ALGUNAS TESIS SOBRE LA CUESTIÓN DE LA MUJER DESDE UNA PERSPECTIVA DE CLASE
Martha Aguilar
Militante del PCM en Monterrey
Notas preliminares
- Antes de abordar la cuestión de la mujer, es importante distinguir entre la mujer proletaria y la mujer burguesa pues, la distinción entre las condiciones y desigualdades que hay entre unas y otras, se desdibujan con el discurso feminista contemporáneo en que se habla de mujeres definidas por su género y no por las condiciones materiales, reales y concretas, que determinan su existencia. La mujer es un ser social determinado por el periodo histórico en el que se vive y pertenece a una clase determinada que va a dictar las condiciones de vida a las que se encuentra sujeta.
- Es necesaria la reivindicación del movimiento iniciado en la primera mitad del siglo XX y que se materializó en el Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, con Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo a la cabeza, así como el legado de Alexandra Kollontai, pues fueron propulsoras de la organización de las mujeres y de la lucha por ganar conquistas sociales, muchas de las cuales se circunscribieron a las conquistas obtenidas para el proletariado y la clase obrera durante la Revolución de Octubre. Estos aportes, sin embargo, deben leerse a la luz de las condiciones a las que se enfrenta actualmente la mujer proletaria. De lo que se desprende que, esto demanda un análisis contemporáneo de las circunstancias actuales y una propuesta concreta para cada una de las esferas en las que la opresión económica, política y social se ha diversificado hasta desdibujarse si no es abordado desde una perspectiva de clase.
- Después de la II Guerra Mundial hay una clara influencia y abanderamiento de las posiciones burguesas, de manera predominante, dentro del movimiento feminista a nivel internacional. Es justo a partir del periodo posterior a la II Guerra Mundial que, en mayor o menor medida, se plantean como ejes de lucha aspectos que buscan “homogeneizar” las características de opresión de las mujeres y que proponen como resolución de las problemáticas de las mujeres desde cuestiones lingüísticas hasta medidas institucionales que instauran una “cuota femenina” dentro de órganos públicos y de gobierno, como si esto por sí mismo resolviera las condiciones de injusticia social en que vive casi más de la mitad de la población del país.
- La lucha de la mujer proletaria, dentro del sistema capitalista, es una lucha no sólo por conseguir derechos, sino también, una lucha anticapitalista, pues es este sistema bajo el que se sostienen las profundas condiciones de desigualdad en que viven las mujeres.
- Si bien es cierto que la clase social a que se pertenece es una pauta fundamental para el trabajo político de las mujeres, también es cierto que esta característica se ve acentuada por la raza, la actividad económica, el estado civil, la maternidad y otras características sociodemográficas que agudizan las condiciones de discriminación, precariedad y pauperización de la clase en general.
- El tema del patriarcado es parte esencial de los discursos burgueses y pequeño burgueses para explicar las condiciones de vida de las mujeres en general. Esta categoría es útil para explicar diversas cuestiones de carácter social que bien se podrían situar en un nivel superestructural, sin embargo, se vuelve una categoría inútil para explicar las condiciones materiales de vida de las mujeres proletarias. Esta atribución al patriarcado de la desigualdad social entre hombres y mujeres oculta dos cosas importantes: que las condiciones de explotación a las que se sujeta la mayoría no cambiaría aun quitando a todos los hombres de los consejos empresariales y órganos de gobierno, y que dentro del sistema capitalista también hay mujeres que se ven beneficiadas por su clase y sus condiciones de vida se sustentan en la base de la injusticia. En ese sentido, la categoría patriarcado no representa sino un argumento sustentar la falsa igualdad entre las mujeres y cuya mayor utilidad es enfocar la lucha de las mujeres hacia un “enemigo falso”, muy funcional para el capital.
- Las condiciones de opresión de la mujer, están marcadas por la clase a la que pertenece, por lo que las mujeres proletarias no sólo queremos la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pues detrás de este argumento se oculta que para la clase obrera y el proletariado están negados la mayoría de los derechos. Por eso, las mujeres proletarias buscamos que la transformación de las condiciones sociales y de vida de nuestra clase en general y de las mujeres proletarias en particular, porque entendemos que estas transformaciones se encuentran profundamente imbricadas.
- La mujer proletaria bajo ciertas circunstancias puede ser objeto de una doble explotación, en donde juega un papel fundamental el trabajo desempeñado en el hogar, el cual no es remunerado, así como las labores de crianza y cuidado de los hijos.
- La brecha salarial muchas veces se oculta por la función social asignada a las mujeres. Por ejemplo, los trabajos relativos a la crianza y los cuidados (enfermería, educación, psicología, niñera, limpieza, etc.) son peor pagados que los trabajos atribuidos a los hombres. En los puestos en que se solicitan mujeres para la contratación, las condiciones de trabajo llegan a incluir funciones de hasta 3 puestos de trabajo, por lo que discursos como el “multitasking femenino” llega a ser bastante funcional al esquema laboral de explotación que vivimos las mujeres trabajadoras.
- Si bien es cierto que las labores de crianza y cuidado han sido asignadas socialmente a las mujeres, claramente esta es una función que ha sido socialmente cubierta por la mujer proletaria; en tanto que la mujer burguesa delega esa tarea a mujeres proletarias a su servicio y, en cuanto a las mujeres proletarias, las condiciones laborales y de vida pueden conducir a la crianza socializada puesto que, cuando una mujer proletaria no puede hacerse cargo de la crianza, esta tarea se delega a otra mujer proletaria que pertenece a su familia o a su red social de apoyo.
- Dentro de las características superestructurales que viven las mujeres proletarias, encontramos que existen estereotipos impuestos, muchas veces inalcanzables, que están hechos a imagen y semejanza de la burguesía.
- Entendiendo que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante entendemos también que la burguesía, al ser la clase dominante en el capitalismo, va a crear una serie de componentes ideológicos que se van a imponer al resto de capas y clases. En el caso de la mujer proletaria esto puede tener múltiples expresiones en cuestiones sociales manifiestas como una forma de control o como condescendencia social. Entre dichas expresiones se encuentra la negación del crecimiento laboral de la mujer, la erotización del cuerpo, el intento de imponer reglas específicas para el ejercicio de la sexualidad, reducción en la toma de decisiones, presión social en cuanto a los roles y estereotipos, imposición de un modelo estético acerca de cómo deben ser las mujeres, divisiones por género, discriminación y la negación de derechos sociales a las mujeres trans.
- La cuestión de los derechos de las mujeres es una cuestión fundamental para la lucha. Sabemos que, dentro del estado capitalista, esto conlleva necesariamente limitaciones por la imposibilidad de transformar las injusticias sociales y las desigualdades dentro del mismo sistema que las sustenta. Sin embargo, la lucha por esos derechos sociales se vuelve impostergable, a razón de que a diario las mujeres de nuestra clase padecemos esas circunstancias de opresión. De ello se desprende que se logren identificar los siguientes ejes de lucha de las mujeres proletarias, como ejes medulares a los que podrían agregarse otros:
- Derechos laborales
- Remuneración de los trabajos de crianza y cuidados
- Derechos sexuales y reproductivos
- Seguridad social
- Sistemas de protección contra la violencia hacia las mujeres
- Después de lo dicho cabe separar de manera puntual las cuestiones sociales superestructurales de las cuestiones de derecho en el tema de la mujer, en tanto que, las cuestiones sociales superestructurales pueden transformarse, pero ellas en sí mismas no resuelven las condiciones de desigualdad e injusticia social en que vivimos las mujeres proletarias (el mejor ejemplo de esto es el lenguaje inclusivo). La lucha de las mujeres proletarias, por tanto, estaría encaminada a cuestiones de derecho en un primer plano y en un plano secundario se orientaría hacia las cuestiones sociales superestructurales.
APUNTES SOBRE LA CUESTIÓN DE LA MUJER DESDE UNA PERSPECTIVA DE CLASE
Para poder entender la situación actual de la mujer se debe considerar de manera primaria, que no existen los individuos aislados, ni los géneros de manera dicotómica, a lo cual se ha dado por atribuir una problemática más profunda y compleja como es el caso de los diferentes problemas que aquejan a la mujer.
Atribuir al género ser la causa de todos los males que padecen más de la mitad de la población del mundo es tener una visión cretina biológica, política, económica, histórica y socialmente; es pues, tener una visión de túnel en donde las resoluciones pasan por ser desde carácter lingüístico hasta de carácter político a medias, en tanto que si no se entiende a la política como una forma cristalizada de la economía y no se entiende el carácter económico, de explotación y de esclavitud de la mujer actualmente, difícilmente puede llegar a entenderse su papel en la sociedad capitalista.
Entonces pues, es menester desentrañar las diferentes categorías ligadas a la cuestión de la mujer para poder dar paso a la comprensión de su papel dentro del capitalismo.
La Mujer Abstracta
Hasta ahora, nuestros teóricos del género no han hecho más que hablar de “la mujer” como si ésta misma fuera una categoría abstracta. En realidad, la mujer como categoría política, es un agente de la lucha de clases. En ella se puede materializar el doble carácter de explotación al que está sujeta por su función en la reproducción material y social de la clase y también, como trabajadora asalariada que está sujeta a condiciones de explotación doblemente precarias por los tipos de trabajos que se ofrecen para las mujeres y la disparidad de salarios de la que es objeto; así como también, por la atribución genérica que se hace de las labores que debe de desempeñar socialmente en la familia y que es un producto ideológico atado a una práctica concreta.
Desde este punto podemos vislumbrar dos cosas: que el planteamiento en abstracto de “la mujer” nos lleva a un camino en que las circunstancias mismas entre las mujeres son polarizadas a partir de la clase social a la que pertenecen. Por ejemplo, el rol social que desempeña una mujer está marcado por una serie de circunstancias materiales que merman o posibilitan su desarrollo pleno como ser humano, es decir, el rol social de una mujer está marcado por su clase social. En este sentido, una mujer trabajadora, cubre necesidades específicas dentro de la familia proletaria que distan mucho de las funciones que cubre una mujer burguesa. Por ejemplo, la mujer proletaria al encargarse del cuidado de los hijos, la limpieza del hogar y las tareas realizadas para la reproducción de la clase en general, se distinguen rápidamente de las mujeres burguesas en tanto que éstas últimas poseen el capital necesario para pagar por estos servicios que finalmente terminan haciendo las mujeres proletarias.
En el campo de las conquistas sociales, podemos distinguir que los teóricos burgueses ensalzan ciertas condiciones actuales de la mujer como grandes conquistas de las mismas. Por ejemplo, la incursión en el mercado laboral, el conseguir posiciones que habían sido propias de los hombres, y el “derecho” de una minoría de mujeres de explotar a otras mujeres y hombres. Entonces resulta que para nuestros teóricos el “derecho de la mujer” incluía el derecho de la mujer a explotar a otras personas y no a dejar de ser explotada. Efectivamente, la incursión de la mujer al trabajo no es emancipatoria, sino doblemente esclavizante. Actualmente hay muchos intentos por cambiar los roles atribuidos al género, pero sigue habiendo una generalización tácita entre las mayorías. El análisis de la crisis, por ejemplo, se atribuye a factores de equidad, por ende, encontraría salida en relaciones más equitativas (cosa que el mismo modo de producción capitalista impide). Una parte importante para la discusión es el análisis histórico del movimiento feminista y cómo cambió a partir de la segunda mitad del siglo XX, pues las consignas fueron en extremo distintas a las que se planteaba el movimiento en sus orígenes, separándose de esa propuesta (que fue la que llevó a conseguir muchas victorias en este terreno). También, la identificación del sistema como patriarcal, oculta las relaciones de clase sobre la que gira el mismo, por lo que se desdibujan las contradicciones principales que mantienen una situación de desigualdad entre hombres y mujeres.
Hasta aquí hemos llegado a un punto importante. La cuestión del derecho. El reconocimiento de los derechos de la mujer, no son ajenos al reconocimiento de los derechos de los y las trabajadoras en su conjunto. Es decir, cuando nos hablan del derecho, estos teóricos no hacen más que plantearnos una trampa en la que pareciera que la mujer puede alcanzar una igualdad no sólo entre sexos sino todavía algo más allá, una igualdad entre las clases. Nada más falso que eso.
Esto quiere decir que se nos hace ver como si el estado fuera imparcial y pudiera otorgar de facto derechos a las mujeres sólo por solicitarlo. Lo cierto es que el estado, ni es imparcial, ni está dispuesto a otorgar derechos, y menos en una fase de descomposición y de crisis como el que vivimos actualmente, en la que difícilmente se hará concesión alguna a los y las trabajadoras ya no sólo en nuestro país, sino en el mundo. Baste con echar un vistazo a las diferentes luchas en Grecia y España, en donde se está llevando un enfrentamiento encarnizado entre los obreros y los patrones.
Esto marca una distinción a los logros alcanzados durante el periodo de la URSS. Por ejemplo, Para 1975 la mujer soviética disfrutaba de muchas oportunidades y ventajas no conocidas por las mujeres de otros países. La URSS proporcionaba gratuitamente guarderías infantiles para 10 millones de niños pre-escolares, y la atención médica gratuita. A la mujer se le garantizaba una licencia por maternidad de 112 días pre y posnatal con pago completo y un plazo de un año para regresar a su trabajo sin pérdida de antigüedad. Hombres y mujeres podían obtener licencias por enfermedad para cuidar a sus niños enfermos. Los salarios de las mujeres en la Unión Soviética eran en promedio el 87 por ciento del de los hombres} (comparado en ese año con el 59 por ciento en los EE.UU.), y el alquiler estaba fijado a un 5 por ciento del salario obrero (hoy en España la proporción es del 49 por ciento). Y estos beneficios no se limitaban a los centros urbanos; entre las mujeres campesinas donde el analfabetismo era casi universal antes de la Revolución, para 1975 había más mujeres que hombres con educación secundaria y universitaria. La mujer soviética se hallaba plenamente integrada al trabajo productivo. Constituyendo el 51 por ciento de la fuerza laboral y, laboraban en oficios calificados y semicalificados, las mujeres soviéticas conducían trenes, manejaban aviones, dirigían centrales hidroeléctricas, planificaban el desarrollo de los recursos naturales, descargaban barcos, realizaban trabajo teórico en ciencias y matemática y en general participaban en todas las ramas de la industria y del gobierno. Es este referente al que apelamos, y no a una lucha abstracta de una mujer fuera de las clases y desprovista de todo salvo de su género.
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