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Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética

Imagen. Internet.
Andrei Milnikov. En campos de paz*

 

 

Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética**

 

 

Por V. I. Lenin

Camaradas: Yo saludo con gran alegría a la Conferencia de obreras. Me permito no referirme a los temas y a las cuestiones que, naturalmente, más inquietan hoy a cada obrera y a cada persona consciente de la masa trabajadora. Estas cuestiones más palpitantes son la relativa a los cereales y la de nuestra situación militar. Pero, como he visto por las reseñas de prensa de las reuniones de ustedes que estos problemas han sido expuestos aquí del modo más completo por el camarada Trotski en lo tocante al aspecto militar y por los camaradas Yákovleva y Sviderski en lo que se refiere a los cereales, permítanme que no toque estos puntos.

Yo quisiera decir unas palabras acerca de las tareas generales del movimiento obrero femenino en la República Soviética, tanto de las relacionadas con el paso al socialismo en general como de las que hoy se plantean en primer plano de manera singularmente imperiosa. Camaradas: La cuestión relativa a la situación de la mujer ha sido planteada por el Poder soviético desde el primer momento. Yo creo que la tarea de todo Estado obrero que pase al socialismo será de género doble. La primera parte de esta tarea es relativamente simple y fácil. Se refiere a las viejas leyes que colocaban a la mujer en situación de desigualdad con respecto al hombre.

Desde tiempos lejanos, los representantes de todos los movimientos liberadores en Europa Occidental, no durante decenios, sino durante siglos, propugnaron la abolición de estas leyes anticuadas y reivindicaron la igualdad jurídica de la mujer y del hombre, pero ningún Estado democrático europeo, ni siquiera las repúblicas más avanzadas, han conseguido realizar esto, porque donde existe el capitalismo, donde se mantiene la propiedad privada de la tierra y la propiedad privada de las fábricas, donde se mantiene el poder del capital, los hombres siguen gozando de privilegios. Si en Rusia se ha logrado esto, se debe exclusivamente a que desde el 25 de octubre de 1917 se instauró aquí el poder de los obreros. Desde el primer momento, el Poder soviético se planteó la tarea de actuar como poder de los trabajadores, enemigo de toda explotación. Se planteó la tarea de suprimir la posibilidad de que los trabajadores fuesen explotados por los terratenientes y capitalistas y de destruir el dominio del capital. El Poder soviético aspiró a conseguir que los trabajadores organizasen su vida sin propiedad privada de la tierra, sin propiedad privada de las fábricas, sin esa propiedad privada que en todas partes, en todo el mundo, incluso con la plena libertad política, incluso en las repúblicas más democráticas, sumía de hecho a los trabajadores en la miseria y la esclavitud asalariada, y a la mujer en una doble esclavitud.

Desde los primeros meses de su existencia, el Poder soviético, como poder de los trabajadores, realizó el cambio más radical en la legislación referente a la mujer. En la República Soviética no ha quedado piedra sobre piedra de todas las leyes que colocaban a la mujer en una situación de dependencia. Me refiero precisamente a las leyes que utilizaban de modo especial la situación desventajosa de la mujer, haciéndola víctima de la desigualdad de derechos y a menudo hasta de humillaciones, es decir, a las leyes sobre el divorcio, sobre los hijos naturales y sobre el derecho de la mujer a demandar judicialmente del padre alimentos para el sostenimiento del hijo.

Hay que afirmar que es precisamente en esta esfera donde la legislación burguesa, incluso en los países más avanzados, se aprovecha de la situación desventajosa de la mujer, condenándola a la desigualdad de derechos y humillándola. Y justamente en esta esfera, el Poder soviético no ha dejado piedra sobre piedra de las viejas leyes, injustas, insoportables para las masas trabajadoras. Ahora podemos decir con todo orgullo, sin exageración alguna, que, exceptuando la Rusia Soviética, no existe ningún país del mundo donde la mujer goce de plena igualdad de derechos y no esté colocada en una situación humillante, particularmente sensible en la vida cotidiana, familiar. Esta fue una de nuestras primeras y más importantes tareas.

Si tienen ustedes ocasión de entrar en contacto con partidos hostiles a los bolcheviques, o llegan a sus manos periódicos editados en ruso en las regiones ocupadas por Kolchak o Denikin, o hablan con gente que se atiene al punto de vista de estos periódicos, podrán escuchar frecuentemente de sus labios la acusación de que el Poder soviético ha infringido la democracia.

A nosotros, representantes del Poder soviético, comunistas bolcheviques y partidarios del Poder soviético, se nos echa en cara constantemente que hemos violado la democracia, y como prueba de esta acusación se aduce que el Poder soviético disolvió la Asamblea Constituyente. A estas acusaciones respondemos habitualmente así: no concedemos ningún valor a una democracia y a una Asamblea Constituyente que surgieron existiendo la propiedad privada sobre la tierra, cuando los hombres no eran iguales, cuando el que tenía capital propio era el amo, y los restantes, trabajando para él, eran sus esclavos asalariados. Esa democracia encubría la esclavitud incluso en los Estados más avanzados. Nosotros, como socialistas, somos partidarios de la democracia únicamente en tanto en cuanto mitiga la situación de los trabajadores y de los oprimidos. El socialismo se propone en todo el mundo la lucha contra toda explotación del hombre por el hombre. Para nosotros ofrece verdadero valor la democracia que sirve a los explotados, a los que sufren la desigualdad. Si al que no trabaja se le priva de derechos electorales, ésta es precisamente la verdadera igualdad entre los hombres. Quien no trabaje, que no coma.

En respuesta a esas acusaciones, decimos que es preciso comprobar cómo se practica en uno u otro Estado la democracia. En todas las repúblicas democráticas vemos que se proclama la igualdad, pero en las leyes civiles y en las leyes sobre los derechos de la mujer, en el sentido de su situación dentro de la familia y en el sentido del divorcio, vemos a cada paso la desigualdad y la humillación de la mujer, y decimos que esto es una violación de la democracia, y precisamente una violación de que son víctimas los oprimidos. El Poder soviético, en mayor medida que todos los demás países, incluidos los más avanzados, ha puesto en práctica la democracia al no haber dejado en sus leyes ni el menor rastro de desigualdad de derechos de la mujer. Lo repito, ningún Estado, ninguna legislación democrática ha hecho por la mujer ni la mitad de lo que ha hecho el Poder soviético en los primeros meses de su existencia.

Naturalmente, no bastan las leyes, y nosotros no nos contentamos de ningún modo con decretos nada más. Pero en el terreno de la legislación hemos hecho todo lo que de nosotros se exigía para equiparar la situación de la mujer a la del hombre, y podemos con razón enorgullecernos de ello. Actualmente, la situación de la mujer en la Rusia Soviética, desde el punto de vista de los Estados más avanzados, es ideal. Pero afirmamos que, naturalmente, esto es sólo el comienzo.

Al tener que dedicarse a los quehaceres de la casa, la mujer aún vive coartada. Para la plena emancipación de la mujer y para su igualdad efectiva con respecto al hombre, se requiere una economía colectiva y que la mujer participe en el trabajo productivo común. Entonces la mujer ocupará la misma situación que el hombre.

Como es lógico, no se trata de igualar a la mujer en cuanto a la productividad del trabajo, al volumen, a la duración y a las condiciones del mismo, etc., sino de que la mujer no se vea oprimida por su situación en el hogar diferente a la del hombre. Todas ustedes saben que aun con la plena igualdad de derechos, subsiste de hecho esta situación de ahogo en que vive la mujer, ya que sobre ella pesan todos los quehaceres del hogar que son, en la mayoría de los casos, los más improductivos, más bárbaros y más penosos de cuantos realiza la mujer. Este trabajo es extraordinariamente mezquino, no contiene nada que contribuya de algún modo al progreso de la mujer.

En aras del ideal socialista, nosotros queremos luchar por la plena realización del socialismo, y en este sentido se abre ante la mujer un vasto campo de actividad. Ahora nos preparamos seriamente para desbrozar el terreno con miras a la edificación socialista, pero la propia edificación de la sociedad socialista no comenzará sino cuando nosotros, una vez conseguida la plena igualdad de la mujer, emprendamos la nueva tarea junto con la mujer liberada de este trabajo menudo, embrutecedor e improductivo. A este respecto tenemos labor para muchos, muchos años.

Esta labor no puede dar rápidos resultados ni tiene nada de efectismo brillante.

Estamos creando instituciones, comedores y casas-cuna modelo, que liberen a la mujer del trabajo doméstico. Y es precisamente a la mujer a la que más incumbe la labor de organización de todas estas instituciones. Hay que reconocer que hoy existen en Rusia muy pocas instituciones de este tipo, que ayuden a la mujer a salir del estado de esclava del hogar. El número de estas instituciones es insignificante, y las condiciones por las que hoy atraviesa la República Soviética –las condiciones militares y las del abastecimiento, de las que han hablado aquí a ustedes con detalle los camaradas– nos estorban en esta labor. Pero hay que decir que estas instituciones, que liberan a la mujer de su estado de esclava doméstica, surgen en todas partes donde para ello existe la menor posibilidad.

Decimos que la emancipación de los obreros debe ser obra de los obreros mismos, y de igual modo la emancipación de las obreras debe ser obra de las obreras mismas. Son ellas las que deben preocuparse de desarrollar esas instituciones, y esta actividad de la mujer conducirá a un cambio completo de la situación en que vivía bajo la sociedad capitalista.

En la vieja sociedad capitalista, para ocuparse de política hacía falta una preparación especial, razón por la cual era insignificante la participación de la mujer en la vida política, incluso en los países capitalistas más avanzados y más libres. Nuestra tarea consiste en hacer que la política sea asequible para cada trabajadora. Desde el momento en que está abolida la propiedad privada de la tierra y de las fábricas y ha sido derrocado el poder de los terratenientes y los capitalistas, las tareas de la política para la masa trabajadora y para las mujeres trabajadoras pasan a ser sencillas, claras y plenamente asequibles para todas. En la sociedad capitalista, la mujer está colocada en una situación tal de falta de derechos que su participación en la vida política es mínima en comparación con el hombre. Para que cambie esta situación, es preciso que exista el poder de los trabajadores, y entonces las tareas principales de la política se reducirán a todo lo que directamente atañe a la suerte de los propios trabajadores.

En este sentido es necesaria también la participación de las obreras, no sólo de las militantes del Partido, de las que son conscientes, sino de las sin partido y de las más inconscientes. En este sentido, el Poder soviético brinda a las obreras un vasto campo de actividad.

Hemos atravesado una situación muy difícil en la lucha contra las fuerzas hostiles a la Rusia Soviética, que sostienen la campaña contra ella. Nos ha sido difícil luchar en el terreno militar contra las fuerzas que están haciendo la guerra al poder de los trabajadores, y en la esfera del abastecimiento contra los especuladores, porque no es lo bastante grande el número de personas, el número de trabajadores que acuden plenamente en nuestra ayuda con su propio trabajo. En este sentido, el Poder soviético nada puede apreciar tanto como el concurso de las amplias masas de obreras sin partido. Ellas deben saber que en la vieja sociedad burguesa se requería, tal vez, para la actividad política una preparación compleja, inasequible para la mujer. Pero la República Soviética se propone como tarea principal de su actividad política la lucha contra los terratenientes y los capitalistas, la lucha por la supresión de la explotación, y de ahí que en la República Soviética se abra para las obreras el campo de la actividad política, que consistirá en que la mujer ayude al hombre con su capacidad organizadora.

No necesitamos solamente la labor de organización de millones de personas. Necesitamos además la labor de organización en la más modesta escala, que permita también trabajar a las mujeres. La mujer puede trabajar asimismo en tiempo de guerra, cuando se trate de ayudar al ejército y de realizar propaganda dentro de él. En todo esto debe tomar parte activa la mujer para que el Ejército Rojo vea que hay preocupación y desvelo por él. La mujer puede ser útil igualmente en todo lo relacionado con el abastecimiento: distribución de los productos y mejora de la alimentación pública, desarrollo de los comedores que tan ampliamente han sido organizados ahora en Petrogrado.

Estas son las esferas en las que la actividad de las obreras adquiere verdadera importancia desde el punto de vista de la organización. La participación de la mujer es necesaria también en la creación de grandes haciendas experimentales y en el control de las mismas, para que esto no sea obra de unos pocos. Esta empresa es irrealizable si no participa en ella un gran número de trabajadoras. Las obreras pueden perfectamente intervenir en esta labor, además, controlando la distribución de los productos y procurando que sea más fácil adquirirlos. Esta tarea es plenamente proporcionada a las fuerzas de las obreras sin partido, y su realización contribuirá poderosamente al afianzamiento de la sociedad socialista.

Una vez abolida la propiedad privada de la tierra y suprimida casi por entero la propiedad privada de las fábricas, el Poder soviético tiende a que en esta edificación económica participen todos los trabajadores, no sólo los militantes del Partido, sino también los sin partido, y no sólo los hombres, sino también las mujeres. Esta obra iniciada por el Poder soviético puede progresar únicamente cuando en ella tomen parte, en toda Rusia, no cientos, sino millones y millones de mujeres. Entonces, estamos seguros de ello, se afianzará la obra de la construcción socialista. Entonces los trabajadores demostrarán que pueden vivir y pueden administrar sin terratenientes ni capitalistas. Entonces será tan firme en Rusia la edificación socialista que no causará temor a la República Soviética ningún enemigo, exterior ni  interior.

 

 

* Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.

** Publicado el 25 de septiembre de 1919 en el periódico Pravda, núm. 213. Se presenta en El Machete web acorde al  texto del folleto: V. I. Lenin. “Discurso en el Congreso de Trabajadoras”, cotejado con la versión de Pravda a propósito de la edición realizada para las Obras Completas de Lenin, Tomo 39, Editorial Progreso, URSS, 1986.

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