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En Memoria de Nina Andreeva. No puedo renunciar a mis principios

Fotografía. Nina Andreeva. Internet*

 

 

En memoria de Nina Andreeva**
(12 de octubre de 1938-24 de julio de 2020).

 

Murió Nina Andreeva, comunista rusa, que militó en el Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1966 hasta 1991; profesora de física y química en Leningrado, fue una militante que se caracterizó por tener una vida orgánica regular y en la escuela bolchevique luchó por corregir los defectos y fallas del Partido. Y también porque de manera decidida enfrentó el curso capitulador de la Perestroika.

Escribió en  octubre de 1987: En una serie de publicaciones periódicas de nuestro país empieza a echarse al olvido el término “marxismo-leninismo”. En aquellos casos en que recurren a los fundadores del marxismo-leninismo, no asumen una posición en estrecha concordancia con su desarrollo e integridad, sino extraen fragmentos divorciados del contexto, e, incluso, no les añaden ninguna valoración. Así, ¿qué cosa es imposible de “demostrar”? Se olvidan por completo de lo más importante del Marxismo-Leninismo: la teoría sobre la misión histórico-mundial de la-clase obrera. Se olvidan de eso precisamente cuando los imperialistas amenazan la existencia de la humanidad y ha crecido y se ha fortalecido infinitamente la importancia y carácter universal de esta misión.

Hay que recordar que en esos años estaba en auge la política propuesta en abril de 1985 por Mijail Gorbachov, el Secretario General del PCUS: Perestroika y Glasnot. Y que despertaba confianza en el movimiento comunista internacional. Por ejemplo en noviembre de 1987 la editorial Diana de México publicó Perestroika de Mijail Gorbachov, que tuvo masiva acogida agotando rápidamente varias ediciones, y que era un best seller editorial en el mundo. En ese contexto las palabras de Nina Andreeva son un fuerte cuestionamiento, pero el radio de alcance fue muy limitado, su artículo fue publicado en el periódico Leningradski Rabochi con un círculo limitado de lectores.

Andreeva apeló a la prensa soviética, empezó a enviar textos a periódicos de mayor alcance, inclusive al Pravda. Su persistencia dio frutos cuando el Sovietskaya Rossiya publicó su carta, conocida mundialmente como No puedo renunciar a mis principios. La cual cimbró el debate político en la URSS, movilizando el nefasto Alexandr Yákovlev (entonces responsable de ideología del PCUS, conocido como la eminencia gris de la perestroika y la nueva mentalidad) al aparato para responder. Aquí en México el artículo fue reproducido por El Día, diario que en su sección Documentos publicaba muchos materiales interesantes, desde discursos de Fidel Castro a textos de partidos comunistas y fuerzas revolucionarias. A los militantes comunistas entonces el artículo nos hizo reflexionar, y empezar a mirar críticamente lo que estaba sucediendo.

Tendrían que pasar muchos años (casi 15) para que llegáramos a conclusiones sobre el proceso contrarrevolucionario que derrocó temporalmente la construcción socialista en la URSS, engendrado por el surgimiento, arraigo y finalmente predominio de las relaciones mercantiles, algo incompatible con la construcción socialista, como ya había previsto Stalin en Problemas económicos del socialismo en la URSS.

Aunque el texto de Nina Andreeva No puedo renunciar a mis principios, al que hacemos alusión y que damos a conocer a los lectores contemporáneos de El Machete, es incompleto con relación a las conclusiones que hemos conquistado en la actualidad; tiene el valor de haberse presentado en un momento donde las ideas liquidadoras eran las que predominaban. Ir a contracorriente es también en ocasiones necesario.

No coincidimos en otras posiciones de ella, pero finalmente fue una comunista, a la que de esta manera rendimos homenaje.

Sección de Ideología del PCM
31 de julio de 2020

 

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No puedo renunciar a mis principios***

 

 

Por Nina Andreeva

Decidí escribir esta carta después de largas reflexiones. Soy química,  profesora del Instituto tecnológico “Lensoviet” de Leningrado. Al igual que muchas otras personas, me encargo de un grupo de estudiantes. En nuestros días, después de un período de apatía social y dependencia intelectual, los estudiantes poco a poco empiezan a contagiarse del ímpetu de los cambios revolucionarios. Naturalmente, surgen discusiones sobre el camino de la perestroika y sus aspectos económicos e ideológicos. Glasnost, apertura, desaparición de zonas exentas de críticas, emocionado fervor en las conciencias de las masas, en particular, de la juventud, frecuentemente se revelan en los planteamientos de problemas que, de una manera u otra, son aventados por las de estaciones radiales de occidente o por aquella gente de nuestro país que no tienen una firme creencia de la esencia del socialismo. ¡En las conversaciones se tocan de hecho todos los temas! Sobre el sistema pluripartidista, la libertad de proselitismo religioso, la salida del país para vivir en el extranjero, el derecho a discutir ampliamente los problemas sexuales en la prensa, la necesidad de una dirección descentralizada sobre la cultura, la abolición del servicio militar… Especialmente entre los estudiantes provoca mucha discusión el problema relacionado con el pasado del país.

Naturalmente, nosotros, los profesores, tenemos que responder a las más agudas preguntas lo que, además de honestidad, requiere profundos conocimientos, convicción, alto nivel cultural, serias reflexiones y evaluaciones sopesadas. Claro, esas cualidades son necesarias para todos los educadores de la juventud, y no sólo para los docentes de las cátedras de Ciencias Sociales.

El lugar más amado para nuestro paseo junto con los estudiantes es el parque Petergofe. Andamos por las avenidas nevadas, disfrutamos de los famosos palacios y las estatuas y discutimos. ¡Discutimos! Las mentes jóvenes arden de un gran deseo de llegar a comprender todas las complejidades y determinar su camino hacia el futuro. Miro a mis jóvenes interlocutores y pienso: cuan importante es ayudarlos a discernir la verdad, formar una concepción exacta de los problemas de la sociedad en que viven y a la cual tienen la tarea de reestructurar, y cómo hacerles entender correctamente nuestra historia pasada lejana y no lejana.

¿Pero dónde reside la preocupación? He aquí un ejemplo simple: Nos parece que sobre la Gran Guerra Patria y el heroísmo de sus participantes se ha hablado y escrito mucho. Sin embargo, hace poco, en uno de los albergues de los estudiantes de nuestro Instituto se realizó un encuentro con el Héroe de la Unión Soviética, coronel retirado V.F. Molozev. Entre otras cosas le preguntaron sobre la represión política en el ejército. El veterano respondió que no había chocado con la represión política, que muchos de los que comenzaron junto a él en la guerra, al final, eran altos comandantes de tropas… A algunos la respuesta los desencantó. El tema de la represión que siempre se discute ahora llenó de sobra la percepción de una parte de los jóvenes y obstaculiza la comprensión objetiva del pasado. No son pocos los ejemplos de ello.

Claro, nos alegra el hecho de que hasta los estudiantes de tecnología se interesan vivamente por los problemas teóricos sociales. Pero, han surgido demasiado tales cosas que no puedo aceptar ni consentir. Abuso de las palabras “terrorismo”, “esclavización política del pueblo”, “una vida social vegetativa sin alas”, “nuestra esclavitud espiritual”, “terror general” e “influencia de brutos en el poder”… Frecuentemente sólo con estos calificativos se describe la historia de nuestro país en el período de transición al socialismo. Por eso no hay que sorprenderse, por ejemplo, ante el hecho de que entre una parte de los estudiantes crezca la mentalidad nihilista, confusión en las orientaciones políticas y omnivorosidad ideológica. A veces oímos alegar que es hora de llevar a juicio a los comunistas que, según dicen, “han deshumanizado” la vida del país después de 1917.

En el Pleno del Comité Central en febrero, una vez más se subrayó la urgente necesidad de “hacer que los jóvenes posean una concepción clasista del mundo y comprensión de la relación entre los intereses universales y de clases. Entre ellos, la comprensión de la esencia clasista de los cambios que tienen lugar en nuestro país”. Esta concepción del mundo y de la actualidad es incompatible con las calumnias políticas, chismorrería barata y fantasías encantadoras, con las cuales nos encontramos frecuentemente.

Leo y releo los artículos que causan mucho ruido. ¿Qué más podrían dar, fuera de desorientación, el descubrimiento de que hubo “contrarrevolución en la URSS a comienzos de la década de 1930” y de la “culpa” de Stalin por la llegada al poder del fascismo y Hitler en Alemania? O, ¿la “cuenta” pública del número de “stalinistas” en las diferentes generaciones y grupos sociales?

Por eso, nosotros, la gente de Leningrado, hemos visto con gran interés el buen filme documental sobre Kirov que se puso hace poco. Pero, el texto que lo acompaña, en algunas partes no sólo divergía de las escenas sino les daba un doble sentido. Por ejemplo, mientras muestran la erupción del entusiasmo, optimismo y el auge espiritual de la gente que construye el socialismo, en palabra técnica el narrador se refiere a represiones, carencia de información…

Al parecer, no soy la única en notar que los llamamientos de los dirigentes del Partido a que la atención de los “descubridores” se vire hacia los éxitos reales en las diferentes etapas de la construcción socialista parecen sólo despertar, como si fuera por una orden, nuevas y nuevas llamaradas de “descubrimientos”. Un fenómeno relevante en este fondo estéril lo constituyen las piezas de M. Shatrov. El día de la apertura del XXVI Congreso del Partido pude ver la pieza teatral “Raíces azules en las hierbas rojas”. Recuerdo la reacción de los jóvenes en el episodio cuando el secretario de Lenin intenta echarle el agua de la tetera en la cabeza, confundiéndola con el modelo de la escultura de arcilla no terminada. Además, cierta cantidad de jóvenes vino con pancartas preparadas de antemano, cuyo propósito era enfangar el pasado y presente de nuestro país… En “la paz de Bretsk”, Lenin, según la voluntad del dramaturgo y el director, se pone de rodillas ante Trotski, que es la interpretación simbólica de la concepción del autor. Ella tiene mayor desarrollo en la pieza “¡Más… más… más!…”. Claro, una pieza no es un tratado de historia. Sin embargo, ¿no es que en las obras de arte la verdad es asegurada nada más que por la posición del autor? En particular, es así en el teatro político.

La posición del dramaturgo Shatrov ha sido analizada detalladamente y con argumentos en las críticas de científico-historiadores publicadas en los periódicos “Pravda” y “Sovietskaya Rossiya”.(1) Quisiera exponer mi opinión. En particular, no puedo menos que estar de acuerdo con las aseveraciones de que Shatrov se ha apartado sustancialmente de los principios del realismo socialista. Tratando el período más responsable de la historia de nuestro país, él absolutiza el factor subjetivo del desarrollo social, y claramente ignora las leyes objetivas de la historia, que se reflejan en las actividades de las clases y masas. El papel de la masa proletaria y el partido de los bolcheviques es arrojado al “suelo” donde se despliegan acciones de los politicones irresponsables.

Los críticos, apoyándose en la metodología marxista-leninista para estudiar los concretos procesos históricos, demostraron convincentemente que Shatrov tergiversa la historia del socialismo en nuestro país. Cosa que no le gusta a Shatrov es el Estado de la dictadura del proletariado, sin la contribución histórica de la cual hoy no tendríamos ni qué reestructurar. Más adelante, el autor acusa a Stalin de asesinar a Trotski y a Kirov y del “bloqueo” a Lenin enfermo. Pero, ¿acaso, se pueden hacer acusaciones tendenciosas, imaginarias contra personalidades históricas sin tener las pruebas?

Desgraciadamente, los críticos no lograron demostrar que, pese a todas las pretensiones del autor, el dramaturgo no logró ser original.

Me pareció que en la lógica de valoración y argumentos, son muy parecidos a los del libro de B. Suvarin, publicado en París en 1935. En su pieza, Shatrov pone en boca de los protagonistas de su obra lo que los enemigos han venido sosteniendo sobre cómo se desenvolvió la revolución, el papel de Lenin en ella, las relaciones entre los miembros del Comité Central en las distintas etapas de la lucha interna del Partido… Tal es la esencia del “nuevo modo de leer” a Lenin de Shatrov. Agrego, que el autor de “Niños de Arbat”, A. Rybakov también reconoció francamente que algunos temas fueron tomados por él de las publicaciones de la emigración.

Sin haber leído todavía la obra “¡Más… más… más!…” (no ha sido editada), ya leí la repercusión alabadora sobre ella en diferentes publicaciones. Y ¿a qué se debe tal prisa? Después, supe que se prepara con rapidez la puesta en escena de la pieza.

Pronto, después del Pleno de febrero, en “Pravda” apareció la carta “¿Por un nuevo círculo?” firmada por ocho figuras del teatro de nuestro país. Ellos advierten contra las posibles, según su opinión, demoras de la puesta en escena de la última pieza de Shatrov. Esta conclusión se basa en las valoraciones críticas hechas respecto a la pieza, que aparecieron en los periódicos. No sé por qué, pero los autores de la carta ponen a los autores de las valoraciones críticas fuera del paréntesis de los “que aman a la Patria”. ¿Concuerda eso con el deseo de ellos de discutir aguda y apasionadamente los problemas de nuestra historia del pasado lejano y cercano? ¿Sólo a ellos se les permite tener opinión propia? (2)

En las numerosas discusiones que hoy día se realizan virtualmente de todos los problemas de la sociología, a mí, como profesora universitaria, me interesan ante todo aquellos que directamente influyen en la formación ideológico-política de la juventud, su salud moral y su optimismo social. Conversando con los estudiantes y reflexionando junto a ellos sobre agudos temas, llego inconscientemente a la conclusión de que en nosotros se han acumulado no pocas torceduras y unilateralidades que evidentemente hace falta se rectifiquen. Sobre algunas de ellas voy a hablar.

Tomaré el asunto del lugar que Stalin ocupa en la historia de nuestro país. Precisamente con su nombre está vinculada la obsesión de todos los ataques críticos la cual, en mi opinión, está vinculada más con la complejidad del período de transición que con la misma personalidad histórica. Un período vinculado con la inmortal hazaña de toda una generación entera de soviéticos, quienes hoy poco a poco se alejan de las actividades laborales, políticas y sociales activas. En la fórmula del “culto a la personalidad” se mezclan forzosamente la industrialización, la colectivización, la revolución cultural, que pusieron a nuestro país en la fila de las grandes potencias mundiales. Todo esto se pone en duda. Las cosas llegaron a tal extremo que de los “stálinistas” (en cuyo número se puede incluir a cualquiera) empezaron a exigir insistentemente penitencia”… Con muchas ganas ensalzan las novelas y películas que atacan duramente a la época de tormentas e impulso que se describe como la “tragedia de los pueblos”. Es verdad que a veces tales intentos de elogiar el nihilismo histórico no dan buenos resultados. Por lo cual, en ocasiones, la película alabada por los críticos es recibida muy fríamente por la mayoría de la población pese a los anuncios sin precedentes de la prensa.

Aquí, quisiera indicar de antemano que ni yo, ni los miembros de mi familia tienen relación alguna con Stalin, ni con las personas cercanas a él o sus alabadores. Mi padre fue un obrero del puerto de Leningrado, mi mamá, montadora en la fábrica Kirov. Allí trabajó también mi hermano mayor. El, mi papá y una hermana murieron en la batalla contra los hitlerianos. Uno de mis parientes fue reprimido y después del XX congreso del Partido fue rehabilitado. Junto a todos los soviéticos, comparto la indignación y rencor respecto a las represiones masivas que tuvieron lugar en los años 30 y 40, por la culpa de la dirección del Partido y Estado de aquel entonces. Sin embargo, el sentido sano se opone resueltamente a pintar con un mismo color a todos los acontecimientos contradictorios que es un fenómeno que comienza a prevalecer hoy en algunos órganos de prensa.

Apoyo el llamamiento del Partido a defender el honor y dignidad de los predecesores del camino del socialismo. Pienso que, partiendo precisamente de esta posición clasista y partidista debemos valorar el papel histórico de todos los dirigentes del partido y país, inclusive a Stalin. Al hacerlo, no debemos concentrarnos sólo con los aspectos “palaciegos” y las moralejas abstractas de la gente distante tanto de ese período terrible como de los que vivieron y trabajaron en aquel tiempo. Aún hoy, cómo ellos trabajaron constituye un ejemplo inspirador para nosotros.

Para mí, al igual que para mucha gente, papel decisivo en la valoración de Stalin juegan los testimonios personales de sus contemporáneos que tuvieron contactos con él, tanto los de nuestro lado de la barricada como los del otro. Son interesantes precisamente los testimonios de los últimos. Tomemos por ejemplo a Churchill quien en el año 1919 se enorgulleció de su contribución personal a la organización de la intervención militar de los 14 Estados extranjeros en la joven República Soviética y, sin embargo, exactamente 40 años después, se vio obligado a caracterizar con las siguientes palabras a Stalin, uno de sus rivales políticos temibles:

“Fue una destacada personalidad que se imponía a nuestro tiempo cruel en que transcurrió su vida. Stalin fue una persona de energía extraordinaria, erudición y fuerza de voluntad indoblegable, aguda, despiadada y cruel tanto en las acciones como en las palabras a lo cual yo, educado en el parlamento inglés, no podía contraponer nada… En sus obras sonaba una fuerza titánica. Esa fuerza era tan grande en Stalin que parecía el único entre todos los dirigentes de todos los tiempos y pueblos… Su influencia sobre la gente era irresistible. Cuando entraba en la sala de conferencia de Yalta, todos nosotros, como por una orden, nos levantábamos. Y ¡qué cosa más extraña!, manteníamos las manos pegadas a las costuras del pantalón. Stalin poseía una inteligencia profunda, lógica y razonada, libre de toda clase de miedo. Él era un maestro sin par en lograr las salidas de las situaciones cerradas… Fue un hombre que aniquilaba a sus enemigos con las manos de sus enemigos. Él nos obligó, a quienes llamaba abiertamente imperialistas, a luchar contra los imperialistas… El heredó una Rusia con sólo arados y dejó una Rusia llena de armas nucleares.” De hipocresía o coyuntura política no podéis interpretar tal valoración y reconocimiento de parte de un leal defensor del Imperio británico.

Aspectos fundamentales de esta caracterización se pueden encontrar también en las memorias de De Gaulle, en las memorias y correspondencia de otros políticos de Europa y América que tuvieron relaciones con Stalin como aliado militar o enemigo de clase.

Materiales significativos y serios para reflexiones sobre este problema, dan los documentos que están incluso al alcance de todos los que deseen. Por ejemplo, los dos tomos de “Correspondencia del Presidente del Consejo de Ministros de la URSS con el presidente de EE.UU. y el primer ministro de Gran Bretaña durante el período de la Gran Guerra Patria de 1941-1945”, publicados por el Politizdat (Editorial político) en 1957. Estos documentos nos hacen enorgullecemos de nuestra superpotencia, su lugar y papel en el mundo tempestuoso y cambiante. Viene a mi memoria la colección de informes, discursos y órdenes de Stalin en los años de la pasada guerra en los que se educó la generación heroica de los victoriosos sobre el fascismo. Aquella colección sería bueno que se reeditase, incluyendo los documentos que en aquel tiempo eran secretos como fue el caso de la dramática orden No. 227. Esto es planteado con insistencia por algunos historiadores (3). Esos documentos son desconocidos para los jóvenes. Especialmente importantes para la formación de conciencia histórica, son las memorias de los generales Zhukov, Vasilevski, Golovanov, Shtemenko y el constructor de aviones Yakovlev, que conocieron a Stalin no de oídas.

Claro, ese fue un tiempo muy arduo. Pero, al mismo tiempo, es cierto que la modestia personal, que llegaba hasta el ascetismo, todavía no se avergonzaba de sí misma y todavía no salían a la luz los potenciales millonarios soviéticos en el silencio de las oficinas supernumerarias y las bases comerciales. Además, no fuimos tan hábiles y pragmáticos que preparamos a la juventud no para la delicadeza del consumo de los bienes ganados por los padres, sino para el trabajo y la defensa, sin remover el mundo espiritual de los jóvenes, amenazado por las obras maestras llegadas desde otro lado de la frontera y las producciones domésticas de la cultura masiva.

De las largas conversaciones francas con los jóvenes interlocutores podemos sacar la conclusión de que los ataques al Estado de la dictadura del proletariado y los líderes de nuestro país de aquel tiempo tienen, además de las causas políticas, ideológicas y morales, su terreno social. No son pocos los interesados en ampliar el campo de estos ataques. Y no sólo por aquel lado de nuestra frontera. Junto a los anticomunistas profesionales del Occidente que hace mucho tiempo escogieron la consigna democrática (según ellos dicen) del “antiestalinismo”, viven y prosperan los descendientes de las clases derrocadas por la Revolución de Octubre, muchos de los cuales están lejos de olvidar las pérdidas materiales y sociales de sus antepasados. A ellos se suman los herederos espirituales de Dan y Martov, otros del campo de la social democracia rusa, los seguidores espirituales de Trotski y Yagod y los descendientes de nepmanes, basmaches y kulaks, resentidos por el socialismo.

Cualquier personaje histórico, como saben, se forma por las condiciones socioeconómicas e ideo-políticas concretas, las cuales ejercen una influencia determinante en la selección objetiva y subjetiva de las personalidades llamadas a resolver estos u otros problemas sociales. Llevada a la escena de la historia, tal personalidad para “mantenerse flotando” ha de satisfacer las demandas de la época y de las principales estructuras sociales y políticas y encarnar en sus actividades las leyes objetivas dejando inevitablemente la “huella” de su personalidad en los acontecimientos históricos. En resumidas cuentas, por ejemplo, hoy son pocos los que se agitan por la cualidad personal de Pedro el Grande, pero, todos recuerdan que fue en su gobierno que nuestro país alcanzó la altura de gran potencia europea. El tiempo ha condensado el resultado que en el presente yace en la valoración histórica de la personalidad del emperador Pedro. Las flores invariables en su sarcófago en la Catedral de la fortaleza Petropavlovsk reencarnan el respeto y reconocimiento de nuestros coetáneos que están lejos del absolutismo.

Pienso que, por muy contradictoria y compleja que fuere una u otra figura de la historia soviética, su papel verdadero en la construcción y defensa del socialismo, tarde o temprano, recibirá su valoración objetiva y definitiva. Naturalmente, ser definitiva no significa unilateralidad que justifica o reúne eclécticamente los fenómenos contradictorios que hace crear con las falsas acusaciones cualquier tipo de subjetivismo, “perdonar o no perdonar”, “dejar o botar” de la historia. Definitivo, significa ante todo la valoración concreto-histórica fuera de las coyunturas, en la cual se manifestará, según los resultados históricos, la dialéctica de concordancia de la actividad de la personalidad con las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad. En nuestros países esas leyes han estado ligadas con la solución del problema “¿quién es quién?”, tanto en los aspectos externos como internos. Si seguimos la metodología marxista-leninista para el estudio de la historia, ante todo, según las palabras de M.S. Gorbachov, hay que indicar claramente cómo vivieron, trabajaron y en qué creyeron millones de gente, y cómo se juntaron la victoria y el fracaso, descubrimientos y errores, lo luminoso y lo trágico, el entusiasmo revolucionario de las masas y la violación de la legalidad socialista, y a veces, delitos.

Hace poco una alumna mía me dejó perpleja al plantear que la lucha de clases es un concepto obsoleto, como lo es el papel dirigente del proletariado. Sería bueno si ella fuera la única que alegara esto. Pero, por ejemplo, una agria discusión fue provocada por las aseveraciones recientes de un respetado académico de que las actuales relaciones entre los Estados de los dos diferentes sistemas socioeconómicos no tienen un contenido de clases. Supongo que el académico no consideró necesario explicar por qué él, durante varias décadas escribió sobre algo completamente opuesto, o sea, que la coexistencia pacífica no es otra cosa que una forma de lucha de clases en la arena internacional. Así que, resulta que el filósofo ahora se limitó a esto. Claro, puntos de vista se pueden cambiar. Sin embargo, según mi opinión, el deber principal del filósofo le ordena que, por lo menos, explique a los que estudiaron y estudian con sus libros: ¿es cierto que hoy día la clase obrera internacional ya no se contrapone al capital mundial a través de sus órganos estatales y políticos?

En el centro de las discusiones de nuestros días, según pienso, está el mismo problema: ¿qué clase o capa de la sociedad constituye la fuerza rectora y movilizadora de la perestroika? Sobre esto, en particular, se habló en la entrevista del escritor Projanov publicada en el periódico de nuestra ciudad, Leningradski Rabochi. Projanov parte del hecho de que la particularidad del actual estado de la conciencia social se caracteriza por la existencia de dos corrientes ideológicas, o como él dice, “columnas” alternativas, las cuales desde diferentes direcciones tratan de superar en nuestro país al “socialismo construido en batallas”. Exagerando la importancia y la agudeza de la oposición mutua de estas “columnas”, el escritor, pese a todo, correctamente subraya que “ellos coinciden sólo en la azotaina de los valores socialistas”. Sin embargo, las dos, como aseguran sus ideólogos, apoyan la “perestroika”.

La primera, la más activa corriente ideológica que se declaró en el curso de la perestroika, aspira al modelo de un tal socialismo intelectual izquierdoliberal, según dicen, de humanismo más genuino y “limpio” de estratificación de clases. Sus seguidores contraponen al colectivismo proletario “el valor superior del individuo” con las búsquedas modernistas en el campo de la cultura, las tendencias supersticiosas, los ídolos tecnocráticos, el sermón sobre los encantos “democráticos” del capitalismo contemporáneo y el servilismo ante sus éxitos reales y falsos. Sus representantes mantienen que nosotros, según dicen, no hemos construido aquel socialismo que teníamos que construir y que, sólo hoy, “por primera vez en la historia, se formó la alianza de la dirección política y la intelectualidad progresista”. En un tiempo, cuando millones de personas de nuestro planeta mueren de hambre, epidemias y por las aventuras militares del imperialismo, ellos demandan la elaboración de los “códigos jurídicos de defensa de los derechos de los animales”, dotan a la naturaleza de razón extraordinaria y sobrenatural y sostienen que el intelecto no es una cualidad social sino biológica heredada genéticamente de padres a hijos. Explíquenme, ¿qué significa todo esto?

Precisamente los partidarios del “socialismo izquierdoliberal” son los que tratan de falsear la historia del socialismo. Ellos nos inculcan que el pasado real del país sólo es de errores y delitos, al mismo tiempo, que callan los grandes éxitos de antes y ahora. Arrogándose toda la verdad histórica, sustituyen el concepto socio-político del desarrollo de la sociedad con categorías éticas. Tengo mucho deseo de saber ¿a quién, y por qué, hace falta denigrar y desacreditar a todos los altos dirigentes del CC del Partido y Gobierno soviético después que dejan el puesto, relacionándolos con reales o falsos errores y cálculos fallidos al solucionar los más complejos problemas en condiciones históricas tan difíciles? ¿De dónde sacan tanta pasión en nuestro país para destruir el prestigio y dignidad de los dirigentes del primer país socialista del mundo?

Otra particularidad de la concepción de los “izquierdoliberales” es la tendencia cosmopolita, abierta o encubierta, un cierto “internacionalismo” anacional. No me acuerdo dónde, pero leí en alguna parte que después de la revolución, a Trotski “como judío”, en Petrosoviet, le vino a ver una delegación de comerciantes y fabricantes demandando a los soldados rojos por los vejámenes. Entonces éste les señaló que él “no era un judío, sino, un internacionalista”, dejando así perplejos a los visitantes.

Para Trotski la concepción de lo “nacional” era algo incompleto y limitado comparado con lo “internacional”. Por eso subrayaba la “tradición nacional” de Octubre, escribía sobre lo “nacional” de Lenin y sostenía que el pueblo  ruso “no recibió ninguna herencia cultural”, etc. No se sabe por qué, pero nos cohibimos de decir que precisamente el proletariado ruso, al cual los trotskistas tildaban de “atrasado e inculto”, cumplió, según las palabras de Lenin, “tres revoluciones rusas” y que en la vanguardia de la lucha de la humanidad contra el fascismo estaban los pueblos eslavos.

Claro está que lo dicho no significa empequeñecer de alguna manera la contribución histórica de otras naciones y pueblos. Esto, como hoy suelen decir, sólo posibilita la plenitud de la verdad histórica… Cuando los estudiantes me preguntan cómo pudo ocurrir que arrasaron miles de aldeas de Nechernozemia y Siberia, yo respondo que esto también es parte del alto precio de la Victoria y la rehabilitación postbélica de la economía nacional, como lo que la pérdida irrecuperable de una gran cantidad de monumentos de la cultura nacional rusa. Y aún sigo convencida: el empequeñecer la importancia de la conciencia histórica engendra la erosión en paz de la conciencia patriótica y defensiva asimismo la tendencia de inscribir las más pequeñas expresiones de orgullo nacional de los rusos en la columna del chovinismo de gran potencia.

He aquí otra cosa que me inquieta: con el belicoso cosmopolitismo está vinculada la práctica de renunciar al socialismo. Desgraciadamente, nosotros nos acordamos repentinamente de esto sólo ahora cuando sus neófitos, con sus escándalos fastidian ante el Smolny y las paredes del Kremlin. Además, de una manera u otra, ellos poco a poco nos acostumbran a ver en los mencionados fenómenos sólo un tipo de cambio de “lugar de residencia” casi inofensivo, y no una traición a clases y a la nación de las personas, la mayoría de las cuales terminaron en las universidades y cursos de preparación de profesores y científicos a expensas de los fondos de todo el pueblo. En general, algunos tienden a ver en el “abandono” cierto tipo de expresión de “democracia” y “derecho del hombre”, cuyo talento el “socialismo estancado” ha impedido florecer. Pero, si allá, en el “mundo libre”, no apreciaran el fervoroso espíritu de iniciativa y la “genialidad”, y los servicios especiales del occidente no estuvieran interesados en el comercio con la conciencia, podrán volver atrás…

Como es sabido, en dependencia del papel histórico concreto, Marx y Engels llamaron a unos Estados, en una etapa determinada de su historia, como “contrarrevolucionarios” —subrayo—, no las clases ni capas sino precisamente los Estados. En base a un enfoque de clases, ellos no se inhibieron para caracterizar agudamente a una serie de pueblos, entre ellos el ruso, polaco, y también las naciones a que ellos pertenecían. Es como si los fundadores de la concepción científica del mundo nos recordaran que, en la comunidad fraternal de los pueblos soviéticos, cada nación y pueblo debe saber “apreciar su dignidad desde joven” y no permitir ser arrastrados por las provocaciones hacia ideas nacionalistas y chovinistas. La dignidad y orgullo nacionales de cada pueblo deben fundirse orgánicamente con el internacionalismo de la sociedad socialista.

Mientras que los “neoliberales” se orientan hacia el Occidente, la “columna alternativa”, según la expresión de Projanov, de “conservadores y tradicionalistas” aspira a “superar el socialismo retrocediendo”. En otras palabras, retornar a la formación social de la Rusia prerrevolucionaria. Los representantes de este original “socialismo de campesinos” están obsesionados por tal imagen. Según su opinión, hace cien años, se perdieron los valores morales acumulados en las tinieblas de siglos de la comunidad de campesinos. Los tradicionalistas tienen un mérito insospechable en el desenmascaramiento de la corrupción, la solución justa de los problemas ecológicos, la lucha contra el alcoholismo, la defensa de los monumentos históricos y la contraposición a las influencias de la cultura masiva a la cual definen correctamente como psicosis de consumismo…

Al mismo tiempo, en los puntos de vista de los ideólogos del “socialismo de campesinos” se encuentran la incomprensión del significado del Octubre para el destino del país, una valoración unilateral de la colectivización como “horrible arbitrariedad respecto al Campesinado”, una opinión carente de espíritu crítico sobre la filosofía místico-religiosa rusa, las viejas concepciones zaristas en las ciencias históricas del país. Y falta de deseo de ver la estratificación del campesinado después de la revolución y el papel de la clase obrera. Con relación a la lucha en el campo, por ejemplo, aquí frecuentemente se mencionan los “comisarios” rurales que les “disparaban por la espalda a los campesinos de nivel medio”. En un grandioso país agitado por la revolución, naturalmente hubo todo tipo de comisarios. Sin embargo, la dirección principal de nuestra vida, pese a todo, era determinada por aquellos comisarios a quienes les disparaban. Precisamente de las espaldas de ellos se les recortaban estrellas, y eran quemados vivos. La “clase atacante” tuvo que pagar por las vidas de comisarios, chekistas, campesinos bolcheviques, miembros de comités de campesinos pobres, los “veintemilenarios”, primeros tractoristas, mensajeros rurales, muchachas maestras, komsomoles rurales y de otras decenas de miles de combatientes desconocidos que lucharon por el socialismo.

La complejidad de la educación de la juventud se profundiza todavía más debido a que en el cauce de la idea de los “neoliberales” y “neoeslavófilos” se crean organizaciones y coaliciones no formales. Ocurre que en las direcciones de estas organizaciones están ganando terreno los elementos extremistas, motivados por la provocación. En los últimos tiempos se perfila la politización de estas organizaciones de aficionados sobre la base del pluralismo, que está lejos de ser socialista. Frecuentemente, los líderes de estas organizaciones hablan de “división del poder”, sobre la base del “sistema parlamentario”, “sindicatos libres”, y “autonomía de las casas editoriales”, etc. En mi opinión, todo esto permite sacar la conclusión de que el problema principal y cardinal de las discusiones que se realizan en el país es: reconocer o no el papel rector del Partido y la clase obrera en la construcción socialista, quiere decir, en la perestroika. Naturalmente, junto a las conclusiones teóricas y prácticas para la política, la economía y la ideología que de ello emanan.

Lo que se deriva de esta clave concepción socio-histórica del mundo, es el problema sobre el papel de la ideología socialista en el desarrollo espiritual de la sociedad soviética. A propósito, este asunto era ya agudo a finales de 1917. Kautski señala en uno de sus folletos dedicados a la Revolución de Octubre que el socialismo se caracteriza por la planificación férrea y la disciplina en la economía y la anarquía en la ideología y la vida espiritual. Esto causó júbilo entre los mencheviques, los eseristas y otros ideólogos pequeñoburgueses, pero encontró la resuelta resistencia de Lenin y sus camaradas de lucha quienes, como decían en aquel tiempo, defendieron la “estatura dirigente” de la ideología científica del proletariado.

Recordemos que cuando V.I. Lenin chocó con las manipulaciones del entonces famoso sociólogo, Pitirim Sorokin, con las estadísticas de los divorcios entre la población de Petrogrado y los escritos religioso-conservadores de Vipper (los cuales comparados con los que se publican en nuestros días parecen completamente inocentes), explicó la aparición de tales cosas en las publicaciones como resultado de falta de experiencia de los trabajadores de los medios de información masiva, hizo constar que “la clase obrera de Rusia supo ganar el poder, pero no ha aprendido a utilizarlo”. Si no fuera así, indicó Vladimir Ilich, a aquellos profesores y escritores que “son peores que los conocidos estupradores que sirven como vigilantes de las escuelas para los menores” ellos los hubieran “expulsado cortésmente” del país. A propósito, de los 164 deportados a fines de 1922 por la lista del Comité Central Ejecutivo de Rusia, muchos, después, volvieron y sirvieron honestamente a su pueblo. Entre ellos estuvo también el profesor Vipper.

Como se entiende, hoy la cuestión sobre el papel y lugar de la ideología socialista ha tomado una forma muy aguda. Autores de los artículos especuladores, bajo la égida de “limpieza” moral y espiritual borran los límites y criterios de la ideología científica y manipulando la glasnost, siembran el pluralismo no socialista, lo que objetivamente frena la perestroika en la conciencia social. Especialmente doloroso se refleja esto en la juventud, lo que, repito, sentimos claramente nosotros, los profesores de la universidad, maestros de las escuelas y todos aquellos que se dedican a los problemas de la juventud. Como dijera Mijail Gorbachov en el pleno de febrero del CC del PCUS, “nosotros debemos, en la esfera espiritual también, o puede ser, aquí ante todo, actuar guiándonos por nuestros principios marxistas-leninistas. Principios, camaradas, que no podemos ceder bajo ningún concepto”.

Insistimos e insistiremos en esto. Los principios no son cosas que nos regalaron, sino son valores obtenidos con muchos sufrimientos en los virajes de la historia de nuestra Patria. (4)

 

Publicado inicialmente en Sovietskaya Rossiya,
13 de marzo de 1988, página 2

 

 

*Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.

**Al respecto de Nina Andreeva el Partido Comunista de Grecia publicó recientemente en Rizospastis: “Falleció Nina Andreeva. Nina Alexandrovna Andreyeva, química y profesora de la Universidad de Leningrado, fue una de las principales científicas destacadas en la lucha contra la contrarrevolución en la URSS. Falleció el 24 de julio. Se  hizo particularmente famosa por su artículo en Rusia Soviética del 13 de marzo de 1988 titulado “No puedo renunciar a mis principios”, contra la Perestroika; que resultó ser el vehículo del derrocamiento y la contrarrevolución. Andreyeva dirigió la Plataforma Bolchevique (…) y después de la restauración capitalista, desde 1991, el Partido Comunista Bolchevique de Toda la Unión. Hasta el final de su vida defendió el socialismo, el comunismo, contra el revisionismo.”

***La versión de No puedo renunciar a mis principios presentada en El Machete se ha retomado de su publicación previa por parte del Colectivo de Jóvenes Comunistas (CJC), organización juvenil del Partido Comunista de los Trabajadores de España (PCTE) en la colección titulada Principios no regalados. Breve historia de la Perestroika (artículos y discursos) por Nina Andreeva. Y la cual puede consultarse en el siguiente enlace:

https://cuadernosdereencuentro.files.wordpress.com/2018/01/principios-no-regalados.pdf

 

(1) En su artículo “¿Qué deseamos ver en el espejo de la revolución?”, los doctores en Ciencias Históricas Gorbunov y Zhuravlev escribieron que en la pieza de Mijail Shatrov “¡Más… más… más…!” sobre el Partido de Lenin, “no se demuestra el papel histórico de este Partido como fuerza rectora de la revolución en la construcción del socialismo… Hay algunos cuadros dirigentes del Partido que sólo cometen errores, discrepan unos contra otros, intrigan unos contra otros y se acusan entre sí. Toda actividad positiva de la vanguardia de los trabajadores que hizo posible la histórica victoria mundial de la Revolución de Octubre y en los frentes de la Guerra Civil, construcción del socialismo y su defensa sin parangón en la Gran Guerra Patria, y después la reconstrucción del país sobre las cenizas y escombros, todas esas cosas, quedaron fuera de la vista del autor”.

“Shatrov con obstinación mantiene la idea -subrayan los críticos- de que Stalin, con una personalidad demoniaca, supo contraponerse a las leyes naturales y las demandas de la construcción socialista, descarrillar el país del gran camino de la historia y degenerarlo, cuyo resultado fue que la voz de la revolución ‘se deprimió hasta hacerse apenas audible’. Es difícil ponerse de acuerdo con tal interpretación de las leyes fundamentales del desarrollo social”. (“Sovietskaya Rossiya”, 28 de enero de 1988)

En su artículo “No se puede enjuiciar la verdad”, los profesores de Historia, G. Gerasimenko, O. Obichkin y B. Popov indican que en las obras teatrales de Mijail Shatrov “toda la construcción socialista en nuestro país es presentada como una discusión de oficinas en un contexto extremadamente oscuro donde no existen ni enemigos, ni aliados, ni justos, ni culpables -sólo bolcheviques juzgados y sus jueces- generales blancos, mencheviques y eseristas”. “Mezclando exprofeso cronología lógica para lograr penetrar en la esencia de los acontecimientos de hace 70 años, el autor no ve que en esta mezcla en la urdimbre artística de la pieza se combinaron aspectos que no concuerdan con la historia, lo que se ve claramente en el intento de poner en boca de Lenin la valoración sobre los acontecimientos de los días actuales.” (“Pravda”, 15 de febrero de 1988)

 

(2) En la carta “¿Por un nuevo círculo?” K. Lavrov, M. Ulianov, G. Tovstogonov, M. Zajarov, A. Goncharov, V. Rozov, A. Gelman y O. Efremov escribieron: “A la perestroika y la glasnost el país de verdad llegó después de mucho trabajo, por lo cual cualquier intento de revertir el proceso, por muy altas que sean las consignas que disfracen, causan una profunda preocupación. Precisamente tal preocupación despertó la campaña crítica contra la nueva pieza de Shatrov ‘¡Más… más… más…!’ A diferencia de algunos historiadores, nosotros pensamos que en las obras artísticas Lenin no sólo puede, sino debe, valorar el socialismo contemporáneo y todo lo que hacemos nosotros”. (“Pravda”, 29 de febrero de 1988)

En el artículo  de la redacción, haciendo un resumen de la discusión, consta: “‘Pravda’ apoya la actitud más respetuosa y cortés hacia las creaciones artísticas de la intelectualidad y, también, el derecho de la sociedad soviética a expresar públicamente su opinión.”(Ibid)

 

(3) En agosto de 1988 apareció en la prensa soviética la Orden No. 227 del Comisario de Pueblo de Defensa de la URSS, fechada 28 de julio de 1942. En ella se señala en particular: “El enemigo echa en el frente más y más fuerzas frescas, sin contar sus grandes pérdidas y entra más en la profundidad de la Unión Soviética, ocupa nuevas regiones, saquea nuestras ciudades y aldeas, viola y asesina a nuestra población soviética.

¡Ni un paso atrás! Tal debe ser ahora nuestra llamada principal. Hay que defender con persistencia y hasta la última gota de sangre cada posición y cada metro del territorio soviético y detener al enemigo hasta la última posibilidad. Nuestra Patria vive días difíciles. Nosotros debemos detener, después rechazar y aniquilar al enemigo, cueste lo que cueste. Los alemanes no son tan fuertes como les parecen a los que tienen pánico. Ellos tensionan sus últimas fuerzas. Ahora hay que detener sus golpes, en los próximos días venideros, eso significará asegurar nuestra victoria.”

Y tal victoria, como es sabido, llegó en las cercanías de Stalingrado.

 

(4) El artículo despertó una reacción muy variada en la sociedad y en el PCUS. Como escribe B. Legostaev, un alto ex funcionario del CC del Partido, A.N. Yakovlev que se encontraba en Mongolia “allí mismo decidió entregar al Secretario General del CC del PCUS su renuncia”. El 15 de marzo, en el Secretariado del CC, Ligachov dijo: “El domingo ‘Sovietskaya Rossiya’ publicó un interesante artículo de Andreeva, de Leningrado. Este material no es algo casual. Pido a los compañeros redactores responsables prestarle atención.” Los días 23 y 24 de marzo, a solicitud de Gorbachov, el Buró Político “posponiendo importantes asuntos de Estado, se ocupó de Nina Andreeva… Al final, el Secretario General logró que, de una manera u otra, cada participante se desligara de los postulados del artículo de la total desconocida Nina Andreeva… El trabajo preparado por Yakovlev para ‘Pravda’, titulado ‘Principios de la perestroika: carácter revolucionario de la mentalidad y acción’, apareció el 5 de abril de 1988” (periódico “Den” No. 16, agosto de 1991, Pág. 3)

En este artículo, después llamado de redacción, no se indicaron los apellidos ni de la criticada Andreeva ni del autor-crítico que era el secretario del CC del PCUS, Yakovlev. En este material ideológico del PCUS ejecutado brillantemente se señaló que “No puedo ceder en los principios” planteaba serios problemas y de tal sentido que sólo se podían llamar plataforma ideológica y manifiesto de las fuerzas contra la perestroika… Al parecer, el lector por primera vez habrá visto en esta “Carta a la redacción”, en una forma muy concentrada, no una búsqueda o reflexión, ni expresión de perplejidad ante los complejos y agudos problemas presentados por la vida, sino una incomprensión de la misma concepción de renovación, una expresión severa de una posición muy determinada, una posición, en esencia, conservadora y dogmática. Por esencia, dos tesis fundamentales intercalan todo el contenido: ¿para qué toda esta perestroika? ¿No es que hemos ido demasiado lejos en los asuntos de la democracia y la glasnost? El artículo nos llama a corregir y enmendar problemas de la perestroika, porque de otra manera, el “poder” tendrá que salvar el socialismo…

Para el beneficio de su concepto, la autora se dirige a Churchill en busca de apoyo. Señalamos que el elogio a Stalin citado en el artículo de ninguna manera pertenece a Churchill. Algo parecido dijo Doicher, un famoso trotskista británico. Pero, en todo caso es muy lógico preguntarse: ¿es correcto dirigirse a las fuentes burguesas para las valoraciones de los dirigentes de nuestro Partido y Estado?

En la explosión de inspiración por el pluralismo, el secretario del CC del PCUS no sólo cambió irresponsablemente a Churchill por Doicher, sino que también tergiversó la única cita hecha por él del artículo criticado de Andreeva, la cual fue introducida en su “documento del CC del PCUS”.

 

 

 

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