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Conclusiones sobre la transición del capitalismo al socialismo


Imagen. Portada de la revista
Komunistiki Epitheorisi, volumen
en que se publica el presente
artículo.

 

 

 

 

 

Conclusiones sobre la transición del capitalismo al socialismo. Texto del Buró Político del CC del KKE.Con motivo del 75º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial*

La investigación del curso de la lucha de clases para derrocar el capitalismo y construir el socialismo-comunismo durante el siglo XX es un gran desafío para el movimiento comunista. Al mismo tiempo es su obligación, condición previa para su reagrupamiento ideológico, político, y en varios países también organizativo, y en general su fortalecimiento, para ganarse los trabajadores asalariados de vanguardia, los trabajadores autónomos, los alumnos y estudiantes, para influenciar y atraer a los más pioneros en los campos de las ciencias y las artes. Es una condición previa para la preparación para que en condiciones revolucionarias el nuevo asalto revolucionario para la sociedad comunista se haga con decisión y se estabilice.

La experiencia de los levantamientos revolucionarios durante el siglo XX no se ha revelado plenamente en su potencial y sus debilidades o dificultades. No creemos que sea una tarea fácil aunque el KKE, y otros partidos comunistas, están orientados a este esfuerzo. No es coincidencia que en épocas históricas respectivas, llenas de acontecimientos-hitos y con una complejidad de desarrollos sociales, como la época de transición del feudalismo al capitalismo, o incluso más atrás, de la esclavitud al feudalismo, todavía están bajo investigación, se revelan y se interpretan datos y procesos importantes que condujeron a cambios cualitativos.

La época marcada por el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914) o la victoria de la Revolución Socialista de Octubre en Rusia (1917) fue descrita por Lenin acertadamente como “época de transición del capitalismo al socialismo”, para el derrocamiento revolucionario del “imperialismo, fase superior del capitalismo”. Sin embargo, los desarrollos de la lucha de clases en todo el siglo XX resultaron ser más complejos del curso que marcaban victorias indiscutiblemente gloriosas como la Revolución de Octubre, la derrota de las tropas fascistas en Stalingrado (1943), la transición de posguerra de ocho países de Europa Central y Este a la construcción socialista, la Revolución China (1949), la Revolución Cubana (1959), la derrota del imperialismo estadounidense en Vietnam (1975). Sin embargo, la contrarrevolución y la capitalización ampliadas hacia finales del siglo, no habían sido tan previstas.

El 75º aniversario de la avanzada de suma importancia del Ejército Rojo en Berlín es una oportunidad para expresar algunas preocupaciones generales en el marco de las posiciones que hemos conquistado colectivamente hasta la fecha.

 

Cambios en la correlación mundial de la lucha de clases de la primera a la segunda guerra mundial

La Primera Guerra Mundial allanó el camino de las condiciones revolucionarias en Rusia que inicialmente llevaron al derrocamiento del zar (febrero de 1917) y, a continuación, al conflicto no solo con el gobierno provisional burgués, sino además con fuerzas pequeñoburguesas y oportunistas en los Soviets, y a la victoriosa Revolución Socialista de Octubre.

En un principio, la victoria de la Revolución de Octubre no proporcionó a Lenin, su dirigente teórico y político, con la certeza de que la revolución socialista se establecería en Rusia si no se realizaría una revolución victoriosa en Alemania.

Sin embargo, en Alemania no hubo desarrollos positivos correspondientes. Los levantamientos obreros revolucionarios (los de 1918 y de 1919 siendo los más característicos) no tenían un desenlace victorioso, sobre todo a causa de la falta de capacidad de una preparación revolucionaria correspondiente del factor subjetivo. Otros levantamientos revolucionarios, p.ej. en Finlandia, en Hungría, no fueron victoriosos. Por lo tanto, la Unión Soviética fue el único estado socialista en que el ataque (imperialista) exterior/la contrarrevolución promovió y fortaleció las fuerzas contrarrevolucionarias internas y sus acciones durante aproximadamente dos años.

A continuación, en un período de derrota de las fuerzas contrarrevolucionarias y de una relativa pacificación con los estados capitalistas (no solo de Alemania sino además de la Entente), la URSS procedió a una serie de acciones diplomáticas tácticas con el objetivo principal de sobrevivir, algunas ya con Lenin en el liderazgo del Partido. Tales acciones fueron la participación en la Conferencia de Génova, el Tratado de Rapallo con Alemania, que sufría las consecuencias del Tratado de Versalles, el intento de acercamiento a China y al dirigente de Kuomintang, Sun Yat Sen (cuyo nombre se dio a la universidad de Moscú en 1925), así como a otras “potencias anticoloniales antiimperialistas” –no comunistas– en varios países, como India, Persia, Afganistán, Sudáfrica, etc.

Pero también la adopción de la Nueva Política Económica (NEP) [1] después del fin de la intervención imperialista y la derrota de los movimientos contrarrevolucionarios fue una adaptación temporal del poder y la construcción socialista a un entorno exclusivamente capitalista. Con esto fue relacionada la posterior agudización de la lucha de clases en la URSS, en el esfuerzo de industrialización y colectivización, el aislamiento de los kulaks.

La supervivencia del primero y, todavía en aquel entonces, único estado socialista, la Unión Soviética, requería ciertamente por una parte la solidaridad obrera internacional, y por otra una postura relativamente no agresiva de los estados capitalistas y al menos abiertos a ciertas relaciones comerciales y diplomáticas. Estas últimas, en cierta medida, surgieron como resultado de la elección de gobiernos socialdemócratas, en condiciones en las que los viejos partidos socialdemócratas se habían convertido en burgueses, se habían asimilado en los estados capitalistas.

Así que todo el curso de la Internacional Comunista (IC) durante la década de 1920, hasta el estallido de la crisis económica capitalista mundial (1929), está sellado por esta complejidad de la correlación de fuerzas: un solo estado socialista, la derrota de los levantamientos obreros revolucionarios en estados europeos (Alemania, Hungría, Austria), partidos comunistas débiles u otros en cuyo seno hay fuerzas que no se han apartado de la socialdemocracia. Al mismo tiempo, en muchos casos los partidos socialdemócratas controlan el movimiento obrero sindical, mientras que con la mediación directa o indirecta de los socialdemócratas se promueven relaciones comerciales de estados capitalistas con la Unión Soviética.

En este terreno la IC desarrolla una línea para un “frente único obrero” y abre el camino para la cooperación entre comunistas y socialdemócratas primero “desde abajo”, luego “desde arriba” también, así como con fuerzas democráticas burguesas, cuando el fascismo-nazismo asciende en Italia y en Alemania en la década de 1930. Mientras maduraba la posibilidad de una nueva guerra, y dado que la URSS volvería a ser el objetivo de coaliciones imperialistas opuestas, tanto se aumentaba la presión, se esforzaba para limitar y aislar a los adversarios internos (p.ej. confrontación de fuerzas de la contrarrevolución y de sabotaje), pero al mismo tiempo se intensificaban las contradicciones: adopción de la Constitución de 1936 que extendió el derecho al voto también a personas de origen o referencia burguesa, pero principalmente se cambió la base electoral de obrera a territorial, se hicieron gestiones de tácticas hacia gobiernos capitalistas por parte de la URSS.

Las evaluaciones anteriores fueron colectivamente adoptadas por el KKE y se presentan en detalle en el documento congresual (18º Congreso) y aún más extensamente en los cuatro volúmenes del Ensayo de Historia del KKE (1918-1949) que fue discutido y aprobado por una Conferencia Panhelénica.

Este breve recordatorio apunta a comprender mejor el terreno, la correlación de fuerzas mundial cuando se estaba gestando la Segunda Guerra Mundial. Hoy se pone evidente que hay que ahondar más en la cuestión de predicción de parte del PCUS y en general de la IC en qué país o grupo de países, en qué continente se iba a agudizar la lucha de clases, se iban a formar condiciones revolucionarias, después de la crisis económica capitalista internacional de 1929-1931 y la nueva crisis de 1937. Parece que la orientación concernía –más intensamente después de la Segunda Guerra Mundial- países semi-coloniales, coloniales, políticamente dependientes, principalmente de Asia, y no de Europa.

Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial surge y viene a continuación de la Primera Guerra Mundial y en gran medida se desarrolla en terreno europeo. Aunque ambas Guerras Mundiales fueron libradas por estados capitalistas con el fin de redistribuir los mercados, las colonias y las semi-colonias, en la Segunda Guerra se involucra también el único estado socialista existente entonces. Está involucrado como un objetivo de ataque directo del Eje fascista, que no se detiene por el otro bloque de estados capitalistas. Al contrario, el segundo bloque esperaba tal ataque del primer bloque, que por una parte se dirigiría contra la Unión Soviética, y por otra parte debilitaría Alemania y anularía sus aspiraciones con respecto al otro bloque. Esto se reflejó también en el hecho de que el Reino Unido y Francia procedieron al Pacto de Múnich con Alemania e Italia en septiembre de 1938, así como otros acontecimientos, como fue el retraso intencionado (durante 9 meses) de la apertura del Frente Occidental, con el desembarco en Normandía.

Como respuesta al Pacto de Múnich, un año después se firmó el Pacto Ribbentrop-Mólotov (agosto de 1939). Después del ataque del Eje fascista en Francia, los bombardeos en Gran Bretaña, pero también el ataque contra la Unión Soviética, llegó el acuerdo entre la URSS, los EE.UU y Gran Bretaña, así como la decisión de disolver la IC en base a un pensamiento problemático que objetivamente fomentaba la desvinculación de la lucha armada antifascista por la liberación de la lucha por la conquista del poder obrero revolucionario.

Definitivamente, al final, la Unión Soviética dio un golpe decisivo contra las fuerzas del Eje fascista. Las batallas en el Stalingrado fueron un punto de referencia para el resultado de la Segunda Guerra Mundial incluso para fuerzas no comunistas, independientemente del grado de concienciación política de clase. A continuación, la liberación por el Ejército Rojo de países ocupados por las fuerzas del Eje, fortaleció políticamente a las fuerzas obreras y populares de estos países.

Es decir, acercándose al fin de la Segunda Guerra Mundial, ya desde el otoño del 1944 se nota un cambio significativo en la correlación de fuerzas internacional: un bloque del sistema imperialista internacional fragmentado casi fue derrotado, la Unión Soviética no estaba aislada y tenía un gran impacto al menos en la clase obrera mundial, mientras que el otro bloque de estados capitalistas, encabezado por EE.UU y el Reino Unido, aparecía como aliado “democrático” de la URSS, aunque trabajaba metódicamente para debilitarla de nuevo.

En estas nuevas condiciones, la Unión Soviética buscó una nueva correlación de fuerzas más favorable, sobre todo hacia sus fronteras occidentales.

Por lo tanto, las conversaciones-negociaciones entre los estados aliados con orientación de clase diferente (URSS-EE.UU-Reino Unido) no tenían que ver solamente con la confrontación de potencias enemigas, sino también con la perspectiva de un armisticio con las potencias en guerra (qué potencias de los estados del Eje firmarían los acuerdos, con qué términos etc.). Definitivamente, la Alianza Antifascista afectaba también el régimen político de posguerra de estos países.

Es cierto que la lucha de clases caracteriza el enfrentamiento entre la URSS y los estados capitalistas de EE.UU y del Reino Unido durante las negociaciones. La Unión Soviética estaba interesada en que los países vecinos entraran en un proceso de alianza más estable con ella en la dirección de la construcción socialista, mientras que EE.UU y el Reino Unido estaban interesados en asegurar la supremacía capitalista en Europa, en tantos países como fuera posible, ciertamente en el Mediterráneo, los Balcanes y especialmente en Grecia.

Como demuestran todos los datos posteriores de los archivos de estados capitalistas, así como de la URSS, las direcciones y los servicios de los estados capitalistas “aliados”, ya en plena guerra, estaban trabajando febrilmente para el “próximo día” con una clara orientación de clase, para el fortalecimiento del capitalismo. Esto tenía que ver también con sus objetivos respecto la URSS, con planes y prácticas para erosionar el socialismo de por dentro, utilizando el acercamiento de la URSS, a través de diversas delegaciones y mecanismos diplomáticos, militares y económicos. Al mismo tiempo, sentaron las bases de nuevas asociaciones imperialistas, de asociaciones económicas-políticas (Banco Mundial, FMI), de asociaciones interestatales, como OCDE, Naciones Unidas, mediante las cuales atraparían la política exterior soviética y acabarían con su carácter clasista. Además, se estaban preparando para nuevas guerras imperialistas con nuevas armas, como la bomba atómica, que fue probada en Japón sin que existiera un motivo de operación militar, solo para amenazar a la URSS. Pero incluso después del fin de la guerra, pasaron rápidamente a acciones más agresivas, p.ej. la Doctrina Truman que en esencia señaló la “Guerra Fría”, el Plan Marshall para la recuperación económica capitalista de Europa y sobre todo de la República Federal de Alemania, y a continuación la fundación de la alianza militar-política, la OTAN.

Aprovecharon la confusión o la plena desorientación que creaba la Alianza Antifascista en la estrategia del Movimiento Comunista Internacional en decenas de partidos comunistas en países que, de uno u otro modo, experimentaron la guerra (Grecia, Italia, Francia, Bélgica, Austria, etc.), ganaron tiempo, sobre todo en los años 1944-1945 que fue un período crucial para la desestabilización del poder burgués.

Sin embargo, la influencia oportunista en el movimiento comunista en estados como EE.UU y el Reino Unido fue la causa por la que el movimiento comunista no mostró la necesaria solidaridad internacionalista proletaria a estados con condiciones de situación revolucionaria, como Grecia e Italia. Al contrario, los partidos comunistas de EE.UU, del Reino Unido y de Francia se convirtieron en portadores de la percepción de apoyo de gobiernos democráticos burgueses antifascistas o antimonopolistas que fue destructiva para el movimiento obrero.

Lo cierto es que el movimiento obrero revolucionario se encontraba sin estrategia revolucionaria al final de la Segunda Guerra Mundial. A ello contribuyó también la ideologización de la política exterior de la URSS, incluso de sus maniobras tácticas, de lo que el propio PCUS tiene la responsabilidad.

Hoy podemos decir que algunas de las posiciones de la URSS en las negociaciones para el “próximo” día de la posguerra no correspondían a la verdadera dinámica de los desarrollos, con lo cual podemos evaluar que no favorecían el fortalecimiento de la perspectiva socialista, ni de la URSS ni de otros países. Tales propuestas fueron p.ej. “la aceptación en principio de la necesidad de desintegración de Alemania” (febrero de 1945) [2], la aceptación en principio de la mediación para la cooperación entre los primeros gobiernos post-fascistas o post-ocupantes y de las fuerzas políticas burguesas exiliadas (p.ej. de Polonia, de Yugoslavia), la negociación para el control conjunto (entre Reino Unido, EE.UU, URSS) de los desarrollos políticos de posguerra en los países derrotados del Eje fascista (p.ej. Bulgaria, Rumania, Hungría, Italia) o en países que habían estado bajo ocupación fascista, como Grecia y Yugoslavia.

 

La desviación gradual hacia la “coexistencia pacífica”

Una cuestión clave es cómo se puede determinar la política exterior del estado obrero de construcción socialista en condiciones no favorables, es decir en condiciones de agresión imperialista, de cerco de estados capitalistas fuertes. Esta cuestión hoy debemos examinarla con una mirada fría del análisis de los acontecimientos para poder ser más penetrantes, dialécticos, menos emocionales, examinando acontecimientos más complejos tomando en consideración los datos históricos.

La URSS siguió una política exterior hacia los estados capitalistas que fue determinada por la necesidad de rescate de sus enemigos externos e internos.

Esto implica una contradicción en las condiciones históricas dadas: el objetivo ideológico-político de clase de rescatar a la URSS como estado obrero conduce a decisiones respecto la política exterior que en parte fueron inconsistentes con el elemento de la dimensión internacional de la lucha de clases, p.ej. un acuerdo de armisticio, un acuerdo comercial, relaciones diplomáticas etc. Por supuesto, tales decisiones no deben suponer la mitigación de la lucha de clases en el país capitalista con el que un estado socialista mantiene relaciones.

El poder soviético abordó estas cuestiones desde el primer momento que prevaleció. Como se ha mencionado, se hicieron más complejos después de la derrota de las revoluciones de 1918-1923 en Europa.

Pero en general, la historia de la lucha entre diferentes estados del mismo carácter de clase ha mostrado tacticismos en la política exterior. Es decir, vemos que las alianzas que se forman tienen un carácter coyuntural, los acuerdos sirven el interés del estado dado. Esto atraviesa la historia de los siglos XVIII y XIX, cuando no existían estados socialistas. Sin embargo, esta táctica se mantiene en la política exterior de los estados capitalistas también durante el siglo XX, aunque estratégicamente todos apuntaban firmemente contra la Unión Soviética.

Pero el estado soviético recién formado también había intentado, sin éxito, concluir acuerdos de armisticio entre los estados de Entente, de Alemania, etc., en la Primera Guerra Mundial. Así que no fue sin precedentes la lógica del acuerdo entre estados de clases rivales (la URSS por un lado y el Reino Unido, EE.UU, y luego Francia, por otro) para asegurar la paz de la posguerra. La diferencia es que en la Segunda Guerra Mundial el poder de negociación de la URSS era más fuerte, y el miedo clasista de los estados capitalistas por los desarrollos subversivos en varios países, entre ellos Grecia e Italia, era también fuerte. Por la parte de los “aliados” capitalistas, los desarrollos posteriores destacan que detrás de las maniobras diplomáticas coercitivas y coyunturales se estaba preparando la llamada “Guerra Fría”, la incitación de fuerzas contrarrevolucionarias en varios países como Polonia, Hungría, Yugoslavia, posteriormente Checoslovaquia, así como la neutralización con cualquier modo de las fuerzas populares armadas en Grecia e Italia.

La dirección del partido y del estado en la URSS no fue complaciente, pero dio más peso de lo necesario a la confrontación común del fascismo alemán. Hay que examinar si siguió la lógica problemática de que el debilitamiento de Alemania (privándole de su industria de guerra o la desintegración etc.) sería un factor de estabilización de la paz mediante el surgimiento de gobiernos democráticos burgueses antifascistas, “amantes de la paz”, realistas en una serie de estados capitalistas.

Se reafirmó rápidamente que la agresión imperialista no venía solo del nacionalismo alemán (o el italiano, o el japonés, etc.), sino fue la tendencia general de los estados capitalistas para expandir sus territorios o al menos su influencia y su control para la explotación privilegiada de recursos naturales y mano de obra de otros países.

Por eso, en las décadas posteriores, EE.UU, el Reino Unido y Francia fueron igualmente belicosos en África, Asia, América Latina, tratando de evitar operaciones militares en sus territorios.

Por eso, el conflicto entre ellos lo pagaron principalmente con sangre, pobreza, refugiados, inmigrantes, los pueblos de países que todavía no habían establecido estados capitalistas fuertes (semi-colonias o dictaduras militares o reales que se colaboraban con uno u otro estado capitalista líder). Sin embargo lo pagaron también sus propias tropas,  como las de EE.UU en Vietnam.

Ya desde la década de 1940, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, las gestiones diplomáticas y negociaciones soviéticas, así como la actitud hacia otros partidos comunistas, no estaban exentas de problemas de ideologización de la política exterior de la URSS. Es decir, se teorizaron opciones políticas estratégicamente concretas, un problema que afectó negativamente el desarrollo de la lucha de clases internacional por la victoria del socialismo.

La cuestión de la correlación de fuerzas y de la formación de los estados tal como se construyeron territorialmente después de la Segunda Guerra Mundial, así como su configuración política fueron evaluados de manera poco realista por los partidos comunistas y por el propio PCUS.

La evaluación poco realista de la correlación de fuerzas en Europa y en el mundo –no solo desde el punto de vista de la correlación entre estados capitalistas, sino además entre capitalismo y socialismo– se reflejó en los documentos del 19º Congreso del PCUS y a continuación en las Conferencias Internacionales de los Partidos Comunistas y Obreros. El imperialismo europeo (p.ej. el Reino Unido, Francia) fue subestimado, y a menudo sus dirigentes fueron considerados como subordinados y vasallos de los EE.UU; se subestimó la posibilidad de su reconstrucción de posguerra. Se sobrestimó el papel de la URSS y de los ocho nuevos estados en Europa en la correlación de fuerzas global entre el capitalismo y el socialismo, mientras que se subestimó la existencia de situación revolucionaria en otros países de Europa, p.ej. en Grecia y en Italia.

Los documentos soviéticos, los documentos de partidos comunistas de estados capitalistas, así como de sus Conferencias Internacionales, también en las siguientes décadas, 1950, 1960, 1970, demuestran el problema profundo de la interpretación no clasista de la guerra y la paz, lo cual fue calificada como “coexistencia pacífica” entre estados socialistas y estados capitalistas democráticos burgueses.

Representantes de diversas corrientes oportunistas en nuestro país a menudo combaten la posición del KKE con respecto a la falta de estrategia revolucionaria del movimiento comunista internacional durante la Segunda Guerra Mundial, nuestra evaluación de la ideologización de la política exterior de la URSS. Su argumento principal es el hecho de que en ocho países de Europa Central y Este se constituyeron “Democracias Populares”, algunas de los cuales en su evolución fueron considerados como una forma de estado obrero revolucionario, una “Dictadura del Proletariado”. Este argumento no es válido ni se confirma por las intenciones programáticas inicialmente declaradas de estos gobiernos, ni por los acontecimientos históricos (conflicto entre fuerzas obreras y fuerzas burguesas).

En los acuerdos de armisticio es evidente la formación de gobiernos mixtos (con fuerzas burguesas y comunistas), con un programa democrático burgués. Por supuesto, la lucha se intensificó muy rápidamente, inclinándose hacia el lado obrero revolucionario, dejando huellas significativas de tolerancia hacia las fuerzas capitalistas: el trabajo ajeno asalariado no fue abolido por completo, mientras que a partir de la década de 1960 se generalizó el debate sobre el “socialismo de mercado”, la “autoconservación” de las empresas y otros. Por otro lado, en países como Grecia, la lucha armada por la liberación quedó estancada en la línea de diálogo con fuerzas burguesas antifascistas en acuerdos como los de Líbano y de Caserta.

Sin duda, en la década siguiente se agudizó la lucha de clases. El imperialismo internacional no se reconcilió con la correlación que se reflejó en los acuerdos de fin de la Segunda Guerra Mundial. La escalada de la lucha de clases afectó también la situación interna en la Unión Soviética. Esto se reflejó en las Conferencias Teóricas del PCUS, p.ej. sobre la Economía (1952), en los procedimientos para la elección del Secretario General del Comité Central tras la muerte de Stalin y se cristalizó en el giro oportunista de derecha en el 20º Congreso del PCUS (1956), en sus intervenciones en varios partidos comunistas, entre los cuales fue el KKE (en el 6º Pleno Ampliado del mismo año).

 

Sobre el papel de la personalidad revolucionaria

El giro de derecha en el PCUS se justificó como separación del “culto a la personalidad”, mientras que en Grecia respectivamente se justificó como “condena de la línea sectaria”, en esencia denunciando la actividad política más heroica de choque con las fuerzas griegas o extranjeras reaccionarias.

El predominio del oportunismo de derecha utilizó deliberadamente el ataque contra personas dirigentes para cambiar el clima general, a sabiendas que las masas –sin que estén exentas las vanguardias, las fuerzas comunistas– tienden a mitificar o demonizar a sus líderes, atribuyéndoles casi toda la responsabilidad por las victorias o las derrotas. Por supuesto, en gran medida hacen lo mismo los mecanismos burgueses para sus líderes, precisamente porque utilizan esta tendencia de las masas que les conviene para que su poder salga intacto, sacrificando incluso a sus personalidades dirigentes.

A nosotros nos interesa la relación de la personalidad dirigente revolucionaria con las condiciones económicas, sociales y políticas específicas en las que se desarrolla, evoluciona y actúa como personalidad revolucionaria.

Sin duda es un tema de estudio, cuya generalización teórica no se ha desarrollado a un nivel plenamente satisfactorio, mientras que al menos la experiencia histórica del KKE y del PCUS ofrece importante material para tal estudio, sobre todo en las décadas críticas de 1930, 1940 y 1950.

Entre los factores a estudiar está la capacidad de la personalidad de movilizar toda la militancia del partido, las fuerzas de vanguardia de la clase obrera y los luchadores intelectuales radicales.

En otras palabras, la personalidad de un líder y la dirección colectiva en la lucha revolucionaria son unas condiciones básicas para el desenlace de la lucha.

Un factor decisivo es también la unidad dialéctica del clasismo con el cientificismo en la política, mucho más en la lucha política revolucionaria, una relación que está mediada subjetivamente, y por lo tanto se entrelaza con la relación personalidad-colectividad en el liderazgo.

Por mucho que parezca un tema aparte o secundario en relación con el resultado de la lucha entre el capitalismo y el socialismo, en relación con la intensidad de esta lucha durante las dos guerras mundiales, es todo lo contrario.

Por supuesto, nosotros no examinamos este tema tal como lo abordan  los burgueses que señalan exageradamente las características de las personalidades en la Segunda Guerra Mundial, p.ej. Hitler negativamente, Churchill positivamente o incluso Stalin. Sin embargo, habrá que combatir los efectos negativos respectivos que resultan en que, incluso en la historiografía comunista, se encuentre exagerada exaltación o condena de las características personales o particulares de los líderes. Por ejemplo, en los documentos del PCUS encontramos referencias particularmente negativas en relación con la personalidad de Nikos Zachariadis (SG del CC del KKE, 1934-1956).

En conclusión, diríamos que el liderazgo revolucionario, las personalidades particulares de líderes revolucionarios, son juzgados más allá de sus intenciones y disposiciones, por su capacidad de responder de manera adecuada y propulsora a las tareas que les asignan en cualquier momento; en ello se manifiesta la vanguardia del Partido. En este sentido, al Partido de los Bolcheviques se le planteó una tarea compleja y sin precedentes: la larga supervivencia de la revolución en condiciones de cerco imperialista, de intensificación de la lucha de clases en el interior en dirección de construir nuevas relaciones sociales, mientras que se estaba desarrollando el movimiento comunista con sus contradicciones y problemas en Europa y a nivel mundial, así como sus tareas internacionales para el predominio de la revolución socialista en un grupo de países.

Pero esta capacidad es evaluada en base a su relación dialéctica con la personalidad dirigente revolucionaria mediante el funcionamiento colectivo del Partido, la relación entre cientificidad y clasismo. Hoy, casi 100 años después, podemos juzgar más objetivamente, sin la influencia de emociones, de manera más completa, todo este esfuerzo, con el fin de sacar conclusiones para el presente y el futuro.

 

Resumiendo las evaluaciones y las conclusiones sobre la segunda guerra mundial

  1. La Segunda Guerra Mundial fue imperialista y esto vale para todos los estados capitalistas involucrados en ella, independientemente de si algunos son responsables de su comienzo, como Alemania, Italia y Bulgaria, y otros de haber moldeado las condiciones que la impulsaron, como el Reino Unido, Francia, EE.UU, por no reaccionar a los ataques bélicos de los primeros.

El carácter imperialista de la Segunda Guerra Mundial, es decir la guerra entre los estados imperialistas por la distribución de los mercados no se invalida por el hecho de que la alianza fascista, el Eje, atacó también a la URSS, el primero y, entonces, único estado obrero.

Por este desarrollo son responsables también otros estados capitalistas, como el Reino Unido, Francia, que no atacaron la Unión Soviética, pero tampoco impidieron la preparación de Alemania contra la URSS. Al contrario, fomentaban y esperaban un tal ataque para derrocar el estado obrero. Estas aspiraciones no son refutadas por el hecho de que cada guerra tiene su propia dinámica, y por tanto trae la formación de alianzas y su reordenamiento, como la de EE.UU con la Unión Soviética de un momento en adelante, cuando la fuerza naval de EE.UU fue atacada por fuerzas japonesas (Pearl Harbor).

  1. La Unión Soviética, como estado obrero, luchaba no solo para defender su independencia, sino además para defender su carácter obrero socialista. Esta defensa concernía también el Movimiento Comunista Internacional, su lucha para ampliar el paso del capitalismo al socialismo-comunismo.

Desde este punto de vista, los partidos comunistas de países capitalistas podían y deberían comprender y no oponerse a las decisiones tácticas de la Unión Soviética para ganar tiempo (p.ej. el Pacto Ribbentrop-Mólotov) o para organizar su defensa y contraataque (p.ej. negociaciones para un acuerdo con EE.UU y el Reino Unido).

Es adecuado que cuando un estado socialista está en peligro –cuando el sistema imperialista internacional está en guerra, es fragmentado- que tome decisiones en su política exterior para ganar tiempo y poder organizarse mejor para confrontar, posiblemente junto con otras potencias, cuestiones de operaciones militares del bloque ofensivo directamente en su contra. Además puede hacer negociaciones durante la guerra incluso sobre el tema del fin de la guerra, los acuerdos de armisticio que requieren convenciones internacionales etc. Todo esto está justificado.

Sin embargo, los factores que configuran el “día siguiente” y conciernen a la lucha de clases, son más complejos. Cada guerra tiene su propia dinámica en cada país que está implicado en la guerra, inicialmente como estado agresor o estado ocupado. En el estado ocupado, por ejemplo, se desarrolla la resistencia, la lucha armada, en muchas ocasiones cambia la correlación en el curso de esta lucha armada de liberación, como en Grecia, donde fue el KKE que principalmente lideró la lucha, no la burguesía de Grecia. Esto significa que se desarrolla un proceso en que cambia la correlación de fuerzas de la lucha de clases entre la clase obrera y las fuerzas populares por un lado y la burguesía dominante hasta entonces por el otro. Estos cambios deben desempeñar un papel sobre “qué clase reivindica el día siguiente”, y no solo o principalmente determinarse por las negociaciones de los estados que ganaron la guerra, en este caso los estados aliados pero con orientación de clase distinta, la URSS, los EE.UU y el Reino Unido. Desde este punto de vista lo principal en los desarrollos de la posguerra está relacionado con el desarrollo de la lucha en cada país y en ello deben tener un papel decisivo los procesos internos desde el punto de vista del movimiento obrero revolucionario, atrayendo tanto como sea posible la solidaridad internacionalista de clase del movimiento comunista  y del estado o de los estados socialistas.

Sin embargo, los elementos de la política exterior de un estado socialista en ningún caso deberían teorizarse, convertirse en elementos de la estrategia del Movimiento Comunista Internacional, ni por parte de la URSS ni por parte de los partidos comunistas de los estados capitalistas. En ambos casos, debilitaron la dirección estratégica y la capacidad del movimiento comunista en cada país capitalista.

Las ideologizaciones erróneas del PCUS y la postura oportunista de partidos comunistas en importantes países capitalistas constituyeron un círculo vicioso que debilitaba directamente y a largo plazo el movimiento comunista en varios países involucrados en la Segunda Guerra Mundial como agresores (p.ej. Italia) u ocupados (p.ej. Grecia).

La conclusión es que la situación interna e internacional de la lucha de clases y la capacidad de la vanguardia consciente de tener en cuenta la correlación de fuerzas y su interacción son importantes en todas las fases de la actividad revolucionaria tanto durante la revolución y los primeros pasos de su consolidación, como durante la construcción socialista, después de la consolidación de la revolución y hasta que se hayan formado las condiciones adecuadas a escala internacional para que se pueda cumplir la sociedad comunista.

  1. Los partidos comunistas, aunque lideraron la lucha armada por la liberación, p.ej. en Grecia, o la lucha antifascista, p.ej. en Italia, no pudieron vincular esta lucha con la lucha por la toma del poder en condiciones revolucionarias. Es decir, en condiciones cuando el poder burgués ya había sufrido una crisis política más profunda e inestabilidad bien durante la retirada de las fuerzas ocupantes, bien durante la derrota de los agresores.

Los partidos comunistas quedaron atrapados en la línea de lucha antifascista, en las negociaciones a nivel nacional u otras (de la URSS) sobre el régimen político de posguerra en su país.

Este problema no es refutado por el hecho de que para algunos países, por ejemplo Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía, el resultado de las negociaciones de la URSS con EE.UU y el Reino Unido parecía ser relativamente favorable o, mejor dicho, la presencia del Ejército Rojo garantizaba un resultado favorable a una nueva escalada de la lucha de clases, también a nivel de gobierno independientemente de su primera composición (participaron incluso fuerzas burguesas).

Sin embargo, a pesar del desarrollo relativamente favorable en estos países, todo el curso de la lucha de clases, con cierta tolerancia hacia fuerzas burguesas, dejó su huella negativa: No fue abolida por completo la relación capitalista (las Constituciones permitían la contratación de mano de obra ajena hasta un cierto punto y por supuesto con control estatal sobre el nivel de los salarios y las condiciones de trabajo). El giro oportunista de derechas en el 20º Congreso del PCUS, la prevalencia gradual de las teorías de mercado sobre el socialismo, contaron con un apoyo social.

  1. Otros desarrollos que fueron producto de la correlación de fuerzas entre la URSS, EE.UU, el Reino Unido y Francia, como la formación de dos estados en Alemania, al final resultaron insostenibles (división de Berlín, integración de una parte de este en la Alemania capitalista), fomentando constantemente acciones contrarrevolucionarias que impedían el paso revolucionario del capitalismo al socialismo.

Pero también el resultado de la lucha de clases en países como Grecia, en un grado u otro, estuvo influido por las contradicciones de la percepción y la política de la “coexistencia pacífica” del socialismo con estados capitalistas “democráticos” y “amantes de la paz”, que se consideraba que estaban regidos por realismo político.

La “Guerra Fría”, los ataques “calientes” de EE.UU contra Corea, el Oriente Medio, la formación de la OTAN, posteriormente la guerra imperialista contra Vietnam, rápidamente revelaron la verdadera cara agresora de EE.UU que no tenía nada que envidiar a la agresividad alemana nazi.

La evaluación objetiva de la correlación de fuerzas requiere siempre no subestimar el carácter explotador y agresivo del poder capitalista, independientemente de la forma del régimen o de sus referencias ideológicas particulares. Por eso, la UE “democrática” combate la contribución decisiva de la URSS en la Segunda Guerra Mundial y la clasifica en la misma categoría con Alemania, la de los “regímenes no democráticos”, pasando por alto su enorme diferenciación clasista, por un lado capitalismo, por otro lado socialismo.

  1. El Movimiento Comunista Internacional debe estar profundamente consciente de todos los aspectos y las conclusiones de la Segunda Guerra Mundial, no tener miedo de la verdad sobre sus debilidades y errores y “no tirar al bebé con el agua”, es decir defender el carácter socialista de la URSS, juzgar su política desde el punto de vista de la consolidación, perdurabilidad y profundización de las nuevas relaciones comunistas en todos los niveles, nacionales e internacionales.

El KKE desde hace 30 años se ha atrevido, continúa la investigación, el estudio, la discusión colectiva partidaria, la discusión camaraderil con otros partidos comunistas, siempre con el objetivo de fortalecer la lucha de clases por el socialismo-comunismo.

 

 

 

 

Notas:
[1] La NEP fue un plan de retirada organizada con respecto a la eliminación de las relaciones capitalistas, con su existencia controlada en casos de pequeñas o medianas empresas para su época, con la existencia de los capitalistas de la producción agrícola, con la introducción de capital extranjero. Esta retirada estaba relacionada con los grandes desastres que trajeron en la economía, es decir las condiciones materiales, antes del nivel de 1913. Tuvieron como resultado, el retraso de siete años en la formación del primer plan quinquenal y la existencia de los kulaks para más de 10 años.
Lenin consideraba que en varios estados capitalistas más desarrollados, tales medidas serían innecesarias. Véase Comité Central del KKE, 18ο Congreso del ΚΚΕ. http://inter.kke.gr/es/articles/18o-Congreso-Resolucion-sobre-el-Socialismo/, punto 14.
[2]Borrador de telegrama hacia las embajadas de la URSS, 15.2.1945, tal como aparece en la nota adjunta de J.M. Maisky a V. Mólotov. El material de archivo está en la página web del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia: https://idd.mid.ru/-/altinskaa-konferencia?inheritRedirect=false&redirect=%2Fhome%3F

 

 

 

 

*Publicado en la revista Komunistiki Epitheorisi, órgano teórico y político del CC del KKE, volumen 3/2020.

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