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México Está En La Órbita De Los Estados Unidos

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

La actitud burlesca que asumió el Presidente Andrés Manuel López Obrador frente al emplazamiento que ha hecho el gobierno de los Estados Unidos para revisar la aplicación del TMEC, junto con Canadá, refleja que la actual administración no ha hecho una lectura adecuada y justa acerca de las relaciones bilaterales y regionales que tenemos en América del Norte, ni tampoco acerca de la nueva política internacional y global que está aplicando el Presidente Joe Biden, que tiene la evidente pretensión de reforzar y fortalecer los vínculos y las relaciones que sostiene la Unión Americana en todo el mundo, de cara a la nueva configuración de los espacios de poder político y de reparto comercial que están en marcha.

El hecho que hayamos sostenido en varias ocasiones, que la potencia hegemónica mundial es la República Popular China y no los Estados Unidos, no significa de ninguna manera que se puede desconocer o minimizar la gran presencia financiera, militar, política, tecnológica, comercial que todavía ostenta en la mayoría de las regiones geográficas y que en América del Norte siga siendo la potencia fundamental, seguida de Canadá colocando a México en un lejano tercer lugar, experimentando una actitud muy vulnerable, ya que el 80 % de nuestras exportaciones se concentran con la Unión Americana y, por lo tanto, nuestro país no está en la posibilidad real, con la fuerza política suficiente, para que en forma aislada y unilateral, imponga sus condiciones económicas generales en esta región del mundo.

No debemos olvidar que, si bien fue el gobierno presidido por Enrique Peña Nieto el que inició y encabezó las negociaciones para revisar el TLC y convertirlo en TMEC, el régimen entrante que dirigió López Obrador también lo hizo a través de la intervención permanente de Jesús Seade, actual embajador de México en China, durante las negociaciones, respaldando y firmando sus resultados finales, de tal forma que el nuevo tratado es fruto de los dos gobiernos. Todavía recordamos, por ejemplo, que el embajador Seade permitió que se incluyera el capítulo laboral por medio del cual se autoriza a varias dependencias norteamericanas para que intervengan en asuntos que históricamente han sido de la competencia de los trabajadores de nuestro país y de las autoridades nacionales.

El mecanismo invocado por el gobierno de los Estados Unidos tampoco es una novedad ni representa sorpresa alguna, ya que, forma parte del TMEC desde sus inicios de tal forma que se puede afirmar que estos procedimientos jurídicos y administrativos siempre entrañan peligros, ventajas y desventajas para las partes contratantes; por ejemplo, los paneles de solución de controversias que surgen durante la aplicación del Tratado ya eran conocidos por los gobiernos firmantes, así como los riesgos que implica el no cumplimiento o cumplimiento equivocado de sus normas, de tal forma que México ya sabía de los alcances que tenían esos métodos y así fueron aprobados por los representantes oficiales de Peña Nieto y de López Obrador.

Durante la etapa de las negociaciones del tratado de Libre Comercio, acaecidas durante la administración de Carlos Salina de Gortari, advertimos sobre la imperiosa necesidad de que las asimetrías y las diferencias macroeconómicas que había entre México, los Estados y Canadá se reconocieran y se tomaran en cuenta, para que las reglas del libre comercio que se aprobaran no fueran perjudiciales para nuestro país, pero en muchas ocasiones no se tomaron en cuenta estas observaciones, que aún persisten en el TMEC y que han impedido el crecimiento del mercado interno, prefiriendo siempre las exportaciones, que solo han beneficiado a breves grupos de empresas nacionales, pero la reiteración de estos señalamientos obligarían a revisar de una manera integral ese tratado y no solo las cuestiones que propone el gobierno de los Estados Unidos.

México depende del mercado norteamericano en los campos comercial, científico, tecnológico y financiero y, por lo tanto, también influye en el terreno político, el gobierno de Biden, en su nueva estrategia internacional para contener el crecimiento y la expansión de China, está reforzando su presencia e influencia en Europa, Asia y trata de hacer lo mismo en América Latina, su política energética es totalmente distinta y contraria a la que aplica el gobierno de López Obrador y, por lo tanto, no estaría dispuesto a permitir o tolerar que en la región del Norte se lleve a la práctica una política diferente. Por otra parte, en la mayoría de los países del mundo está en marcha un nuevo paradigma energético, que permita progresar hacia las energías limpias o verdes que, de verdad, pueda frenar el cambio climático que está amenazando a la humanidad entera.

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