Socialismo o barbarie, revolución o extinción
Por: Ali Tamayo
Dime, ¿no te sangran los ojos al ver la injusticia a tu alrededor? ¿No te tiemblan las manos al ver la opresión de tus semejantes? ¿No sientes tu corazón, tu alma misma, retorcerse y romperse al ver el dolor y el sufrimiento al que se nos ha sometido? Si no es así, ¿quién crees que eres, predicando sobre paz y moderación, vendiendo falsas promesas, mientras sacrificas a los que siempre han sido subyugados y torturados, todo por tu beneficio?
El sistema está roto, todos lo sabemos. Desde su instauración estaba lleno de fracturas, contradicciones, destinado a no más que traer destrucción y lágrimas en nombre de un “progreso” que siempre ha servido solo a unos pocos. La poca justicia fue desechada, la moralidad humana totalmente abandonada, todo en nombre de construir torres de humo para la honra, el beneficio y la supuesta gloria del capital.
Levantamos sus fábricas y sus mansiones. Pavimentamos las aceras y colocamos los rieles para que sus bienes fluyan, pagamos con nuestra vida y nuestro empeño para aumentar sus riquezas, y no recibimos más que migajas. Todo esto mientras los niños mueren en aceras derruidas y solitarias, por las que no pasa ni Dios ni el patrón. Todo esto mientras predican que la riqueza gotea, que con esfuerzo gozaremos de los tan alabados beneficios del supuesto libre mercado. Falsos profetas, que se burlan con su vino caro, resguardados tras murallas de oro y espinas. Hipócritas sanguinarios, parásitos insaciables todos y cada uno.
¿Cómo luchar, cómo salir de una jaula creada para encarcelar eternamente y extraer hasta la última ganancia de los pobres cuerpos que encierra? ¿Cómo pelear cuando tienen en su puño a los gobiernos, las armas, los medios y todo método de control? ¿Cómo sentir esperanza entre tanta desolación? ¿Cómo tener fe cuando el mundo está colapsando en nombre de sus riquezas?
Pero aún queda una llama en la voluntad colectiva de nuestra especie, todavía queda algún fuego que habita en el corazón de la humanidad tras siglos de represión, y es ahí donde se esconde la respuesta: revolución a toda costa, porque el futuro vale hasta la última gota de sangre. Con certeza, con seguridad en la honradez de nuestra causa. La única opción que nos queda, y más aún lo que reclama el honor, la justicia y el deber, es cerrar los puños y correr al combate, llevar la batalla hacia los enemigos de la humanidad, y demostrarles la misma piedad que nos han demostrado a nosotros, es decir, ninguna; ya nos ha quedado claro después de siglos de opresión, explotación y sufrimiento, que el futuro de nuestra especie solo tiene dos caminos por seguir: revolución y socialismo, o barbarie y extinción.
Cuando sea nuestro turno, no habrá excusas para el terror contra quienes nos aterrorizaron. Cuando sea nuestro turno, habrá cambio, igualdad y progreso tangible, progreso real y común para todos. Por eso hay que luchar, por eso hemos luchado, y por eso lucharemos hasta el último aliento.
Luchar en calles y campos, en las fábricas, en las oficinas, en las haciendas, en las escuelas, en cada lugar donde la injusticia reine. Hay que combatir orgullosos, y con nuestra bandera roja bien en alto como nuestra guía, porque al final el día de mañana llegará, y cuando eso ocurra solo hay dos posibles escenarios: o llegará como un maremoto que destruya todo lo que somos sin piedad, o traerá consigo un amanecer rojo que inicie un futuro mejor. El resultado depende de nosotros y del esfuerzo de nuestra heroica, histórica y digna lucha.
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