Por: Pável Blanco

Está por concluir el sexenio de Obrador, Sheinbaum es ya la Presidente electa, y MORENA cuenta nuevamente –al igual que en 2018- con una representación parlamentaria suficiente para llevar adelante las medidas legislativas y políticas que considere.

No decidieron por reformas propias de una gestión keynesiana, sino por el desarrollo intenso del capitalismo, con la relocalización y el nearshoring, el desenvolvimiento de infraestructura en comunicaciones, transporte, almacenes, logística, para convertir al país en la gran bodega de mercancías que demanda EEUU, y de manera secundaria Canadá.

El “capitalismo consciente” o Segundo piso de la 4T tiene como base pavimentada el conjunto de medidas del periodo gubernamental de Obrador: los capitales, los monopolios, los banqueros e industriales han obtenido ganancias como nunca, se ensanchó la acumulación sobre la base del control social, de la “paz social”, de la desmovilización y cooptación, haciendo que la efervescencia de luchas existentes se convirtiera temporalmente en tierra árida, o mejor dicho tierra quemada; las luchas obreras, campesinas, magisteriales, indígenas, estudiantiles, las huelgas, paros, ocupaciones, bloqueos, barricadas y combates callejeros, ocasionados por las políticas de choque, dieron paso a la confianza en que desde el Gobierno se producirían transformaciones temporales y se revertirían las medidas agresivas…pero nada de eso ocurrió: no hubo transformaciones, y las políticas de choque siguen ahí, como la reforma antilaboral del 2011, las privatizaciones, las contrarreformas, etc. Es más, se han sumado nuevas medidas antiobreras y antipopulares, como la militarización.

Pero la demagogia obradorista no puede durar por siempre, y las razones son objetivas del descontento y antagonismo socioclasista están ahí; y el último trimestre anticipa oleajes en la lucha de clases, en la que el Partido Comunista tendrá un rol dirigente, a condición de que persista como constructor de una alianza social de los trabajadores y capas populares anticapitalista y antimonopolista, con el programa prístino del derrocamiento.

La ira de los normalistas de la FECSM contra las puertas del vetusto Palacio Nacional contra un Gobierno que se montó en el movimiento por la presentación de los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, que se va no solo incumpliendo, sino protegiendo al Ejército criminal y secuestrador, como lo demostró el Informe del GIEI. La rebelión magisterial de la CNTE en su jornada de lucha, cuestionando el sistema político, que Obrador no destruyó y si apuntaló; las huelgas de Monte de Piedad, Arcelor Mittal, Interjet; los paros y protestas obreras en la industria automotriz en el Bajío.

La lucha de clases es indetenible pese a las ilusiones que puede despertar la gestión socialdemócrata. Ello explica el endurecimiento que anticipa Sheinbaum al nominar su Gabinete y oficializar lo que de facto impuso ilegalmente Obrador: la militarización. La presencia durante toda la campaña, y ahora confirmado como Secretario de Seguridad, de Omar Harfuch, hombre del Ejército, experimentado en operaciones represivas durante el sexenio de Peña Nieto. La designación de Mario Delgado en la SEP es además una provocación.

La ecuación es concluyente: desaceleración económica internacional, choques cada vez más agudos entre EEUU y China, países capitalistas que disputan la posición dominante en el sistema imperialista, la guerra imperialista que inicialmente se libra entre Rusia y Ucrania que avanza a generalizarse, desatando el aumento de precios a nivel internacional, la dinámica del TMEC, la decisión de convertir al país en la plataforma de la relocalización de la industria que está en China. Todo ello delinea un panorama de choque social.

Al igual que el Gobierno de Obrador, el de Sheinbaum será antiobrero y antipopular. Los comunistas no dudamos en el antagonismo clasista sin tregua.