En memoria de “El Guaymas”. Su otra labor
Ángel Chávez
En los últimos días bastante se ha escrito en Memoria de Mario Álvaro Cartagena “El Guaymas”, se ha destacado su historia de entrega militante durante su pertenencia al movimiento guerrillero y la labor que realizaba en múltiples frentes, grupos de derechos humanos, grupos de solidaridad con desaparecidos, su permanente apoyo a la Revolución Cubana, la militancia dentro de comités derivados de los acontecimientos del 68 y el 71. En general se ha hablado de su labor cotidiana y públicamente conocida, yo quiero hablarles de su otra labor, la de impulsar y apoyar a un grupo de jóvenes que se iniciaban en la política. Tal vez detrás de la discreción del “Guaymas” resulte que esta otra labor la reprodujo también con otros.
La última vez que vi al compañero “Guaymas” fue el lunes 12 en el mitin afuera de la embajada de Cuba, lugar donde múltiples veces nos encontramos e intercambiamos impresiones de la situación política de México y el mundo. El último periódico político que compró el “Guaymas” fue El Machete, lo tomó de mano de un camarada y reiteró que habíamos tardado en dárselo, pues desde que se anunció el regreso de El Machete nos escribió entusiasmado para adquirirlo. Estos son los últimos recuerdos que tengo de el “Guaymas”, pero quizá traer a cuenta los primeros ayude a dimensionar mejor la forma en que yo y otros camaradas convivimos con él y lo que le debemos.
A diferencia de los intelectuales y académicos que con un sesgo de morbo se ocupan del estudio del movimiento guerrillero, de las acciones armadas y de la clandestinidad, los comunistas de hoy nos interesamos de estudiar el conjunto de las experiencias de la lucha por el socialismo en México, no solo nos interesa la guerrilla o los avatares del PCM y el movimiento obrero, buscamos estudiar de forma crítica todas las experiencias para nuestra labor práctica de la actualidad. Por eso, cuando un grupo de camaradas y yo conocimos la historia del “Guaymas” ya hace diez años, empezamos una aproximación con él hasta establecer un contacto constante por medio de un camarada que se encargó de explicarle quiénes éramos, qué buscábamos y cómo pedíamos que nos ayudara. En ese entonces yo formaba parte de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR) que posteriormente se integraría al Partido Comunista de México.
La mayoría de los militantes de la JCR éramos hijos de la clase obrera que vivíamos en las zonas de la periferia del Valle de México, Ecatepec, Nezahualcóyotl, Iztapalapa, GAM, Atizapán y demás lugares donde la vida cotidiana nos demuestra que la clase obrera sigue siendo el sujeto revolucionario y nos cura de desviarnos por teorías revisionistas como las del fin de la clase obrera. Entonces ¿Qué queríamos? Agitar entre la clase obrera la necesidad de la organización política y darle a conocer que un mundo nuevo es posible, queríamos que la explotación a la que habíamos visto sometidos a nuestros padres desapareciera, queríamos que la clase obrera se aglutinara primero en defensa de sus intereses económicos (salarios, derechos laborales, prestaciones, mejora del nivel de vida) y luego por la construcción de un mundo nuevo, un mundo socialista.
Eso le explicamos al “Guaymas”, tal vez fue la franqueza con la que le hablamos o la llama revolucionaria que se avivaba en nuestros ojos cuando hablábamos del tema, o tal vez que la agitación política entre las zonas industriales que hacíamos y que nos proponíamos fortalecer era una de las labores que él seguía creyendo esenciales y necesarias. Para saber si era verdad lo que decíamos nos interrogó sobre las zonas industriales en que hacíamos propaganda a puerta de fábrica, hablamos de las zonas de Ecatepec, Naucalpan, Vallejo, Atizapán, Cuautitlán entre otras. Mencionamos fábricas que él conocía y donde la Liga Comunista 23 de Septiembre enviaba brigadas. Luego de esto aceptó ayudarnos a fortalecer nuestro trabajo y ahí comenzó su otra labor, la que no aparecía en el periódico y no implicaba fotografías, la labor que sostiene las luchas más duras.
Fueron múltiples las reuniones que tuvimos con él, cada una nos dejó experiencias distintas y aprendimos sobre distintos temas, hubo teoría y práctica, hubo camaradería y hubo su reconocimiento para con nosotros, un grupo de jóvenes hijos de la clase obrera a quienes nos decía –Ustedes son los buenos–. No obstante no es conveniente referir todas las reuniones ni todo lo aprendido, basta con recordar un de las primeras ocasiones en que el “Guaymas” conspiró con nosotros, fue en un barrio de Ecatepec en una casa junto al entonces canal de aguas negras donde no había más que animales cuyo cuidador nos había prestado el lugar, habíamos citado a varios camaradas desde temprano para acondicionar el lugar, los demás llegarían a la hora establecida que había sido las 11 de la mañana. Al mismo tiempo otro grupo quedó en un punto para trasladarse en carro con el “Guaymas” y llegar con él. Los compañeros que habían llegado primero ya nos esperaban, al oír que un carro se detenía afuera de la casa salieron a abrir, los que íbamos con el “Guayas” pudimos ver que con gusto y respeto recibieron le recibieron, pues aunque no lo conocían ya les habíamos hablado de él y su conocían su historia. En ese momento llegaron los otros compañeros que tuvieron la disciplina de la puntualidad.
Entonces entramos todos a la casa, pero desde que cruzamos la primera puerta noté en la cara de “Guaymas” una seriedad que no tenía cuando veníamos en el carro. Al cruzar la segunda puerta y llegar al cuarto destinado para la primera parte de la sesión, como temiendo romper la alegría que veía en nosotros, pero con la decisión de darnos la primera lección política nos dijo: –¡ya empezamos mal! ¿Cómo se explica que un grupo de adolescentes llegue a una casa y que esté yo?– La risas se nos cortaron y él continuó –de menos hubieran acordado entrar con refrescos o unas caguamas para que cualquiera pensara que hay una fiesta, aunque yo no estuviera con ustedes un grupo de jóvenes que llegan a reunirse y no es para convivir es sospechoso. ¿Ustedes creen que el Estado ya no me sigue?– En ese momento empezamos a comprender que teníamos mucho por aprender y que se requiere disciplina para la labor práctica que exige nuestro ideal político, disciplina consiente que nos lleve a cuidar cada acción, cada detalle, que nos mantenga en vigilancia constante sin que eso se transforme en paranoia.
Luego de los comentarios iniciales, dichos con fuerza y firmeza, el “Guaymas” usó un tono de broma y dijo –estaría bien que hubiera unas caguamas– Eso nos tranquilizó y rompió la desazón que sentimos, justo eso era lo que buscaba el “Guaymas” que regresó al tema político y continuó –eso me recuerda la ocasión en que un obrero, luego de un largo rato de tener contacto con La Liga por fin decidió ingresar a militar, pero tenía el gusto de beber, ya en La Liga no podía beber pero siempre insistía en que se le antojaba una caguama, y yo se la fui a comprar, pero eso supuso un debate sobre las reglas dentro de la clandestinidad– La reflexión fue sobre la necesidad del revolucionario de estar siempre consciente y en disposición de lucha, pero también sobre el absurdo de cortar de golpe y tajo las costumbres de la clase obrera que se suma a la revolución, además, añadió el Guaymas –con una caguama no se iba a embriagar–. De esa forma amena inició su plática, eso nos quitó la vergüenza de no haber previsto lo que luego supimos que era “manto y mito” saber disfrazar algunas acciones con una historia y reforzarla con algunos implementos materiales que podían ser hasta una caguama.
Un punto importante para el “Guaymas” siempre fue establecer que él quedó vivo por un contexto específico que es bien conocido, y no por haber “cantado”, luego de que aclaró eso al grupo de jóvenes que estábamos reunidos nos mencionó que mucho se hablaba de las acciones de asaltar bancos y las refriegas contra la policía, pero poco se hablaba de la forma en que hacían trabajo en las fábricas. Afirmó que un encuentro con la brigada blanca era más probable que se diera en las reparticiones del periódico en la zona industrial que en el robo a un banco. Menciono que además de la brigada blanca, en los corredores industriales y las fábricas también tenían que enfrentarse con lo golpeadores y matones de los sindicatos charros. Al describir el trabajo dentro de las fábricas y el que se hacía a pie de fábrica, nos hizo ver que era un trabajo más importante y más peligroso de lo que habíamos creído. En esa ocasión nos trasladó una serie de medidas de seguridad para la agitación en las zonas industriales que iban desde los aspectos técnicos como el análisis del lugar y la ubicación de rutas de repliegue, pasando por cómo hacer apreciaciones políticas al hablar con los trabajadores, y hasta como debe proceder la seguridad, los “muros” y como llevar contactos.
En las siguientes ocasiones los temas fueron otros, el trabajo entre la juventud de los barrios, la vida clandestina, su fuga del penal de Oblatos, las formas de planear acciones, la necesidad de mantenernos con buena salud física y hacer deporte, cosas prácticas pero también algunas teóricas. De hecho recuerdo que nos insistía que deberíamos unirnos con otros grupos de jóvenes, hacer el esfuerzo por unir las juventudes y así lograr un mayor alcance de nuestra labor. La cuestión era que las demás juventudes, corroídas por las desviaciones del marxismo, por las teorías académicas y encerradas en los muros de las universidades, no pensaban útil ir a la clase obrera. De todas formas el comentario del “Guaymas” nos llegó, pues era evidente que no había forma de llegar lejos con la pequeña estructura que éramos, además teníamos la conciencia de la necesidad de estar en un Partido Comunista. Así se inició en nuestro grupo el estudio de los grupos políticos que en México se nombraban Partido Comunista, la conclusión de cuál de estos poseía la claridad político ideológica es evidente ahora, pasamos a constituir parte del Partido Comunista de México que reconocer a la clase obrera como el sujeto revolucionario y declara que la lucha por el socialismo es la tarea inmediata.
Ya estando en las filas del Partido Comunista de México yo y mis compañeros seguimos viendo al Guaymas, nuestro contacto se mantuvo constante, de forma discreta y fraternal. Puedo afirmar que el “Guaymas” impulsó nuestro ímpetu revolucionario y cuando estábamos siendo hostigados en las reparticiones afuera de las fábricas recordábamos las historias que nos había contado y las lecciones que nos había dado. Podría contar más cosas de las que nos enseñó el “Guaymas” en la que fue su otra labor, sino fuera porque también nos enseñó que no conviene hablarlo todo.