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¿Cómo viven los jóvenes proletarios en la periferia?

 

Por: Iván Ángeles

 

Ser un proletario joven es muy complicado dentro de la periferia urbana. La niñez pasa dentro de los límites de las carencias, poco tiempo a la semana para ver al padre y a la madre, si esta última tiene que trabajar también, pero aun estando en casa es complicado convivir con los hijos y las tareas domésticas.

Se crece con amigos y compañeros que poco a poco se irán perdiendo en el camino de la vida adulta. Obligados a trabajar para ser otro sostén en sus casas, o perdidos entre las malas influencias que rodean a los chicos, como las drogas o hasta los destinos crueles de desaparecer.

El desarrollo de los jóvenes proletarios transcurre entre múltiples factores que pueden detenerlo, si se corre con suerte se accede a una educación media superior, pero en la cual los múltiples obstáculos siguen siendo complicados. Los horarios de transporte sumados a los horarios escolares alargan la jornada fuera de casa. Jóvenes marchando en uno o dos transportes distintos, destinando para este rubro casi la mitad del poco dinero que se les otorga para el día.

Si se sobrepasan exitosamente las continuas sobre estimulaciones de lo que dicen debe ser la juventud como los excesos, sobre todo en el consumo de alcohol y drogas, y el sexo desinformado (por una mala educación sexual), es casi un milagro entrar a una escuela de nivel superior.

Pero ahí los retos se vuelven más intensos. El tiempo de transporte se suele hacer el doble, a veces teniendo que cruzar toda la ciudad de punta a punta; las jornadas de clase, dependiendo de las carreras, pueden ser de hasta ocho horas; el estudiante promedio suele comer solo una vez al día para aguantar las jornadas de estudio (no mencionemos aquí ya la calidad de su alimentación) y eso dependiendo del dinero con el que cuente para costearse la comida, los pasajes, copias u otros elementos que requiera.

Esta serie de cuestiones hacen necesario que se introduzca a un mundo laboral precarizado, que comúnmente es de trabajos de medio tiempo para estudiantes. Empleos de 36 horas a la semana, en el que se está sub-contratado y en el cual muchos están detrás de un mostrador o contestando llamadas, con las mínimas prestaciones y esquemas de comisión casi imposibles. En suma, el proletario joven de las zonas periféricas suele estar fuera de casa entre unas 12 a 14 horas diarias.

Y eso si no estamos tomando en cuenta la otra cara de la moneda, en la que muchos otros jóvenes proletarios no alcanzan estos niveles educativos y son lanzados al mundo laboral despiadado con quienes no tienen el nivel educativo mínimo que se solicita. Muchos jóvenes de la periferia son enviados muy temprano a trabajos en fábricas, en la construcción, de cargadores o similares, sin prestaciones, sin salarios mínimos, con horarios que sobrepasan las diez horas, obligados a ir a casa solamente a descansar y a comer lo necesario para repetir el esquema de nuevo, día con día, hasta que los despidan, quedar inválidos o morir.

Es por esto mismo que la transformación de la realidad se hace necesaria. ¿Pero quiénes llevarán a cabo esta transformación? En primer lugar, los jóvenes proletarios de la ciudad y el campo, vanguardia dentro de la lucha de clases, destinados por el desarrollo histórico a ser los constructores de un mundo nuevo. También los jóvenes estudiantes hijos de trabajadores y los normalistas rurales de incansable lucha. Pero la transformación de la realidad requiere también de la formación de la juventud dentro del marxismo-leninismo, para que así sepa eliminar las contradicciones que hacen a los jóvenes vivir de la manera en que lo hacen ahora.

Por esto, es una tarea fundamental de la Federación de Jóvenes Comunistas encaminar a todos estos jóvenes hijos de la clase obrera hacia la organización y lucha política. Aquellos que sufren la realidad rapaz, despiadada y de rapiña que les ha ofrecido el capitalismo como la única, deben saber que sí hay un futuro prometedor para toda la juventud, con acceso al deporte, salud y educación, donde no hay explotación ni carencias: el socialismo.

 

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