10 años del Nuevo Paso. La reorganización del Partido Comunista de México
Imagen: Partido Comunista de México.
Un nuevo paso; evento de la vida interna
del Partido. Archivo Centro de Estudios
Marxistas
10 años del Nuevo Paso. La reorganización del Partido Comunista de México
Por Pavel Blanco Cabrera,
Primer Secretario del CC del PCM
El 19 de Octubre del 2010, hace 10 años, se hizo público el documento “Un nuevo paso”, que establecía la necesidad de completar la tarea fijada el 20 de Noviembre de 1994, cuando se creó el Partido de los Comunistas Mexicanos; esto es, recuperar todas las características necesarias de un partido marxista-leninista, en lo orgánico y por los objetivos programáticos.
Se trataba de un viraje en el proceso partidario que daba vueltas sobre sí mismo y que conducía a traspiés que ponían de nuevo en riesgo la existencia del partido de la clase obrera.
El primer problema era una concepción equivocada, que ya evaluada con objetividad era una tendencia liquidadora, y que consistía en la unidad de la izquierda como el camino para la existencia del partido marxista-leninista. Claro que decirlo en frío puede llevar a conclusiones simples, puesto que la situación era muy compleja, y es necesario comprender el contexto de un camino equivocado, que se convirtió realmente en una pérdida de tiempo por un lapso de 16 años, valiosos en términos de la lucha de clases. El mismo nombre inicial, “Partido de los Comunistas Mexicanos” tenía de origen esas intenciones, como argumentó Sergio Quiroz Miranda al proponerlo: una casa común para todos los comunistas y marxistas; un ecumenismo ingenuo, pues se pensó que la crisis ideológica, que la derrota temporal de la construcción socialista en la URSS, podía superarse a través de un reencuentro con distintas expresiones de la izquierda socialista, dejando de lado que la base objetiva de ellas era, y es, el reflejo de posiciones de clase pequeñoburguesas y antagónicas al movimiento obrero. Tal torre de Babel no podía erigirse, pues del eclecticismo nunca se construyó nada. Bajo esa orientación no se consolidaba estructura orgánica, no se desarrollaba trabajo propio, ni se priorizaba el trabajo editorial, pues todo se consideraba provisional, una estación de paso hacia un partido unificado de la izquierda socialista que se pensaba sería un partido comunista; de entrada imposible, pues el partido se forma sobre la base de la unidad ideológica y no es posible cuando varias corrientes ideológicas coexisten en su seno.
Así se pasó por el proceso de la Conferencia Nacional de la Izquierda Socialista, del Movimiento Comunista Mexicano, y finalmente, el proceso de fusión entre el Partido de los Comunistas Mexicanos y el Partido de la Revolución Socialista (PRS), que fue el colofón de tales concepciones equivocadas.
Nada podía materializarse del tal andar, pues la materia que se colocaba en el crisol de la unidad no tenía cualidad ninguna al provenir de corrientes ideológicas antiproletarias, y su devenir no era otro que fortalecer el campo del reformismo y del oportunismo. Por ello, una conclusión necesaria presentada en el Nuevo Paso era aquella de la afirmación del marxismo-leninismo y su deslinde y choque con el oportunismo, revisionismo y sus manifestaciones contemporáneas.
El Partido Comunista es también un espacio de militancia, de vida orgánica, de disciplina consciente. La experiencia fallida de la unidad con el PRS nos demostró que para el oportunismo sus posiciones ideológicas tienen correspondencia con sus concepciones de vida interna. Así encontramos que la tendencia de grupo, de fracción, de chisme era inherente a su cultura de militancia; que no tenían una sola célula, sino clubes de amigos; que no admitían la dirección colectiva, sino cierta visión moderna de patriarcas. Recordamos el pavor que les generaba la lucha revolucionaria y su posición reaccionaria frente al ejercicio de formas de lucha distintas a la “civil y pacífica”. Así, manifestaron su disposición a deslindarse públicamente de la solidaridad activa con las FARC-EP a sabiendas que ello significaba colaborar con el Estado, que entonces nos hostigaba constantemente.
Aunque es un problema la existencia de la diáspora y la división constante en la llamada izquierda socialista, en realidad es un problema que en cuanto a su incumbencia nada tiene que ver con la existencia y desarrollo del Partido Comunista. Este último tiene el deber de chocar ideológicamente con tales expresiones y afirmar el marxismo-leninismo como ideología única del proletariado.
Ahora bien, si ello fue un grave problema para nosotros en esos años, no era el principal problema que teníamos, el cual era el siguiente. El primer PCM interrumpió su actividad en 1981 debido a la actividad de la corriente eurocomunista liquidadora que dirigía Martínez Verdugo. A partir de 1994, llegamos a la conclusión de que el Partido Comunista hacía falta en la lucha de clases de nuestro país, pero pensábamos que teníamos que continuar la actividad ajustados a un modelo y concepciones similares, que sin embargo eran el resultado de una mutación que sufrió el movimiento comunista internacional a partir de la plataforma oportunista de los XX y XXII Congresos del PCUS. En el nuevo paso esbozamos que la identidad comunista contemporánea pasa por recuperar todas las características de la naturaleza revolucionaria del partido comunista y que se basan en ser el partido del derrocamiento revolucionario del capitalismo. Para ello precisábamos una actividad teórica sobre cuestiones que entonces y hoy son vitales y fundamentales. La más importante es asimilar críticamente la experiencia de la construcción socialista y extraer de ello conclusiones para desarrollar una estrategia revolucionaria en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo. Si pudiéramos resumir, lo haríamos igual que otros partidos comunistas revolucionarios: socialización de los medios de producción concentrados, poder obrero, control obrero, planificación científica de la economía, y combate sin tregua a las relaciones mercantiles que son incompatibles con la construcción socialista.
El otro asunto es el del imperialismo como fase superior del capitalismo, como momento de los límites históricos del capitalismo, que es una característica general del mundo capitalista; donde el capitalismo de la libre concurrencia quedó en el pasado para dar paso al monopolio. Y ello no acontece sólo en algunos países, sino en todos, por lo que la lucha antiimperialista es una lucha contra el capitalismo monopolista que anida en todos lados, y no la visión equívoca de países débiles contra metrópolis. A decir de Karl Liebknecht, la lucha contra el imperialismo es la lucha contra la propia burguesía en la nación. Y vaya que no es un tema baladí, pues franjas importantes de la izquierda y de grupos socialistas aún siguen considerando un componente básico de la estrategia la alianza con la burguesía nacional para luchar contra EEUU: antiamericanismo no es antiimperialismo. Es ésta la brújula en nuestro tiempo, donde antagonismos interimperialistas y confusiones ideológicas pueden llevar a sectores de la clase obrera a levantar banderas ajenas.
De aquí surgía también la necesidad de un nuevo Programa, una ruptura con elaboraciones anteriores. Tuvimos que hacer grandes esfuerzos para esclarecer el grado de desarrollo capitalista en México y su lugar en el sistema imperialista; para situar las tareas de la clase obrera en este momento, que no son otras que la Revolución Socialista, sin etapas intermedias.
Ese documento fue clave para elaboraciones ideológicas marxistas-leninistas, y para entrar en una fase franca de desarrollo del Partido Comunista, a lo largo del IV, V y VI Congresos. Llegamos a él a través de un camino de lucha, de la forja de un núcleo de cuadros y del armamento y pertrecho de la teoría revolucionaria, de la cosmovisión del proletariado.
Un punto que merece otro trabajo es el deslinde definitivo de la ideología de la Revolución Mexicana, punto de convergencia de la ideología burguesa en sus formas socialdemócrata y oportunista. Y que hoy se convirtió nuevamente, con la llegada de López Obrador a Palacio Nacional, en ideología de la clase dominante y en la que se basa la “izquierda mexicana” para capitular frente a este gobierno antiobrero y antipopular.
Recordamos con mucha emoción a los camaradas Eliseo Macín, Héctor Colío, Marco Vinicio Dávila y Lucía, Romo que jugaron un papel de primera línea en esta lucha que envolvió a la mayoría de militantes.
Ello garantizó que retomar el nombre de Partido Comunista de México se correspondiera con completar el proceso por su reorganización. Y aclaramos, reorganización no es refundación, ni algo nuevo, es la continuidad de aquel primer paso dado hace casi 101 años, cuando la Gran Revolución Socialista de Octubre y la Internacional Comunista inspiraron a los obreros avanzados de México a crear su Partido Comunista.
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