¿De Que Transformación Estamos Hablando En México?
Por: Héctor Ramírez Cuéllar
A raíz del cuarto aniversario del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, sus principales voceros y representantes políticos han afirmado que en México se está produciendo una trasformación y que ahora lo que urge es consolidarla para que produzca todos los frutos que se esperan de ella. Desde luego no precisan qué entienden por transformación, sugiriendo tan solo que estamos ante un cambio profundo, estructural, que Morena encabeza y que por ello se apresta a refrendar su triunfo en las elecciones presidenciales del año 2024. También el titular del Poder Ejecutivo ha afirmado que de cien compromisos político-electorales que suscribió hace cuatro años, ha cumplido 97, por lo que ahora la etapa que se inicia es simple y sencillamente es la de ratificar y ahondar los cambios logrados, que son muchos y muy significativos, según lo dice la propaganda morenista.
El concepto transformación, desde luego, se puede entender de muy distintas formas, desde aquellos cambios o reformas que tan solo se refiere a la epidermis del sistema capitalista imperante, hasta los que se proponen una modificación sustancial, aunque se entienda que está, por su profundidad y trascendencia, requiere una etapa previa de preparación de las condiciones subjetivas. Ello no significa que la premisa para aceptar este criterio sea si López Obrador está impulsando la construcción de una sociedad nueva, diferente y superior, aquella que tenga como base fundamental la propiedad social de los instrumentos de producción. No, está no es la condición básica para caracterizar la presente gestión gubernamental, sino que, de verdad, en serio, se han efectuado cambios radicales en la estructura económica, social y política o no se han llevado a cabo. Si, por ejemplo, López Obrador ha abandonado las grandes líneas de la política neoliberal, o, por el contrario, las ha continuado, en términos generales.
Desde el punto de vista ideológico, López Obrador no es un militante de la izquierda, ni siquiera de la izquierda socialdemócrata sino debe ubicarse como un evangélico liberal, un nacional revolucionario reformista, como los que predominaron en la vida nacional en la década de los cuarenta, bajo el influjo de la gran herencia e inspiración que dejó el general Lázaro Cárdenas, que jamás se propusieron la lucha por el socialismo y que solo simpatizaron con algunas de las luchas políticas más importantes de la clase obrera, como las referentes a las luchas por la independencia nacional, la industrialización y el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores de la ciudad y del campo.
Por lo tanto, sería inútil e ingenuo demandar del Presidente cambios estructurales de la sociedad capitalista, porque nunca se ha propuesto hacerlo y de ello constituye una prueba fehaciente la composición social y la conducta política de Morena, que debe entenderse como un movimiento político pluriclasista y pluriideológico, en donde la mayoría de sus afiliados actuales provienen de las filas del PRI y del PRD, aunque debemos reconocer que existen también en sus filas algunos miembros de la izquierda socialista o marxista, pero que no tienen ninguna influencia en la orientación del gobierno actual, ni del partido oficial.
Una característica básica del gobierno de López Obrador consiste en que rompió una alianza con un sector de la burguesía industrial, comercial y bancaria, en la cual actuaba el grupo español y se vinculó estrechamente con otro sector de esa misma clase social, en la que se encuentra en primer lugar Carlos Slim, el gran empresario privilegiado, le siguen los Azcárraga, de Televisa y el grupo de Ricardo Salinas Pliego, de TV Azteca a quienes les han entregado la mayoría de las concesiones para realizar las obras publicas que están en marcha, no obstante que durante muchos años la izquierda revolucionaria condenó la asignación directa de los contratos de bienes y servicios, ya que se demostró que esta era una de las fuentes más importantes de la corrupción nacional. Es decir, López Obrador se desligó de un segmento de la burguesía nacional, pero se alió con otro sector de esa misma clase social lo que ha permitido que siga funcionado la permanente alianza o la relación estrecha que había en el pasado entre estos sectores de la clase dominante.
El régimen actual no ha roto con las políticas neoliberales, ya que sigue aceptando que la economía nacional la manejen las leyes del mercado, es decir, los grandes empresarios nacionales y extranjeros, como se comprobó recientemente con el acuerdo antinflacionario que tuvo el carácter de voluntario para las partes, es decir, para los comerciantes y los proveedores, sigue ejerciendo un gasto público austero y restrictivo el cual se canaliza y orienta no merced a un plan de desarrollo económico nacional armónico sino influido y determinado por las decisiones personalistas del Ejecutivo, no ha aumentado la inversión pública de carácter productivo, lo que ha debilitado el crecimiento del PIB, el gasto social se orienta solo a cubrir una parte del consumo de los sectores de la población más pobres, abandonando los rubros educativos y de salud que realmente contribuyen a redistribuir el ingreso nacional, el gobierno no se maneja en forma colegiada sino todo el poder decisorio está en manos del Presidente, ha anulado la independencia y la autonomía de las cámaras del Congreso de la Unión, se mantiene una política de integración subordinada a los intereses de los Estados Unidos con cuyo gobierno se firmó de nueva cuenta la continuidad del Tratado de Libre Comercio, no se han diversificado las relaciones comerciales con China y otros países, no se ha realizado una reforma fiscal progresiva que grave de una manera más justa y equitativa las grandes fortunas.
A nivel estrictamente político nacional, toda la capacidad de mando se concentra en la persona del Presidente, el cual no admite ninguna crítica, ninguna diferencia, ninguna objeción, a la manera de un régimen despótico y autoritario y Morena está funcionando como un nuevo partido de estado, ya que, recibe en forma permanente recursos y apoyos de los distintos funcionarios públicos en todos los niveles de la administración estatal.
No advertimos que en éste en marcha una transformación profunda de la estructura económica y política dominante.