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Silencio Sepulcral En El Gabinete Presidencial

 

 

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

La renuncia de la señora Tatiana Clouthier en la Secretaria de Encomia se hizo en la penumbra, ya que, no se precisaron las causas y las razones que fundamentan esta dimisión. Esta funcionaria que proviene de las filas del PAN, que después se convirtió en una simpatizante de Morena y que desde luego apoyó a Andrés Manuel López Obrador en su lucha por alcanzar la Presidencia de la República, describir un juego de beis bol para explicar su salida del gabinete y solo después, cuando fue despedida airadamente en Palacio Nacional lanzó una serie de ataques contra el jefe de estado, su equipo más selecto de colaboradores, a los que llamó perros.

En este proceso de excesiva y peligrosa concentración del poder en manos del Presidente, es decir, de una persona, la gran mayoría de los miembros de gabinete, han mantenido una actitud silenciosa y pasiva desde que ocuparon sus cargos, de tal manera que para muchos ciudadanos es muy difícil recordar los nombres de estos altos funcionarios. Uno de ellos es el secretario de Comunicaciones y Transportes, que ahora se llama “de Infraestructura”, ya casi no tiene material para el desempeño de sus funciones, debido a que las más importantes ya han sido asignadas a las fuerzas armadas.

El Secretario de Hacienda solo en una breve ocasión se ha presentado ante los medios de comunicación, para dar a conocer los proyectos de ingresos y de egresos de la Federación, la titular de Educación solo apareció también unos minutos para informar del nuevo plan de estudios, que está inconcluso,el de Ecología jamás ha expresado sus opiniones con respecto a los proyectos que se llevan a cabo, la de Energía solo emite de vez en cuando escuetos boletines de prensa y chats, el de Petróleos nunca habla de sus funciones, el de Salud, deja su espacio al subsecretario López Gatell, el de Agricultura se ha hecho a un lado en la formulación de los planes contra la inflación, el de Turismo está mudo y sordo.

Solo aparece en forma excesiva y abusiva el Secretario de Relaciones Exteriores, con la finalidad de promover su candidatura a la Presidencia de la República, y el Secretario de Gobernación, que se ha encargado de doblar a los partidos de oposición en las Cámaras del Congreso de la Unión para apoyar las iniciativas favoritas del Ejecutivo y la Jefa de Gobierno de la ciudad de México, que tiene una intensa actividad propagandística, también con propósitos de abierto proselitismo electoral.

De acuerdo con el esquema constitucional que existe en nuestro país, los Secretarios de Despacho que forman parte del Gabinete solo están encargados de las dependencias que presiden, son simples empleados del Presidente de la República, pero en el pasado, no obstante estas limitaciones, estos altos funcionarios desempeñaban un papel más dinámico y activo, aparecían en los medios de comunicación con forma recurrente, realizaban muchas funciones de carácter público, que eran apoyadas por sus respectivas oficinas de prensa, pero en la actualidad, en este régimen, son sujetos opacos, silenciosos, desconocidos, pasivos, que solo hablan cuando el Presidente se lo solicita en las conferencias mañaneras de Palacio Nacional para dar a conocer algunos datos o informes sobre los temas que interesan al titular de Ejecutivo, pero nada más.

Al operar esta forma de trabajo, solo existe, políticamente, el Presidente quien de una manera regular y sistemática, afirma que todo está bien, que la economía nacional se ha recuperado, que la inflación está controlada, que ha bajado el desempleo, que han mejorado los niveles de vida de la población, que las negociaciones comerciales con el gobierno de los Estados Unidos avanzan en términos optimistas, que la criminalidad se ha reducido, que la Guardia Nacional ha laborado en forma exitosa, es decir, el panorama general es encomiable y brillante, ya que, se ha progresado en la transformación país, que ya no existe la corrupción en los altos niveles del gobierno, que los ataques y las críticas que reciben provienen de la derecha y de los conservadores, porque han sido afectados en sus intereses concretos y en su dominación política. Enseguida aparecen muchas admoniciones y reproches de carácter moralista que, desde luego, nadie con seriedad, toma en cuenta.

Esta es la visión que tiene el Presidente sobre nuestro país: se trata de una imagen fundamentalmente emotiva e irracional, concebida y formulada para fines de agitación y de propaganda políticas, es decir, es elaboración teórica subjetiva. Frente a esta actitud existe una auténtica montaña de datos, informes y documentos que confirman que se trata de un panorama idealizado, lejano y distinto a la realidad económica, social y política imperantes. Una parte fundamental de estos materiales valiosos han sido elaborados, procesados y distribuidos por el INEGI, el Coneval, el Banco de México, es decir, provienen del interior de los propios círculos del poder. No se puede concluir, por lo tanto, que surgen de las filas de la derecha, que son meras calumnias y acusaciones sin sustento, sino resultados sociológicos del trabajo de muchos funcionarios públicos, sus investigadores, que han tenido la valentía política, basada en el rigor científico, para enfrentarse y compararse a los “otros datos” que esgrimen el Presidente, pero jamás consigna las fuentes de las que emanan, ni las metodologías empleadas para obtenerlos, es decir, solo se hacen descalificaciones automáticas y apriorísticas, es decir, carentes de fundamentos sólidos.

En términos generales, el Presidente afirma que se han sentado las bases dela transformación del país y que la etapa siguiente sería la de la consolidación, pero nunca señala o precisa cuáles esa transformación, la profundidad o la transcendencia que tiene, ya que, ese vocablo significa, en sí mismo, que se han producido cambios estructurales en la vida de la nación. Pero hablando con rigor no ha habido modificaciones profundas, pero sí algunos cambios políticos y económicos secundarios, epidérmicos, como los aumentos a los salarios, pero que no han alterado, ni siquiera en forma superficial, las relaciones de dominación y explotación que sufren los trabajadores de la ciudad y del campo, no se ha mejorado la distribución de la riqueza, no se ha disminuido nuestro grado de dependencia y subordinación con respecto a los Estados Unidos, no se ha diversificado nuestro comercio exterior, ya que, seguimos siendo un país maquilador al servicio de las grandes empresas automovilísticas de la Unión Americana, los programas sociales, en el mejor de los casos, solo han permitido completar algunos consumos básicos de las familias más pobres, pero ninguna ha salido de su ancestral situación clasista para incorporarse, digamos, a la llamada clase media, ni tampoco las capas opulentas de la burguesía han disminuido los volúmenes de exacción de riqueza que roban a los obreros y a los campesinos.

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