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EL Método de Ordeno y Mando

 

Por: HÉCTOR RAMÍREZ CUÉLLAR

 

México, no podía ser, desde luego una excepción pues el triunfo político de Morena en el año de 2018 no implicó ninguna ruptura importante del orden económico y político establecido si no tan solo se produjo una modificación en la política de alianzas de los distintos grupos de la  burguesía pues en el periodo precedente,  en el del  gobierno de Peña Nieto, se  privilegiaron  las relaciones y las concesiones con los grupos empresariales españoles, mientras que el actual grupo político en el poder, diversificó y  fortaleció sus vinculaciones con los grupos de Carlos Slim, una parte de los empresarios de Monterrey y con el grupo de Ricardo Salinas Pliego. Esto explica, entre otros factores, que la mayor parte de las adjudicaciones directas, en una franca violación a las leyes de la materia, se hayan entregado a compañías que están bajo el dominio de estas grandes accionistas e inversionistas.

El método de ordeno y mando se caracteriza por una excesiva concentración del poder de decisión política en la persona del Presidente de la República, lo que anula por completo a los órganos colegiados, como el Gabinete, de los de especialistas y expertos, al resto de los poderes institucionales, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las cámaras del Congreso de la Unión, los partidos políticos y las organizaciones sociales.

El titular del Poder Ejecutivo ejerce y asume sin restricción alguna, sin ninguna cortapisa, sin ningún contrapeso, todas las medidas gubernamentales  importantes que se deben tomar, se trata de una especie de cesarismo moderno en el que un solo individuo, que tiene una serie de características muy especiales,  que detenta en su persona todos los poderes y las facultades políticas de las instituciones estatales y que incluso influye e incursiona en áreas y campos que corresponde a los derechos y prerrogativas de los ciudadanos.

Lenin afirmaba y tenía plena razón, que toda clase social, grupo, que asume el poder político, ya sea por  la vía armada o por la  vía pacífica, o parlamentaria,  una vez apoderado de los resortes, los mecanismos y los recursos del estado, se impone al resto de la sociedad o por lo menos trata de hacerlo, ya que se intensifica una franca lucha intestina entre los grupos de la burguesía, entre los que ganaron y los que perdieron, para tratar de prevalecer en el contenido y la orientación de las leyes que dicta el Congreso de la Unión, las medidas de carácter administrativo que se deben tomar, unos para afianzarse en el poder y otros, para desplazar  al que triunfó.

Este es el caso paradigmático de México, a pesar de que no se ha producido una revolución social anticapitalista, no se ha   constituido un gobierno de izquierda, ni existe ningún cambio importante en la vida de la nación en esos tres años de mandato obradorista, no existe un partido revolucionario en el poder, no existe ningún programa de transición que anuncie por lo menos la realización de modificaciones profundas, a mediano y largo plazos.

La experiencia política del siglo anterior, confirma que el método de ordeno y mando, no permitió en los países capitalistas superar o enfrentar con éxito sus graves conflictos internos y  el derrumbe de los Estados Unidos como la superpotencia hegemónica, y que quizá por ello estalló y se  extendió a nivel planetario, la pandemia de coronavirus y que simplemente exhibió o desnudó y agudizó las grandes desigualdades sociales, no solo a nivel de cada país sino en general en todo el mundo y que se requiere un verdadero funcionamiento de las funciones del estado, así sea un estado capitalista, que permitan encauzar los conflictos que plantean  las clases sociales.

La implantación y el funcionamiento del método de ordeno y mando excluye por completo de la toma de decisiones políticas y sociales a los obreros, los campesinos, los miembros de la clase media,  de los pequeños y medianos empresarios y en general a todas las clases explotadas de la sociedad, tanto de la formulación de las acciones públicas y más aún de su aplicación, aleja más aún a los partidos, grupos y personalidades de la izquierda, de las instancias del poder,  anula la disciplina  consciente en el seno de los partidos para imponer el seguidismo ciego y mecánico a favor de un gran líder  o de dirigente todopoderoso providencial, impide la discusión constructiva y fraternal de los  grandes problemas nacionales y cancela la crítica y la autocrítica, que es indispensable para la operación exitosa de los partidos políticos pues todas las deficiencias y fallas se ubican fuera de sus   filas   y no dentro  y por lo tanto, sus dirigentes no asumen ninguna responsabilidad  si no en todo caso se presentan como víctimas de la  lucha política nacional.

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