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De estudiante a ser pasante: las trabas en el proceso de titulación

 

Por: Nina Velarde

La Universidad Nacional Autónoma de México existe desde 1910, no obstante, es desde 1929 que obtiene su autonomía. Una de las máximas de aquel entonces, fue el acercar el estudio a los hijos de campesinos y obreros, hoy a incluso más de cien años de haber cimentado dichas aspiraciones, pareciera que los objetivos primordiales de la institución no contemplan el acercamiento a una educación pública, y para el caso de sus estudiantes, la posibilidad de titularse de manera gratuita, sin la necesidad de invertir altas cantidades en dicho proceso.

El encarecimiento del nivel de vida se extiende en todos los ámbitos de la vida social, para el caso de la universidad se ve reflejado en los requisitos estudiantiles como el pago de “cuotas” de inscripción, las cuales supuestamente son voluntarias, hasta la necesidad de cubrir los requisitos de titulación: acreditamiento de un idioma el cual en apariencia, es cubierto a través de clases gratuitas para el alumnado, quienes forzosamente deberán comprar los libros carísimos durante más de un semestre o en su defecto pagar un examen que acredite el conocimiento de dicha lengua, la realización del servicio social el cual consiste en trabajo no remunerado y la flexibilización de mano de obra a diversas dependencias públicas o privadas de forma anual y finalmente el optar por una determinada forma de titulación.

En la mayoría de las escuelas y facultades de la UNAM, existen diversas formas de titulación, las de carácter de investigación como serían la tesis o tesina, la presentación de algún ensayo, así como las nuevas formas de titulación como la especialización o diplomado. Es necesario señalar que ninguna de estas, son reflejo del desempeño académico del alumno en cuestión y el proceso para titularse no es para nada barato, puesto que únicamente las tres primeras son aptas para solicitar una beca y deberá concluirse en menos de un año, mientras que para las otras, el alumno debe pagar por la extensión de conocimientos durante 2 años o 6 meses, respectivamente, llegando a alcanzar la cifra de $2,000 hasta $40,000 por seleccionar alguna de estas opciones.

En suma, como si eso fuera poco, aún debe sumársele el costo de $1626, más los trámites tributarios ante el SAT para conseguir la cédula profesional y no terminar siendo un pasante más en la muy amplia estadística de jóvenes a quienes se les ha impedido el acceso no sólo a la educación, sino al empleo y subsistencia misma. Estas son sólo algunas razones por las cuales, el promedio de los universitarios demora incluso más años de los que dura su carrera en poderse titular, convirtiendo en una tarea sumamente ardua que las capas más bajas de la sociedad puedan aspirar a un título universitario. La universidad no es ninguna institución aislada del Estado, sino que por el contrario, responde a los intereses de la política, en consecuencia, no es atención primordial la creación de programas de apoyo académico-administrativas, ni el otorgamiento de becas para facilitar el proceso de estudio y conclusión del mismo, sino que prima la posibilidad de lucrar a través de un derecho universal como lo es la educación.

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