarquía. Por un lado estaban las ambiciones expansionistas de Francia y las contradicciones abiertas con EEUU que emergía como potencia, por otro los intereses clericales de mantener el control de la tierra. Juárez impulsó la Reforma, como un movimiento destinado a favorecer el librecambismo que llevara el capitalismo a un nuevo estadio. En la lucha contra la intervención el pueblo combatió y derrotó al ejército francés, empleando la guerra de guerrillas, el hostigamiento a los ocupantes en todas sus líneas. El anhelo de la libertad comprometió al conjunto del pueblo contra los sueños de dominación imperial que frustrados terminaron frente al patíbulo del Cerro de Las Campanas en Querétaro.

 

Las luchas intestinas finalmente no variaron el curso y abrieron la puerta a la dictadura de 30 años de Porfirio Díaz, periodo en el que el capitalismo se desarrolló con intensidad en su fase premonopolista, teniendo como palanca principal el favorecimiento de los intensos flujos de capital. Por un lado el desarrollo de las comunicaciones con las vías férreas, creando un mercado nacional, el desarrollo de la industria, dando lugar a grandes concentraciones proletarias, las enormes inversiones del capital inglés, norteamericano y francés, por el otro lado la hacienda, la tienda de raya, la concentración de la tierra en pocas manos, las guardias blancas y la represión brutal fueron generando antagonismos irresolubles que habrían de estallar en el movimiento conocido como Revolución Mexicana, una guerra civil entre 1910 y 1919, que fue precedida por un movimiento antidictatorial organizado por el Partido Liberal Mexicano y su periódico Regeneración con epicentro en el proletariado. En 1906 con las huelgas de Cananea y Río Blanco anunciaron la tempestad que dejaría un costo del 10 % de la población muerta durante el conflicto social armado.

 

Tras la renuncia de Porfirio Díaz por un breve periodo gobernó Madero, dando la espalda a los campesinos del sur que participaron del levantamiento y mantuvo intactas las propiedades de la burguesía terrateniente. Pero en tanto las fuerzas revolucionarias permanecieran latentes su gobierno se mostraba incapaz de contenerlas, por lo que desde la Embajada norteamericana se instrumentó un golpe de Estado comandado por Victoriano Huerta, al frente del ejército conformado por la dictadura que se encontraba intacto. Siguiendo la dialéctica, este proceso contrarrevolucionario inauguró de manera abierta la lucha revolucionaria, con dos alas claramente definidas: Carranza, Obregón y Calles, representando los intereses de la burguesía que planteaba entrar a la fase de concentración y centralización del capital utilizando la economía estatizada como palanca; la otra, la de la División del Norte de Francisco Villa y Emiliano Zapata con el Ejército Libertador del Sur, representando a los pueblos indios, campesinos, jornaleros agrícolas, peones del campo y la ciudad, ferrocarrileros y mineros. Lamentablemente, por no contar con su partido revolucionario, una parte importante del proletariado cerró filas a través de la Casa del Obrero Mundial en contra del zapatismo. Zapata y Villa expresaban todo el potencial radical de las masas aunque lamentablemente no lograron desarrollar un programa revolucionario.

 

El punto culminante que expresó la radicalidad popular fue la alianza política y militar del zapatismo y el villismo en la Soberana Convención Nacional Revolucionaria que inició en Aguascalientes, se hizo gobierno desde el mismo Palacio Nacional y se disolvió en Huautla Morelos.

 

Si bien se dio una convergencia para derrotar a Huerta, ésta no impidió que inmediatamente los constitucionalistas atacaran a los ejércitos populares de Zapata y Villa. La Soberana Convención Nacional Revolucionaria titubeó frente a la cuestión del poder y ello permitió a los constitucionalistas desarrollar una ofensiva militar, e imponer su proyecto de nación con la Constitución que se aprobó en 1917 en Querétaro. El 10 de Abril de 1919 asesinaron usando la traición a Emiliano Zapata y posteriormente a Francisco Villa.

 

Con la Constitución de 1917, en tanto que expresión de la clase dominante se estableció un orden funcional al proceso de concentración y centralización en que entró el capitalismo en nuestro país. El reparto de tierras y los derechos laborales que lograron consignarse fueron impuestos tanto por la inmensa participación del pueblo, como por la necesidad de blindarse de posibles choques con los intereses a los que habría de expropiar para crear su propia base. La correlación de fuerzas impuso un contenido democrático y progresista pero no vario el carácter de clase del Estado mexicano, ni de su superestructura.

 

Triunfando sobre otras corrientes la dupla Obregón-Calles consolidó la nueva dominación con el nuevo contrato social. Organizó al partido de la burguesía vinculado al poder estatal, el PNR-PRM-PRI, que se presentó como un partido pluriclasista.

 

En 1919 surge el Partido Comunista de México como Sección Mexicana de la Internacional Comunista.  Nace por un lado con el gran soporte de la experiencia del movimiento obrero mexicano, y por el otro, con el apoyo del baluarte de la revolución en el mundo.

 

Desde los primeros años el PCM incidió en las masas populares de nuestro país, desarrollando trabajo con obreros, campesinos e inquilinos. Llegando a dirigir el movimiento inquilinario en 1922, a Ligas Agrarias de varios estados a partir de 1924-1929 (donde resaltan los nombres de comunistas asesinados por el régimen como Primo Tapia y José Guadalupe Rodríguez) y una gran participación en la Huelga ferrocarrilera de 1926 (donde algunos de sus cuadros más destacados terminarían siendo dirigentes del PCM: Hernán Laborde y Elías Barrios).

 

A pesar de las difíciles condiciones por las que paso el PCM en sus primeros años, y aún bajo la ilegalidad impuesta por el gobierno, el Partido siempre tuvo fuerzas para cumplir con sus tareas internacionales, sin desdeñarlas o menospreciarlas. El PCM apoyo a organizaciones obreras, antiimperialistas en América Latina, y contribuyó a la fundación de los partidos comunistas hermanos de Cuba, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Ecuador y Honduras. Así como respaldó las luchas  antiimperialistas de Sandino en Nicaragua y los hermanos Machado en Venezuela.  A su vez, el PCM le debe mucho a los militantes internacionalistas de Estados Unidos, del PC de los EEUU y los IWW que apoyaron a la formación del partido, y a los obreros mexicanos en EU, que regresaron a su tierra a fortalecer a su partido. Reconocemos la contribución destacada de Sen Katayama y otros enviados de la Internacional Comunista.

Algunas medidas adoptadas por la burguesía enfrentaron la reacción clerical, que siguiendo instrucciones del Estado-Vaticano estalló la Guerra Cristera y sucesivas rebeliones en el Bajío del país, de inspiración sinarquista.

 

La contradicción capital/trabajo se expresó visiblemente con la organización de sindicatos, paros, huelgas. Tres corrientes se encontraban en disputa: la anarquista, la reformista de la CROM y el trabajo de los comunistas que cristalizaría en la Central Sindical Unitaria de México. En la palestra política emergieron los mineros, ferrocarrileros, petroleros, alijadores, electricistas, trabajadores de la educación, el proletariado agrícola.

 

La clase obrera paso del gremialismo, del localismo, a los sindicatos de rama, de industria, creando las bases para la unidad proletaria. El papel de los comunistas fue muy destacado a través de la CSUM. En el seno de la amarilla CROM se produjo una ruptura encabezada por el abogado Vicente Lombardo Toledano que sumó un importante contingente en esa dirección. Grandes huelgas de rama, huelgas generales, y huelgas de solidaridad política nos demuestran la efervescencia de la lucha de clases.

 

La clase obrera asumió protagonismo político en la encrucijada que se presentó en ese momento en el país debido al conflicto interburgués. Creó el Comité de Defensa Proletaria, como antecedente de la unidad proletaria que cristalizaría en la Confederación de Trabajadores de México, con sus huelgas políticas y económicas impuso nuevas relaciones favorables al trabajo en su conflicto contra el capital además de lograr la expropiación petrolera. La unidad proletaria contribuyó a la lucha antifascista, fue solidaria con  los pueblos de Abisinia, China, con la España republicana y con la URSS. Pero tales victorias políticas fueron acompañadas de un reblandecimiento en lo ideológico, puesto que la independencia de clase fue sustituida por la ideología de la Revolución Mexicana y la Unidad Nacional. El PCM cometió varios errores, influenciado por el browderismo. Estas desviaciones político ideológicas fueron coronadas a nivel organizativo, con la desaparición de las células fabriles  y la sustitución por células territoriales; además de la tendencia a cambiar el grueso del trabajo político con el proletariado industrial, por otros sectores (estudiantes, maestros, campesinos) y a otras medidas disolventes como participar en la Liga Socialista Mexicana y destacar cuadros a la formación del Partido Popular.

 

 

La llamada ideología de la Revolución Mexicana es una envoltura de la ideología burguesa que logró paralizar la acción revolucionaria de la clase obrera por más de medio siglo. Sostenida por lo que Lenin llamaba “marxistas legales” colocó al Estado por encima de la lucha de clases, sembrando la ilusión de que tal neutralidad favorecería a los trabajadores y promoviendo pactos interclasistas. Colocó a la clase obrera a la cola de la burguesía con la falsa premisa de que la vía de desarrollo capitalista que México siguió desde 1934 hasta 1982 llevaría gradualmente al socialismo. La clase obrera terminó levantando las banderas de la burguesía en vez de levantar las propias de la Revolución socialista. El aspecto aparentemente progresista de las nacionalizaciones que se llevaron a cabo en México favorecieron la concentración y centralización capitalista enmarcados en un periodo internacional donde la contradicción entre el mundo capitalista y el socialista forzaban al primero a concesiones para frenar el ascenso revolucionario de la lucha de clases.

 

La ideología de la Revolución Mexicana y la Unidad Nacional fueron los mecanismos idóneos para el desarrollo capitalista, garantizando la dominación y los consensos necesarios sin inestabilidades ni agudización del conflicto de clase, a pesar de que las condiciones objetivas espolearan a la lucha revolucionaria. Una visión armónica y pacífica de la historia se construyó, donde Madero, Carranza, Obregón estaban en el mismo bando que Villa y Zapata; donde México y su unidad nacional estaban por encima de las ideas exóticas y extravagantes del socialismo; donde la especificidad de México estaba por encima de la contradicción del capitalismo y del socialismo; donde por encima del antagonismo capital/trabajo se encontraba la regulación de un Estado benefactor. Todo ello reforzado por las corrientes oportunistas y revisionistas del marxismo.

 

Esa hegemonía ideológica de la burguesía blindó el desarrollo capitalista y sirvió de coartada para reprimir a todas las fuerzas revolucionarias; para expulsar del sindicalismo las posiciones clasistas y militantes; para sembrar el anticomunismo, para promover el reformismo; para encarcelar y asesinar a los comunistas y otros movimientos u organizaciones insurgentes. El Partido Comunista de México reivindica las luchas del pueblo que mantuvieron enhiesta la bandera de la insumisión y la revolución: Arturo Gámiz, Pablo Gómez y el GPG que actuaban en Chihuahua y que intentaron asaltar el cielo con la toma militar del Cuartel Madera el 23 de Septiembre de 1965; Genaro Vázquez y la LARSEZ/ACG/ACNR, Lucio Cabañas y el PdlP, la acción de la LC-23 de Septiembre; de las luchas obreras, ferrocarrileras, mineras, magisteriales, estudiantiles y juveniles.

 

El PCM considera el surgimiento del PRD y la lucha por la “transición democrática”, como el otro error fundamental de aquellos grupos que aún se reivindicaban socialistas, y que selló su transformación oportunista, donde pasaron al bando enemigo, se convirtieron en agentes e instrumentos de la burguesía en el seno del movimiento popular. El programa político del PRD fue la culminación de la política oportunista de quienes liquidaron al Partido Comunista Mexicano; política que comenzó a ser predominante a partir de 1975, hegemonizando a casi todas las fuerzas comunistas y revolucionarias de la época, reblandecidas por el eurocomunismo de gran difusión en México. El Partido Comunista Mexicano arrió sus banderas comunistas en 1981 con su autodisolución, para levantar las banderas de la burguesía con las demás fuerzas oportunistas y el “nacionalismo revolucionario” del PRI en 1988 abandonando las ideas comunistas y la lucha clasista y revolucionaria.

 

 

El Capitalismo en su fase imperialista llegó a sus límites históricos en México y el Mundo

 

México es hoy un país de desarrollo capitalista pleno, que cumple con todos los rasgos de una economía inserta en los lazos imperialistas, con una posición intermedia en la pirámide imperialista. Los monopolios son dominantes en la economía y por ende en la política. La contradicción principal es la que existe entre el capital y el trabajo, entre la burguesía y la clase obrera, entre el poder de los monopolios y el pueblo trabajador. México es hoy uno de los eslabones débiles de la cadena imperialista, donde los contrastes sociales evidentes se hallan por ahora en desencuentro con la consciencia social.

 

El capital explota la fuerza de trabajo de casi 46 millones de trabajadores, mientras que 16 millones pertenecen a la clase obrera, y de esta el 40% pertenece al proletariado de la gran industria, mientras que otra parte importante de la clase obrera mexicana, aproximadamente 6 millones, se encuentra en los Estados Unidos, como parte de la fuerza de trabajo inmigrante. El desempleo es creciente y como ejército de reserva industrial se encuentra una tasa que casi alcanza el 10%. Sólo el 10% de los trabajadores mexicanos se encuentran sindicalizados. Del conjunto de la población mexicana un 60% se encuentra en situación de pobreza extrema. Como afirman especialistas del mundo del trabajo, el promedio en México del trabajador para obtener su salario es de 9 minutos, que en pocas palabras significa que siete horas y 51 minutos de trabajo, como mínimo son de plusvalía para el capital.

 

La sobreexplotación, la desvalorización del trabajo, la flexibilización, la liquidación de los derechos laborales, la precarización, el paro laboral, la miseria, el hambre, la insalubridad son la constante que asegura la rentabilidad del capital.

 

En los hechos se realizó el antagonismo social entre burgueses y proletarios; el campesinado, después de que inició la aplicación del TLCAN en 1994, entró en un veloz proceso de proletarización, al ser despojado de las tierras ejidales, marchando a las áreas fabriles de las zonas industriales, a las zonas maquiladoras, al trabajo migrante en los EEUU, como obreros de la construcción de los monopolios inmobiliarios en las mismas tierras que se les arrebataron, como proletarios agrícolas, jornaleros o como parte del ejército de reserva industrial. Es verdad que pervive un sector de campesinos pobres, pero la tendencia señalada es inalterable. La pequeña burguesía resultado de la crisis capitalista y de los procesos mismos de acumulación no alcanzó a realizar su aspiración de escalar socialmente a la vida burguesa, y las leyes del capitalismo proletarizan su vida, aunque ideológicamente permanezca en sus posiciones impregnando negativamente varias luchas en curso. Frente a frente se colocan dos clases sociales, la burguesía contra el proletariado. Las capas medias siendo desde el punto de vista objetivo de las condiciones materiales de vida aliadas de la clase obrera, oscilan sin embargo en posiciones políticas que favorecen la dominación de la dictadura de clase de la burguesía.

 

Existe también en México el elemento de la cuestión nacional, distribuida por toda la geografía del país, expresado en la diversidad de los pueblos indios. Enfrentados no sólo a los intentos de supresión de su nacionalidad, sino también a planes de despojo por parte de los monopolios. Los pueblos indios son también atravesados por la lucha de clases, sin embargo han tenido la característica de ser un elemento presente en todas las luchas de resistencia y en las permanentes olas revolucionarias que impactaron a México.

 

El Partido Comunista de México considera su deber en primer lugar la unidad de la clase obrera, del conjunto de los trabajadores, es decir la constitución del proletariado en clase y la alianza con las capas medias empobrecidas y los pueblos indios, en un frente de carácter anticapitalista, antimonopolista, antiimperialista, que luche por el poder obrero y popular con el objetivo del socialismo-comunismo.

 

El Partido Comunista de México no se plantea un programa mínimo y un programa máximo, pues en la actual condición del conflicto de clase lo mínimo por lo que hay que luchar es por el socialismo-comunismo. Ello no excluye la lucha concreta y cotidiana por conquistas parciales, por demandas populares, etc., a condición de que los comunistas insertos en tales luchas conecten con su actividad política estas cuestiones con la lucha por el derrocamiento del capitalismo y la instalación del poder obrero y popular.

 

El Partido Comunista de México trabaja para la concentración de fuerzas clasistas y radicales en dirección del derrocamiento del capitalismo y del poder de los monopolios en México, para la destrucción del Estado burgués mexicano y sus mecanismos de dominación y represión. Para alcanzar ese objetivo nos guiamos por los métodos históricos de combate del proletariado y por su condensación histórica en lo que Lenin llamó la combinación de todas las formas de lucha, la ofensiva, la defensiva, la contraofensiva, los giros tácticos, las maniobras necesarias, hasta que estén maduras las condiciones para la sublevación, el asalto a la fortaleza del capitalismo, la toma del poder por la clase obrera y el advenimiento de la Revolución socialista.

 

El Partido Comunista de México esboza en este documento su estrategia, y no renuncia a la utilización y combinación de cualquier forma de lucha para lograr su realización, desde la utilización del parlamento hasta la insurrección proletaria, y no descartando de antemano cualquier táctica. Exigimos de cada órgano de dirección y de cada cuadro que participe en ellas tan sólo el que la elección de las mismas obedezca al análisis concreto de la situación concreta, que se señale claramente a la militancia, y a las organizaciones de masa bajo su influencia, la consigna principal, la forma principal de lucha, junto con sus formas auxiliares, y que ésta quede evaluada bajo el criterio de que haga avanzar o no las posiciones de nuestra clase en la consecución de sus objetivos estratégicos, en la elevación de su conciencia.

 

El momento del asalto al poder burgués será precedido de la fuerte intervención del Partido Comunista de México en el movimiento obrero y sindical, la reorganización de posiciones independientes y clasistas del sindicalismo. Es una premisa de la Revolución socialista, su columna vertebral. De la misma manera un movimiento popular y social autónomo e independiente orientado en una perspectiva clasista, que cree organización y los gérmenes del nuevo poder.

 

Como aprendizaje de las conquistas populares, de la resistencia contrarrevolucionaria de las clases dominantes, de la ferocidad de la reacción, expresamos abiertamente que nada es gratuito en la historia, que el parto de la nueva sociedad llevará el costo de grandes sacrificios para nuestra clase. El orden social existente y la clase dominante, como proclamamos abiertamente desde 1848, serán derrocados por la violencia, por la insurrección armada en combinación con otras formas auxiliares de lucha. Consideramos un deber el preparar las mejores condiciones para una victoria y ser plenamente responsables en este respecto. Pero no eludimos la cuestión de que si las masas desencadenasen un levantamiento contra el régimen burgués aún sin preparación y garantías sería nuestro deber llevarlo hasta sus últimas consecuencias, y guiar a nuestra clase y al pueblo trabajador tanto en la ofensiva como en el repliegue, extraer y resaltar las experiencias tanto en las victorias parciales como en las derrotas, como vía para mantener una continuidad política, para reunir las precondiciones para una victoria decisiva.

 

La lucha por mejorar la vida de la clase obrera, del conjunto de los explotados y oprimidos sólo es posible en el socialismo, ninguna reforma hoy puede contribuir seriamente a ello, sólo a prolongar la agonía y la barbarie.

 

Organizar la Revolución socialista es la tarea presente del Partido Comunista de México. México hoy, con su estructura de clase, en el sinfín de contradicciones con que el capitalismo preña la sociedad, esboza la Revolución Proletaria, con sus contenidos y definiciones, con sus fuerzas motrices e inclusive con sus características y formas.

 

Es por ello que no perdemos el tiempo en el culto a la espontaneidad que se erige a movimientos coyunturales vistosos que se originan en el malestar de las capas medias.

 

El Partido Comunista de México plantea la irrupción en la Historia de la clase obrera de nuestro país con su roja bandera emancipatoria, con su desbordante fuerza que destruya al poder de los monopolios, para:

 

– Derrocar a la burguesía y al Estado e instalar el poder obrero y popular,

– Expropiar y socializar a los monopolios y todos los medios de producción concentrados, aboliendo la propiedad privada sobre ellos.

– Disolver los mecanismos de dominación, es decir la figura presidencial, el actual poder legislativo bicameral, el sistema de partidos electorales y las prerrogativas que los alimentan, la farsa de poder judicial. En su lugar sobre la base de los centros de trabajo y producción se elegirán representantes las formas de poder que los trabajadores vayan forjando dándole forma específica a la dictadura del proletariado en nuestro país, haciendo saltar en añicos la legalidad burguesa hoy imperante y que es una camisa de fuerza, siguiendo las lecciones de la historia, desde la Comuna de París, lucharemos porque estas formas de poder sean simultáneamente legislativa y ejecutiva, cuyos integrantes podrán ser revocados en cualquier momento por los electores si contravienen su mandato, que redacte una nueva legislación que exprese exclusiva y genuinamente los intereses del proletariado y de los hoy explotados y oprimidos,

– Disolver la violencia organizada del Estado burgués, es decir disolver todos los cuerpos represivos, como el Ejército y todas las policías y aparatos de espionaje, así como todos los mecanismos paraestatales con los que se siembra el terror contra nuestro pueblo. En su lugar la clase obrera y el pueblo, entre los que podremos contar a los soldados y oficiales del antiguo ejército que tomen partido por la revolución, se organizarán tanto para evitar, disuadir y aplastar las actividades contrarrevolucionarias desde el interior y el exterior del país, como para garantizar sus conquistas con órganos tales como pudieran ser un Ejército del Pueblo, Guardias obreras, Milicias revolucionarias, Policías comunitarias, etc.

– Romper con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y cualquier otro tratado interestatal que beneficie a los monopolios,

– Cancelar la deuda externa,

– Romper cualquier compromiso con el FMI, BM, u otro mecanismo de naturaleza imperialista,

– Establecer la planificación central de la economía y el control obrero,

– Reconocimiento inmediato de los Acuerdos de San Andrés Larrainzar, así como ampliar la cuestión al reconocimiento no sólo de zonas autónomas sino inclusive de la autodeterminación.

– Socialización de la tierra,

– Eliminar las bases materiales que empujan a millones de trabajadores mexicanos a migrar a EEUU y Canadá, y luchar diplomáticamente por que sean reconocidos los migrantes como trabajadores con todos los derechos. Lucharemos desde México, porque se les reconozcan su estatus jurídico-legal.

 

 

Estas medidas básicas inmediatas del nuevo poder obrero y popular, con la clase obrera en el timón del nuevo Estado-comuna, abrirá una nueva época para este país, en la que los trabajadores jamás volverán a experimentar la incertidumbre, la ansiedad, el sufrimiento; donde desaparecerá el desempleo y se reducirá la jornada laboral, donde habrá derecho al trabajo fijo y estable; a la educación gratuita en todos los niveles; donde el bienestar, la salud, la vivienda serán plenamente garantizados, lo mismo que el tiempo de ocio, las horas de descanso; se garantizará también la seguridad social, al jubilación universal.

 

Se pondrán las bases para abolir la discriminación y opresión de las mujeres, protegiendo en la práctica la maternidad, liberando a la mujer de las responsabilidades en el cuidado de la familia, creando un sistema gratuito de ayuda social. Tomar medidas radicales para sacar a la mujer del status de ser humano de segunda clase.

 

Crear las bases de la economía socialista y del poder obrero y popular, de un Estado obrero donde se aplique la dictadura del proletariado, base e instrumento para crear una nueva humanidad, una sociedad sin explotados ni explotadores.

 

El Partido Comunista de México, al considerar que el capitalismo es una fuerza destructiva de la naturaleza pondrá énfasis en el uso racional de sus recursos, y en sentar las bases para que desaparezca la contradicción entre el hombre y la naturaleza.

 

El Partido Comunista de México se empeñará en que la cultura, en tanto que fuerza emancipadora y de libertad sea la palanca de una nueva sociedad impregnada de creatividad y humanismo, expresión de la realidad y no de la fantasía, que sea una ruptura con la alienación y la enajenación.

 

El Partido Comunista de México, cumpliendo inicialmente estas metas empezará recién sus tareas de ruptura radical en dirección a una sociedad donde se dé la preeminencia de los valores de uso sobre los valores de cambio; donde se combatan frontalmente las relaciones mercantiles en favor de las relaciones socialistas.

 

Las tareas del Partido Comunista de México recién iniciarán entonces.

 

Proletarios de México:

 

Obreros industriales, comerciales, bancarios, obreros de la construcción, jornaleros agrícolas, trabajadores de la educación y la salud, trabajadores del arte y la cultura, jóvenes trabajadores, mujer trabajadora, desempleados, capas medias empobrecidas, pueblos indios de México:

 

Estas metas son alcanzables en el corto plazo, además de necesarias e impostergables. Necesario es empeñarnos en pequeñas tareas que fortalezcan el pequeño arroyo que se transformará en torrente e irrumpirá como Revolución, en primer lugar la formación de un fuerte movimiento obrero y sindical capaz de huelgas generales, como preludio de la sublevación; necesario es dar los pasos para construir el Frente anticapitalista, antimonopolista, antiimperialista, por el poder obrero y popular, por el socialismo-comunismo. Necesario es fortalecer al Partido Comunista.

 

Es la hora de la clase obrera…

 

Adelante a la lucha, enarbolando la roja bandera del marxismo-leninismo, por la nueva Revolución.

 

¡Proletarios de todos los países, uníos!

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