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Sobre el Intento de Asesinato de Trump

 

 


Comité Central de la Plataforma de Trabajadores Comunistas de Estados Unidos CWPUSA
Traducción: Abdel García
El 13 de julio por la tarde, un hombre armado abrió fuego durante un mitin de Trump en Pensilvania. El pistolero le rozó la oreja a Trump, dejándolo ensangrentado, un asistente murió y otros dos resultaron heridos. Estos actos individuales de aventurerismo han demostrado a lo largo de la historia ser un callejón sin salida que sólo puede perjudicar los esfuerzos reales por reunir al movimiento para la revolución socialista. En los Estados Unidos existen muchos ejemplos de intentos de asesinato fallidos o exitosos. Por ejemplo, los atentados de 1919 por parte de los Galleanisti, el asesinato de John F. Kennedy por Lee Harvey Oswald y el tiroteo de Regan por parte de John Hickley. En cada caso, los representantes de la burguesía y su Estado se legitiman a los ojos del público, sus mecanismos represivos se fortalecen y su control sobre cualquier forma de descontento popular se endurece.
Circulan innumerables teorías que intentan dar sentido al incidente. Van desde las que afirman que el tiroteo fue una puesta en escena o un “trabajo interno”, hasta las que refuerzan el culto a la personalidad de Donald Trump, afirmando que Dios lo salvó de la muerte, elevándolo a un individuo casi divino. Las teorías circulantes sirven para empujar a los trabajadores y al pueblo al campo de una u otra de las facciones burguesas, cada una acusando a la otra de convertirse en una amenaza para la “democracia” (Demócratas) o “Estados Unidos” (MAGA). De hecho, la erosión de la sociedad, el empeoramiento de la situación económica es una consecuencia de la decadencia del capitalismo en su fase imperialista, ayudada por todas las facciones políticas de la burguesía.
Los opositores de Trump (es decir, los Ddemócratas) aprovechan la ocasión para hacer un llamamiento a rechazar la violencia política, ignorando que la clase trabajadora y el pueblo se enfrentan a diario a la violencia política en sus llamadas democracias, una realidad que los estudiantes universitarios afrontan a manos del Estado por solidarizarse valientemente con el pueblo palestino. Los políticos capitalistas guardan silencio sobre la masacre diaria que sufren los palestinos, que ellos apoyan, mientras que ahora condenan rápidamente el tiroteo del 13 de julio. Estas personas pasan por alto los numerosos asesinatos y matanzas políticas que históricamente han sido una herramienta de la política exterior estadounidense, a menudo orquestadas o apoyadas por estas mismas figuras que ahora intentan adoptar una postura moralista.
Ambos partidos movilizan constantemente a la gente bajo los exhaustivos pretextos de la “unidad nacional” y la “unión”. Las teorías y posturas que han surgido a raíz del tiroteo, adoptadas por los dos principales partidos y sus representantes, ponen de relieve otro elemento en la lucha entre las fuerzas políticas burguesas. Por lo tanto, no es sorprendente que los representantes políticos de las principales esferas de la gestión capitalista, tanto a nivel mundial como dentro de los EE. UU., hayan condenado el intento de asesinato o hayan aprovechado el momento para demostrar su pleno apoyo a otra presidencia de Trump. Además, los directores ejecutivos, los banqueros y otros representantes del capital han aprovechado este momento para respaldar a Trump.
La ilusión de la democracia y la culpabilidad de los partidos burgueses
El ascenso de las fuerzas de extrema derecha, similar a las tendencias en otros países, es retratado por partidos, medios y organizaciones como un trastorno de la “democracia”. Esta narrativa sirve para oscurecer las importantes responsabilidades de los Demócratas y otros partidos y fuerzas burgueses que están fundamentalmente vinculados a la continuidad del régimen capitalista que da origen a estas fuerzas reaccionarias y dependen de él. Con el pretexto de abordar la protesta popular y la indignación contra estas políticas, que a menudo se etiquetan como “progresistas”, se crean las condiciones para que las fuerzas de extrema derecha ganen fuerza. Esto se refleja en las campañas anticomunistas generalizadas y ahistóricas promovidas por el capital en todo el país, que llegan incluso a incluir cursos obligatorios en las escuelas públicas, lo que en última instancia recompensa a la extrema derecha y al fascismo.
Ante todo, intentan ocultar el hecho de que todos los partidos burgueses, en medio del imperialismo y de la intensificación de las rivalidades entre las clases burguesas que conducen a guerras imperialistas, se están volviendo cada vez más reaccionarios y agresivos hacia el pueblo. Los partidos llamados “progresistas”, en este caso los Demócratas y las organizaciones socialdemócratas, no están exentos de este fenómeno. Esta tendencia es perjudicial para la población en todos los niveles: ideológico, político y organizativo.
Make America Great Again [Hacer Estados Unidos Grande de Nuevo] (MAGA), en el que nadan fuerzas de extrema derecha y gérmenes del fascismo, surgió en el contexto de una reestructuración de las alianzas imperialistas, medidas para extraer beneficios adicionales para la burguesía. Su verdadera naturaleza, lejos de intentar mejorar las condiciones de la gran mayoría del pueblo estadounidense, consiste en un esquema político que refleja la intensificación de la competencia entre diferentes alas de la burguesía. MAGA señala el intento del capital de poner a la clase trabajadora más activamente en línea detrás de los intereses de la burguesía, lo que, a pesar de las contradicciones, le demuestra directamente al pueblo que los mercados, los negocios, los campos de batalla y la guerra imperialista son las únicas formas de ajustar cuentas con sus competidores. Es un mito que Trump traerá la paz y pondrá fin a las guerras de los EE. UU. Durante su primer mandato, la administración Trump dirigió las operaciones en Yemen, Siria y Somalia mientras avivaba las llamas contra Pyongyang y del conflicto entre Israel y Palestina. Trump incluso expresó su disposición a utilizar fuerzas militares contra los levantamientos que tuvieron lugar tras el asesinato de George Floyd.
Las fuerzas emergentes de extrema derecha y fascistas defienden a viva voz los llamados “intereses nacionales”, uniendo a explotadores y explotados bajo una misma bandera mientras convierten en chivos expiatorios a los inmigrantes y otras minorías en lugar del propio sistema explotador. Esta agenda no surgió de la nada. Actualmente, se está desarrollando un debate familiar, repetitivo y desorientador sobre el ascenso de la extrema derecha. En respuesta, oportunistas, socialdemócratas y liberales por igual están reciclando las medidas fallidas del pasado, pasando por alto el hecho de que la dominación burguesa también puede ser “democrática”. Pasan por alto la responsabilidad del Partido Demócrata en el fomento de estas fuerzas mediante la opresión y represión de los movimientos populares y obreros durante las administraciones de Biden y Obama. Sus tácticas de ceder ante la burguesía solo conducen al fortalecimiento de las fuerzas reaccionarias.
Nos enfrentamos una vez más a la lógica errónea del “mal menor”, ​​que perjudica al pueblo al presentar una falsa elección entre la abominable extrema derecha y el llamado “mantenimiento de la democracia”. Ambas opciones, en última instancia, sirven a los intereses del capital. Esta situación subraya una cuestión crítica: la clase obrera y la población en general en los Estados Unidos carecen hoy de una opción política que luche verdaderamente por sus intereses, honre sus luchas y garantice la continuidad y la radicalización de su movimiento. Independientemente de lo masivas y militantes que puedan ser las luchas de los trabajadores y los pueblos, siempre se encontrarán con un callejón sin salida político porque no existe hoy en los Estados Unidos un partido comunista revolucionario y poderoso que lidere el derrocamiento de este sistema corrupto y ponga fin a su circo político. Como resultado, el pueblo sigue siendo fácilmente atrapado por los dilemas extorsivos de la burguesía, que perpetúa políticas anti laborales mientras elabora nuevos mecanismos antipopulares de manipulación y confinamiento.
Para los comunistas es fundamental evitar caer en la trampa de la lucha entre los intereses de los monopolios. En lugar de ello, debemos emprender una lucha intensa en la que nuestra tarea inmediata no sea sólo la de desenmascarar el engaño de los dos partidos principales, sino también fortalecer nuestras demandas de reagrupamiento del movimiento y de reconstitución del Partido Comunista. Esto es necesario para afrontar seriamente la situación política actual y presentar a los trabajadores y al pueblo una verdadera oposición. Debemos preparar a la clase obrera para la insurrección, la toma del poder y el ejercicio del verdadero poder obrero. Esta labor sólo puede realizarse con el partido comunista revolucionario mediante su práctica diaria, la agitación constante, el trabajo político estrechamente vinculado con las masas y la elaboración de análisis y consignas correctas.
Si no lo hacemos, el movimiento obrero seguirá sufriendo, celebrando las victorias de los demás y dejándose adormecer por promesas vacías y falsos héroes. La lucha de los trabajadores y del pueblo, junto con la utilización de su valiosa experiencia acumulada, allana el camino hacia el derrocamiento de la barbarie capitalista actual, que da origen al fascismo y a la extrema derecha. Este camino seguramente llevará a la clase obrera, especialmente a los comunistas, a la vanguardia en los EE. UU. y en todo el mundo como protagonistas de la lucha de clases, asegurando que su destino no sea otra versión de la barbarie capitalista, sino el poder obrero y un nuevo mundo: el socialismo-comunismo.

Publicación original en: Https://newworker.us/editorial/on-the-attempted-assassination-of-trump/

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