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¿Representantes del pueblo o “siervos del presidente”?

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

Un grupo de legisladores de Morena denunció la semana pasada que los estaban obligando a que apoyaran las iniciativas de ley, enviadas por el Presidente de la república sin haberlas leído de antemano y que estaba demasiado controlada la libertad que tenían para subir a la tribuna, indicando también que en torno al Coordinador Ignacio Mier se había formado ya un grupo que mantenía el control político de la Cámara de Diputados, repitiéndose la vieja historia del pasado.

Con anterioridad, en otro comentario que hicimos en relación con la pasada legislatura que también dominó Morena y tomando en cuenta los estudios que hizo Intergralia, un importante grupo de analistas y consultores, llegamos a la conclusión que esa representación política  se había  caracterizado por la baja productividad de sus actividades, la sumisión  total que habían observado con respecto del titular del Poder Ejecutivo, la pésima calidad de sus intervenciones tanto en las comisiones como en la tribuna y por contrapartida, los espléndidos salarios  ya que, en promedio recibieron cada mes de más de 150 mil pesos mensuales, cada uno de ellos,  la reelección de más de 100 de  integrantes en la actual legislatura y en general el lamentable nivel político que se registró en los debates, pues solo prevalecieron en las votaciones porque tenían la mayoría de votos.

Esta legislatura se integró con los mismos vicios y las deformaciones que tuvo el proceso anterior lo que confirma que Morena está demasiado lejos de ser un partido político pues sigue siendo movimiento amorfo, gelatinoso, en donde lo mismo se encuentran grupos de la derecha y de clase empresarial,  que del centro  y  una cierta izquierda complaciente,  por lo tanto,  no tiene una dirección nacional unificada y operativa, que en la mayoría parte de las entidades federativas  no tiene comités estatales y municipales,  carece de bases orgánicas  institucionales mínimas y que realmente la conducción política se concentra en  la persona de Mario Delgado, quien se comporta como un empleado del Presidente de la república, exactamente como lo hizo cuando fue secretario de Finanzas de la ciudad de México, con su jefe, Marcelo Ebrard.

Precisamente, la denuncia de los  30 legisladores confirma que la operación real  de la Cámara de Diputados no está en la competencia o autoridad de Ignacio Mier sino de Mario Delgado  quien es el presidente del Comité Ejecutivo Nacional, que  fue también el coordinador parlamentario de Morena , él es el  que   toma las principales decisiones de ese alto cuerpo legislativo, incluso haciendo a un lado a la Junta de Coordinación Política que está, formalmente, en manos del diputado de PRI, Rubén Moreira, pero que no ha reafirmado su presencia en los acuerdos que se han tomado, como el reparto de las comisiones de trabajo que en su mayor parte quedaron otra vez, en manos de Morena, es decir, de Delgado, esto es, del Presidente López Obrador, para ser francos y objetivos.

Gibrán Ramírez, quien conoce la vida interna de Morena, declaró recientemente que Morena, era “el partido más autoritario de México”, es decir, que estaba excesivamente concentrado el poder decisorio en manos de una persona y que en estas condiciones era muy difícil que las formas colegiadas o democráticas tuvieran un terreno propicio para desarrollarse. Algunos dirigentes del partido oficial reconocen esa deformación y este retraso y lo tratan de justificar diciendo que no han tenido el tiempo suficiente para sentar las bases del funcionamiento institucional de la organización, pero lo cierto es que no tienen interés en hacerlo, pues solo están reproduciendo las formas de gobierno que aplica López Obrador y que hasta hoy han resultado exitosas y por lo tanto no es necesario cambiarlas.

Los dirigentes de Morena basan la fuerza política de ese partido-movimiento en la “gran popularidad” que tiene el Presidente de la República y por lo tanto confían ciegamente en él, están sujetos por completo a sus instrucciones e  indicaciones, como si esa capacidad que tiene el jefe del ejecutivo fuera permanente e inagotable y por lo tanto no están tomando en cuenta las lecciones políticas de la historia moderna  de México en las que un Presidente puede estar en la cúspide del poder, pero también sufre un desgaste, un debilitamiento y puede decrecer y hasta desaparecer, según lo indiquen las condiciones económicas, sociales y políticas que predominen en un momento determinado. Esta situación cambiante, la vimos, por ejemplo, con los gobiernos de Vicente Fox, Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña que también fueron “muy queridos por el pueblo” al inicio de sus mandatos, pero después su fuerza social y política disminuyó en forma considerable y al final fueron mandatarios muy débiles y desprestigiados.

Como una forma de mantenerse anclados en el pasado político, en la Cámara de Diputados, se está constituyendo la llamada “burbuja”, que es el selecto grupo de legisladores, cercanos a Mier-Delgado, que serán los responsables de la conducción de ese órgano legislativo, relegando no solo a las fracciones minoritarias sino a los propios diputados morenistas, que en su gran mayoría no tendrían ninguna importancia política pues  única función sería la de decir, “si, señor presidente”. Su fuerza será numérica, es decir, ya no serán representantes políticos de la nación sino siervos de López Obrador, que está dispuesto a afianzar su control político una vez que se ha precipitado la lucha por la sucesión presidencial.

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