Buscar por

Una Gran Hazaña De La Humanidad: La Batalla De Stalingrado

 

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

La gran batalla de Stalingrado comienza en el mes de octubre de 1942 y culmina, en medio de un mar de sangre, destrucción y muerte, en el mes de febrero de 1943, cuando en forma definitiva son vencidas las tropas nazis. A partir de este momento histórico, los ejércitos soviéticos logran organizar una enorme contraofensiva, barren literalmente a las tropas hitlerianas, desde Moscú hasta Berlín y finalmente se alzan con la victoria en abril de 1945. La batalla de Stalingrado marca entonces un antes y un después, sin cuyos resultados dramáticos y enormemente destructivos, no puede concebirse el término de la guerra y los inicios de la postguerra.

El principal objetivo estratégico de la Alemania de Hitler no fueron los países capitalistas de Europa Occidental, a cuyos gobiernos sometió con una relativa facilidad la dictadura nazi, sino a la Unión Soviética, que desde que nació en 1917 se convirtió en el enemigo fundamental. La construcción de una nueva sociedad, la sociedad socialista, basada en el régimen de la propiedad social de los instrumentos de producción, no podía ser aceptada por los dirigentes del Partido Nacional Socialista, que trastocaba uno de los pilares básicos de la llamada civilización occidental capitalistas, ya que, amenazaba la existencia de todas las naciones que se edificaban en la explotación del trabajo asalariado. Los nazis estaban conscientes del gran desafío histórico que constituía el naciente régimen soviético y organizaron su capacidad industrial, económica, política y humana para destruirlo a efecto de frenar el progreso que tenían la clase trabajadora y los partidos comunistas en la mayoría de las naciones que se caracterizaban por mantener y perpetuar el régimen de opresión social en beneficio de una breve minoría de grandes industriales, comerciantes y banqueros.

Una vez que el poderoso ejército alemán conquistó a la mayoría de los países capitalistas de Europa Occidental, lanzó todos sus efectivos, la aviación, los panzer, los blindados, sus destacamentos armados contra la Unión Soviética para tratar de aplastarla e instaurar una dictadura mundial basada en la supuesta superioridad de la raza aria en donde, por ejemplo, los países de América Latina estaban destinados a ser países esclavos, ya que, no tenían la categoría racial de los europeos. En este contexto, Leningrado y Moscú eran sin duda objetivos políticos muy importantes, pero tenían un contenido más bien simbólico y, en cambio, Stalingrado sí tenían un alto valor estratégico, ya que, era la puerta de entrada de los ricos yacimientos petroleros del Cáucaso, recursos naturales que necesitan los nazis para continuar su agresiva expansión en todos los continentes. Además, la ciudad tenía el nombre del gran dirigente del proletariado, José Stalin, que se significaba como uno de los principales enemigos del régimen nazi que estaba en crecimiento y que, por lo tanto, deba ser destruido como símbolo en la conciencia del pueblo soviético.

Los historiadores refieren que la guerra en Stalingrado se desarrolló en varias etapas, que llamaron ofensivas, en las cuales el Cuartel General envió miles y miles de soldados, tanques, pertrechos, municiones, armamentos en general, por lo menos dos ejércitos completos, desde el mes de octubre de 1942, hasta concentrar más de 250 mil hombres. Uno de los principales errores del alto mando nazi consistió en que subestimó la capacidad de respuesta, el grado de organización, la firmeza y la resistencia que podían desarrollar los soviéticos, no obstante que durante las acciones bélicas habían sido arrasados cientos de pueblos y aldeas, destruidos una gran parte de sus recursos naturales y masacrados miles de hombres y mujeres.

Durante este periodo que puso a prueba la fuerza política, la capacidad organizativa, la férrea disciplina, el sacrificio masivo al que debieron someterse los trabajadores, el gobierno de la Unión Soviética también movilizó hacia Stalingrado un gran número de soldados, tropas, equipos, aviones, para repeler la ocupación alemana, expulsar a los nazis de la ciudad y defender a los pueblos de esa región. Se escenificó lucha larga, sangrienta, accidentada, en la que los alemanes y los soviéticos combatieron en cada una de las calles, edificios, casas, fábricas, e incluso en los sótanos, hombre con hombre, palmo a palmo, metro por metro, una guerra extraordinariamente encarnizada, en el que la ciudad fue destruida casi por completo, como lo muestran algunas de las películas de la época, habiendo muerto miles de hombres y mujeres no solo soldados sino también civiles, hombres y mujeres. Algunos especialistas afirman que falleció un millón de personas, en el marco de una de las batallas más sangrientas de la historia de la humanidad y no solo de la segunda guerra mundial.

En el trascurso de las crueles hostilidades, de octubre de 1942 a febrero de 1943,el rio Volga se congeló, la ciudad estuvo aislada por lo que no llegaron municiones, ni pertrechos de guerra, ni alimentos, la temperatura se elevó hasta los 40 grados, y tanto los militares como los civiles murieron de hambre, enfermedades, frio extremo , escribiendo una de las páginas más dramáticas de la historia en la que se enfrentaron en realidad, dos sistemas políticos y sociales distintos, el nazismo y el comunismo, mostrando este último su superioridad tecnológica, organizativa y política en medio de condiciones naturales totalmente adversas.

Las tropas soviéticas demostraron que eran capaces de superar circunstancias políticas y sociales contrarias a sus intereses y perspectivas, recuperarse política y orgánicamente, cambiar la correlación de fuerzas de una tendencia negativa a otra positiva para los intereses del proletariado, trasformar una derrota en un victoria siempre y cuando la dirección política de la clase obrera estuviese firmemente pertrechada por la filosofía marxista y por la aplicación de un método correcto: unir todas las fuerzas contra el enemigo común. Esto ocurre cuando existe un partido sólido, influyente entre los trabajadores, verdadera fuerza motriz de los cambios revolucionarios y una gran alianza con las fuerzas armadas que tienen una formación y orientación de clase.

Ante la gran desesperación que sufrían las tropas invasoras, que se encontraban en un callejón sin salida, en una ratonera, decían, solicitaron al alto mando alemán, dirigido por Hitler, permiso para rendirse ante los soviéticos, que estaban combatiendo en gran número, pero dicho permiso les fue negado, ofrendando sus vidas inútilmente. En síntesis, a una ofensiva alemana correspondió una contraofensiva soviética más fuerte y contundente, cambiando así la correlación de fuerzas de la guerra: la URSS vivió un largo periodo en el cual experimentó derrota tras derrota, pero ahora estaba en el lado contrario, obteniendo victoria tras victoria, hasta izar la bandera del proletariado en la parte más alta del Tercer Reich.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *