Arte para las masas o arte para nadie
David Eusebio
Artista plástico y militante del PCM en Guadalajara
Artículo publicado en El Machete no.7 pp. 149-153.
La voz popular es de belleza quejumbrosa y suplicante. La voz del proletariado es la voz de la clase históricamente predestinada para cambiar de sistema económico al mundo. La voz del proletariado es voz dialéctica, agresiva, conminativa y extremadamente optimista. Así debe de ser la plástica de agitación y propaganda
David Alfaro Siqueiro
I. El Artista burgués
En la actualidad, el arte mexicano en todas sus disciplinas tiene destacados exponentes que gracias a su talento y a los medios masivos de comunicación pueden llevar sus expresiones artísticas por todos los países del mundo sin importar su idioma, pero también pueden llegar por estos mismos medios al interior de México, a sus comunidades, sus barrios, y sobre todo a sus individuos, la clase proletaria. Sin embargo, la gran mayoría de estos artistas llevan en sus expresiones nada más que una interpretación personal de su realidad, y siempre apuntan a las clases dominantes, a los explotadores, y reflejan en sus obras sentimientos supra individualistas y su visión sobre la realidad social es muy ajena a su entorno real, ignoran de forma hasta inocente lo que realmente pasa en allá afuera de sus estudios o talleres, limitando su función a la de ser meros intérpretes de su propio individualismo, y no comprometiendo su obra a incidir en la realidad de la sociedad en la que forman parte. Cubren temas que no van más allá de sus necesidades individuales y sus oscuras intenciones de pertenencia a la clase dominante.
Con su arte sin fondo social sólo tienen en mente decorar las paredes de la clase que explota a su pueblo. Se van convirtiendo en parte de la opresión y lejos de adquirir conciencia de clase estos artistas se transforman ideológicamente en entes ambiguos, comienzan a creer que ellos están lejos de la problemática en la que todo trabajador está inmerso; creen que la explotación del hombre por el hombre no les afecta, se sienten ajenos a la realidad social y no creen que sea necesario que ellos se involucren, porque mientras su obra se siga vendiendo nada más les puede importar. Es así como todo artista burgués es otro enemigo de la clase proletaria, ya que con su ideología individualista solo le hace juego a la ideología hegemónica.
Independientemente de su disciplina o talento, es muy común y hasta triste ver en la mayoría de los artistas “emergentes” e independientes una desesperante aspiración a pertenecer a la pequeña burguesía. Para lograr esto no les importa comprometer su visión, empeñan su talento: esto ya con el tiempo se convierte en una práctica “normal” que un artista haga piezas acorde a la decoración de un lujoso departamento en las Lomas lo requiera.
Los artistas caminan por la vida ya no interpretando su perspectiva, sino vendiendo cuadros decorativos al mejor postor, produciendo arte de manera masiva, donde ya no importa mucho el mensaje que transmite sino el precio por metro cuadrado. El arte que producen es arte para nadie, ya que le dan prioridad al valor material sobre el valor sentimental.
II. La mediocridad ideológica del arte burgués
La cultura burguesa tiene ya varias décadas en un estancamiento propio del sistema capitalista, sin aportar nada que sea sobresaliente. El arte entonces se convierte en un mero producto, una mercancía que no influye en la evolución del hombre, no interviene en la vida cotidiana de una sociedad oprimida. Se convierte sencillamente en una pieza de decoración, un ornamento más dentro de alguna galería a donde solo entran quienes tienen suficiente dinero en la cartera. Sus intenciones son perversamente autocomplacientes, de una indiferencia hacia el sufrimiento y la miseria de las grandes masas. Su ideario no contempla más que su deseo insaciable de pertenecer a los opresores y abandonar sus orígenes humildes.
El artista pequeño burgués con toda su individualidad mal interpretada y sobrevalorada pretende vender una y otra pieza sin importarle lo que pasa afuera de su taller. La realidad de las diferencias abismales entre una clase y otra parecen no afectar su cosmovisión de la vida. Las manifestaciones de descontento social, los crímenes de estado, las desapariciones forzadas, son simples anécdotas en sus charlas de café para impresionar a sus potenciales compradores. El artista entonces se convierte en una especie de lamebotas de la burguesía y en un agente de lo más servil de los gobiernos oligarcas, en un “vendepatrias” al estar queriendo quedar bien con todo mundo con tal de seguir en boca de críticos y especialistas del arte que también viven cual rémoras de la burguesía. Su única lucha es por estar en las conversaciones de los ricos, ya que sus espacios y zonas de influencia están muy lejos de las puertas de las fábricas o comunidades en las afueras de las ciudades. No tienen nada que aportar ideológicamente a una revolución socialista, son personajes sin ideología y con una muy corta visión de la lucha de clases, totalmente sumisos a los intereses del imperialismo; su mediocre visión solo es un reflejo de la decadencia capitalista en la que están inmersos.
III. El artista clasista
La antítesis de una artista burgués es un artista clasista que tiene que emerger del corazón de la clase obrera, con una responsabilidad histórica de formar parte de la organización del proletariado en su lucha por la emancipación. Un artista con conciencia de clase debe no sólo interpretar la realidad de los oprimidos sino también, pintar sus derrotas, exaltar sus luchas, retratar a sus héroes y darle perpetuidad a sus victorias, crear una nueva cultura proletaria y romper tajantemente con la cultura burguesa. Poner su talento a las necesidades de la mayoría y no al revés. Su tarea es la de crear materiales que sirvan a los frentes populares, crear piezas de acuerdo a la lucha que el pueblo está dando y a las luchas que dará, su obra no puede quedar sólo en un lienzo sino que deben estar respaldadas por sus actos, convertir su forma de expresión en la expresión de la mayoría.
Los medios que un artista consecuente tiene para expresar la visión popular no se pueden limitar al trabajo de caballete, sino que tienen que ser obras que tengan como destino las grandes masas, crear conciencia de clase, agitación y propaganda. El arte se convierte así en una herramienta de lucha y el artista en una pieza más del gran colectivo popular. Está entre sus deberes arrastrar a sus compañeros artistas a formar frentes anticapitalistas, e ir construyendo desde abajo la nueva cultura de clase, denunciar la explotación de la clase obrera pero sobre todo a formar parte de la vanguardia de la clase obrera. Su colaboración en la lucha no puede ser sólo en lo ideológico sino que principalmente en la práctica.
El arte debe apuntar hacia la lucha contra la miseria, las desigualdades, la explotación laboral, la insalubridad, el analfabetismo, contra el imperialismo, contra las reformas, contra el fascismo, la lucha del arte consecuente debe darse en todas sus expresiones y en todos los formas, invadir todos los foros, exposiciones, templetes, y en todos los espacios a donde se requiera.
La lucha por la organización obrero-popular que actualmente ocurre en todos las ciudades de la república, son una oportunidad inmejorable para que los artistas acompañen a su clase expresando la rabia y la indignación con su talento, formando parte de la lucha, militando y sumando conciencias al movimiento popular.
IV. Arte para las masas
El motivo principal del arte en estos tiempos de lucha de clases no debe ser otra que el triunfo de la revolución socialista, ya que es la única forma en que las grandes masas tengan acceso real a la cultura y que ésta se convierta en un patrimonio de dominio público. Es imperativo que todos los artistas inmersos en la organización obrero popular y ante la agudización de la crisis del sistema capitalista, se organicen en un frente dentro del partido coordinando sus capacidades y experiencias para generar mejores herramientas que puedan servir en la vanguardia de la lucha.
Para los artistas participar en la organización de una revolución socialista enriquecerá la experiencia y potenciará su capacidad creadora; el involucrarse en las tareas que requiere una empresa de esta magnitud llenará al artista de suficiente material ideológico para producir piezas y obras que sirvan para sumar poder-popular a la lucha. El arte de clase obrera tiene que competir con el arte burgués desarrollando nuevas caminos para llamar la atención de las grandes masas, ganarle la batalla en ese terreno al arte hegemónico. Es entonces que el arte revolucionario tiene la tarea inaplazable de invadir los espacios públicos de manera sistemática, buscar la forma de convertirse en el primer contacto con el obrero hacia su toma de conciencia de clase y, ya convertido en una herramienta en la luchas de clases nuestra cultura entrará inevitablemente en disputa contra la cultura burgués y tendrá que estar preparada ideológicamente a derrotarla.
La Revolución Socialista como el gran horizonte al que todo obrero pretende alcanzar, es una motivación suficiente para que todo artista clasista dedique su talento y su vida a la lucha y se sienta orgulloso de pertenecer a ella. Generar arte para el servicio de un movimiento social que busca la destrucción del capitalismo, la aniquilación de los explotadores, la abolición de la propiedad privada, es un arte de epopeya porque el arte que se produce bajo la bandera de la lucha socialista es un arte heroico.
Un comentario en “Arte para las masas o arte para nadie”