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En el Bicentenario del natalicio de Engels

Imagen. Archivo de Granma. Órgano
oficial del Partido Comunista de Cuba
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EN EL BICENTENARIO DEL NATALICIO DE ENGELS.
Del socialismo utópico al socialismo científico**

 

 

 

Por Víctor Manuel,
integrante de la Sección de
Ideología del CC del PCM

 

Si bien es cierto que el Prometeo de Tréveris fue quien bajó el fuego del conocimiento al mundo, Engels distribuyó ese fuego marxista por toda la clase obrera. Engels fue el mejor divulgador que pudo tener Marx. Sólo una mente tan genial como Engels podría entender y reducir la complejidad del marxismo –que en ese entonces pocos entendían– a las masas explotadas. Siempre se encargó de orientar y educar al proletariado. Una prueba de ello fue Del socialismo utópico al socialismo científico. Este texto nace de otro mucho más grande y complejo: el Anti-Dühring, pues por ese entonces la filosofía de Dühring amenazaba con quebrar el movimiento del Partido Socialista de Alemania y formar en torno a él un nuevo partido “socialista”. Antes de esto Engels había ayudado ya a los socialistas franceses a luchar contra las concepciones pequeñoburguesas muy difundidas entre su movimiento. A principios de 1880 había escrito artículos sobre el socialismo científico en la revista L´Egalité y, por petición de su amigo Paul Lafargue, resumió tres artículos de El Anti-Dühring de manera independiente a la obra, en el verano del siguiente año. Esta petición estaba motivada para presentar de manera clara y resumida la concepción marxista –y, por tanto, el socialismo científico– al movimiento obrero que todavía se debatía entre concepciones reformistas y pequeñoburguesas. Lafargue lo tradujo en 1880, con el nombre Socialisme utopique et socialismo scientifique, para una revista francesa y más tarde como folleto. Esta obra causó tanto impacto entre las mentes revolucionarias francesas, que pronto se tradujo al polaco y luego, dos años después, Engels haría su edición al alemán. Tan solo hasta la segunda edición (1892) se ha traducido a 10 idiomas.

 

I

Engels comienza el primero de sus tres folletos explicándonos el origen del socialismo –por decirlo así–  moderno. Como toda ideología, nace de las condiciones materiales en las que se encuentra determinada sociedad. Nos explica que es una extensión del racionalismo de la ilustración del siglo XVIII, pero que pese a que esta última sea la madre del socialismo moderno no era más que la idealización de la voluntad de la naciente burguesía. Así pues, Engels le caracteriza del siguiente modo:

La reivindicación de la igualdad no se limitaba a los derechos políticos, sino que se extendía a las condiciones sociales de vida de cada individuo; ya no se trataba de abolir tan sólo los privilegios de clase, sino de destruir las propias diferencias de clase. Un comunismo ascético, a lo espartano, que prohibía todos los goces de la vida: tal fue la primera forma de manifestarse de la nueva doctrina.

Es aquí, en medio de las concepciones pequeñoburguesas del socialismo utópico, que salen a la luz sus tres exponentes más representativos: Saint-Simon, Fourier y Owen. Engels hace notar algo muy importante: pese a que en sus concepciones el proletariado toma parte importante, no pretendían liberar al proletariado de la burguesía, sino liberar de golpe a la humanidad, poniendo, primeramente, los cimientos de una sociedad racional y justa dentro del capitalismo, para que así el proletariado pueda liberarse de toda opresión.

Pero el capitalismo no espera a que maduren las mentes. Ello más bien entra a la escena económica irrumpiendo el orden social, haciendo madurar las contradicciones de clase. En época de estos tres socialistas utópicos, el capitalismo aún empezaba a demostrar su poder con la naciente gran industria, tercera etapa del capitalismo. Pronto, las luchas proletarias empezaban a tomar un fuerte cariz más agresivo que antes, y dieron una fuerte bofetada a las ilusiones del socialismo utópico.

Owen, quien era más filántropo que rapaz, proporcionó a sus empleados condiciones de vida, en cierta forma, dignas tanto para ellos como para sus familias: escuelas para niños, días de descanso, jornadas de trabajos reducidas, etc. Incluso, cuando cerró una fábrica de algodón por cuatro meses, sus obreros desempleados cobraban su salario íntegro estando suspendidas sus actividades laborales. La comunidad que creó Owen no conocía el alcoholismo, los jueces, los policías, sino que bastó que estuvieran en condiciones dignas para vivir. Tal vez ese fue uno de los grandes méritos de Owen, el demostrar que el proletariado no es ignorante y tosco por naturaleza, sino que basta encontrarse en condiciones favorables para poder desarrollarse y cultivarse, para dejar atrás el estereotipo del proletario ignorante. Pese a este éxito, la estructura social que Owen quería implantar no fue bien vista por sus pares de la burguesía de entonces. Owen quería combatir las condiciones de miseria en Irlanda y propuso a la burguesía la creación de más de estas colonias comunistas. Sin embargo, la burguesía no tenía interés en mejorar las condiciones del proletariado, sino de extraer cada vez más plusvalía, y la aventura de Owen por expandir su comunismo por el mundo no pudo resistir los grandes desembolsos para su proyecto, la apatía de la burguesía y las condiciones de competencia contra otros grandes industriales. Ante todo este fracaso, el nombre de Owen va ligado a la lucha del proletariado inglés.

 

II

En el segundo artículo es la filosofía en Alemania el objeto de estudio. Los griegos habían sido dialécticos de forma innata. Sin embargo, esta dialéctica fue opacándose poco a poco por la metafísica; hasta que finalmente Hegel la restituyó, aunque de forma idealista. Sin embargo, nos legó un método dialéctico que el marxismo rescataría en un futuro próximo.

Todo fluye, todo se encuentra en constante movimiento: la sociedad, el pensamiento, las ideologías, etc., y sólo la dialéctica nos permite estar en un punto de vista correcto. Para el metafísico, los fenómenos se estudian de manera aislada y fija, y su única lógica, la lógica formal, se resume en un “sí, sí; no, no”, “o algo existe, o no existe”, “algo es esto, pero no puede ser lo otro, y menos los dos a la vez”. Esta concepción metafísica ha sido un atraso en la ciencia, pero una necesidad en la formación del pensamiento humano. Contraponiendo la dialéctica a la metafísica, Engels escribe:

Del mismo modo, todo ser orgánico es, en todo instante, él mismo y otro; en todo instante va asimilando materias absorbidas del exterior y eliminando otras de su seno; en todo instante, en su organismo mueren unas células y nacen otras; y, en el transcurso de un período más o menos largo, la materia de que está formado se renueva totalmente, y nuevos átomos de materia vienen a ocupar el lugar de los antiguos, por donde todo ser orgánico es, al mismo tiempo, el que es y otro distinto. Asimismo, nos encontramos, observando las cosas detenidamente, con que los dos polos de una antítesis, el positivo y el negativo, son tan inseparables como antitéticos el uno del otro y que, pese a todo su antagonismo, se penetran recíprocamente; y vemos que la causa y el efecto son representaciones que sólo rigen como tales en su aplicación al caso concreto, pero, que, examinando el caso concreto en su concatenación con la imagen total del Universo, se juntan y se diluyen en la idea de una trama universal de acciones y reacciones, en que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio y en que lo que ahora o aquí es efecto, adquiere luego o allí carácter de causa y viceversa.

La filosofía encontró su método más consecuente en la lógica de Hegel, en su dialéctica. La forma en cómo se concibe la sociedad, la historia, la naturaleza, encuentra en Hegel una concesión de constante movimiento y proceso. Aunque Hegel no puo resolver de manera materialista estos mismos enfoques, él planteó de modo consecuente el método dialéctico como método para analizar la realidad. El grado de desarrollo de la ciencia, los mismos límites de su conocimiento y el carácter de clase de Hegel no le permitieron ir más allá de la dialéctica, es decir, ir hasta el materialismo.

La lucha a muerte entre el proletariado y la burguesía comenzó a demostrar episodios cada vez más frecuentes y violentos. Los cimientos de la sociedad perfecta y racional de Hegel empezaron a ponerse en duda. Se dio un vistazo al pasado y se descubrió que la historia de las sociedades era la historia de la lucha de clases, y la sociedad prusiana, con todo y hegelianismo, no estaba exenta de contradicciones de clase.

De este modo el socialismo no aparecía ya como el descubrimiento casual de tal o cual intelecto de genio, sino como el producto necesario de la lucha entre dos clases formadas históricamente: el proletariado y la burguesía. Su misión ya no era elaborar un sistema lo más perfecto posible de sociedad, sino investigar el proceso histórico económico del que forzosamente tenían que brotar estas clases y su conflicto, descubriendo los medios para la solución de éste en la situación económica así creada.

La humanidad tenía ahora una tarea concreta y de cabal importancia: determinar el mecanismo por el cual la sociedad se mueve. Sería el genio de Marx quien diera respuesta a esta interrogante al descubrir la concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista, mediante la plusvalía. Es así entonces como nació el socialismo científico.

 

III

La concepción marxista de la historia es la concepción materialista del desarrollo de hombre. Parte de los fundamentos de que son las condiciones materiales las que determinan las ideas, el grado de desarrollo de las fuerzas productivas determina el nivel de la superestructura, y de que la lucha de clases (excluyendo la sociedad primitiva comunista), ha sido hasta el capitalismo el motor de la historia.

El orden de la sociedad es el orden de la voluntad de la clase dominante. La burguesía despojó a los señores feudales del poder para poder desarrollarse ella misma. No fue un imple cambio de poder, sino una revolución, donde la clase naciente, la burguesía, derrocó el orden feudal para implantar el orden de la concurrencia, la exportación por el mundo de mercancías y la extracción de plusvalía del proletariado “libre”. El siervo, atado a los feudos, fue liberado para entrar a una nueva forma de enajenación. Los “hombres libres” podían, por derecho “natural”, tener su propiedad privada; o en caso de no tener una que le proporcionase fuentes de vida, podía ahora vender su capacidad de trabajo, su fuerza de trabajo, a cambio de un salario para poder subsistir. El capitalismo todo lo devoraba, lo transformaba a su imagen y semejanza. Las nuevas colonias, que descubrió la navegación en América, eran la fuente de metales preciosos que se convertirían en moneda para la Europa industrial, incrementando la circulación de mercancías y el pago no en especie.

Con el capitalismo industrial, un nuevo monstruo social había nacido: las crisis capitalistas de sobreproducción. Ahora ya no era una crisis local en un país; tampoco era ya una crisis en una nación; ahora la crisis se expandía por todo el mundo, golpeando en mayor medida en unas naciones que en otras. El mercado se había internacionalizado y cada proceso dentro de él sostiene a procesos de transacción que afectan otros territorios.

En las crisis estalla en explosiones violentas la contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista. La circulación de mercancías queda, por el momento, paralizada. El medio de circulación, el dinero, se convierte en un obstáculo para la circulación; todas las leyes de la producción y circulación de mercancías se vuelven del revés. El conflicto económico alcanza su punto de apogeo: el modo de producción se rebela contra el modo de cambio.

Ahora todo estaba claro para el proletariado, su condición de miseria no era natural ni racional, era producto de los intereses de clase que se expresaban en la lucha de clases. Sólo una concepción científica podía explicar lo que estaba sucediendo en el mundo capitalista: el marxismo. Y con el marxismo nace el socialismo científico. Sólo con las mentes maestras de su tiempo, Marx y Engels, se puede hablar de una teoría del proletariado, de una ciencia de la historia para el proletariado y de una visión correcta del mundo. El proletariado ahora tenía una nueva arma, su única brújula para emanciparse. El proletariado pasó del socialismo utópico al socialismo científico.

 

 

 

* Las imágenes presentadas en el cuerpo del presente artículo han sido retomadas de internet con el fin de complementar, diversificar y desdoblar las posibilidades comunicativas de los contenidos presentados en El Machete, sin ningún fin de lucro y como parte de una plataforma gratuita y libre.
** Texto inédito para El Machete, edición digital. En el marco del Bicentenario del natalicio de Friedrich Engels.

2 comentario en “En el Bicentenario del natalicio de Engels”

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