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Una apuesta al futuro, al poder popular y al socialismo

Nota Editorial: A un día de la primera vuelta en las elecciones presidenciales de Brasil, decidimos traducir el siguiente artículo que explica de manera clara y concisa la coyuntura en Brasil, las presiones ideológicas para someter a la clase obrera bajo la bandera ajena de la burguesía y la táctica político decidida por los camaradas del partido Comunista Brasileño.


 

 

 

¡Voto útil es Sofía Manzano PCB 21!
Una apuesta al futuro, al poder popular y al socialismo.
Por : Edmilson Costa – Secretario General del PCB
Estamos en la recta final de la campaña electoral. Hasta ahora, nuestra candidatura, una de las tres de la izquierda clasista, ha cumplido un papel pedagógico al cualificar el debate y anunciar un conjunto de propuestas para resolver la crisis brasileña. Estamos actuando en la coyuntura actual, buscando dialogar con los trabajadores, la juventud y el pueblo pobre, y mostrar que hay alternativas para Brasil además de la extrema derecha y la conciliación de clases. Nuestra candidatura también es una apuesta por el futuro, porque sabemos que ninguna de las otras candidaturas es capaz de resolver los problemas planteados por la crisis desde el punto de vista de los trabajadores. Este gobierno genocida ya ha demostrado que es el representante más reaccionario del capital, coquetea con el fascismo y amenaza permanentemente las libertades democráticas. La otra candidatura, que actualmente lidera las encuestas, tampoco puede resolver los problemas estructurales del país debido a sus alianzas, que aglutinan desde la centroizquierda hasta diversas fracciones de la gran burguesía, la oligarquía nordestina, el capital financiero y el agronegocio. Por lo tanto, el mismo arco de alianzas le impide resolver radicalmente los problemas brasileños.
No podemos olvidar que el capitalismo brasileño vive una crisis orgánica, que se extiende desde el inicio de la década de 1980. Durante el período que va de la segunda guerra mundial hasta 1980, Brasil creció a una tasa media anual del 7%, uno de los mayores crecimientos del mundo capitalista, aunque este crecimiento se ha realizado con una perversa distribución del ingreso, especialmente en el período de la dictadura. En ese proceso, Brasil construyó una industria moderna con capacidad para abastecer al país de todos los bienes y servicios necesarios para el consumo. Esta trayectoria posibilitó que Brasil pasara de ser una nación agraria a una nación industrial, resaltando que en el continente americano solo tres naciones alcanzaron ese nivel: Estados Unidos y Canadá, además de Brasil.
Sin embargo, a partir del inicio de la década de 1980, el país se sumió en un estancamiento económico, con unas tres décadas perdidas y sólo un pequeño crecimiento en el período de los gobiernos del PT. Por lo tanto, esta es la crisis orgánica del capitalismo brasileño, agravada por el hecho de que también en este período las políticas neoliberales implementadas por los sucesivos gobiernos llevaron a una brutal regresión económica y social. Y esta crisis no puede ser resuelta con la vieja política, medidas paliativas o dando migajas a la población más pobre.
Como todas las crisis, la crisis orgánica brasileña evolucionó de la economía al sistema político y a la crisis social. Como todos sabemos, no hay crisis sin salida. En algún momento no muy lejano la crisis brasileña va a requerir también una salida estructural, porque las medidas paliativas ya no podrán resolver las contradicciones. En varios momentos de la historia, la incomprensión de una coyuntura de ese orden condujo a resultados dramáticos, como en Europa en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial o incluso ahora en Italia con el surgimiento del fascismo. Por lo tanto, es necesario que los trabajadores, en este proceso de resistencia, puedan construir nuevas herramientas que tengan condiciones efectivas para oponerse a la crisis de acuerdo con los intereses del proletariado. La historia también ha demostrado demasiadas veces que la socialdemocracia, con sus vacilaciones e incluso traiciones, abonó el terreno para el surgimiento del fascismo. Aquí en Brasil, este tipo de política, al no enfrentar los problemas estructurales del país, también apaciguó a los trabajadores y a gran parte de sus organizaciones hasta entonces combativas y permitió el golpe de Estado de 2016, el surgimiento de la extrema derecha con Bolsonaro y la profundización de la regresión económicas, política y social.
Por tanto, para resolver esta crisis orgánica, es necesario la construcción de nuevos instrumentos sociales y políticos y un programa anticapitalista y antiimperialista. Esto significa construir un nuevo rumbo para el país, basado en los intereses populares, reorganizando a la clase obrera y sus instrumentos de lucha, a la juventud y sus entidades y al pueblo pobre en los barrios, de forma que ese proceso de reorganización popular se convierta en un embrión del poder popular, condición fundamental para resolver la crisis orgánica del capitalismo brasileño. La experiencia reciente con el gobierno de conciliación de clases del PT ya demostró que esta política no solo no resuelve los graves problemas brasileños, sino que es el camino que llevará a los trabajadores nuevamente a la derrota. Una crisis de este orden no se puede resolver con medidas que busquen conciliar los intereses del gran capital con los intereses de los trabajadores. La propia crisis internacional del capital dificulta el camino para soluciones de compromiso que vayan en contra de los intereses de la burguesía y el imperialismo.
Fue con esta comprensión que el PCB lanzó su candidatura a la presidencia y no cayó en el cuento de hadas del frente amplio policlasista, como sí lo hicieron algunas organizaciones políticas y sociales, que hasta hace poco tenían posiciones semejantes a las nuestras, y realizaron un caballo de batalla en la política con el único objetivo de elegir parlamentarios que, por su número limitado, tendrán poca influencia en la institucionalidad. Nuestra candidatura está lanzando un programa anticapitalista y antiimperialista, con una serie de propuestas que presentan de manera objetiva soluciones a favor de la satisfacción real de las necesidades de la clase trabajadora. Son medidas que las demás candidaturas, por el abanico de alianzas que formaron son incapaces de proponer, como la derogación de las contrarreformas, especialmente la laboral y de la seguridad social, la anulación de las privatizaciones, el fin del techo de gasto y la responsabilidad fiscal y su sustitución por una ley de responsabilidad social, así como la reducción de la jornada laboral a 30 horas sin reducción de salario. Este conjunto de propuestas se combina con un programa de emergencia para acabar con el desempleo, la falta de vivienda, la miseria y el hambre, que hoy afecta a más de 33 millones de brasileños.
Por tanto, es una candidatura de combate en el presente, pero con la mirada puesta en el futuro porque el período postelectoral en Brasil tendrá un recrudecimiento de la lucha de clases, tanto por la crisis y la tragedia social del país, como porque la extrema derecha consiguió una importante base social, con sectores fascistas con potencial para la violencia en el próximo período. Esta coyuntura, que se augura tensa en el período postelectoral, va a necesitar de una herramienta revolucionaria dispuesta a enfrentar tanto la crisis como a las fuerzas fascistas. No podemos caer en el error del proceso anterior en el que se desarmó a los trabajadores y sus entidades para la lucha y se apaciguó a la población con la ilusión de que el gobierno del PT sería capaz de resolver los problemas estructurales de Brasil. Resulta que la crisis se agravó aún más tras el golpe de 2016, pero el PT, en lugar de aprender las lecciones del pasado, insiste en seguir el mismo camino que ya ha sido objeto de derrotas en el pasado. Y lo que es peor, realiza ahora, en vísperas de las elecciones, una gran campaña para que las fuerzas que no estén de acuerdo con la política de conciliación de clases retiren sus candidaturas y se adhieran a este programa que la vida ya les ha demostrado que está equivocado.
La campaña del voto útil
El tema del voto útil en Brasil tiene una larga tradición. Viene de los tiempos de la dictadura cuando había que desgastar aquel gobierno. En aquel período estaba perfectamente justificado defender el voto útil. Pero esta tradición se trasladó al período democrático. Como o PT emergió de las luchas sociales de finales de los años 70s y 80s como la principal organización política de izquierda, fue la principal beneficiaria del voto útil, incluso porque las otras organizaciones de izquierda estaban frágiles, particularmente después de la década de los 90s con la caída de la Unión Soviética. Y el PT se volvió adicto a esta cuestión del voto útil, prácticamente obligando a otras organizaciones de izquierda a votar por el PT en la segunda vuelta. Sin embargo, la situación brasileña ha cambiado bastante. Las organizaciones de izquierda, frágiles tras la caída de la URSS, se reorganizaron, muchas se desligaron del PT para formar sus propios partidos y otras se consolidaron como polos revolucionarios. Aún con estos cambios en la coyuntura partidaria, el PT continuó con el vicio de forzar a las organizaciones a practicar el voto útil a sus candidatos aún después de los fracasos del período del PT y su política de conciliación de clases.
En las actuales elecciones esto se ha vuelto más evidente y agresivo, pero ahora con una serie de nuevos argumentos, de acuerdo con la conveniencia. Ya no se trata de votar por la coalición del PT en la segunda vuelta: ahora la campaña es para vota por Lula en la primera vuelta. ¿Cuáles son los argumentos a favor de este nuevo tipo de voto útil? a) es imprescindible el voto útil a Lula en la primera vuelta para evitar un golpe de Estado por parte de Bolsonaro; b) Es fundamental resolver el tema electoral en la primera vuelta para que todos puedan deshacerse de Bolsonaro. Veamos la inconsistencia de ambos argumentos. El primer argumento tiene una dosis de ingenuidad y oportunismo político. Como dijo el compañero Mauro Iasi, incluso si Bolsonaro es derrotado en la primera vuelta, no entrega el gobierno el 3 de octubre. Por el contrario, él tendrá todo el tiempo del mundo entre el 3 de octubre y el 31 de diciembre para tramar un golpe. Por lo tanto, vencer en la primera vuelta no nos libra de la tentativa de un golpe de Estado, a no ser que ingenuamente los paladines del voto útil estén imaginando que la derrota de Bolsonaro en la primera vuelta tiene el poder de civilizar al presidente genocida. El segundo argumento es más inteligente: se dispara el fantasma del miedo, todos se ven obligados a renunciar a sus programas y candidaturas y una vez más involucrarse en las redes de la conciliación de clases y quedarse sin argumentos para disputar el futuro en la coyuntura que se avecina.
¿Cuál es el problema con estos argumentos? Primero: la elección se lleva a cabo en dos vueltas. El primero sirve exactamente para que los partidos se presenten de cuerpo entero con sus programas para disputar las elecciones. Por lo tanto, no tiene sentido el voto útil en la primera vuelta. El peligro de esta campaña para resolver todo en primera vuelta se resume en el hecho de que, de voto útil a voto útil, se está abriendo el espacio para la americanización de las elecciones en Brasil, donde sólo habrá dos grandes políticos partidos del orden. En el caso brasileño, uno de centro-izquierda, representado por el PT y sus satélites, y otro de derecha, tras un probable proceso de fusión entre fuerzas conservadoras. Eso es todo lo que quiere el gran capital, es decir, una disputa política con sólo dos partidos del orden, donde ninguno de los dos desafiará al sistema capitalista, como en Estados Unidos. Además, esta campaña subliminal (“Es Lula o el caos”) también es funcional para el PT, ya que automáticamente arroja a toda la izquierda a la cola, evitando la necesidad de discutir programas y rumbos de gobierno con otras organizaciones políticas.
No podemos olvidar que el proceso de construcción de federaciones de partidos, en la línea aprobada en Brasil, ya es un paso en esa dirección, ya que la tendencia en estas federaciones es que los partidos más pequeños se disuelvan o sean absorbidos por el partido hegemónico de la federación. Además, no se puede olvidar que la propia ley de cláusulas de barrera ya está allanando el camino en esa dirección, ya que los partidos revolucionarios ya han perdido su tiempo de televisión y sus fondos partidarios. Dicho sea de paso, con el acuerdo del Partido de los Trabajadores. En un momento de crisis orgánica del capitalismo brasileño como el que estamos viviendo, es bastante funcional no tener un partido revolucionario fuerte y numeroso, compitiendo por las masas en los lugares de trabajo, estudio y vivienda, así como en elecciones con recursos y tiempo de TV para divulgar su programa para los trabajadores. Sólo los partidos de orden harían esta disputa, sin ningún perjuicio para la burguesía. Afortunadamente, la coyuntura contradice esta perspectiva, ya que, desde el 29 de mayo, con el reinicio de las grandes movilizaciones en las calles, se abre una nueva coyuntura para las organizaciones políticas clasistas y el futuro apunta a una dura disputa por la hegemonía en el próximo período.
De esta manera, defender un voto útil o el retiro de las candidaturas en una elección a dos vueltas no solo es antidemocrático, sino que en la práctica se busca inviabilizar la emergencia de organizaciones revolucionarias, que es el deseo tanto de la burguesía como de los partidos de orden, incluso de aquellos que se disfrazan de izquierda para engañar a los trabajadores. Por otro lado, comprendemos la angustia de muchos compañeros que honestamente se han visto atrapados en los argumentos del voto útil, más es bueno recordarles a todos que la lucha de clases no se toma vacaciones ni en la primera, ni en la segunda vuelta, mucho menos en el periodo posterior al proceso electoral. Por el contrario, tendremos que luchar fuerte en el próximo período para derrotar al bolsonarismo no solo en las elecciones, sino en las calles, los barrios y los lugares de trabajo. Sin una organización revolucionaria que apunte la necesidad de que la izquierda clasista enfrente a estos fascistas en todas las áreas, caminaremos hacia la frustración y las derrotas, como ha ocurrido recientemente. No podemos repetir los errores del pasado reciente. Nuestra lucha será larga y muy dura y la desesperación electoral no ayuda en nada: solo siembra ilusiones entre los trabajadores como si las elecciones fuesen a resolver los problemas de la crisis orgánica brasileña. Muchos camaradas aún nos agradecerán nuestra elección política en este momento tumultuoso.
Por lo tanto, hago un llamado a nuestra militancia, tanto del Partido como de los Colectivos, a realizar una campaña con mucho entusiasmo en esta recta final, dando a conocer a nuestros candidatos, dialogando con los trabajadores, la juventud y los pobres de nuestro País. Es hora de intensificar la propaganda en las calles, hablar con amigos, vecinos, compañeros de trabajo, mostrando una vez más la determinación y la combatividad de la militancia comunista, que es el diferencial que ha marcado nuestro Partido y la campaña de Sofía Manzano y Antônio Alves para la presidencia de la República, de nuestros candidatos a gobernador, senador, diputados y diputadas federales y estatales del PCB. Aún sin recursos y sin tiempo de TV, tenemos lo que otros partidos no tienen: una militancia feroz que marca la diferencia tanto en las luchas sociales como en la campaña electoral. Saldremos fortalecidos política y orgánicamente de esta batalla. Un voto útil es Sofía Manzano, 21. ¡Una apuesta por el futuro, por el poder popular y por el socialismo!

 

Traducción: Héctor Maravillo

 

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