Elecciones en Alemania
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Por Sabine Santana
Bonn, Alemania.
Las noticias políticas de las últimas semanas han estado dominadas por la preocupación de una creciente derecha que sigue ganando puestos de poder en varias partes del mundo. Desde la llegada de algunos partidos de extrema derecha en Europa, hasta la reciente segunda elección de Donald Trump en Estados Unidos. En este contexto, Alemania no ha sido la excepción.
Marcada por los crimenes genocidas que el partido Nazi cometió durante la segunda guerra mundial contra la comunidad judia, los comunistas, la comunidad romani y la diversidad sexual, la Alemania contemporanea habia vivido, hasta ahora, bajo un cerco de seguridad politico que prometía prevenir que una fuerza de extrema derecha, con discursos xenófobos y racistas, volviera a asumir el poder. Este cerco de seguridad, sin embargo, nunca tuvo la intención de acercarse a la izquierda socialista, sino todo lo contrario.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas dividieron el territorio creando una Alemania socialista, dirigida por la Unión Soviética, y una Alemania capitalista, dirigida principalmente por Estados Unidos. Una vez que el proyecto socialista terminó con la caída del muro de Berlín, Alemania ha estado dirigida por fuerzas políticas que podemos identificar como de centro-derecha. Desde el primer ministro Konrad Adeneur, hasta la larga administración de Angela Merkel, las políticas racistas y de explotación han sido parte del ADN de la política alemana.
Hoy, ese delicado arreglo político pareciera romperse con la aparición de Alternativa por Alemania (AfD), que ha llegado a obtener un porcentaje significativo de los votos con un discurso abiertamente racista y pro-capitalista. Este 23 de febrero, Alemania tendrá elecciones federales y esta fuerza de extrema derecha acumula 20% de preferencias electorales en las encuestas.
En este clima político de miedo, impulsado aún más por las noticias internacionales y la disrupción de personajes rocambolescos como Elon Musk, los alemanes son llamados por el régimen a “no desperdiciar su voto”, y votar por los partidos de siempre, que continúan apoyando el régimen capitalista basado en la explotación de los seres humanos para enriquecer a unos cuantos. Sin embargo, los comunistas se niegan a olvidar que han sido esos mismos partidos los que han:
1. Permitido que las condiciones económicas de los trabajadores alemanes se deterioren,
2. Tolerado y utilizado retóricas racistas y anti migración en sus propios programas para evitar culpar a los que realmente le roban a los trabajadores: las grandes empresas,
3. Financiado el genocidio contra el pueblo palestino, y
4. permitido y tolerado la creación y crecimiento de AfD, ese mismo partido que ahora denominan intolerable para ganar simpatías.
La propia alianza que gobierna Alemania, llamada “semáforo” por los colores de los partidos, ha endurecido las leyes, deportado a inmigrantes, y prohibido manifestaciones y eventos.
Ante la encrucijada que el sistema político y mediático de la burguesía le pone enfrente a los alemanes, el Partido Comunista de Alemania (Kommunistische Partei) llama a los y las trabajadoras alemanas a rechazar el discurso del “mal menor”, que ya ha demostrado su ineficacia en el pasado. Un ejemplo de esto es cuando en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, se llamó a votar por Paul von Hindenburg en 1932, para detener a Adolf Hitler, solo para que después el mismo Hindenburg nombrará a Hitler canciller del gobierno.
El estado de Alemania, que enfrenta una reducción de producción económica y la amenaza de las previsiones para 2025 que pronostican un mayor estancamiento, da razones a los y las trabajadoras para querer un cambio radical, ya que ven el agotamiento del actual sistema. Además, el contexto internacional es de creciente competencia dentro del sistema imperialista, en particular contra China y los EE.UU., generando aún más presión en la sociedad alemana. Sin embargo, la retórica del mal menor no consiguió evitar el ascenso de regímenes fascistas en el siglo XX, por lo que no existe evidencia para creer que votar por partidos que sirven a la burguesía puede, en el largo o mediano plazo, conseguirlo en la actualidad.
Desafortunadamente, los partidos comunistas en el mundo enfrentan muchos obstáculos para participar en el sistema burgués de elecciones. Por ejemplo, la razón por la que el Kommunistische Partei no puede participar en estas elecciones es porque el gobierno quiere que los partidos pequeños recopilen más de 10.000 firmas para poder registrarse, y en este momento no es logísticamente posible en tan poco tiempo.
A pesar de esto, el socialismo no se logrará mediante elecciones, sino que requiere de una ruptura revolucionaria con el capitalismo. Para prepararnos para ello, debemos construir sindicatos fuertes, formar frentes sociales para exigir mejoras reales y oponernos a la guerra y la militarización, luchando por la vida que merecemos y que nunca podremos tener bajo el capitalismo.
ANEXO. Resumen de los programas de los partidos burgueses realizado por Kommunistische Partei.
CDU/CSU: Estos partidos exigen el estricto cumplimiento del “freno de la deuda”, que en última instancia significa recortes en el gasto social, la educación, la sanidad, el transporte público, etc., al tiempo que se ofrecen desgravaciones fiscales para el capital. Al mismo tiempo, promueven la militarización, los preparativos de guerra y la expansión del estado policial. La CDU/CSU representan un ataque a gran escala a los intereses de la clase obrera y las masas.
SPD: El SPD se presenta como un “partido obrero”, afirmando que se centrará de nuevo en las cuestiones sociales. Sin embargo, también defiende el “freno de la deuda”, apoya la militarización y los preparativos de guerra e intensifica la represión contra los inmigrantes pidiendo “deportaciones estrictas” y una mayor vigilancia.
Los Verdes: Tal vez los defensores más acérrimos del rearme y la guerra. El ministro de Economía Habeck exige un aumento del gasto militar al 3,5% del PIB, ¡casi el 30% del presupuesto federal de 2024! Sus políticas fiscales y climáticas sirven principalmente a los intereses capitalistas. Los Verdes llevarán a cabo más ataques contra los salarios, las pensiones, los beneficios sociales, la infraestructura pública, la educación y la atención médica.
AfD: Las políticas económicas y financieras de AfD equivalen a un saqueo masivo de los trabajadores en favor del capital. Aboga por recortes fiscales extremos para los ricos mientras recorta drásticamente los beneficios para los más pobres, incluidos los subsidios de desempleo y las pensiones. El partido glorifica el fascismo histórico, proporciona una plataforma para los fascistas de hoy y promueve el terror masivo y las deportaciones contra los inmigrantes. Su postura contra los envíos de armas a Ucrania no debe confundirse con una posición contra la guerra: refleja una visión de un imperialismo alemán más independiente de la OTAN y la UE.
El Partido de Izquierda (Die Linke): Si bien reclama un sistema de atención médica unificado, pensiones más altas y topes de alquileres, no cuestiona el sistema capitalista, que se define por la barbarie, la explotación y la guerra. Dondequiera que ha gobernado a nivel estatal, ha implementado políticas antipopulares junto con partidos capitalistas. A pesar de su retórica pacifista, forma parte de la política de guerra imperialista: guardó silencio sobre el genocidio en Gaza y su eurodiputada Carola Rackete votó en el Parlamento Europeo a favor de intensificar la guerra contra Rusia. El Partido de la Izquierda no se opone al giro a la derecha; es simplemente el ala moderada de ese giro.
BSW (el partido de Sahra Wagenknecht): Este partido promete mejoras sociales, pero en última instancia pretende estabilizar el capitalismo. BSW apoya las sanciones contra los desempleados y está a favor de un impuesto a las herencias lineal que beneficie a los herederos ricos. Si bien se opone a las entregas de armas, aboga por la expansión de la policía y alimenta los prejuicios racistas contra los inmigrantes. Su posición no es la de la clase trabajadora, sino la del capital de tamaño medio, que busca una mejor posición de negociación dentro del capitalismo monopolista.