Sobre la cuestión de la mujer (fragmento)

Buscar por

Obra del maestro David Eusebio

Obra del maestro David Eusebio

Aleka Papariga

Miembro de la dirección del KKE

(El texto completo se incluye en El machete no.7 )

[…] LA CUESTIÓN DE LA MUJER, ESLABÓN DE UNIÓN DE CLASE Y DE GÉNERO

La concientización del nexo de unión de la clase y del género influye positivamente en todas las formas de lucha en las condiciones del capitalismo, así como en la toma de conciencia de la superioridad del socialismo-comunismo.

La comprensión y la concientización respecto a este eslabón de unión conduce directamente a la confirmación práctica de nuestra posición. No puede realizarse una separación en base al sexo femenino o al masculino, ni mucho menos considerar al sexo femenino exento de carácter de clase. El Partido Comunista actúa sobre esta cuestión en el seno de la clase obrera y sus aliados, viendo como adversarios suyos a la clase burguesa y a sus aliados, con los dos sexos, mujeres y hombre, juntos en esta cuestión.

Así puede entenderse por qué el movimiento y la lucha por los problemas de la mujer trabajadora son principalmente asuntos de la clase obrera. La alianza social que se basa en las fuerzas sociales anticapitalistas y antimonopolistas se extiende en el movimiento radical organizado de la mujer trabajadora, mientras tanto no constituye una clase o estrato por sí solas. No lo vemos solamente desde el punto de vista de género, si bien es cierto que las condiciones del capitalismo, y en las filas de la clase burguesa y de sus aliados (principalmente por razones ideológicas, dado que sobreviven en ellos ideas anacrónicas,) existe la cuestión de la distinción por razón de sexo.

Marx, Engels y Lenin dijeron algunas cosas adelantándose así a su tiempo. En los primeros años, cuando se fundó el Partido hablábamos ante una audiencia muy pequeña, pero luego, bajo el peso de los acontecimientos, de las particulares dificultades de la ilegalidad y semi-ilegalidad del partido, dejamos de resaltar por completo como problema obrero la cuestión de la mujer. La enseñanza marxista-leninista sobre la cuestión de las mujeres no se consolida en el Partido como forma de pensar y de actuar, como una actitud.

Una cuestión que planteó Marx y que nos compete a todos, pero es especialmente valiosa para las mujeres, es que la verdadera libertad del hombre empieza después de finalizar su trabajo, teniendo en cuenta las condiciones de trabajo en el socialismo-comunismo, que no son comparables del capitalismo.

Lenin hizo hincapié en que la mujer se libera cuando se desarrollen las fuerzas productivas, cuando se socialice la mayor parte posible de las tareas domésticas para que la mujer escape de la tonta esclavitud de la casa. Por supuesto, el capitalismo y los medios modernos ofrecen la posibilidad de reducir el trabajo manual pesado en el hogar, pero en las condiciones actuales el capitalismo el tiempo libre es para la pareja. Sobre todo para la mujer de la clase obrera es muy poco, e incluso inexistente. Imagínese lo revolucionaria que resultaba la postura sobre la esclavitud tonta de las tareas domésticas en la época en que lo dijo Lenin. Cualquier reducción del trabajo manual doméstico parecía impensable en la sociedad capitalista. Por superpuesto que actualmente esta postura sería aplaudida por muchas mujeres, pero desde una percepción burguesa limitada y no como elemento de participación de la obrera y la trabajadora en la acción revolucionaria en los órganos de poder y control: no como una cuestión de clase, sino como derecho de género.

Lenin, incluso planteó estas cuestiones en un periodo en que todavía no se podía estimar si el poder socialista vencería a la contrarrevolución y al cerco imperialista. Expuso con valentía que las primeras obligaciones de la construcción del socialismo eran afrontar la creación de restaurantes públicos, guarderías, lavanderías y en general, que una parte importante del trabajo individual del hogar pasara al trabajo social para que la mujer, que entonces estaba sujeta a las tareas del hogar se liberase de ellas.

Hoy día existe una base para entender estas posturas adoptadas. Pero la diferencia que existe con la percepción burguesa y oportunista, cuyos defensores no ven o no quieren ver la comercialización de estas funciones es que el verdadero propósito, principalmente, es la ganancia capitalista, el aumento relativo o absoluto de la productividad y la competitividad para la ganancia o para remontar las ganancias en tiempo de crisis y para la integración de la mujer en todo ello.

La concientización de la necesidad de la reducción de cantidad de tiempo de algunas tareas domésticas, a pesar de que pueda resultar muy atractiva para la familia, no conduce en sí a la radicalización, la organización y la acción. Hoy, mientras tanto, el terreno es más fértil para introducir estas cuestiones y profundizar en ellas, contraponiendo capitalismo al socialismo-comunismo, pero también las causas reales por las que hay un retroceso en las cuestiones actuales.

Cuando los comunistas se manifestaron contra la opinión dominante de que era legal e institucionalmente legítima la propiedad de la mujer por hombre  empezó una guerra insidiosa contra los comunistas en la que se argüía que estos querían abolir la institución de la familia e imponer la propiedad conjunta de las mujeres. Y solo esta ridícula y vulgar guerra es una prueba de nuestra primacía, que hoy tenemos que recuperar literalmente, provocando la reacción y abriendo el contraataque también en la cuestión de la mujer.

Además, existe la necesidad adicional de revelar la hipocresía burguesa y oportunista sobre la igualdad ante la ley entre los dos sexos. Hay que luchar contra las nuevas distorsiones que añaden y que son muy peligrosas sobre todo para los más jóvenes, que se encuentran a una distancia relativamente grande de la experiencia de la lucha de clases y la aportación del Socialismo. Ésta, por ejemplo, se ha convertido en una importante modernización legislativa en Grecia, aunque con retraso.  Ha efectuado y mitigado las opiniones extremas de que la mujer es propiedad del hombre, pero al mismo tiempo se conserva en su esencia, un núcleo básico anacrónico. En la modernización burguesa se incluyen cuestiones como el que la mujer mantenga su apellido o los datos de la mujer, que actualmente se refiere al padre y no al cónyuge. La “independencia” económica de la mujer tuvo como resultado el aumento de los divorcios (y en muchos casos más de uno por persona). En realidad, la identidad de la mujer tendría que contar con datos más estables, como el apellido del padre y no el del marido. El sistema institucional burgués tendría que quedar exento de estas dificultades burocráticas.

Engels expuso la idea de que en las condiciones futuras del comunismo se producirían cambios en la forma de la convivencia en la pareja, por supuesto sin poderlas describir y determinar, ya que eso sería una arbitrariedad.

El marco institucional burgués no dudó en continuar con las reformas en las cuales el elemento necesario de modernización convive con el reaccionario con respecto a la institución del matrimonio. Tal es el caso de la institucionalización de la familia homoparental, la legalización del matrimonio entre dos hombres y dos mujeres que son considerados padres. El proceso reproductivo entra así en un túnel peligroso, mientras tanto se plantea la legitimidad de la intervención en el ADN para la procreación no por razones médicas. Estos puntos de vista y prácticas no son tratados como un simple “no” o con un “sí”, sino con la aparición de nuestras propias posiciones sobre el origen y la evolución de la familia, de sus derechos, la relación de los dos sexos, los derechos de los niños etc.; no sólo el nivel de nuestras exigencias sino también de nuestras opiniones y de nuestras ideas propias. Es necesario conocer uniformemente, proclamar y luchar por las peticiones exigencias que faciliten la protección de la mujer y el niño, como la seguridad social para todos sin condiciones, las prestaciones sin condiciones, las medidas de protección social del niño, etc.

La conclusión es que sin la especialización de nuestras estrategias en las mujeres –sin incluir la cuestión de la mujer en la lucha ideológica, en la política, en la lucha obrera y de masas— no habremos satisfecho nuestras exigencias, cuyo resultado se da conforme a la correlación de fuerzas existente en la lucha contra el capitalismo. Cuando dejamos lagunas en cuestiones como las de la mujer, y otras que no están presentes, son ocupadas por el enemigo de clase. El modo capitalista de producción no se revela sólo con la correcta posición de la antítesis capital-trabajo: para que esto sea comprendido es necesario que se iluminen desde esta perspectiva todos los aspectos del trabajo y vida. No es suficiente con que aparezca nuestro papel de vanguardia en peticiones y demandas concretas –que por supuesto debemos elaborar continuamente— sino que deben incorporarse en la lucha de las ideas, en la lucha de nuestra ideología. Además, en las condiciones del capitalismo los partidos burgueses y el sistema político burgués ha demostrado la capacidad de adoptar ciertas consignas y darles su contenido de clase. Así adoptó el lema de la igualdad ante la ley entre los dos sexos, en el nombre del cual niveló ajustes favorables para las mujeres. La producción de diversas herramientas y productos de consumo, como los ya mencionados con la electrificación y la mecanización del hogar o la comida preparada y precocinada,  funcionan todos como mercancías que atrapan a los trabajadores con nuevas formas de succión del salario a través de créditos y préstamos bancarios.

Se ha demostrado a lo largo del siglo XX que el capitalismo, el sistema político burgués y los patrones capitalistas dieron muchos pasos para “revolucionar” los medios de producción, la automatización, la informática, etc. Adoptando muchas ideas radicales de tipo tecnocrático, hicieron gran cantidad de pruebas en la organización y dirección del proceso de producción, pero al mismo tiempo se mantienen las ideas anacrónicas de los sistemas sociales anteriores con respecto a la cuestión de la familia, las relaciones de género, el tema de la relación, etc. Esta tendencia se aplica en todas partes en diferentes grados: más obtusa en los países capitalistas desarrollados, más intenso en los países menos desarrollados. El capitalismo ha dado a la mujer la prerrogativa de usar su propio apellido y reconoció la igualdad ante la ley de los niños dentro y fuera del matrimonio, mientras que en otras regiones se mantienen situaciones brutales, que vemos en países asiáticos y africanos.

Conservando los anacronismos, marginando y modernizando, mantiene una posición firme en el objetivo de oscurecer la naturaleza de clase de la cuestión de la mujer. En las condiciones de la crisis económica capitalista[1], hubo un retroceso muy grande en la situación de la mujer, con el objetivo de que esta conciliase el trabajo parcial y ocasional con las tareas de la casa, o a casa o de la casa, etc.

Es éste un fenómeno de contraposición obvio en todo el siglo XX: por una parte la modernización tecnológica de la industria, del comercio, de la administración  y demás servicios sociales de la mujer; por otra, la conservación de las percepciones anacrónicas. Incluso puede verse en el tema del voto para el parlamento burgués. Mientras que el capitalismo tuvo un gran desarrollo en el Norte y en el Oeste de Europa, el derecho al voto de la mujer fue introducido con bastante retraso.

Marx demostró que el capitalismo, cuando se refería a la explotación masiva de la mujer y del niño, dividía el valor de la fuerza de trabajo en la mujer y los hijos. ¿Qué indica esto? Que no debemos ver a la clase obrera como un movimiento de personas que actúan en un movimiento sindical, que pertenecen a una u otra rama. Ante nosotros se levanta la cuestión obrera, las familias de los estratos populares, que incluyen dentro a trabajadores y trabajadoras que normalmente pertenecen a sectores diferentes. Uno pude estar en el sector privado, otro en el sector de la producción estatal; uno o los dos pueden estar en paro y junto con ellos están sus hijos, que pueden estar clase, en la Universidad, en formación profesional; los hijos pueden ser trabajadores o estar en paro, o tener cierta relación con el trabajo. En la familia trabajadora hay también padres jubilados. Puede haber personas con necesidades especiales, puede ser una familia monoparental, etc. Por lo tanto la relación entre los dos sexos, la igualdad ante la ley, la ley no es un asunto de los dos representantes de los dos sexos, sino de la familia, de la política de la familia.

En los últimos años, el Partido ha hecho un avance, por ejemplo, en la percepción y en el trabajo con las parejas jóvenes. En este contexto puede ser mucho más comprensible nuestra posición sobre la igualdad ante la ley entre los dos sexos en el capitalismo y en el socialismo-comunismo. Hay una contraposición frente a las opiniones extremadamente engañosas presentadas por todos los demás partidos, que explican la cuestión de la mujer como un problema de la dominación de los hombres, como percepciones patriarcales, sin carácter de clase y como algo, en fin, antibiológico y acientífico. Ya hemos mencionado que la ideología y la estrategia burguesa son más flexibles en la adopción de nuevas formas y métodos para aumentar la explotación de clase y menos ágiles en eliminación de las ideas anacrónicas que prevalecían en el periodo premonopolista del capitalismo, el periodo en que acaba de desarrollarse la industria, el periodo de conciliación entre la burguesía y la aristocracia de los terratenientes.

En los últimos veinte años, se muestra una gran cantidad de movimientos con ideas aparentemente modernas, que en realidad son un regreso al pasado. También con ideas que expresan una irracionalidad completa sin tener en cuenta las diferencias biológicas específicas que existen entre los dos sexos, y las diferencias biológicas que existen por razones de edad, así como la naturaleza geográfica en donde vive cada uno. Recientemente se ha publicado que en el parlamento alemán aprobó una ley según la cual cuando nacen niños no aparecerá sexo escrito. Aparecerá en el transcurso del tiempo en función de cómo cada uno se sienta. Existen casos científicos que se enseñan en los departamentos de Estudio de la Mujer de las universidades que alegan que el factor determinante no es el nacimiento como niño o niña, sino lo que se convierte en el transcurso: que no es el sexo biológico lo que caracteriza a un hombre o a una mujer sino el “género social”, lo que el/ella se siente. En el municipio de Venecia no se utilizan los términos madre o padre para la inscripción en las guarderías sino progenitores. En Argentina, con una ley aprobada en el parlamento se aceptó que un niño de seis años se considerara niña porque así él lo creía. No es casualidad el hecho de que se decidiera en una serie de países que las familias homosexuales adoptaran o tuvieran hijos a través de bancos de ovarios o esperma. No pueden llamarse papá o mamá, son progenitores ya sea dos mujeres o dos hombres.

Hasta estos límites llega el capitalismo: a un irracionalismo tal que de la versión irracional y acientífica de la mujer es considerada biológicamente inferior hemos pasado a la eliminación sustancial de las particularidades biológicas que caracterizan al hombre y a la mujer, las cuales existen y que tienen que tenerse en cuenta en el trabajo, en el proceso reproductivo, en el funcionamiento de los dos sexos, como la maternidad y la paternidad. La reproducción de la familia tiene que ver con la relación hombre-mujer ya con o sin matrimonio, ya sea amor eventual o profundo.

La teoría de que el género no está determinado por las características biológicas (excepto, por supuesto, algunos casos raros de hermafrodismo) sino a partir de la superestructura social, tiene bastante similitud con el intento de abolir sobre el papel (en la práctica, en la vida no se suprime) cada separación social, de clase y política que objetivamente existe. Por ejemplo, el obrero, si no se siente o no cree que pertenezca a la clase obrera, no es obrero. Es decir, sostiene que la conciencia es la que determina la posición social y no la relación con los medios de producción y la posición en proceso productivo. Es esta visión idealista, de que no existe una sociedad de clases, sino una sociedad que por lo general da oportunidades a todos, donde la desigualdad se basa en que no se han utilizado o no ha sabido aprovecharse las oportunidades existentes. Un razonamiento similar se aplica en el punto de vista burgués en la identificación del nazismo-fascismo con el comunismo, la teoría de la condena de la violencia venga donde venga; así, comparándose el agresor con la víctima, se condena a la víctima. Todos estos son temas que no pueden pasar inadvertidos para que no alimentemos engaños de que estos puntos de vista no provocan efectos.

SOBRE EL CARÁCTER DE CLASE DE LA CUESTIÓN DE LA MUJER

En la Conferencia sobre la cuestión de la mujer, Marx demostró que el modo de producción de una sociedad (las relaciones de propiedad, los medios de producción, las relaciones de distribución de lo producido) es el elemento clave, la base que históricamente está determinada por el nivel de desarrollo de las fuerzas de producción (nivel de desarrollo del hombre y los medios que utiliza). En otras palabras,  hizo hincapié en que el trabajo y las formas de organización son el escenario real de la historia, determinan todas las relaciones del hombre. Desde este punto podemos tirar del hilo que nos lleva a entender la evolución de la posición de la mujer en el desarrollo social, el paso de la igualdad primitiva entre los dos sexos a la desigualdad entre ellos en la sociedad de clases. Marx y Engels mostraron que la desigualdad social entre el hombre y la mujer es un fenómeno social histórico que se produjo en una cierta etapa del desarrollo de la humanidad y como tal tiene su caducidad cuando desaparecen las condiciones que lo crearon.

En el sistema de la comunidad primitiva no existían clases sociales o discriminación racial. La distribución del trabajo entre los dos sexos era normal. El trabajo de la mujer en el hogar, cerca de los hijos y de los ancianos correspondía también a la comunidad, como el trabajo del hombre (caza, pesca, etc.) se hacía comunal en el hogar. Las tareas del hogar entre los dos sexos era natural, por eso la convivencia no era individual sino colectiva.

El trabajo natural entre los dos sexos como el de los mayores no podía tener un carácter explotador por la baja productividad del trabajo que no dejaba excedente. No dejaba excedente del cual pudiera apropiarse alguien para vivir sin trabajar él mismo. El parentesco era determinado por la madre debido a la poligamia. Es el periodo matriarcal, el cual no daba ventajas sociales a la mujer frente al hombre.

En el transcurso, con la creación del excedente-superproducción registrado en el área del trabajo del hombre, se formó históricamente la posibilidad de la usurpación de ese excedente, por lo tanto la propiedad individual en los medios de producción. Se formó la primera división social entre los esclavistas y los esclavos. El trabajo de la mujer perdió su carácter comunitario. Se convirtió en el hogar individual del esclavo. La familia evolucionó en monogamia para la mujer por que el hombre tenía que estar seguro de sus herederos (herederos de sus propiedades). Sobre este acontecimiento histórico, Engels dijo: “el sexo femenino ha sufrido una derrota histórica.” Entonces aparece el derecho patriarcal sobre la herencia a los hijos legítimos. La desigualdad en el derecho de la familia refleja en lo que está sucediendo en el campo de la economía. Se institucionaliza la dominación del hombre sobre la mujer, tanto a nivel individual como personal. Para el hombre, la poligamia adopta varias formas (prostitución, propiedad feudal, poligamia formal e informal, etc.). El sistema esclavista subyuga a la mujer en general, postura que continúa en el feudalismo, donde la mujer sigue siendo propiedad del hombre. Pero en los dos sistemas de explotación las mujeres que se diferencian –porque están en una mejor posición- provienen de la clase dominante, debido a los privilegios económicos que disfrutan. Especialmente es el caso de heteras de la Antigua Grecia.

[…]

[1] Que no es la primera vez que ocurre  en este siglo: no olvidemos el periodo de 1929-1930 y la contrarrevolución en la URSS en la década de 1980.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *