Viaje al nido de la tortuga. Reportaje de la vida en la normal de Ayotzinapa
Ángel Chávez Mancilla
A 11 años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el Estado sigue sin dar justicia a las víctimas y sus familiares, y extiende el pesar de las madres y padres de familia. El Estado que hace 11 años develó su esencia represiva no ha cambiado con el cambio de gobierno, pero lo que sí modificó es que recompuso la dominación de los monopolios sobre los trabajadores.
El gobierno de Morena se ha disfrazado de una alternativa, pero es la otra cara de la misma moneda que fueron los gobiernos del PRI y del PAN. La verdadera alternativa es la transformación radical de la sociedad, pero hoy, confrontarse con el Estado ha adquirido un mayor margen de complejidad, pues la demagogia del sexenio anterior y el presente confunde al pueblo y encamina las aspiraciones de transformación social para encausarlas en el torrente de la imposición de los intereses de los empresarios.
Este gobierno de demagogia ha generado que parte del pueblo cambie la idea que se tenía de los normalistas de la FECSM hace 11 años, cuando, encabezados por Ayotzinapa, los normalistas eran la patente crítica incisiva contra el Estado. ¿Cómo se responde a la barbarie que desaparece a 43 jóvenes? La rabia se hizo presente en las protestas hace once años, pero hoy las protestas son cuestionadas como si hubiera caducado la legitimidad de la condena al Estado por la desaparición de los 43 normalistas y los otros múltiples crímenes que ha cometido en la historia.
Al igual que el caso de los normalistas, cuya legítima lucha es cuestionada por algunos, los maestros de la CNTE, con la huelga emprendida en mayo del año pasado, que levantó la legítima bandera de la lucha por pensiones dignas, generaron un parteaguas en la conciencia de parte del pueblo trabajador, pues la idea es clara: si este gobierno dice estar con el pueblo, ¿por qué mantiene el sistema de pensiones que beneficia a los banqueros y afecta a los trabajadores? Lo mismo pasa con el caso de Ayotzinapa: si este gobierno dice estar con el pueblo, ¿por qué sigue sin llegar la verdad y la justicia? ¿Por qué ha continuado la represión contra las normales rurales?
Las acciones de protesta contra este Estado, que es culpable de la desaparición de los 43 normalistas, siguen siendo legítimas, pero la campaña de calumnias que se ha desatado contra los normalistas (como en el tiempo del PRI y el PAN) lleva a que se conciba a los normalistas como promotores de acciones violentas sin objetivos claros. Algunos esbirros del actual régimen dicen que son provocadores, y algunos hasta quieren asociarlos con sectores de derecha, cuando derecha son todos los partidos que mantienen el orden del capital (PRI, PAN, MORENA, etc.), y la izquierda son quienes proclaman la lucha por el socialismo, como hace la FECSM.
El conjunto de estampas que presento a continuación sobre la vida normal de Ayotzinapa tiene por objetivo aclarar lo que implica la vida en la normal, sus postulados, su funcionamiento, y la organización estudiantil FECSM que mantiene vivo el normalismo rural y la aspiración al socialismo. Esta mirada a Ayotzinapa, “Lugar de las tortugas”, permitirá comprender que los estudiantes que protestan ante los cuarteles militares y se atreven a cuestionar de forma práctica la autoridad del actual gobierno, son en realidad estudiantes de vida sencilla y colectiva, pero que han aprendido a confrontar al Estado para responder a los golpes que este les ha dado a ellos y al pueblo del que provienen.
- Rumbo a la normal
Rumbo a los once años de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, la protesta de los padres de los estudiantes sigue efectuándose cada día 26 de cada mes. Además de esto, los padres acuden a Palacio Nacional, Secretaría de Gobernación u otras instancias para dar seguimiento a las investigaciones que en más de una ocasión los distintos gobiernos en turno han querido extinguir. El 4 de septiembre los padres fueron citados nuevamente en Palacio Nacional para darles a conocer “nueva información” que resultó ser solo parcial y contingente para el avance de las investigaciones, pero los padres muestran su voluntad de justicia asistiendo ante el llamado del Poder Ejecutivo.
Yo me sumé a los normalistas y padres de familia en su camino rumbo a Palacio Nacional, así pude constatar que es el esfuerzo de los normalistas de Ayotzinapa el que permite que los padres de los 43 puedan viajar a Ciudad de México cada que son requeridos por el poder del Estado para que este les dé una nueva dosis de “humanismo mexicano” con supuestas nuevas verdades, siempre a medias. El amor, la dignidad y el anhelo de justicia mantienen en pie la lucha de los padres de los estudiantes desaparecidos por el Estado mexicano. Pero para sostener una lucha de largo aliento se necesita que los sostenes de la lucha se materialicen, y en este caso adquieren la figura de los normalistas de Ayotzinapa.
Los normalistas también participan de las mesas de diálogo con el Estado y son sometidos a la seducción de los buenos tratos de los funcionarios del Estado que buscan convencerlos de una gran ficción: que el cambio del partido en el gobierno ha cambiado el carácter del Estado, que las instituciones y el ejército ya están del lado del pueblo. Pero los normalistas tienen la claridad de que nada ha cambiado, y esto los coloca por sobre los politólogos que han querido ver en el gobierno de Morena un cambio sustancial para el pueblo de México.
Postrado a un costado de Palacio Nacional se encuentra el autobús que transporta a los normalistas y padres de los 43. En todo momento el autobús es resguardado por al menos cinco normalistas que se mantienen siempre alerta, pues la experiencia les ha dejado claro que la represión puede darse de un momento para otro; de hecho, apenas tres días antes, estudiantes de la Normal de Teteles habían sido agredidas en Puebla. Pero no son solo los normalistas los que esperan, también el chofer del autobús se encuentra ahí, y no es un trabajador diferente, sino que ha sido irradiado por la labor política de los normalistas, y además de enarbolar la solidaridad con los normalistas, el despertar de su conciencia le ha llevado a defender sus derechos laborales con mayor ahínco. La solidaridad del conductor no es gratuita, él sabe que los normalistas siguen la regla no escrita de que, en sus múltiples acciones, las pacíficas y las radicales, siempre se debe resguardar al conductor del autobús ante el intento de intimidación y represión que sobre él intenten ejercer la policía u otros aparatos de represión. Puede ser este el toque de Midas, que en lugar de convertir lo que se toca en oro, crea algo más valioso: hace que emerja la conciencia de la necesidad de lucha.
Al terminar la infructuosa reunión con la presidenta, los normalistas y padres de familia regresan al camión acompañados de una caterva de funcionarios que derrochan amabilidad para demostrar que tienen un legítimo interés en la justicia para los 43 normalistas desaparecidos y sus familias. Pero al ver lo exagerado de los gestos de aquellos que llevan insignias de “Gobierno de México”, no se puede evitar pensar que lo mismo pueden proceder con buenos modales que desdeñar y agredir si el poder al que sirven se los pide, aunque sin duda algunos de ellos han de pasar al campo de los oprimidos en las futuras contiendas de la lucha de clases.
Ya sin el acompañamiento de los abogados y defensores de derechos humanos, comienza la íntima reflexión de los padres y familiares. Platican brevemente, reflexionan, sopesan las palabras de la presidenta, y algunos se cuestionan la legitimidad del gobierno que ha dicho estar al servicio del pueblo. La reflexión amaina las conversaciones, y la tensión de esperar y luego estar en la reunión con la presidenta causa un cansancio al que se suma el peso del viaje del día de ayer de Guerrero a Ciudad de México. Por fin, en el viaje de regreso de la Ciudad a Guerrero, el sueño toma los cuerpos de los hombres y mujeres de avanzada edad que son los padres de los 43. El camión que nos lleva a la Normal es una muestra de lo impasible de la sociedad mexicana, pese al alarido de transformación que pregona el gobierno.
Conforme nos adentramos en Guerrero, el camión hace algunas paradas para que desciendan algunos de los padres de los 43, y entre más nos aproximamos a Tixtla, más se va vaciando el autobús. Por fin, los normalistas y yo, que les acompaño, podemos sentarnos, pues además de no haber alcanzado asientos, el deber es estar alerta y, a turnos, platicar con el chofer para que el sueño no lo consuma, pues él también ha manejado ya por varios días seguidos, ya que las actividades políticas de los normalistas le requieren conducir a veces a dos o tres estados en un mismo día. Conforme nos acercamos a la Normal, se siente que el cuerpo y los rostros de los normalistas se relajan, y los padres que han de pernoctar ahí también se sienten acogidos en casa.
2. Una mirada al normal
La entrada principal de la normal es custodiada por una comisión de estudiantes que controlan el acceso de los vehículos y peatones. Si se es visitante, se tiene que declarar el motivo de la visita y si se va de forma personal o como parte de alguna organización. En todo caso, los normalistas acogen de forma fraterna toda expresión de solidaridad que llega a la normal y a los visitantes de intenciones amistosas. Pero que no se engañe el espectador, pues estas mismas puertas son un filtro de seguridad, ya que la constante represión del Estado contra los normalistas, las acciones de provocación y los infiltrados es algo con lo que se lidia cotidianamente, y estas mismas puertas fueron en 2014 la entrada al punto de encuentro donde se aglutinó el movimiento popular que, ante la desaparición forzada de los 43 normalistas, hizo tambalear al gobierno de Peña Nieto, develando el verdadero carácter de clase del actual Estado: antipopular y pro empresarial.
Lo primero que se aprecia al ingresar a la normal es el tocón de un árbol de centenaria edad en el que se esculpió un memorial a los 43 normalistas. En este, siluetas humanas y tortugas se conjugan ante la consigna “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Esta escultura de madera está acompañada de una tortuga gigante que reitera que Ayotzinapa es “el lugar de las tortugas”. En el muro que está frente a esta escultura se puede leer la frase de Lucio Cabañas: “Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”, así como este mensaje de bienvenida: “Bienvenidos a lo que no tiene inicio, bienvenidos a lo que no tiene fin, bienvenidos a la lucha eterna por ser mejores cada día. Algunos la llaman necedad, nosotros la llamamos esperanza”.
A la derecha de la entrada hay algunos edificios que son parte del internado y talleres organizados por los propios normalistas, donde se hacen llaveros y playeras para recabar fondos. Pero también hay un acogedor jardín con tres bancas que rodean el busto de Raúl Isidro Burgos, el fundador de la normal de Ayotzinapa, que el próximo año cumplirá cien años de existencia. Desde este punto se alcanza a ver buena parte de la normal: las oficinas y la explanada frente a ellas, los dormitorios, talleres y espacios deportivos. Edificios que no abaten la naturaleza, sino que conviven con ella, y de alguna forma la naturaleza se impone, porque en varios de los murales hay presencia de flora y, sobre todo, de fauna; las tortugas están presentes por doquier.
Si se sigue derecho desde la entrada central, se llega a las oficinas de la administración de la escuela: la dirección, la biblioteca, control escolar, un auditorio, la sala audiovisual, y algunos salones. Este espacio está repleto de placas conmemorativas y otros recuerdos que estudiantes de pasadas generaciones han colocado en forma de agradecimiento por la formación recibida, así como pinturas que retratan episodios de represión y la trayectoria de los normalistas, que implica dejar su hogar para estudiar y posteriormente regresar a sus comunidades a educar y organizar al pueblo.
Desde este punto ya es visible con claridad la vida comunitaria de los normalistas, pues se ven los edificios del internado y los espacios recreativos. Un elemento esencial del proyecto de las normales rurales es la existencia del internado para brindar a los alumnos las condiciones necesarias para estudiar. El internado es la garantía de que los hijos de campesinos y trabajadores pobres puedan estudiar, con la aspiración de posteriormente retribuir a sus comunidades como docentes y organizadores sociales. La vida colectiva del internado permite una unión entre los estudiantes, les da el espacio para intercambiar ideas y perspectivas de acción. Es el lugar donde se gestan las actividades políticas que se hacen en las calles y las protestas frente a las oficinas del gobierno y cuarteles militares.
El pasillo de las escaleras rumbo a los edificios del internado también está repleto de murales, y al llegar a la parte de abajo se encuentra un mural con la consigna “Por la revolución socialista”, “Viva la unidad obrera campesina estudiantil”. Este mural, en un edificio de dos plantas, da la bienvenida a los visitantes y es parte del panorama que ven a diario los normalistas de Ayotzinapa.
A la derecha de este mural se encuentra el pasillo que dirige al comedor de la normal, lugar donde la vida comunitaria lleva a los estudiantes a reunirse tres veces al día. En el muro de la entrada está pintado el “Código disciplinario” que regula el comportamiento en el comedor. Esto no es una cuestión formal, sino que se corresponde con la disciplina autoimpuesta por los estudiantes que, en el campo de su acción política, permite que siga existiendo el internado de la normal y el subsidio de los alimentos. Cuando hay recortes en el presupuesto, la ración suele ser afectada; cuando la ración mejora, es producto de una álgida movilización de los normalistas.
Sentarse en el comedor permite apreciar la satisfacción de los estudiantes que tienen asegurados sus alimentos como producto de su lucha. Las risas se escuchan por doquier, igual que la diversidad de lenguas, pues se escuchan conversaciones en español, pero también en náhuatl, mixteco y tlapaneco. Los estudiantes que hablan lenguas indígenas participan de un sistema bilingüe y desempeñan sus prácticas como docentes en regiones indígenas donde su lengua es hablada. No obstante, este proyecto educativo que recoge la lengua y saberes de las comunidades no es el que le interesa al Estado mexicano. Estamos lejos de los proyectos de enseñanza en lenguas maternas como regla general para los pueblos de México.
El comedor de la normal a momentos se convierte en un espacio de labor política. Ahí se reúnen los estudiantes de primer ingreso para recibir los cursos de educación política, para conocer los principios del socialismo, y en 2014, cuando la normal de Ayotzinapa se convirtió en la sede organizadora de las actividades de protesta contra el Estado por la desaparición forzada de los 43 normalistas, el comedor fue el cerebro del movimiento, donde se reunía la Asamblea Nacional Popular (ANP), donde se acordaban las jornadas de lucha. En el momento más álgido de la lucha, la ANP se reunió cada semana, y ahí nos encontramos los militantes de organizaciones que impulsábamos una ofensiva revolucionaria contra el gobierno, que logró hacer tambalear la presidencia de Peña Nieto.
La estancia en el comedor durante las actividades políticas adquiere un matiz de misticismo revolucionario al ver los rostros de Marx, Engels y Lenin que están plasmados en uno de los muros como prueba de la pervivencia de la ideología marxista-leninista, que es tan odiada por los revisionistas, pero que es el sostén de la organización de la FECSM. A los rostros de los autores clásicos del marxismo se suman los rostros de los 43 normalistas, como una muestra de la compenetración entre la teoría revolucionaria y las luchas concretas de la normal, como la demostración de que la lucha por el socialismo, meta declarada por la FECSM, es lo que hace que la normal perviva, pero es también el motivo que azuza la represión del Estado burgués, que en esencia es el mismo en 2014 y hoy.
La existencia de este comedor y todos los de las normales rurales debe ser ejemplo para los estudiantes de otras universidades de México. Debe reafirmar en su mente que cuando la consigna de la educación pública y gratuita se proclama, debe aspirarse a que existan en todas las escuelas comedores subsidiados, que es obligación del Estado dar a los estudiantes las condiciones necesarias para poder estudiar, y esto incluye la alimentación. La exigencia de comedores en las universidades no es una aspiración errónea ni imposible. En Ayotzinapa es palpable que la organización y lucha de los estudiantes arrancan al Estado los recursos para su alimentación. La riqueza generada por el pueblo de México es enorme, coloca a nuestro país en el lugar 12 según su Producto Interno Bruto, pero esa gran riqueza se dirige a proyectos pro empresariales como los del Plan México, a los altos salarios del ejército, a los megaproyectos que sirven a los monopolios. Hay dinero para que en México todos los estudiantes reciban alimentación gratuita. Que esto ocurra depende del nivel de organización que se logre.
Del otro lado del pasillo que lleva al comedor se encuentran los dormitorios de los normalistas, donde la vida colectiva se desarrolla luego de la actividad académica en las aulas. La pervivencia del internado de la normal es también producto de la organización de la FECSM, que lucha para que el gobierno siga entregando recursos para mantener el internado. De hecho, los comités estudiantiles reiteran que quienes estudian en la normal deben vivir en ella, pues el proceso de selección implica que a la normal ingresan los hijos de campesinos pobres cuyas familias no pueden costear los estudios. Entonces, el servicio de internado, alimentación y estudio busca ponerse principalmente a disposición de los estudiantes que requieren de este servicio y que, de otra forma, difícilmente tendrían los medios para poder estudiar.
Esta es la lógica de los comités estudiantiles. Por esto, la normal de Mactumactzá y otras protestaron cuando se quiso imponer un examen de admisión en modalidad virtual, lo que dejaría a muchos aspirantes fuera del proceso de ingreso, pues, aunque no lo quieran creer los tecnócratas, en México hay regiones donde raramente se tiene una computadora y escasamente se accede a internet. En este mundo capitalista, los desarrollos científicos y tecnológicos no están al alcance de todos, aunque esto no lo vea ni le importe al Estado.
En los dormitorios se encuentran pequeñas bibliotecas con libros de Lenin y de Marx, algunos textos de pedagogía y objetos personales que acompañan en su estancia a los estudiantes que dejan su casa para venir a estudiar a la normal. Pero el espacio individual de cada estudiante es apenas una pequeña parte de la normal, pues los espacios colectivos para la comida, el estudio, la recreación y la formación son los que dominan en la normal. La vida en comunidad enseña que toda tarea es más efectiva si se soluciona de forma colectiva.
Las actividades y la limpieza de los espacios comunes son asumidas de forma colectiva, aunque también hay ciertas labores individuales que se han ido colectivizando. Por ejemplo, junto a los dormitorios están los lavaderos que se usan por turnos, pero en algunos casos grupos de normalistas han hecho el esfuerzo por hacerse de sencillas lavadoras que les facilitan esta labor doméstica. A momentos, la labor de la cocina es también asumida de forma colectiva, aunque en ocasiones se logran conseguir los recursos para que se tenga personal externo que atienda este labor. Sin duda, la colectivización de las actividades domésticas es la forma de hacer frente a estas, para que tengan más tiempo que dedicar al estudio, el deporte y la recreación.
Caminando entre los pasillos de la normal, entre las canchas de basquetbol y voleibol, entre las bancas y hamacas en que descansan los alumnos, entre los tendederos de ropa y los grupos de estudiantes que conviven escuchando, a veces, música de protesta que forma parte de la tradición de lucha política de México —desde Óscar Chávez, Silvio Rodríguez, José de Molina— y a veces música de banda y artistas que también escucha la juventud fuera de la normal, uno se da cuenta de que en todo joven existe la posibilidad de ser un estudiante y activo participante de la lucha social. Estos jóvenes no son distintos a los de afuera de la normal, sino porque en estos se ha sembrado la ciencia de clase.
La vida dentro de la normal permite un desarrollo integral de los estudiantes, y, a decir de los miembros del Comité Estudiantil, esto se logra por medio de la atención a cinco ejes cuya observancia es parte de la vida de la normal.
I. El académico. Este incluye el conjunto de actividades relacionadas con el estudio, la formación como docente de los normalistas, la asistencia a clases y conferencias, la lectura y escritura, la realización de planeaciones y la puesta en práctica de sus conocimientos asistiendo a impartir clases en comunidades alejadas de los centros urbanos, a las zonas de mayor marginación y donde se hablan lenguas indígenas. Para formar estas labores es que se forma a los maestros en las normales rurales, maestros que puedan vivir en las mismas condiciones que viven los pueblos que el capitalismo somete a la miseria.
II. Político. Este incluye la educación política de los estudiantes, la cual no es impartida por la institución, sino que es expresión de la comunidad de estudiantes agremiados en la FECSM. Implica un proceso de formación que, si bien se ha modificado a través de los noventa años de existencia de esta federación, mantiene al marxismo como ideología articuladora. El objetivo es formar dirigentes y luchadores sociales. El proceso de formación incluye círculos de estudio, conferencias, lecturas y la observancia de un reglamento interno que lleva a que todos los estudiantes se involucren en algún momento en las labores políticas de la FECSM. La organización y lucha de los normalistas para seguir manteniendo viva la normal y el internado es una forma de instruir a los estudiantes en la formación de nuevos dirigentes sociales preparados para organizar, dirigir y negociar con las instituciones del Estado.
III. Cultural. Este eje implica la posibilidad de que los normalistas desarrollen sus capacidades artísticas, conozcan las bases de la cultura popular de su región y tengan la capacidad de ejercer una actividad artística u oficio. Para esto existen espacios dedicados al taller de artes plásticas donde se aprende a pintar. De hecho, varios de los murales que ahora existen en la normal son hechos por los propios estudiantes de las nuevas generaciones. También pueden aprender cartonería y la talla de madera. A esto se suma la existencia de clubes de danza y música, que incluyen la rondalla, la banda de guerra y música sierreña. El sueño de Marx y Engels, de que toda la sociedad pueda dedicar parte de su tiempo a la apreciación y creación artística, encuentra condiciones en la normal de Ayotzinapa.
IV. Módulo de producción. Siendo hijos campesinos la mayoría de los normalistas, tienen un contacto estrecho con la producción agrícola. Les ha tocado desde su infancia trabajar la tierra y cuidar a los animales que crían sus familias, y en la normal se mantiene el vínculo entre los estudiantes y el trabajo en el campo, pues la normal posee tierras de cultivo que son atendidas por los mismos normalistas que, en este espacio, aprenden técnicas modernas de producción, y así el amor al trabajo se fusiona con el conocimiento, dando por resultado que los normalistas, al salir de la normal, tienen el conocimiento necesario para que, a donde lleguen a ejercer como maestros, también puedan, si la situación lo requiere, cualificar la labor del campesino mexicano que en ocasiones sigue usando métodos de producción que son más pesados y retribuyen menos producción.
Pero las manos de los normalistas no solo siguen teniendo contacto con la tierra, sino también con los animales que crían. En la normal se tienen rebaños de chivos y borregos, cabezas de ganado vacuno y porquerizas, aves de corral y algunos caballos. Estos animales no son un adorno, no son “folclor campesino”, su presencia es la consecuencia lógica de que la normal se encuentre en una zona rural. Los puercos, en especial, son apreciados por los normalistas, pues en fechas especiales, cuando así lo decidan los estudiantes, el trabajo de crianza colectiva de los cerdos se convierte en convites donde todos disfrutan lo trabajado.
Parte del proceso que deben pasar los aspirantes a ser estudiantes de la normal implica la labor en el campo, demostrar que saben o tienen disposición para desempeñar el trabajo físico que los campesinos mexicanos enfrentan a diario. Este filtro de selección no es decidido por las autoridades de la normal, ni por las autoridades de la SEP, sino por los propios normalistas, pues el Comité Estudiantil tiene peso en la decisión de quiénes ingresan. Es la autoridad de los propios estudiantes la que decide poner a prueba a los aspirantes. Este elemento me parece más que justificado, es necesario, pues ¿qué humano puede desarrollarse plenamente si no ejecuta un trabajo manual, si no transforma con sus manos la naturaleza y crea algo nuevo?
La resolución de la contradicción entre el trabajo manual e intelectual implica el no despreciar el trabajo manual, y más bien aplicar el saber en la ejecución de las labores productivas. Solo quienes no conocen la vida en el campo mexicano y quienes desprecian las labores manuales pueden oponerse a que los comités estudiantiles tengan la sagrada práctica del trabajo como un requisito para ingresar a la normal.
V. Deportivo. El deporte también forma parte de la vida cotidiana de los normalistas. Para esto cuentan con canchas de futbol, basquetbol y voleibol, y con una alberca con trampolín para practicar clavados. Para muchos estudiantes, si no hubieran ingresado a la normal de Ayotzinapa, simplemente no tendrían acceso a estos espacios para el deporte. Pero el deporte no es solo un medio de recreación en la normal, también se valora su relación con la salud y, sobre todo, considerando que muchos de los normalistas serán los únicos maestros en sus comunidades, todos los normalistas deben ser un poco todólogos, y además de atender aulas multigrado, también deben poder incentivar las actividades físicas en sus alumnos.
La existencia de estos ejes responde a los motivos históricos de la existencia de las escuelas normales rurales, pero la forma en que existen actualmente, en gran parte, se debe a que la organización estudiantil, la FECSM, ha defendido la esencia de las normales rurales.
La FECSM en Ayotzinapa
José Santos Valdés cuenta en la Breve historia de la FECSM que, en la década de 1920, “en las Escuelas Normales Rurales y de las Centrales Agrícolas no había Sociedades de Alumnos y las que existían tenían solo un carácter cultural y no de defensa de los derechos de los jóvenes”. Esto llevaba a que los estudiantes se enfrentaran con el autoritarismo de las autoridades educativas, y, dado que no participaban de la administración de los recursos para alimentación, llegaban a padecer abusos, ya que el trato a los normalistas dependía de la personalidad de las autoridades educativas.
Entre 1932 y 1935, con la difusión de las ideas socialistas en la educación por parte del gobierno —que, al mismo tiempo que se disfrazaba de pro-socialista, reprimía a los trabajadores y campesinos—, los normalistas comenzaron un periodo de movilizaciones y huelgas. Esto costó la baja de muchos alumnos de las escuelas, y en ocasiones esta era la menor forma de represión.
Cuando en Ciudad Victoria, Tamaulipas, se hizo una reunión para que estudiantes de prepas y secundarias se sumaran a la Federación de Estudiantes Tamaulipecos —que era parte de la Confederación Nacional de Estudiantes—, se segregó a los estudiantes de la Escuela Regional Campesina de Tamatán por su orientación socialista. (La Escuela Regional Campesina surgió como producto de la fusión de las Escuelas Normales y las Escuelas Centrales Agrícolas, proyecto que posteriormente revirtió la SEP). Esto llevó a que estudiantes de otras escuelas normales rurales se agruparan en la FECSM, que se constituyó el 18 de junio de 1935.
De la revisión de los documentos de la FECSM, José Santos Valdés concluye que los estudiantes campesinos querían hacer de las escuelas regionales instrumentos para alcanzar:
a). Una educación de tipo democrático.
b). Participación en los actos de la vida económica de las escuelas, principalmente en el manejo del dinero destinado a la alimentación.
c). Mejoramiento de los servicios, especialmente los relativos a la salud.
d). Respeto para sus equipos y demás bienes destinados por el Gobierno Federal para uso de los alumnos.
e). Respeto al funcionamiento de sus sociedades de alumnos.
f). Selección del personal, especialmente de los catedráticos, dada la mala enseñanza que muchos de ellos hacían.
g). Mejoramiento de los edificios, equipos de dormitorio, comedor, de trabajo tanto escolar como agrícola y de talleres, etc.
“En resumen, podemos decir que los estudiantes campesinos, desde el principio de sus luchas, ligaron de manera estrecha la lucha no sólo por su mejoramiento en cuanto a individuos sino por el mejoramiento de todas las instituciones y en particular, de la enseñanza que recibían. Dicho de otra manera, los estudiantes campesinos siempre se han distinguido porque no sólo pelean por mejorar sus condiciones de vida sino por hacer cada vez mejor la enseñanza que reciben.”
La existencia de la FECSM mejoró las condiciones de vida de los estudiantes y permitió que entre estos se mantuviera una orientación política de carácter socialista. Se dieron cambios en la disciplina, en la relación entre los estudiantes, profesores y directivos, de tal forma que la disciplina en estas tiene un carácter democrático, es decir, es producto de la aceptación consciente de los estudiantes, que para defender sus condiciones de vida dignas y mejorar su educación, requieren organizarse disciplinadamente y ser, como diría el Che al responder qué es un joven comunista:
“Los jóvenes comunistas deben ser los primeros en estar dispuestos para los sacrificios que la Revolución demande, cualquiera que sea la índole de esos sacrificios. Los primeros en el trabajo. Los primeros en el estudio. Los primeros en la defensa del país.”
La existencia del internado en las normales rurales es la condición de posibilidad para la vida comunitaria, la generación de un espíritu de trabajo colectivo y la aspiración de contribuir a transformar la sociedad. No obstante, el internado por sí mismo no da por resultado el surgimiento de aspiraciones de lucha social, pues la conciencia de clase en pleno esplendor no puede sino venir del exterior; es decir, se requieren las ideas del socialismo científico para fundamentar la transformación de la sociedad. El elemento consciente que hace de los internados de Ayotzinapa y las demás normales rurales un centro de desarrollo político y elevación de la conciencia, es la filiación marxista-leninista de los estudiantes que pertenecen a la FECSM.
Es verdad, como dice Santos Valdés, que la historia de la FECSM está estrechamente ligada a la historia de la Escuela Normal Rural en México, pero esto no implica que la institución del Estado sea hoy la que despierta la conciencia de los alumnos, pues conforme se profundizó el carácter reaccionario del Estado mexicano, las escuelas, como reproductoras de la ideología dominante (como lo hace la Nueva Escuela Mexicana hoy), dejaron de lado la difusión de ideas de orientación socialista. Es la existencia de la FECSM y la difusión que esta hace del marxismo-leninismo la que garantiza que los estudiantes que pasaran por las aulas de Ayotzinapa no sean reproductores ciegos de la ideología burguesa, sino que busquen modelos alternativos de educación, proyectos comunitarios y modelos que toman parte de la tradición pedagógica de Antón Makárenko.
El pasado 18 de junio, la FECSM cumplió 90 años de existencia. En esta fecha, delegaciones de todas las normales agremiadas en esta federación realizaron una marcha del Ángel de la Independencia a la SEP para presentar las necesidades colectivas de las normales y requerimientos particulares de algunas de estas. La FECSM celebró su aniversario arrancando al Estado el presupuesto para las raciones de comida, el mantenimiento y las múltiples actividades que se desarrollan en las normales.
Si las lecturas de Makárenko siguen circulando en algunas normales, no es por los profesores, que han sido cegados por lo que parecía tan deslumbrante de las ideas de pensadores como Paulo Freire. Y aunque un pensador como este tiene méritos y desarrolla un pensamiento crítico, no hay mejor crítica más radical que impulsar la revolución y retomar los proyectos educativos que generó la Revolución de Octubre, donde se derrocó al capitalismo: el proyecto de la colonia Máximo Gorki creada por Makárenko.
La pervivencia de la FECSM es la pervivencia de las normales rurales como espacio de cultivo de las ideas críticas y revolucionarias. La vida colectiva en los pasillos, dormitorios y en las jornadas de lucha es lo que genera una dinámica de lucha viva; se debe en buena parte a la FECSM.
En el caso de la Normal de Ayotzinapa, es el Comité Estudiantil Ricardo Flores Magón el encargado de la vida política de la normal, y al mismo tiempo el organizador de las demás actividades, pues este comité organiza a los normalistas para que participen en las actividades políticas, pero también deportivas, de producción agropecuaria y culturales. El Comité Estudiantil de la normal es la autoridad autogestora de los estudiantes, y se extiende a todos los ámbitos de la vida de los estudiantes de la normal.
El Comité Estudiantil es el encargado de organizar las brigadas de agitación, de trabajo comunitario en los alrededores de la normal, la educación política de los nuevos estudiantes, y es el responsable de atender el proceso de ingreso a la normal. El comité articula la vida cotidiana, y aunque existe una cúpula o dirección, trabaja por medio de comisiones cuyos responsables son elegidos por la base estudiantil. Existen los Comités de Orientación Político-Ideológica (COPI), que son los encargados de dar la formación a los estudiantes de nuevo ingreso, pero también los responsables de las actividades políticas; los responsables de Relaciones Exteriores; los responsables de las comisiones de higiene y seguridad, orden y disciplina; otra encargada del estudio y difusión de los derechos humanos; de transportes, asuntos jurídicos, de primeros auxilios, y por supuesto, de prensa.
Toda esta labor es desarrollada en un edificio completo que pertenece al Comité Estudiantil Ricardo Flores Magón, el dirigente del PLM y editor del periódico Regeneración, que unos bribones han tomado para órgano de un partido burgués. El edificio incluye espacios destinados a la vida política del Comité Estudiantil y sus comisiones, así como espacio para alojar a los normalistas que vienen de otras escuelas para labores propias de la FECSM, así como a otras organizaciones que están allí para ejercer la solidaridad. Frente al edificio se encuentra un busto de bronce de Flores Magón.
Si a once años de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa el caso sigue presente en el pueblo de México, es gracias a la determinación y compromiso político de las nuevas generaciones de normalistas de Ayotzinapa, que comprenden la dimensión humanitaria de la lucha por justicia, pero también la importancia de seguir señalando y acusando el carácter represor del actual Estado burgués.
La ausencia de los 43 compañeros estudiantes es el recordatorio de que el Estado es capaz de reprimir, y para no olvidar a los compañeros ni al culpable de su desaparición, en la cancha de basquetbol que está techada se alojan de forma permanente 43 sillas donde yacen fotografías de los rostros de los 43 normalistas desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Este espacio es propicio para eventos donde asisten todos los estudiantes de la normal, y posee un podio de concreto con un mural con los rostros de seis revolucionarios. Del lado izquierdo: Marx, Engels y Lenin; del lado derecho: Lucio Cabañas, Genaro Vázquez Rojas y el Che Guevara. Sobre ese mural se erigen banderas rojas de la FECSM.
Este espacio conecta los fundamentos teóricos del marxismo con la historia de lucha política de Guerrero, y al mismo tiempo tiende un puente entre la historia de los años sesenta con la historia reciente, que tiene por sello la desaparición de los 43 normalistas. En este espacio, el suelo tiene pintado, con rojo y negro, un +43 que reafirma el motivo de las bancas con rostros de los desaparecidos.
Cada protesta de los normalistas de Ayotzinapa es una declaración de claridad sobre que el Estado es un aparato de represión de una clase contra otra. Hoy el Estado sirve a los monopolios y sojuzga a los trabajadores. Esto ocurre independientemente del partido que gobierne. ¿Qué otro motivo se requiere para ponerse del lado de quienes se enfrentan a los represores? Los normalistas de Ayotzinapa tienen, además, otro motivo: la desaparición forzada de sus 43 compañeros.