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Los ricos se hacen más ricos en el primer gobierno de izquierda.

 

 

Junio de 2018 empezó con un torbellino de emociones entre la población mexicana. Por primera vez en nuestra historia como país seríamos gobernados por un partido de izquierda. Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones después de más de una década de campaña y llegó con la promesa de poner primero a los pobres, que en México no son pocos. De hecho, cuando Andrés Manuel asumió la presidencia, en México había más de 50 millones de personas en pobreza. “Los pobres” decía él, habían sido olvidados durante todos los gobiernos neoliberales desde Salinas hasta Peña Nieto.

Sin embargo, a pesar de que los pobres existían y siguen existiendo en el imaginario de MORENA, los ricos no son una figura recurrente. Se habla mucho de los conservadores, aunque no de los liberales. Se habla de los fifis, y ellos responden hablando de los chairos y los ninis que, según ellos, se mantienen con lujos en el desempleo gracias a los escuetos apoyos del obradorismo.

Esta ausencia narrativa no podía ser solo eso, no en un movimiento político cuidadosamente curado en el que cada símbolo y cada palabra han sido escogidas de un montón de opciones para causar el mayor impacto en la población, y para dejar un laberinto lo suficientemente confuso para malabarear sus contradicciones ideológicas. Los ricos no aparecen como el enemigo de los pobres en cada discurso de Obrador ni de Sheimbaum por una simple razón: porque no se les considera tal cosa.

Los ricos, definidos como el 1% con más riqueza en este país pueden o no formar parte del enemigo, dependiendo de sus declaraciones y sus posturas públicas. Así, Salinas Pliego, un empresario libertario abiertamente opositor al gobierno de Morena es un enemigo, no por rico sino por conservador. Y Carlos Slim, el hombre más rico de México, es un aliado, el ingeniero, no por ser un entusiasta de la igualdad y la justicia social, sino por sus declaraciones en apoyo a Obrador.

Con todo esto, no debería sorprendernos que durante el primer sexenio de izquierda en México los ricos se hayan hecho más ricos. Es normal: ellos nunca fueron el objetivo, por más que los cirqueros ideólogos que todavía se sienten marxistas quieran decirnos que sí, que detrás de la evidente comodidad de Obrador y su movimiento con estas sumas obscenas de riqueza se esconde muy, muy bien, un revolucionario de verdad.

Según los cálculos de la revista Forbes, la fortuna de las 10 personas y familias más ricas en México aumentó en 45.2%. Al inicio del sexenio, estas fortunas sumaban 121.7 mil millones de dólares, y ahora suman más de 176.5 mil millones. Los más beneficiados por esto fueron Carlos Slim y su familia, Germán Larrea y su familia, y hasta el archienemigo de la 4T y conocido evasor fiscal, Ricardo Salinas Pliego y su familia.

Solo en el caso de Carlos Slim, su fortuna creció 52.2% de 2018 a 2024. Según Oxfam, una conocida agencia de investigación internacional, fue la relación de Slim con el gobierno federal lo que le permitió aumentar su riqueza de esta manera, pues se benefició de múltiples concesiones en obras y permisos especiales.

Es importante notar que este incremento en la riqueza personal no se explica en su totalidad con el incremento en el valor de las empresas que estos capitalistas dirigen, pues la riqueza de los 48 empresarios más grandes de México se incrementó en 12%, mientras que la Bolsa Mexicana de Valores sólo aumentó en 6%. Es decir, que la riqueza de estos empresarios aumentó el doble que el valor de sus negocios.

Así acaba este sexenio de la transformación a favor de los más pobres: sin reforma fiscal para cobrar más impuestos a los más ricos y con los multimillonarios mexicanos acumulando cada vez más riqueza de un país que aún mantiene a cerca de la mitad de su población por debajo de la línea de pobreza.

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