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Los intereses capitalista y la lucha contra el Covid


 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

La trayectoria devastadora que ha tenido el virus del covid, desde que se iniciara en la República Popular China, hace ya más de dos años, ilustra muy caramente el funcionamiento del sistema capitalista en su conjunto y su impacto económico y social presente y futuro, que aún no puede cuantificarse debidamente porque se trata de un fenómeno que cambia todos los días, las semanas, los meses, que puede acelerar la crisis interna en la que se debate ese sistema, pero en contra de los intereses vitales de la absoluta mayoría de la población mundial.

No se podría entender cabalmente la naturaleza y los alcance de este fenómeno sociosanitario en su apariencia externa, si no se tomaran en cuenta los comportamientos que han tenido las clases dominantes en los grandes países capitalistas desarrollados, la conducta de los poderosos monopolios farmacéuticos y la deliberada finalidad que tienen todos ellos de transferir el terrible costo social y humano de esta epidemia a las naciones más pobres del orbe, es decir a aquellas que están sometidas y explotadas por las grandes potencias imperialistas.

El hecho, hasta ahora confirmado por los investigadores serios, de que el virus surgió en la provincia china de Wuhan, permitió al gobierno de los Estados Unidos, iniciar y promover una ofensiva política contra la República Popular China, acusándola de haber incurrido en un grave delito de lesa humanidad, al grado de exigirle que efectuara un pago multimillonario por concepto de reparación de daños para compensar a todas las naciones afectadas.

Existe una profunda relación de negocios compartidos entre las burguesías nacionales de los grandes países capitalistas y los poderosos laboratorios internacionales pues las primeras suscriben con los segundos enormes contratos de compra de vacunas y de otros fármacos y además les otorgan la debida protección intelectual a sus productos, lo que permita asegurares el pago de fuertes sumas de dinero por uso de tecnologías. Los gobiernos transfieren recursos financieros, generados por el esfuerzo de los trabajadores del campo y de la ciudad, a grandes sociedades mercantiles monopólicas, como AstraZeneca, Pfizer, lo que hace más injusta la explotación humana.

Además, los contratos que se tienen suscritos son de carácter confidencial, es decir, no se sabe cuáles son los precios de cada uno de los antígenos, cuáles son los montos globales de las operaciones y en general las condiciones en que deben aplicarse a la población. Por ejemplo, el gobierno de México adquirió hace unos días una gran cantidad de cápsulas contra el Ómicron a dos grandes empresas productoras, pero no se conocen con precisión los términos de dichos contratos, pretextando, precisamente, esa secrecía.

Rigen relaciones absolutamente mercantiles, al margen de cualquier consideración humanitaria pues en la medida en que existan más infectados por las variantes del virus, mejor para ellos pues se deben comprar más productos biológicos, los contratos se deben suscribir por lo menos con seis meses de anterioridad a su entrada de vigencia, ya que de n o hacerlo con la debida antelación, simplemente no los reciben o no las recibirán en forma oportuna.

Así nos encontramos con el hecho de que mientras en aquellas naciones industrializadas se han logrado muy elevadas tasas de vacunación, incluso de tres dosis, en cambio, en los países africanos, por ejemplo, apenas está vacunado el 7 % de la población, precisamente porque los gobiernos de estas naciones no tienen las divisas suficientes para adquirir los biológicos que se necesitan.

A esta confabulación de intereses comerciales no les preocupa la suerte que tengan los países pobres y explotados, cuya población está considerada como una reserva de mano de obra disponible de la cual se puede prescindir, en virtud del grado de desarrollo tecnológico alcanzado, pues no se afecta la tasa media de ganancia, pero este tratamiento injusto y discriminatorio tiene un límite, ya que la pandemia es un problema mundial de carácter permanente, de tal manera que si grandes franjas de la población mundial no se vacunan, persistirá en forma constante o intermitente el contagio, surgirán nuevas variantes o cepas, lo que implica una amenaza constante para el resto de las naciones del mundo. Esta agresión se transforma en un “bumerán” sobre todo en contra de los Estados Unidos, que tiene las tasas de contagio y letalidad más altas.

Este esquema internacional también se ha trasladado al resto de los países del mundo en donde existen sistemas de salud muy precarios, con muchas carencias y necesidades, que solo están disponibles para pequeños sectores de la población, ya que la mayoría no tiene acceso a ellos, en México, se llama “población abierta” es decir, está al margen de los beneficios de la seguridad social; los miembros de estos segmentos son desempleados totales, o subempleados, ubicados en la economía informal, que ahora deben pagar, incluso, por las pruebas de antígenos y que no “se pueden enfermar” porque no podrán tener acceso a la medicina privada por los altísimos costos que ésta tiene. Por ello se ha indicado que los contagiados, reales o supuestos, permanezcan en sus domicilios particulares, ya que existe la posibilidad de que otra vez, como ocurrió el año pasado, se saturen los hospitales del sector público.

 

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