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La doctrina marxista-leninista-estalinista sobre la cuestión nacional y la experiencia mexicana del Movimiento de Liberación Nacional (MLN)

Fotografía: Rodrigo Moya

Por Mario Héctor Rivera Ortiz

Introducción

Seleccioné el tema de la cuestión nacional porque es uno de los problemas teóricos y políticos menos comprendido y más manipulado dentro de la izquierda mexicana, no sólo por la franja oportunista de derecha, sino también por la de ultraizquierda, cada una de ellas a su modo y para sus propios fines. Pero hay algo en lo que coinciden: estas fracciones no entienden que mientras existan las naciones de cualquier naturaleza que éstas sean: republicanas-monárquicas, republicanas- burguesas o republicanas-socialistas, tendrá que haber durante muchísimo tiempo intereses y políticas nacionales particulares y diferencias entre los partidos y entre los estados de todo tipo, incluidos los socialistas; así lo ha demostrado la experiencia histórica y no hay que asustarse de ello, es lo normal en el mundo que vivimos.

Se trata de una ley universal que norma la sociedad contemporánea, en tanto existan intereses territoriales y culturales diferentes. Dicha ley opera inclusive en la esfera individual cuando, por ejemplo, se trata de definir la nacionalidad de una persona que ha nacido en tal o cual lugar y ha cambiado de domicilio. Como ejemplo de los conflictos nacionales mayores tenemos el diferendo por la bahía de Guantánamo, entre Cuba y los Estados Unidos y como caso histórico de los grandes conflictos culturales, recordemos la imposición violenta de la religión católica a los pueblos aborígenes de América, cuando la invasión española, y, en el área de los derechos individuales, a los sujetos que no se les concede pasaporte porque dos o más países regatean su identidad nacional. Es por todo ello que debemos estudiar a fondo la cuestión nacional a la luz de la teoría marxista-leninista-estalinista.

La nación

Entonces empecemos respondiendo a la siguiente cuestión: ¿qué es la nación? J.V. Stalin, en su trabajo clásico sobre el tema, El marxismo y la cuestión nacional, estableció que la nación no es una entidad racial o tribal efímera, sino una comunidad históricamente formada, que tiene una vida económica, un territorio y un idioma propios, así como un carácter cultural determinado.

La nación es producto de un largo desarrollo histórico de la especie humana después que abandonó la vida nómada y se asentó en territorios más o menos fijos; le precedieron formas gregarias prenacionales como la gens, la tribu y la etnia. Lenin afirmó que “las naciones son un producto inevitable de la época burguesa del desarrollo de la sociedad” cuando aparece el mercado externo y único, etc. La nación se constituyó pues, en resumen, por el desarrollo y la unión de diferentes etnias y tribus, que superaron los agrupamientos prehistóricos y el fraccionamiento feudal.

Pero nunca las naciones tuvieron un desarrollo económico, social y cultural igual y sólo unas cuantas alcanzaron la soberanía completa, en tanto que las demás, o sea la inmensa mayoría de ellas, vivieron en el subdesarrollo y tuvieron que soportar la desigualdad y la opresión violenta durante siglos.

Es por ello que la historia de las naciones es la historia de sus guerras y confrontaciones, debido a que cada una de ellas tiene sus propios intereses materiales y espirituales, diferencias que sólo suelen conciliarse temporalmente mediante la diplomacia o la fuerza militar.

Y en el ámbito interno de las naciones clasistas, su sistema de gobernación, siempre se ha basado, no sólo en la oposición de las clases sociales, sino también en la hostilidad acérrima contra las minorías raciales y en la manipulación de los prejuicios nacionalistas para adormecer a las masas y exacerbar la discordia y la animadversión mutua.

Por todo lo dicho anteriormente las naciones no pueden inventarse o destruirse a capricho de cualquier poder fáctico, ni suprimirse las diferencias entre ellas de un plumazo. Allí tenemos el ejemplo de los enormes tropiezos que ha tenido la creación artificial del Estado de Israel, la imposibilidad de aplicar la “solución final” a la nación palestina por parte del sionismo organizado, el reciente desgarramiento de El Magreb emprendido por Occidente y el añejo resentimiento de los mexicanos por las anexiones consumadas por los yanquis contra nuestro territorio, etc., etc.

Las naciones socialistas

La auténtica igualdad de derechos entre las naciones y las razas humanas apareció en la historia hasta el triunfo de la revolución de Octubre en 1917 y la creación del Estado Soviético. Entonces las nacionalidades periféricas de la Rusia zarista crearon su propio Estado y dejaron de ser colonias o semi-colonias y en sus instituciones terminó el trámite de todos los asuntos oficiales en idioma ruso, para adoptar los idiomas nacionales correspondientes. Sucedía en aquellos lugares algo parecido a lo que ocurre en México con los pueblos indígenas que, desde la invasión española, carecen de los derechos esenciales y se les niega toda soberanía.

Efectivamente, se puede afirmar que los 5 rasgos fundamentales que distinguen a las naciones socialistas avanzadas, son los siguientes:

a) Un régimen social en el que no hay clases explotadoras y donde todo el poder pertenece al proletariado y a sus aliados.

b) Una industria y una agricultura socialistas.

c) La liquidación total del analfabetismo y la instauración de un sistema de enseñanza superior en el idioma propio, que garantiza la preparación de especialistas para todas las ramas de la economía y de la cultura, así como el florecimiento de la técnica, las ciencias y las artes.

d) La elevación sistemática del nivel de vida y de salud de toda la población, y

e) El triunfo de la ideología de la igualdad de derechos de todas las razas, etnias y naciones, la ideología de la paz y de la amistad entre los pueblos.

Estos rasgos de la nación socialista avanzada no constituyen una elucubración teórica o un sueño utópico, sino algo que ya forma parte de la experiencia histórica de la humanidad, porque fueron materializados en gran medida en los estados multinacionales soviético y chino, creados por Lenin, Stalin y Mao Tse Tung, en los que convivieron y trabajaron pacíficamente centenares de grupos nacionales y étnicos. Ello fue posible debido a la aplicación práctica y consecuente de la doctrina marxista-leninista-estalinista de la cuestión nacional por los partidos comunistas.

Dicha doctrina permitió además, desarrollar la teoría de la unidad de las tareas nacionales e internacionales de la clase obrera, dio fundamento a la política de los partidos comunistas en los estados socialistas multinacionales para la construcción del comunismo, lo que no impide que ocasionalmente se activen las contradicciones nacionales entre ellos.

La mencionada doctrina proporciona las bases teóricas para elaborar la estrategia y la táctica del movimiento de liberación nacional en los países capitalistas dependientes en la época del imperialismo.

Fotografía: Leonel Durán


El Movimiento de Liberación Nacional (MLN), 1961-1964

El MLN, en México, nació formalmente el 4-5 de agosto de 1961 en la Asamblea Nacional de las Fuerzas Democráticas, como una consecuencia inmediata de los acuerdos de la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, celebrada en la ciudad de México, del 5 al 8 de marzo del mismo año. Dicha reunión internacional en su declaración inicial sostuvo que “La lucha estaba planteada en términos de la defensa de la soberanía nacional, la emancipación económica y la paz” y que “La fuerza que bloquea el desarrollo de América Latina es el imperialismo norteamericano”. En otras palabras, que la contradicción principal e inmediata en México y América Latina estaba planteada entre los estados nacionales de la región y el imperialismo. No se dijo, pero quedó implícito que la lucha por el socialismo se posponía para después…

El programa del MLN fue una versión para México de las Resoluciones Generales de la Conferencia Latinoamericana, agregándose únicamente como su objetivo estratégico inmediato “La realización de los postulados de la Revolución Mexicana consagrados en la Constitución Política”. Y para que no quedara duda del carácter estrictamente nacionalista de tal programa, Alonso Aguilar, prominente miembro del Comité Nacional y de la Comisión Ejecutiva del MLN, lo definió como la “encarnación del ideario mexicano nacionalista y revolucionario de 1910”.

Después de constituido el MLN, cuando se discutieron sus normas organizativas, se estableció la obligatoriedad de la inscripción individual al MLN para todos los miembros de las organizaciones sindicales y partidos políticos afiliados sin excepción. A este respecto Fernando Carmona, dirigente del movimiento, trató de aclarar las dudas que suscitó la disposición organizativa mencionada, afirmando que “el MLN no era un partido, pero tampoco una simple alianza de partidos y otras agrupaciones”.

Tal programa fue aprobado por unanimidad en la Asamblea Constituyente del MLN, sin que mediara un proceso de discusión y análisis de sus premisas fundamentales en los partidos y organizaciones que se incorporaron al proyecto, condición que prohijó, desde un principio dudas y discrepancias entre los comunistas marxista-leninistas y los demócratas liberales.

Los comunistas, marxistas-leninistas, del Valle de México, aunque fueron de los más entusiastas trabajadores en los principales comités de trabajo del MLN, inmediatamente cuestionaron la política y la práctica que imponían al Movimiento el Comité Nacional y la Comisión Ejecutiva, que tendía subrepticiamente hacia la formación de un nuevo partido social-demócrata, dirigido por la burguesía nacional cardenista. Además porque tal programa discrepaba abiertamente con los acuerdos básicos del XIII Congreso Nacional del PCM, que acababa de celebrarse a fines de mayo de 1960. Este congreso, si bien había propuesto una nueva revolución democrática de liberación nacional mediante la integración de “un poderoso frente de liberación nacional”, se deslindó claramente de la ideología de la Revolución Mexicana y del gobierno de Adolfo López Mateos y jamás autorizó la dilución de sus miembros en ninguna otra organización.

Los marxista-leninistas de los primeros sesenta sosteníamos la tesis de la revolución de liberación nacional socialista, y denunciábamos al mismo tiempo al gobierno de Adolfo López Mateos, como “ejecutor y salvaguarda del imperialismo” debido al brutal atropello autoritario masivo que consumó principalmente contra los trabajadores ferrocarrileros y los maestros y porque en Punta del Este se plegó a los designios del imperialismo en el caso de Cuba. Al mismo tiempo denunciamos que dentro del MLN estaba dominando una perniciosa tendencia hacia la subordinación a la burguesía nacional y al gobierno del PRI. Tales posiciones generaron una profunda crisis política dentro del MLN y el PCM. Los jefes de ambas organizaciones inmediatamente calificaron a la oposición leninista encabezaba por el camarada Guillermo Rousset Banda, como sectaria y ultraizquierdista. Los demócratas-liberales estaban convencidos de que era posible derrotar a la derecha latinoamericana, enfrentando sólo al gobierno de los Estados Unidos, sin tocar ni con el pétalo de una rosa a las burguesías locales. La oposición leninista, en cambio, entendía y era consecuente con ello, que la lucha contra el imperialismo debía desempeñarse, al mismo tiempo, contra la burguesía nacional reaccionaria y por consecuencia rechazaba la función dirigente que los oportunistas de derecha se adjudicaba y la fusión orgánica de los partidos obreros en el MLN. Las mencionadas diferencias se resolvieron entonces con la aplicación de la violencia burocrática de los liberales cardenistas y socios contra la fracción leninista del PCM en medio del silencio internacional.

Dichas diferencias generaron de inmediato la escisión de los comunistas mexicanos y en general de toda la izquierda mexicana, que culminó con la pronta liquidación del MLN y la expulsión y marginación de gran número de valiosos cuadros dirigentes del PCM.

No obstante la oposición explícita de los camaradas David Alfaro Siqueiros (carta al V Pleno del CC, Penitenciaría del DF, 09.12.61., en MHRO, El fracaso de la revolución democrática de liberación nacional, Offset Caya, mayo 2000, p. 143) y J. Encarnación Valdez, miembros del CC, y el abandono del V Pleno de tres miembros de la Dirección del Partido: Arturo Orona, Juan José Meraz y Danzós Palomino, la disolución del Comité del DF fue aprobada, así como las destituciones del Comité Central de David Alfaro Siqueiros y Mario Rivera Ortiz.

Dos años después de iniciada la crisis de la izquierda se confirmaron los diagnósticos y pronósticos de los marxistas-leninistas marginados, cuando los líderes morales del MLN fijaron su posición frente a las elecciones federales de 1964, con una declaración abstencionista. Los generales Lázaro Cárdenas del Río y Heriberto Jara, en la primera Conferencia Nacional del MLN, celebrada los días 4 y 6 de octubre de 1963, apoyaron dicha línea política. Jara, incluso, hizo en dicha conferencia un amplio elogio a las políticas interna y externa del gobierno de López Mateos y reforzó la definición abstencionista del MLN.

En el mes de diciembre de 1963 la Comisión Ejecutiva del MLN avanzó un poco más en el mismo sentido y no sólo ratificó el abstencionismo sino que recomendó la “neutralidad electoral”.

Pero el quiebre definitivo sobrevino cuando el MLN consumó el gran viraje, olvidándose del abstencionismo prometido, cuando el general Cárdenas brindó todo su apoyo electoral al candidato oficial, Gustavo Díaz Ordaz, además de recordar que siempre había estado del lado de los presidentes del PRI que le sucedieron en el poder.

Había terminado para siempre la falsa promesa del MLN, y a fines de 1964, prácticamente ya no existía.

Seis meses después de la realización del V Pleno del Comité Central del PCM, ante las protestas e inconformidad sostenidas por los comunistas marginados, la Comisión Central de Control del CC, presidida por Abel Cabrera, votó la expulsión del Partido de ocho miembros del ex Comité del DF.

Aquí hay que hacer una acotación necesaria: si David Alfaro Siqueiros no fue expulsado del Partido junto con los ocho miembros del Comité del DF, en 1961, fue sólo por consideraciones “tácticas” oportunistas de la directiva del PCM y porque a esas fechas estaba encarcelado, mas no porque el gran pintor comunista haya sido neutral en la lucha interna que se desarrollaba entonces, la prueba de ello está en las tres cartas que envió desde Lecumberri al V Pleno del C. C. sobre el juicio incoado contra los acusados del Comité del DF, (ver cartas al V Pleno del CC, del 9,10 y 15 de diciembre de 1961: en MHRO, El fracaso de la revolución democrática de liberación nacional, Offset Caya, mayo 2000, pp. 143, 173, 188).

En esta misma coyuntura no hay que olvidar tampoco que la gente que llegó al PCM, proveniente del POCM, se hermanó con el grupo que encabezaba Arnoldo Martínez Verdugo y se sumó activamente a la lucha contra el Comité del DF, y luego de su disolución ocupó los puestos vacantes. La fracción campista desde su reingreso al PCM fue aliada fiel al grupo de Verdugo, con el cual incluso, más tarde, suscribió el acta legal de liquidación del PCM en 1981.

Y sobre la base de aquella experiencia del MLN es necesario examinar crítica y cautelosamente los llamamientos a “la unidad de la izquierda” que en su mayoría contienen la misma intensión que abrigaron los oportunistas del año de 1961, es decir la subordinación y castración de la izquierda revolucionaria mexicana.

Sí, la unidad de la izquierda siempre ha sido y es necesaria, pero no cualquier tipo de unidad y con cualquier cosa que se la llame “izquierda”.

Ahora bien, ¿por qué fracasó en México el MLN y la revolución democrática de liberación nacional en el año 1961?

– Porque en México, a diferencia de los países industrializados de Europa y los Estados Unidos, la burguesía nacional, cuando pudo llevar hasta sus últimas consecuencias la revolución democrático- burguesa, optó por su sometimiento al capital extranjero.

– Porque, concluida la revolución mexicana de 1910-1939, las fuerzas revolucionarias debieron aplicar en la lucha política, el principio de clase contra clase e iniciar la preparación de la revolución socialista. El hecho de que había y hay tareas democráticas pendientes no justificaba ni justifica una bandera exclusivamente nacional-antiimperialista, como la que levantó el MLN.

– Porque la dirección del PCM, no detectó el agotamiento de la burguesía mexicana como fuerza revolucionaria, no sólo para ir hacia la liberación nacional frente al imperialismo y por la emancipación económica, sino, incluso, siquiera para lograr, por segunda vez, un nuevo lote de reformas nacionalistas más o menos importantes, como en los años treinta del siglo pasado.

– La historia del MLN demostró también que tampoco la pequeña burguesía intelectual socialdemócrata más radical estaba en condiciones de encabezar, de manera consecuente, acción revolucionaria alguna.

– Porque en el terreno ideológico la concepción y práctica política oportunistas, en torno a las cuestiones del “enemigo principal”, “el frente democrático antiimperialista” y la “caracterización del gobierno mexicano”, condujeron al PCM a la capitulación y finalmente a su liquidación. De esta manera, el grupo dirigente del PCM confirmó su intención de entregar la hegemonía del movimiento social, por muchos años, a los supuestos enemigos de clase.

– Porque la fundamentación teórica de la revolución democrática de liberación nacional en los términos que propuso la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz, en el año 1961, eran en esencia, un regreso al browderismo, particularmente en lo que concierne al asunto de las alianzas y el frente único.

– La bancarrota del MLN reafirmó, así mismo, que si no existe un partido obrero único y revolucionario, marxista-leninista que hegemonice la lucha de clases, en las condiciones de México, es imposible avanzar hacia la nueva revolución.

La nación en la futura sociedad comunista avanzada

Entonces, para terminar, hay que decir que siendo la nación un fenómeno histórico, tuvo su principio y tendrá su fin. Por más dilatado que sea el proceso de eliminación de las diferencias nacionales, desaparecerán al fin.

La futura sociedad comunista altamente desarrollada, no conocerá no ya las diferencias socio-clasistas, sino tampoco las nacionales, a través de un largo periodo de transición, que significa la emancipación completa de todas las naciones oprimidas, es decir su libertad de separación y fusión voluntaria en una sola comunidad mundial sin fronteras de ninguna especie. En la era del comunismo avanzado la sociedad mundial y su cultura tendrán carácter humanístico único, tanto por su contenido como por su forma.

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