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La 4T ¿gobierno popular, obrero y antiimperialista?

Imagen. Vicente Lombardo Toledano y
correligionarios en acto político. Circa
1950.

 

Por Federico Piña Arce

 

Recientemente, a través de las redes sociales circuló una información que indicaba que la aún llamada “izquierda” mexicana está intentando reconstruirse, buscando caminos para hacerlo.

En este nuevo esfuerzo, ha encontrado dos rutas para transformarse. Por un lado, llamando a luchar por la “liberación nacional y el socialismo”, calificando al gobierno actual como popular y antiimperialista, y por otro, conformando una “federación de partidos” que se llama “Unidad Comunista”.

Ambos me parece que lo único que demuestran es que ya ese espectro ideológico está derrotado y en franca vía de extinción sepultado bajo el peso de la llamada “Cuarta Transformación”.

Primero, bajo el viejo lema de que “si no puedes derrotar a tú enemigo, mejor únetele”, la llamada “izquierda socialista y comunista” que se agrupa en la “Unidad Comunista”, reproduce viejos, también, esquemas, teorías, ideologías, incluso “formas organizativas”, que en el pasado sólo trajeron derrotas, pérdida de independencia y al final desarticulación de procesos que sí pudieron convertirse en una opción revolucionaria verdadera.

Y segundo, al leer sus intenciones, sus declaraciones y sus convocantes no deja de sorprender que el camino escogido haya sido el de replantear y sacar del baúl de la historia dos concepciones. Una que tiene que ver con las tesis más claras del lombardismo: la definición de que en México hacía falta la “liberación nacional” del imperialismo, en tanto que éramos una simple “colonia”. Esta es una corriente claramente expresada en los documentos de fundación

Y la otra, una corriente socialdemócrata, muy cercana a las posiciones del eurocomunismo, que proponen democracia, más democracia y más democracia…, pero completamente alejadas de los movimientos y de las demandas verdaderas y más sentidas de las masas trabajadoras que sufren explotación, aumento de la pobreza y los estragos más severos de la pandemia.

A simple vista pudiera parecer extraña esta amalgama, pero en realidad no debería extrañarnos tanto. En el fondo ambas sólo manifiestan esas posiciones que, con una hueca fraseología pseudo “izquierdista”, sólo proponen administrar o gestionar “mejor” el sistema capitalista, que derrumbarlo definitivamente.

Señalan, por ejemplo, en su declaración de unidad que: “el presidente López Obrador ha insistido en el carácter antineoliberal de su gobierno, pero ello no quiere decir que sea anticapitalista; como lo ha demostrado claramente en cuanto a su política económica, más ligada e identificada con el nacionalismo para recuperar la participación del Estado, y poder avanzar en la justicia social y la soberanía nacional, así como en la observación de los principios históricos en la política exterior mexicana como son el derecho a la autodeterminación, la no intervención en los asuntos internos de las naciones y solución pacífica de los conflictos. Así como la de poner nuevamente en práctica el derecho de asilo”.

Es decir, el lombardismo llevado a su máxima expresión. No criticar al gobierno porque es nacionalista, popular, democrático, lucha contra los intereses del capital, etc. Hueca palabrería que en décadas pasadas sólo sirvió para perpetuar la explotación, la miseria, la opresión del sistema capitalista y que los comunistas combatimos porque sólo servía para engañar a las masas trabajadores, haciéndoles creer que esos gobiernos eran sus gobiernos.

Hoy, los miembros de “Unidad Comunista” juegan el mismo papel que jugó la izquierda en las décadas de los 30 y 40 del siglo pasado, papel que desarticuló al movimiento popular, quitando independencia a la clase obrera y sujetándola al carro del gobierno de la burguesía y de los monopolios, o sea, del desarrollo capitalista.

Dicen los postulantes de la llamada “Unidad Comunista” que este gobierno es antiimperialista. Sin embargo, esta afirmación carece por completo de un sustento real. Sólo es necesario recodar varios temas para demostrar que este gobierno es cualquier cosa menos antiimperialista. Por ejemplo, la ratificación del T-MEC el 1 de Julio del año pasado, en conjunto con la administración de Trump, y ratificado con el nuevo Presidente de los EE. UU., Biden.

No se tiene que decir que este nuevo tratado firmado entre AMLO y el gobierno de los EUA, contiene cláusulas más agresivas contra los trabajadores mexicanos y legitima la existencia de condiciones laborales en donde no existe seguridad social, ni ningún tipo de prestaciones para los trabajadores mexicanos.

Por otro lado, la política antiinmigrante que el Gobierno de López Obrador ha llevado a cabo, siguiendo instrucciones claras y autoritarias del gobierno de Trump. Una política que se ha significado por ser la más lesiva para los trabajadores de América Central y el Caribe que se desplazan por el territorio de México en búsqueda del llamado “sueño americano”.

El gobierno mexicano constituyó un auténtico muro fronterizo para evitar el tránsito de las y los trabajadores del centro del continente, siendo felicitado por el imperio. AMLO realizó esta tarea en clara coordinación con el centro imperial, sin ningún rubor, aduciendo cooperación y amistad con el presidente norteamericano.

Dicen los convocantes a la “Unidad Comunista” que la 4T es un gobierno popular. ¿Cómo demuestran esta afirmación? ¿Será acaso apoyando las acciones que el gobierno de la 4T ha emprendido para mantener los privilegios y las prebendas a los monopolios y protegiendo sus ganancias?

¿O será apoyando la llamada política de austeridad, que es en realidad una estrategia de ajuste que ha significado el despido de miles de trabajadores del sector público? ¿Será que los convocantes a la “Unidad Comunista” comparten y apoyan las políticas de recortes a los derechos laborales de los trabajadores, que los ha llevado a su precarización exacerbada?

Y seguramente estarán luchando codo a codo con la 4T para lograr la total militarización del país, con un abierto protagonismo del Ejército mexicano en la vida pública y económica, al que se ha entregado el control de un sinnúmero de actividades civiles y también el control de puertos y aeropuertos, y ahora hasta de la vacunación.

Entregarle una parte del poder a los militares ha traído enormes beneficios a las élites en el poder. A López Obrador le ha permitido concentrar en las Fuerzas Armadas las responsabilidades primarias de las secretarías de Seguridad y de Comunicaciones y Transportes, y cooptar a los jefes militares con dinero –contratos, negocios y privilegios– a cambio de incondicionalidad para la regresión democrática.

Los miembros de “Unidad Comunista” seguramente comparten también las políticas que han llevado a la casi extinción de las organizaciones sindicales y campesinas, al desconocer su representatividad y espacios, rechazando cualquier forma de expresión social independiente.

“Esta unidad tiene el objetivo de hacer de nuestro país una nación plenamente independiente, capaz de lograr un régimen de desarrollo y de atender las necesidades de la clase trabajadora”, dicen triunfantes y ufanos los convocantes a la “Unidad Comunista”.

Sin embargo, reconocen que la “atención a las necesidades de la clase trabajadora” tendrá que esperar, porque la “Cuarta Transformación” tiene “como objetivos fundamentales, el rescate de las principales ramas de la economía, para ponerlas al servicio de la nación, como son las del sector energético. Además, se ha planteado lograr la soberanía en los ramos de la salud y de los alimentos.”

Según escriben en su declaración de Unidad. Y hasta en el lenguaje tratan de parecerse al presidente cuando utilizan el eufemismo de “la Nación”, así como AMLO utiliza “El Pueblo” cuando decide imponer políticas y ocurrencias.

Las tesis del lombardismo, en su más pura expresión, cuando ponen por slogan: “Por la liberación nacional y el socialismo”. Y afirman que: “La izquierda socialista y comunista necesita hoy de un proyecto político y social capaz de abanderar las demandas más sentidas de los pueblos para abrir la posibilidad de una sociedad civilizada y anticapitalista”.

Y continúan: “En tal sentido, y más allá de los componentes parciales de la estrategia, la descolonización es una meta importante en todos los sentidos de la vida del pueblo mexicano y del desarrollo del país, impulsando medidas económicas, políticas, sociales y cultural antineoliberal, en todos los ámbitos de la sociedad.”

“En el contexto actual de México y del mundo, la vía para la liberación nacional y el socialismo se está construyendo por amplios sectores populares.”

La extinción de la izquierda mexicana entró por el tobogán de la historia, pero en lugar de ver hacía el futuro, lo ha invertido y la llamada “Unidad Comunista” se ha sumergido en lo más atrasado del tobogán de la historia de las luchas por derrumbar al capitalismo y construir una sociedad socialista-comunista. En fin, adiós “izquierda” mexicana adiós, buen viaje hacia el pasado, del que parece no regresarán.

Ahora corresponde a los revolucionarios iniciar el nuevo camino para construir una opción que, desde las fábricas, las parcelas, las aulas, las comunidades, los pueblos, trabaje por destruir este sistema de explotación y arrojar al basurero de la historia a los monopolios y a sus aliados. ¡A construir el Partido Comunista!

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