El COVID-19 y la distribución de la riqueza en el capitalismo
Por Jorge Armando Serrano Hernández
Durante marzo del año 2020 comenzó a circular en redes sociales una publicación que resultó ser falsa pero que plantea una situación sobre la que vale la pena reflexionar:
Científica española dice: Ustedes le dan a un futbolista 1 millón de euros por mes y a un biocientífico le dan mil 800 euros por mes. Ahora ustedes buscan el tratamiento para este virus, entonces busquen a Cristiano Ronaldo o a Messi para que encuentren la cura.
Reconociendo que la publicación es una mentira, no es necesario profundizar en la precisión de los datos, los exorbitantes sueldos de los futbolistas profesionales son conocidos por todo el mundo, basta con hacer la más simple búsqueda en línea para encontrar los números, con todos sus lujos y excesos; de la misma forma se pueden encontrar no sólo los salarios (buscando en los portales de empleo para tener una idea) sino el porcentaje de egresados de las carreras científicas y los presupuestos para la ciencia por país.
Teniendo toda esa información, y sin perder de vista el contexto de la pandemia, podemos comenzar a preguntarnos, ¿cómo es posible que un futbolista (alguien que se dedica a golpear una pelota con los pies) gane más que un científico (la persona dedicada a encontrar la cura de la enfermedad), que un médico o una enfermera (las personas encargadas de prevenir los contagios y tratar a los enfermos), que el personal de limpieza (los responsables que los hospitales se mantengan en las condiciones adecuadas para seguir funcionando)?, pudiendo seguir con esa lista hasta llegar a los docentes (las personas que formarán a la siguiente generación de profesionales en servicio de la sociedad).
De ninguna manera se pretende deslegitimar las actividades que alientan el espíritu humano como serían el deporte o las artes (y en general cualquier actividad cultural o intelectual) bajo el supuesto de que al no ser “indispensables” para la vida pueden ser omitidas por completo, ya que de forma innegable el ser humano es una entidad biológico-cultural. Lo único que se critica es que las diferentes industrias culturales y atléticas encumbran y endiosan a algunos individuos mientras ignoran, utilizan, manipulan, castigan y ocultan a la gran mayoría de sus respectivas comunidades según convenga a sus intereses.
La primera conclusión es la ineficiente distribución de los recursos de una sociedad, que en vez de ser orientados para satisfacer las necesidades de la gran mayoría de la gente son usadas para acentuar las diferencias bajo la falsa promesa de la movilidad social. Es verdad que la gran mayoría de los grandes atletas de los deportes populares comenzaron su vida en la pobreza y mediante el deporte lograron llegar a la riqueza (cosa que no se aplica en deportes como el golf o el tenis, actividades de alto costo económico que son muy reducidas en su número de practicantes). Sin embargo el atleta exitoso está rodeado de toda una comunidad de practicantes semiprofesionales y amateurs que lo rodearon, lo formaron y que no recibirán nada como recompensa por su esfuerzo.
Los defensores del capitalismo argumentan que al vivir en una “libertad económica” cada quien es libre de crear su empresa y producir su riqueza y que no hay nada de malo en ello, pero no pueden explicar que la generación de esa abundante riqueza depende de la manipulación de comunidades y recursos naturales de todo el mundo. De forma complementaria el atleta profesional es obligado a vivir en una paradoja: por un lado es explotado para que otros obtengan ganancia de su esfuerzo, por el otro, forma parte de la clase dominante y contribuye a la explotación.
Una primera solución es que los grandes salarios de los atletas pueden dividirse en pagos justos a los empleados de las maquiladoras del 3er mundo que fabrican las prendas que patrocinan a los grandes atletas, también se podrían pagar mejores sueldos a todos los jugadores y equipos técnicos de los diferentes niveles, destinando recursos a los centros populares de formación y reducir así la gran brecha entre el amateur y el profesional.
Todo lo anterior no soluciona la primera contradicción planteada, ¿cómo es posible que un atleta gane más que un científico? La explicación no es tan difícil, el deporte profesional, así como todas las industrias del entretenimiento, están orientadas a la generación de riqueza por sobre el desarrollo humano, produciendo un falso sentido de identidad y pertenencia, colaborando en la dominación espiritual del pueblo: mientras la gente esté más preocupada por su equipo o celebridad preferida en vez de sus problemas cotidianos, difícilmente asumirá una actitud política capaz de emanciparlo.
La pandemia del Covid-19 sólo ha evidenciado las contradicciones inherentes al sistema capitalista, por lo que finalizo esta reflexión con una serie de preguntas que cada quién debe responderse, en su solución está la actitud personal que debe asumirse ante semejante problema: ¿Alguien necesita ganar tanto dinero?, ¿debemos derrochar la riqueza de la sociedad en actividades que no solucionan los problemas de la gente?, ¿la tierra puede resistir semejante nivel de consumo?